Y POR EL MISMO PRECIO...

sábado, noviembre 20, 2010

LO INSOPORTABLE

Hace casi una década, yo vivía en un departamento, donde se escuchaba perfectamente lo que pasaba en el de abajo, habitado por una parejita joven. Así, fui testigo auditivo, en varias ocasiones, de la siguiente escena: a) media hora ininterrumpida de reproches, insultos, quejas de ella hacia a él; b) sonido de cachetazo; c) llanto de ella y nuevos reproches, ahora acerca de la cobardía de pegarle a una mujer.
Uno de los casos más resonados de violencia familiar en la Argentina, ocurrió el 15 de noviembre de 1992, cuando el dentista platense Ricardo Barreda, liquidó a escopetazos a su mujer, sus hijas y su suegra, luego de décadas de sufrir maltratos y humillaciones por parte de ellas. A raíz del crimen, Barreda convocó múltiples adeptos, que se sintieron vengados a través suyo, por lo que la situación parece ser más común de lo que se cree.
En ambos ejemplos, claro, la alternativa no violenta salta a la vista: separarse, cortar con la relación enferma, mandar a la mierda a la mujer, y si es necesario a toda la flia.
Pero si los traigo a colación es para ejemplificar que la agresión física o verbal -a menudo equiparables- no es patrimonio de un sexo.
Sin embargo, cuando se menciona “violencia de género”, se lo hace exclusivamente en función de la que ejerce el hombre sobre la mujer.
Esta interpretación es la que primó, asombrosamente, en el episodio del cachetazo que le propinó la diputada Graciela Camaño, al diputado Kunkel. Los medios hegemónicos tomaron rápidamente partido por la esposa de Barrionuevo, quien según dicen -repitiendo los dichos de la golpeadora- estaba harta de las agresiones verbales del legislador oficialista, a quien se lo calificó de “provocador serial”, lo que rápidamente remite a “violador / asesino serial”.
Para establecer, con un mínimo de seriedad, quien sería la víctima y quien el victimario, debería revisarse la cadena de circunstancias que desencadenaron el hecho, y los roles que desempeñan los protagonistas. Porque respecto a lo último, hay que convenir que no es lo mismo un ama de casa, que una diputada de la Nación.
El contexto en que se dio fue el análisis por la Comisión de Asuntos Constitucionales de la denuncia por la “Banelco de Cristina”, según las altisonantes declaraciones de la inefable Lilita Carrió, en el marco, a su vez, de la discusión por el Presupuesto Nacional 2011. Los peones de la profética dirigente de la CC -a más de la oposición toda, que cayó en la trampa de la gorda-, fueron también dos mujeres: la evangelista Hotton y la radical Alvarez. Ambas declararon haberse sentido perturbadas, conmocionas, por supuestas presiones oficialistas para cambiar el voto o ausentarse del recinto. La acusación de la primera fue dirigida contra otra mujer, Patricia Fadel, del FPV, quien desmoronó toda sospecha al revelar que fue la Hotton quien en dos oportunidades buscó comunicarse con ella.
La absoluta falta de entidad de las imputaciones quedó de manifiesto para todo aquél con un mínimo de raciocinio que siguiera el tema, por lo que no vale la pena abundar al respecto. "Esto es una clase de emotivismo berreta", sintetizó magistralmente Alejandro Rossi.
Llegados a este punto del tratamiento en la Comisión, los legisladores oficialistas solicitaron que se votara rechazando las cuestiones de privilegio introducidas por la apocalíptica Carrió y desestimando las denuncias de soborno. Camaño, presidenta de la Comisión, se negó, intentando levantar la reunión. Kunkel retrucó con la lectura de la normativa que avalaba la votación y asimiló la situación a la quema de urnas en Catamarca, hecho protagonizado por Luis Barrionuevo. Ya antes de esto, por el sólo hecho que Kunkel levantara la voz, Camaño se dirigió amenazante hasta donde se hallaba el diputado. Y cuando estuvo junto a él, le mandó el bife.
El incidente sirvió para tapar el bochorno opositor. La estrategia urdida entre Carrió y Cobos para boicotear la aprobación del Presupuesto, utilizando a la infranormal Cynthia Hotton, y que incluyó la puesta en escena de la entrega de ésta a la Camaño de un sobre lacrado y sellado, ante escribano público, hacía agua por los cuatro costados. El cachetazo, entonces, pareciera haber sido fruto de lo intolerable de esta situación, antes que de las agresiones verbales de Kunkel hacia un indefendible Barrionuevo, que absurdamente para el stablishment, resulta ahora más potable que un Moyano, que tiene la osadía de pedir participación de los trabajadores en las ganancias empresariales.
Pero hay que considerar otras cuestiones.
Carrió dice no tolerar la corrupción. Hotton y Alvarez, las presiones. Camaño, las agresiones verbales hacia su marido. Cuatro mujeres, a las que habría que agregar a Patricia Bullrich, quien durante una semana entera se dedicó ante cuanto micrófono le pusieran delante a reavivar las denuncias proferidas por su jefa.
Acá hubo, sin duda, violencia de género.
Pero no entendida desde el hombre a la mujer o viceversa. Fadel y Kunkel funcionaron como interpósitas personas, en realidad.
Se trató de violencia de mujeres contra otra mujer, la Presidenta de la Nación Argentina, que durante tres años, rebajada cotidianamente a títere de su esposo, contestaba y contesta -sola, ahora- con los hechos, con el avance de las transformaciones, con una solidez y coherencia intelectual, ideológica, de gestión que es difícil de encontrar en el género masculino.
Verdaderos y contundentes sopapos para mujeres tan mediocres como Carrió, Camaño, Bullrich, Hotton y Alvarez. Insoportables.

4 comentarios:

  1. Uno puede estar mas o menos de acuerdo con este modelo de paìs, pero este tipo de personajes hacen lo imposible para que la oposicion quede reducida a la nada misma.
    Saludos
    Eduardo

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  2. Hace muy poco me enteré de la existencia de una nueva corriente: la anti-oposición. Bienvenida sea, aunque termine en voto en blanco.

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  3. Me gusto el articulo, Dao.
    Aunque no soy K, soy de los que creen que se usa la "Banelco de Cristina" desde hace largo tiempo... porque dudo que haya una oposicion tan pelotuda, para mi estan pagados
    Un abrazo, Miguel

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