A raíz de la reaparición de Fierro, me pregunté de pronto por qué había dejado de comprar la antigua. Y en todo caso, teniendo hasta el nro. 50, por qué nunca me ocupé posteriormente de completar la colección.
Recordaba que había dejado de interesarme, pero como mis gustos -afortunadamente- cambian, me dije que quizá sea el momento de abordar la tarea pendiente sin prejuicios.
Así, en una excursión a Parque Centenario, me compré una decena de ejemplares, arriba de esa numeración. Los junté con algunos anteriores (por la continuidad de las series) y me los llevé a Mar del Plata para tratar de soportar con su lectura la tortura de la playa. Allá conseguí unos cuantos mas, de modo que del 45 al 70 pude hacer una revisión bastante completa.
El primer dato -insoslayable- es que en el nro. 48, Sasturain dejó la publicación.
Imposible no asociarlo con el desembarco de Caín en Fierro, ya que su director, Marcelo Figueras, es quien lo reemplaza en el puesto de jefe de redacción.
Caín era un proyecto frustrado de Ediciones de la Urraca, que apuntaba a un público rockero. Salieron muy pocos números en forma independiente, pero Cascioli acostumbraba a hacer este tipo de movidas para sostener las revistas de la editorial, sin importarle demasiado los cambios de identidad, que terminaban por no conformar a ningún público (caso SuperHumor).
Sasturain había mantenido hasta entonces en Fierro un delicado equilibrio entre la historieta tradicional, la no convencional y la experimental (dejo planteada estas diferenciaciones, que abordaré mas adelante), o entre lo viejo y lo nuevo, si se quiere simplificar.
Ese equilibrio se rompió definitivamente con su partida, a pesar de que la advenediza Caín duró apenas cuatro números y Figueras como jefe de redacción, muy poco mas.
Sospecho que este último tampoco se fue en buenos términos, ya que su mamotreto ilegible ("El Mesías Eléctrico") queda inconcluso en el nro. 56, y al siguiente su nombre desaparece del staff de Fierro, sin siquiera la mención que se le había dedicado a Sasturain, y sin que nadie pase a ocupar ese puesto.
Como decía, después de la partida de Sastu, los desaciertos son notorios. La revista se vuelve desprolija, se quiebra la continuidad de las series, por ejemplo. Oxido -el subtemento dedicado a las nuevas generaciones- avanza. Hay desatinos, como el concurso de fotonovelas, las que mas allá de la publicación de las premiadas, continúan en la revista, supongo que con el material de rezago de dicho certamen. Números enteros parecen dedicados a alumnos de Sanyú o de O'Keeffe, tan mimético es su estilo. Y hablando de estilos, Maitena gana espacio con series anodinas, donde intenta copiar a todos, como siempre hizo hasta que adoptó definitivamente el de Bretecher. También se llenan páginas (aunque esto venía de antes) con Fontanarrosa o Crist, mas identificados con el perfil de Humor que con el de Fierro. Van desapareciendo los grandes maestros nacionales, y ese lugar de prestigio lo llenan algunos españoles o italianos.
No se puede echar, claro, toda la culpa al abandono de timón que parece haber hecho Cascioli, dejando la revista a la deriva. Empezaban los fatídicos '90 y esto tiene que haber influído.
Los lectores de aquella época siguen quejándose hasta hoy en día de la inclusión de Max Cachimba, Podetti o el Marinero Turco. No llego a ubicar a Liniers en esa etapa, pero lo cierto es que ahora hay que sufrirlo, aunque me adelanto a aclarar que no meto a todos en la misma bolsa.
Max Cachimba, por ejemplo, me parece un auténtico creador en la historieta. Sus trabajos -guionados o no por él- desarrollan una narrativa clara, aunque por supuesto, no convencional. Por los '90 su línea era el humor negro, lo onírico, lo pesadillesco, y le salía muy bien. En la actualidad, si bien es temprano para evaluarlo, parece haberse volcado a un estilo mas naif que no me interesa tanto.
Hay otra gente, en cambio, que experimenta -bien o mal- y el experimento no es bien recibido en general por los tradicionales lectores de historieta.
Entiendo ese disgusto, y en parte me identifico con él. Uno no tiene por que bancarse los intentos de originalidad de aprendices, que derivan la mayoría de las veces en guiones y dibujos imposibles de seguir, a pesar de la buena voluntad que se pueda poner.
Que se expresen, en todo caso, en blogs o en revistas subte, hasta que maduren y desarrollen un estilo. O que se organice de tanto en tanto un concurso y que revistas como Fierro publiquen a los ganadores. Dos a lo sumo, no más. Punto.
Pero hay otra cuestión que me parece mas relevante...
Es imposible discutir la maestría de Crist, El Tomi o Nine. Ahora, si bien éstos circunstancialmente, producen historieta, su principal preocupación parece estar en exhibir sus virtudes como dibujantes. No sería demasiado problema, ya que son excelentes, si no generaran escuela...
En la vieja Fierro (sobre todo después de Sasturain, aclaro) había que bancarse que cualquier mediocre imitador ocupara un cuarto de página con un mamarracho que no contaba nada. Y hoy en día, si se recorre los blogs de dibujantes, se comprobará que si bien la mayoría se alinea en el género historietístico, la preocupación narrativa brilla por ausencia.
Pratt o el viejo Breccia, que se experimentaron todo, nunca olvidaron que hacían historieta.
Por último, en este repaso de la primera Fierro, algunos números sueltos de arriba del 70 me confirman que no se volvió a recuperar el equilibrio perdido.
Estos son los grandes desatinos en los que terminó un gran exponente del género, a partir de la propuesta original de Sasturain de conjugar lo viejo con lo nuevo.
En esta segunda etapa, donde vuelve a asumir la conducción, y como él mismo lo dice, algunos de aquellos muchachos que experimentaban ya comparten cartel con los grandes.
Yo hasta ahí, y a regañadientes en algunos casos, me la banco.
Y cuando aparezca lo nuevo, espero que Sasturain pueda conservar el equilibrio (unos 47 números, al menos).
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