El otro día conseguí la Fierro Nº 38 (1era. época), con lo que completé los números que mi hija la filósofa me pidió prestados hace años y nunca me devolvió (ahora sólo me faltan para terminar la colección, el 71, el 92 y el 93, franja de numeración que no llegué a tener nunca). Dado que en el Nº 38 apareció la tercera entrega de Parque Chas, se me dio por releer la serie completa. Tenía de ella un recuerdo contradictorio. Algunas cosas me gustaron mucho en su momento y otras me parecieron obvias. Al revisarla primó la segunda impresión. Sigue fascinándome el dibujo de Risso, pero el guión desbarranca cuando se convierte en secuela de los cuentos de Dolina, al que incluso se rinde tributo poniéndolo como personaje en uno de los capítulos. También cuando se explican los misterios, o su intención alegórica se torna demasiado obvia (caso del auto asesino).
Coincidentemente, a principios del mes pasado, había releído Ministerio, en el librito editado por la Colección Continuará. Allí la influencia que se percibe es de raíz oesterheldiana. Y tampoco el relato termina de cuajar. Si bien tiene momentos interesantes, resulta demasiado explícito, cosa que Ohesterheld siempre evitaba. Ambas historietas, Parque Chas y Ministerio, pertenecen a Barreiro, quien además dejó inconclusa una saga de El Eternauta, por su repentino fallecimiento. En oportunidad de comentar brevemente Odio Cósmico (ver) apunté críticas similares a las que aquí expongo.
Aclaro para lo que se escandalizan fácil, que no es mi intención meterme con el Panteón de la Historieta Argentina. Creo, sinceramente, que Barreiro tenía talento y podría haber llegado con el tiempo -murió muy joven- a despegarse de influencias demasiado notorias, y a construir un estilo propio. Y desarrollar, además, una sutileza que estaba en germen, pero que quedaba empañada por su apego a distintos referentes.
De lo que quiero hablar es -una vez más- de los caminos que debería seguir la historieta argentina. Tener en cuenta modelos del pasado, parámetros desde los cuales reivindicar la popularidad del género, no quiere decir quedarse con recetas que, inevitablemente, terminan en la más prosaica obviedad. Como en todo proceso creativo hay que pelear por dejar atrás las influencias y resignificarlas desde los aportes personales y desde la actualidad. Sin duda que el modelo de Oesterheld es -o debería ser- pregnante para las nuevas generaciones de guionistas. Lo fue para Trillo, que sin embargo logró recorrer desde allí un camino absolutamente propio. Otros ejemplos extra-historietísticos, y en los que bien se podría abrevar, son Arlt, Denevi o Soriano y hasta Bioy, Cortázar o Borges, por qué no? Esto no quiere decir, insisto, que se los imite desde un lugar superficial. Federico Reggiani opina, y yo concuerdo, que la historieta atrasa respecto a otros lenguajes. Entonces, si en literatura, retomar el estilo de Soriano hoy en día sería visto como anacrónico, puede que no suceda así en la historieta. Incluso creo que muchos que leen sólo que lo que tenga globitos y dibujitos, aplaudirían la “innovación”. Pero se trata de otra cosa. Se trata de buscar los nexos profundos que establecieron esos escritores con su socio-histórico. Y de preguntarse, claro, que es lo que se tiene para contar al actual, en el que se está inmerso. No me cabe duda que gente como Reggiani o Agrimbau andan por esos rumbos. Otros se quedan en la nostalgia y la repetición de Columba y Skorpio. Los más, lamentablemente, miran para otro lado.
Aclaro para lo que se escandalizan fácil, que no es mi intención meterme con el Panteón de la Historieta Argentina. Creo, sinceramente, que Barreiro tenía talento y podría haber llegado con el tiempo -murió muy joven- a despegarse de influencias demasiado notorias, y a construir un estilo propio. Y desarrollar, además, una sutileza que estaba en germen, pero que quedaba empañada por su apego a distintos referentes.
De lo que quiero hablar es -una vez más- de los caminos que debería seguir la historieta argentina. Tener en cuenta modelos del pasado, parámetros desde los cuales reivindicar la popularidad del género, no quiere decir quedarse con recetas que, inevitablemente, terminan en la más prosaica obviedad. Como en todo proceso creativo hay que pelear por dejar atrás las influencias y resignificarlas desde los aportes personales y desde la actualidad. Sin duda que el modelo de Oesterheld es -o debería ser- pregnante para las nuevas generaciones de guionistas. Lo fue para Trillo, que sin embargo logró recorrer desde allí un camino absolutamente propio. Otros ejemplos extra-historietísticos, y en los que bien se podría abrevar, son Arlt, Denevi o Soriano y hasta Bioy, Cortázar o Borges, por qué no? Esto no quiere decir, insisto, que se los imite desde un lugar superficial. Federico Reggiani opina, y yo concuerdo, que la historieta atrasa respecto a otros lenguajes. Entonces, si en literatura, retomar el estilo de Soriano hoy en día sería visto como anacrónico, puede que no suceda así en la historieta. Incluso creo que muchos que leen sólo que lo que tenga globitos y dibujitos, aplaudirían la “innovación”. Pero se trata de otra cosa. Se trata de buscar los nexos profundos que establecieron esos escritores con su socio-histórico. Y de preguntarse, claro, que es lo que se tiene para contar al actual, en el que se está inmerso. No me cabe duda que gente como Reggiani o Agrimbau andan por esos rumbos. Otros se quedan en la nostalgia y la repetición de Columba y Skorpio. Los más, lamentablemente, miran para otro lado.
Disculpe, vecino, quería comentar algo y no encontraba el momento.
ResponderBorrarEs muy cierto la cuestión de un desajuste en la evolución. Nada nuevo: Bourdieu notó que un mismo recurso puede ocupar la posición (preestablecida en el campo, como un casillero) de vanguardia o de establishment.
A mí Soriano es un escritor que no me gusta casi nada, pero entiendo la relación que hacés entre Vitamina y Soriano. Podría agegarte: entre Vitamina y Suar, si me apurás. Quiero decir: ciertos modos de realismo costumbrista (espero que sin estupidez ni chivos, claro) que en literatura son cualquier cosa menos novedosos, en historieta pueden sorprender.
Lo que me parece magnífico de este momento de la historieta argentina (claro que al precio muy gravoso de no tener una industria, ni poder vivir de esto) es que tenés varios modelos de producción que coexisten. Podés hacer grandes historietas (o grandes porquerías) publicando a pedido en la Eura, armando proyectos para Francia, publicando cada semana en un blog o encerrándote 4 años para sacar una novela gráfica de 400 páginas al final. Podès hacer muchas más cosas que sólo hacer el recorrido (muy respetable, pero én esos años único) de la carrera en las editoriales.
A ver...Dejemos de lado a los dibujantes que trabajan para el exterior, y hablemos de las otras variables, que son las que me interesan. Una industria editorial crea condicionamientos, sí. No tantos, porque acá había editoriales en las que se trabajaba con cierto grado de libertad. Tampoco es totalmente cierto que trabajar fuera de todo marco comercial sea tan libre. Siempre existe la hipótesis de un público potencial cuando se crea. Y opino que justamente ahí está el meollo de la cuestión: o nos resignamos a dirigirnos a una minoría o aspiramos a una llegada mucho más amplia, independientemente de si eso se concretará o no algún día. Digo: o tenemos vocación de mayoría o estamos perdidos. Eso significa revisar los canales de comunicación con el público que alguna vez existieron y hoy están bloqueados. Con todo lo que tienen de cierto argumentos como que la industria editorial, hasta los '70 al menos, estaba sostenida por lectores que luego fueron atrapados por otro tipo de divertimentos, no me conforman. Porque la base sigue estando en la comunicación con el lector. Si éste tiene interés en consumir historieta, finalmente alguien va a publicar historieta. Es el caso de tiras que aparecieron primero en blogs, y en base al interés que despertaron, terminaron tomando forma impresa (y ojo que no la sacralizo, pero es innegable que tiene más llegada lo que está en un kiosco de revistas). Entonces, creo que hay que animarse a romper con los lenguajes autocomplacientes del ghetto y pensar en una efectiva llegada a un público que no está consumiendo el género. Es ahí cuando no sirve recurrir a modelos que ya fueron archiusados por la literatura o incluso la tevé, como el costumbrismo que mencionás. Porque serán novedosos para el lector de historietas, que lo relaciona con lo que ya viene consumiendo, pero no para el que se quiere ganar, que en tren de elegir se va a quedar con la última tira de Suar. Otra cosa -repito- es preguntarse sobre las razones profundas que determinaron la llegada de ciertos productos a públicos masivos. Ensayo ejemplos: Soriano no está lejos de Oesterheld. En ambos, y en distintas épocas, hay metáfora política en base a una mélange de elementos costumbristas y fantásticos (Oesterheld) o delirantes (Soriano). Suar no está lejos de Calé o Aboy o Medrano, con tiras como la del sodero o "Campeones". O sea, que el costumbrismo no estaría muerto como lenguaje ni para la tevé, ni para la literatura, ni para la historieta. Lo que sí están muertos son ciertos arquetipos costumbristas, por remanidos o anacrónicos: el mundo de la oficina, el barrio, la pelea conyugal, el viaje en colectivo, etc. Una rica vertiente del costumbrismo actual pasaría por las tribus urbanas: floggers, emos y esas mierdas. Que yo sepa -recalco el "que yo sepa"- no hay historieta que haya abordado aún esa temática. La sátira política -no hablemos ya de metáfora- parece haber caído en desuso, en parte porque los políticos actuales ya son una caricatura en sí mismos, pero el desafío sería en todo caso, caricaturizar la caricatura. En cuanto a la mezcla de costumbrismo con elementos fantásticos, ud. Federico lo ha intentado y bien en "Autobiógrafo". Y si conciente o inconcientemente tuvo como modelo al Bioy de "Dormir al sol", la resignificación es absolutamente válida. En algún blog empecé a leer (después lo perdí) a otro integrante de Historietas Reales con un argumento donde asomaba, en medio de peripecias cotidianas, un bicho inquietante. Me gusta eso, creo que por ahí van los caminos. "Vitamina Potencia" me interesa, me gustaría leerla de un tirón y no con la aperiodicidad de Fierro. Apuesto a que tiene una evolución muy rica, desde el "sorianismo" inicial. Y demás está decir que veo en "El Asco", de Agrimbau un magistral enrarecimiento de lo cotidiano, que parece abrevar en el Denevi de “Rosaura a las diez” o “Ceremonia secreta”, y sin embargo no me hace extrañarlo para nada. Y si no nombro a De Santis con "El Hipnotizador", o a Trillo con "Trillo y Grillo" (y tantas otras) es porque ambos argumentistas tienen claro desde hace tiempo por donde va la cosa. Se verá que hablo de guionistas, y no de dibujantes. Hay muchísimos buenos dibujantes que pueden ponerse al servicio de este tipo de historias, dejando de lado la soberbia de creerse "autores integrales". Esa figura mentirosa, que en realidad excluye al guionista, porque ellos no lo son, fue alimentada -para los pocos que llegaron a publicar en Fierro, la única revista de historietas de la que se puede hablar- por un intelectual decadente como Sasturain, que les dió lugar y por el ghetto de historietófilos descerebrados que los aplauden. Y los que publican en blogs o fanzines, si bien no los alimenta nadie, tienen la cabeza quemada por los Accorsi o los difusores del minga, y se pajean con musculosos superhéroes o con nenitas con cara de inocente que muestran las tetas. Para resumir (esto ya es casi un post): El futuro de la historieta argentina, una historieta masiva, si eso es todavía posible, está en manos de los guionistas. Pero éstos tienen que demostrarles a los dibujantes que se cortaron solos -y que evolucionaron en su campo mucho más que ellos, en tanto calidad y cantidad- que vale la pena que vuelvan al redil.
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