VIAJES: TERRITORIOS EXOTICOS, TRIBUS Y MARES
Seguimos con los viajes, tópico insoslayable de la aventura. Y quizá el más frecuente, a juzgar por la cantidad de tapas encontradas. Africa, el Caribe y el Amazonas aparecen con recurrencia, incluidas las tribus salvajes que allí habitaban. Los motivos por los que los héroes arriban a estos territorios exóticos suelen ser: naufragio (tanto de barcos como de aviones), expedición científica, o búsqueda de un tesoro, pirata generalmente.
Otros puntos de destino eran -sin pretender con esto agotar la lista- reinos a menudo anacrónicos de Europa y Oriente. Como se verá, Patoruzú y Patoruzito son viajeros incansables. Bastante atrás le sigue Capicúa, que solía consolidar un lugar de privilegio en cuanta tribu caía, mientras que su tío y Bambufoca iban a parar a la clásica olla. Similar trato jerarquizado recibe Isidorito, en “El Pequeño Marciano”.
Quizá el récord de viajes en una misma aventura, lo tenga Patoruzito. Lo digo por “Puente al otro mundo”, donde recorre varias latitudes; y también por los numerosos episodios de travesías en barcos, que recalan en distintos puertos. Sin embargo, a mi gusto, el punto más alto en argumentos sobre territorios desconocidos, se alcanza sin salir de la Patagonia, como sucede en “El islote del diablo” o “El pueblo perdido”.
Por otra parte, las aguas del mar y los peligros que encierran (a más del infaltable rescate), si bien pertenecen a pequeños tramos de tránsito en las historias, ganan el espacio de tapa, por el indudable impacto que provocan. Ballenas, pulpos, tiburones y otras especies marítimas, suelen ser dignos adversarios tanto del indio, como del indiecito. Véase, por ejemplo, la reiteración del tema en tres -excelentes todas- Andanzas prácticamente consecutivas: “El Da-Dalai Lama”, “La Laguna Negra” y “El brillante del marahajá”. En cuanto a las tribus incivilizadas (a diferencia de los tehuelches, en versión Quinterno), destaco una curiosidad: dos números de Andanzas (42 y 162) llevan el mismo título: “Cazadores de cabezas”
Seguimos con los viajes, tópico insoslayable de la aventura. Y quizá el más frecuente, a juzgar por la cantidad de tapas encontradas. Africa, el Caribe y el Amazonas aparecen con recurrencia, incluidas las tribus salvajes que allí habitaban. Los motivos por los que los héroes arriban a estos territorios exóticos suelen ser: naufragio (tanto de barcos como de aviones), expedición científica, o búsqueda de un tesoro, pirata generalmente.
Otros puntos de destino eran -sin pretender con esto agotar la lista- reinos a menudo anacrónicos de Europa y Oriente. Como se verá, Patoruzú y Patoruzito son viajeros incansables. Bastante atrás le sigue Capicúa, que solía consolidar un lugar de privilegio en cuanta tribu caía, mientras que su tío y Bambufoca iban a parar a la clásica olla. Similar trato jerarquizado recibe Isidorito, en “El Pequeño Marciano”.
Quizá el récord de viajes en una misma aventura, lo tenga Patoruzito. Lo digo por “Puente al otro mundo”, donde recorre varias latitudes; y también por los numerosos episodios de travesías en barcos, que recalan en distintos puertos. Sin embargo, a mi gusto, el punto más alto en argumentos sobre territorios desconocidos, se alcanza sin salir de la Patagonia, como sucede en “El islote del diablo” o “El pueblo perdido”.
Por otra parte, las aguas del mar y los peligros que encierran (a más del infaltable rescate), si bien pertenecen a pequeños tramos de tránsito en las historias, ganan el espacio de tapa, por el indudable impacto que provocan. Ballenas, pulpos, tiburones y otras especies marítimas, suelen ser dignos adversarios tanto del indio, como del indiecito. Véase, por ejemplo, la reiteración del tema en tres -excelentes todas- Andanzas prácticamente consecutivas: “El Da-Dalai Lama”, “La Laguna Negra” y “El brillante del marahajá”. En cuanto a las tribus incivilizadas (a diferencia de los tehuelches, en versión Quinterno), destaco una curiosidad: dos números de Andanzas (42 y 162) llevan el mismo título: “Cazadores de cabezas”
Veo esas tapas y recuerdo la emocion y cosquilleo en la panza cuando era niño y veía las Patoruzu,Patoruzito,etc.
ResponderBorrarUna sensación inexplicable que nunca mas volví a vivir,esa emoción ante estas magnificas revistas argentinas.
Uy, Fer! Creo haber contado por ahí, que yo de pibe, para más o menos la fecha de aparición de las Correrías o las Andanzas, me recorría todos los kioscos de mi casa (en un barrio de Zárate), hasta el centro. Y si no estaban, me iba incluso hasta la distribuidora, donde ya me atendían de mala gana. Lo que era ver por fin estas tapas en las estanterías! El mundo mágico que anticipaban! Una vez comprada la revista, me quedaba largo rato sin abrirla, observando todos los detalles de la portada. Después leía dos veces cada página, para que no se me terminara rápido y hubiera que esperar otro penoso mes hasta la próxima aventura. Mierda, cuanto significó para uno la historieta!
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