Mi hija mayor me regaló “El oficio de las viñetas”, el libro de Laura Vázquez cuya reseña, publicada en la revista Ñ, mencioné hace poco en este blog (ver).
Voy apenas por el centenar de páginas, y creo que es insuficiente para emitir opinión. Acotaré solamente que el proclamado propósito de reconstruir analíticamente el período 1968-1984 en la historieta argentina, no parece cumplirse del todo. Hay demasiados saltos, omisiones y cambios de enfoque, como si se tratara de fragmentos sueltos y de distintas épocas con los que se intentó forzar, bajo la forma de ensayo, una unidad conceptual. Lo cual no quita que algunos de esos fragmentos resulten sumamente interesantes. Por ejemplo: un hallazgo del primer capítulo es el análisis de los métodos de aprendizaje del dibujo de historieta en los '50 y ’60, en relación con las necesidades del mercado de entonces.
Pero si menciono el libro, aún faltándome bastante para concluirlo, es porque lo ya transitado me basta para afirmar que el periodista de la Ñ no le hace la menor justicia. El artículo de Diego Marinelli revela, como sospechaba, una lectura elemental y descuidada. Al punto que nos hizo trenzar a Reggiani y a mí (ver comentarios del post de referencia), en una mini polémica sobre un objeto equivocado. La opinión acerca de Massotta y la semiología no pertenece a Alberto Breccia, sino a su hijo Enrique. Tampoco la anécdota que relata está referida a la Bienal del ’68 en el Di Tella. La exacta cita de Laura Vázquez, me llevó al original que reproduzco: un reportaje publicado en el Nº 11 de Fierro (1era. época- Julio del ’85), con la firma de Martín García, y bajo el título “Descalificación del verso”. El contrapunto entre Enrique Breccia y su interlocutor, genera una necesaria dialéctica respecto a las distintas miradas posibles sobre la historieta. Al costado, en un recuadro, Sasturain comenzaba su exitosa carrera de actor cómico. Vale la pena leer íntegras las tres páginas.
(...disculpas por no pasar el reportaje a texto, pero ando bastante ocupado últimamente; además, agrandando las imágenes se lee muy bien)
En relación con lo que discutimos en ese post anterior, dale una ojeada, si no llegaste ya, al capítulo en que el Vazquez describe las posiciones de Oesterheld y de Breccia, como abjuran de la historieta en ciertos espacios, y se refugian en su caracter de productores populares en otros. Esto no tiene nada que ver con el "cálculo", no es que fueran malvados o tramposos. Es que tenían una posición compleja, incómoda, tanto hacia adentro del campo de la historieta como hacia el campo de la cultura "legítima".
ResponderBorrarSí, Fede, estaba ahí nomás de llegar a eso. Para mí, no existe tanta complejidad en esa posición. A la hora de defender la historieta para mangar un subsidio, digo que es arte. A la hora de crear, trato que le interese al tipo que lee en el colectivo.
ResponderBorrarLa opinión de E. Breccia es de una escandalosa pelotudez. No voy a abundar aquí y quizás escriba en otro lado pero la posición del tipo sería: la semiótica (o la sociología, segual) es un verso porque yo nunca pensé en eso que dicen a la hora de dibujar. Realmente de una pelotudez lamentable: como si importara en qué pensó cuál fulano y no qué produjo como producto público y sujeto a su lectura... y a su análisis. Incluso acota que Oesterheld no era peronista (???) cuando se le indica relación entre un guión de historieta y otros discursos contemporáneos.
ResponderBorrarLo de no analizar en resguardo de cierta inocencia pueril y pura (pureza que vendría a violar el análisis de un lenguaje) supera todo límite.
Vergonzoso lo del tipo: callate y seguí dibujando.
Me temo, querido Cinzcéu, que frases como "calláte y seguí dibujando" provocan reacciones como la de Breccia. Me parece bien que, hasta un punto, el creador se mantenga al margen de los análisis sobre su obra. Y creo también, que los campos que la analizan, tanto sean la semiótica, la sociología e inclusive la psicología, deberían concederle al creador otro tipo de conocimiento sobre la misma, que está fuera de sus parámetros. Y que no se reduce a las habilidades de un mono que de casualidad saca cosas interesantes. Abrazo
ResponderBorrarEstimado Miguel: Estás equivocado, frases poco felices y enojadas (sí) tales como "callate y seguí dibujando" son provocadas por (y no provocan, 25 años después) las necias respuestas de Enrique Breccia que califican de boludeces, mentiras y versos que la cagaron a todo lo que se diga desde el análisis semiótico (u otro) de la historieta. Tal descalificación jamás argumentada la refiere a tipos como Massotta y Steimberg que vos reconocés, al menos, como analistas que vale la pena leer; y yo como el maestro de mi maestro y mi maestro respectivamente.
ResponderBorrarReleí el reportaje 4 ó 5 veces y cada vez más me parece una vergüenza, no por parte de García que con oficio y criterio intenta reencauzarlo todo el tiempo, sino por parte del petardista incoherente de Breccia que no responde nunca a nada y sólo insiste en que todo es verso. Un boludo total este Breccia que, no obstante, es un profesional del dibujo historietístico.
De allí mi irrespetuoso cierre: "callate y seguí dibujando"; debería haber dicho: "por favor, evite condenar sin argumentos lo que confiesa no entender y continúe haciendo lo que demuestra hacer muy bien".
Porque me sirve para varios fines y es posible que publique al respecto, pasé el reportaje a texto (Word). Te lo envío por mail para los usos que quieras darle.
Un abrazo.
Querido Cinzcéu: Creo que lo que ambos ponemos en esta discusión, está más allá de las opiniones de Breccia hijo. Creo también que queda claro que no me identifico con su postura petardista, como bien la calificás. Enrique Breccia ha hecho gala de ella y consecuentemente desbarrancado en más de una oportunidad -no obstante su enorme talento-, no sólo opinando sino también haciendo historieta política. Pero hay algo en lo que dice aquí que me lleva a comprenderlo y paso a explayarme sobre lo que te respondí anteriormente. Ante la mirada de otras disciplinas, surge muchas veces en el creador esta legítima pregunta: ¿cómo puede ser que lo que yo concebí se me vuelva de pronto ajeno, extraño, incomprensible?. De ahí la reacción en contra de interpretaciones y análisis, que pienso se genera en cierta dosis de arrogancia que llevan implícitos. Hay una exclusión del creador en la devolución, un “razonar de” y no un “razonar con”. Admito que si el análisis se constriñe a los ámbitos académicos se debe expresar en los códigos de la disciplina que lo realice. Pero en este reportaje, Breccia refiere -y tomo la circunstancia sólo como ejemplo- una charla a la que fue invitado como historietista. Entonces, me parece lógico que reaccione frente a la exclusión. No, por supuesto, porque crea que en la charla tendrían que haberle concedido la palabra, sino porque el encuadre en que se realizó -estaban en el panel Saccomano y Bróccoli, según dice- pareciera ser amplio. Muchas veces se observa en la semiótica, la sociología y la psicología, una excesiva ritualización de la jerga propia que tiende antes que a compartir el saber, a preservarlo para unos pocos y a estereotiparlo, en consecuencia. Y no hablo de esa tendencia actual de la llamada “divulgación”, lamentable en mi opinión, y que desde el término mismo revela una similar postura elitista (hagámoslo fácil para el vulgo que entiende poco y nada). Por otra parte -y aquí vuelvo a rescatar un aspecto de la postura de Breccia- no me parece bueno para la historieta en particular (tampoco para el teatro) que el creador, al momento de hacer, se contamine de la mirada que lo observa. Es un fenómeno frecuente y que ha hecho estragos. En mi caso particular, desde el teatro, y un poco desde la historieta, incorporé por supuesto todo aquello que he leído y reflexionado sobre estos lenguajes, desde la óptica de otros campos. Pero está en mí, me compone, no pienso en términos psicológicos o semióticos o sociológicos al momento de actuar, dirigir o escribir una obra teatral o un guión historietístico. No los pergeño intentando agradar a ciertos sectores de la intellegentia, ni siquiera demasiado al hipotético receptor natural, sino que por el contrario dejo que el relato se desenvuelva, crezca de la forma más natural posible, con sus propias leyes y dentro de algunos parámetros técnicos y estéticos, por supuesto, pero también incorporados. En fin, no se... son cuestiones que siempre me han preocupado, sobre las que no tengo una posición definitiva, y que transitan un delicado equilibrio. Y que además, por estas mismas razones, se prestan fácilmente a los malos entendidos. Un abrazo.
ResponderBorrarMiguel: Sólo dos cosas. En la primera estamos de acuerdo, no de ahora sino de siempre, y la sintetizo de este modo: el productor del discurso que fuere (fijate cómo eludo lo del "arte"...) más atento al qué dirá el metadiscurso de moda (sea éste más serio o chambón) que a lo que produce, es menos un productor que un chanta snob. Vale para historieta, cine, teatro, pero también para indumentaria, mobiliario o gastronomía; y esta es hoy la vedette con sus amanerados "emplatados" caros que no alimentan a nadie y sólo satisfacen a una elite de giles. La segunda. Decís: "Hay una exclusión del creador en la devolución, un 'razonar de' y no un 'razonar con'". No voy a hacer "divulgación" (en los términos que señalás) pero lo que ves como una exclusión del creador y Breccia como puros versos y mentiras, responde, en cierto nivel, a premisas epistemológicas, teóricas y metodológicas. Y no voy a meterme con la sociología ni con la psicología. Pero la semiótica que intento practicar parte de que la teoría y el análisis del sentido, siempre socialmente producido, debe fundarse en el lugar del observador; vos lo decís: es "la [una] mirada que lo observa", no al autor/ creador ni tampoco a su espectador (múltiple, diverso y social) sino al discurso en su relación con otros discursos. Este lugar le señala García a Breccia: un grupo que resiste a Los Ellos invasores justo después de que La Libertadora invadiera el país legal... Y Breccia lo ningunea: nada que ver, verso y mentira, no quiso decir eso, yo hablé con él, ¡no era peronista! En fin, necedades sin argumentos contra el obvio argumento de García. Se trata, justamente, de "razonar de" discursos y no de personas. Y luego, por qué no, "razonar con" personas que han participado de la producción de esos discursos; pero son instancias separadas y el "con" no hace parte del análisis sino de su difusión como charla... o bien de la mera vida social. Yo no me sentaría a hacer semiótica "con" historietistas por las mismas razones que ellos no se sentarían a hacer historietas "con" migo (es un recuerdo a Herminio...). Y lo bien que harían. Después está lo que muy bien explicás acerca de lo que "incorporé", "está en mí, me compone" y es irrenunciable pero no constituye (no debería constituir) un manual acerca de qué y cómo hacer.
ResponderBorrarUn abrazo.
Ante todo, te diré que me intimida discutir con vos en un terreno en el que confieso mi casi absoluta ignorancia y del que manejo muy deficiente terminología. Pero algunas cuestiones de sentido común me impulsan a seguirla. En el “razonar con” del que hablaba no me refería a desechar las premisas propias de cada campo, sino a incorporar los elementos que puedan aparecer, incluso de cuestionamientos elementales como el de Breccia, para enriquecer el análisis. Tomo el ejemplo que citás acerca de la presencia del socio-histórico de la Libertadora, en la primera versión del Eternauta. Breccia lo refuta con que Oesterheld era antiperonista en ese momento y que en realidad su punto de partida fue la tradición de cierta literatura de ciencia-ficción. García, a su vez, responde que se trata de lo que subyace en el imaginario social. Yo creo, en primera instancia, que ese argumento ya no estaría centrado en el discurso en sí mismo, sino en las intenciones -inconcientes- de su productor, y también, en mayor medida, en la recepción -contemporánea a la producción- de ese discurso. Y dudo que el lector de El Eternauta, a fines de los cincuenta, lo haya tomado como metáfora de la Libertadora. Si mi duda pudiera corroborarse, le asistiría razón a Breccia, en el sentido que dicho análisis no se ajustaría al momento de producción del discurso, ni siquiera al discurso mismo, sino que está realizado a la luz de la evolución posterior de su emisor y también de la de quienes lo receptaron. A mí, las objeciones de Breccia me llevarían a analizar (desde mis nulas armas académicas) la tensión existente entre un relato que sigue los lineamientos más o menos clásicos del género de la ciencia-ficción, con la posibilidad de que se incluya en él la metáfora política. Tratando de determinar en que medida incide uno y otro elemento. Y siguiendo ese sendero, contrastaría la primera con la segunda versión de El Eternauta (la de Gente, con Breccia padre), y sobre todo, también como sugiere Breccia hijo, con la segunda parte, la publicada en Skorpio. Este recorrido se hace en “El oficio de las viñetas”, que justamente estoy leyendo. No desde la semiótica y por lo tanto sin prescindir del análisis de la evolución ideológica de Oesterheld. Allí queda evidenciado que el primer Eternauta responde más a una ciencia-ficción encarada desde el humanismo, que a una metáfora socio-política.
ResponderBorrarNoto que he llegado casi a la aseveración, pero lo que pretendo en realidad, querido Cinzcéu, más que refutarte a vos o a García, es que le des el debido encuadre a estas objeciones. Como para que me desasnes y pueda corroborar si son o no válidas. Otro abrazo.
Hola Miguel
ResponderBorrarNo te conozco personalmente, Federico me comentó de tu blog el otro día y entré a chusmear de qué se trataba. Quedé gratamente sorprendida. El material que subís es muy bueno y los debates son productivos. Te agradezco los comentarios críticos a mi libro y ya mismo estoy sumándote a mis favoritos así te leo seguido. Un abrazo.
Te agradezco la visita y me alegra que no te hayan espantado las críticas, lo cual sucede a menudo acá. A mi vez, visitaré tu blog, del que no tenía noticia (Reggiani, en su afán de protagonismo, suele ocultar información). Un beso
ResponderBorrarMiguel: Ante todo, no te intimides y aprendé de mí: te discuto sobre historieta que es un lenguaje del que apenas tengo algún consumo infantil y mínima reflexión adulta. Pero no, no te discuto sobre historieta sino sobre una instancia más general. "Las objeciones de Breccia" son nulas de nulidad absoluta, admitámoslo. "No era peronista", por ejemplo, no resulta objeción alguna sino exabrupto fuera de toda serie argumental. Tu "la tensión existente entre un relato que sigue los lineamientos más o menos clásicos del género de la ciencia-ficción, con la posibilidad de que se incluya en él la metáfora política. Tratando de determinar en que medida incide uno y otro elemento" constituye todo un programa de análisis (semiótico) mejor formulado que muchos proyectos académicos. La diferencia es obvia: uno dice "nada que ver, es todo mentira" y el otro dice "investigaría la tensión existente". No la investigaste ni yo tampoco pero... la diferencia ente ambas formulaciones es obvia. Y la diferencia es obvia en otro aspecto crucial: vos hablás de discursos y relaciones (espacio- temporales) entre discursos; Breccia habla de personas que conoció (???) y le confesaron que no eran peronistas (???) y concluye (por enésima vez) que todo análisis es verso. Por lo demás, una historieta argentina que en 1957 "dice" la resistencia de un grupo humano contra la ofensiva invasora, plenamente instalada en el género de la ciencia- ficción, es imposible que no signifique, para cierta lectura social, una metáfora de La Resistencia contra La Libertadora. No para todos, obviamente: nunca nada es lo mismo para todos y, encima, al mismo tiempo. Pero claro, habría que analizar esas lecturas, esas diferencias y esas tensiones en lugar de cerrar la cuestión con que todo análisis es mentira.
ResponderBorrarNo podría desasnarte porque no sos asno ni yo desasnador. Ocurre que vos "defendés" a Breccia haciendo lo opuesto de lo que él hace (en esa entrevista, aclaro) y con tu argumentación puedo discutir, acordar y/o disentir (acuerdo bastante, verás) pero como lo de Breccia es mera descalificación del verso sin argumento alguno, sólo puedo descalificarla por jodida, necia y mala leche.
Los temas dan para más, claro, pero esto es un comentario.
Un abrazo.
Da para más, sin duda, querido Cinzcéu. Solo insisto en que no defiendo a Breccia (reparo en que lo ponés entre comillas, pero por las dudas), simplemente me interrogo que elementos se pueden extraer, aún de las posturas más cerriles. Abrazo
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