Y POR EL MISMO PRECIO...

lunes, abril 18, 2011

EL OCASO DEL INDIO (un Patoruzú inédito), por DAO

Publicado en el Suplemento Cultura, del diario La Voz de Zárate, el 14/08/96
Es bien sabido por los se­guidores del indio que desde hace mucho tiempo no se edi­tan nuevas historias que den cuenta de sus andanzas. Lo que actualmente se publica es un refrito (aggiornado, mutilado) de algunas viejas aventuras.
Sin embargo este cronista (nostálgico frecuentador de lo que queda de la editorial de Quinterno), tuvo el privi­legio de conocer la última de las «Andanzas de Patoruzú», dibujada y guionada por el propio Maestro hace muy poco tiempo.
Escasísimas personas co­nocen este verdadero acon­tecimiento (hace ya muchas décadas que el legendario, misántropo, octogenario Dante Quinterno no se ocu­paba de su criatura), y es al­tamente improbable que el episodio de marras se difun­da alguna vez. Quienes ten­gan algún dato de la perso­nalidad del Maestro y de su política editorial entenderán el por qué. Entenderán tam­bién los gravísimos riesgos que corre quien esto escribe, al difundir un «secreto de es­tado» de tal magnitud. Pero me es imposible callar seme­jante noticia y estoy dispues­to a afrontar los costos de mi infidencia. Omitiré, eso sí, las circunstancias por las que puede acceder a ese material, para no involucrar a terceros.
Lo cierto es que en una noche febril leí y releí mil veces «El ocaso del indio», la genial aventura pergeñada por Quinterno en el ocaso de su propia vida. Antes de na­rrar el episodio, diré algo so­bre el estilo del dibujo: el Maestro abandona aquí la impronta caricaturesca y uti­liza un trazo seco, sombrío, plagado de contraluces, que recuerda a la última etapa de otro grande: Alberto Breccia. La atmósfera visual es densa, ominosa, casi expresionista. Tampoco se man­tiene el esquema de los seis cuadritos por página de formato apaisado, ya que los originales son tabloides, al igual que el boceto de tapa. La historia es extensa, por lo que me limitaré a narrar su tramo final, el más duro, el más trágico -me atrevería a decir. Aquí va ... y que los dioses de los tehuelches se apiaden de mí:
El indio -notoriamente envejecido-, montado en un famélico Pampero, atraviesa la desolada e infinita exten­sión patagónica. Va en bús­queda de la montaña de sus antepasados. Está abrumado por las peripecias que viene de sufrir en Buenos Aires y desea consultar al espíritu del Tata. El horizonte se puebla de negros nubarrones. Al lle­gar, la tormenta de nieve se desata. Patoruzú deja a Pampero a resguardo en una caverna al pié de la montaña y se dispone a emprender el ascenso. Sus fuerzas ya no son las mismas; la elevación es escarpada y el indio jadea, se agota rápidamente. Mien­tras la tormenta arrecia y la ascensión se torna cada vez más penosa, por su mente se suceden como relámpagos las escenas de su antigua for­taleza. Los cuadritos de bor­des redondeados que deno­tan el recuerdo, lo muestra deteniendo una locomotora tan solo con los dientes, pe­leando con el gitano Juaniyo y elevándolo de una trompada a la estratósfera, sobreviviendo ileso al emba­te de una aplanadora ... Tan­tas hazañas. La realidad aho­ra es otra: la cumbre aparece muy lejana, inalcanzable. Trastabilla, corre peligro de caer. Decide llamar al Tata desde donde está, supone que él no lo va a dejar en la estaca­da ... El eco le devuelve su propia voz cascada. Luego, el silencio. Lo intenta de nue­vo. No resulta. La desespera­ción le hace sacar de algún lugar recóndito las fuerzas que le faltan. Sus uñas tala­dran la roca. Se estabiliza. Reanuda el ascenso. Se alien­ta con un: «iJuerza, indio sotreta!». Ahora sí se parece al Patornzú que todos cono­cemos. Llega por fin a la cima. Un estruendoso «jHuija!» corona la ascensión. La Som­bra del Tata lo está esperan­do.
El terrible espectro de Patoruzek l°, de brazos cru­zados y mirada severa, con su cuerpo esfumándose fantasmagóricamente, increpa a su hijo:
-PATORUZEK: «¡Maula! ¿Dende cuándo no rispetás las tradiciones 'e tu tribu? Solo me podís llamar enllegando a esta cima».
     -PATORUZU: «Me flaquiaban las juerzas, Tata».
-PATORUZEK: «De tan­to andar con el mantequita ése del Isidoro, te me has ablandau».
-PATORUZU:«No es eso, Tata. Tu hijo está viejo»
-PATORUZEK: «¿Y pa' quejarte de los años has veni­do a molestarme?».
-PATORUZU: «El asunto es otro».
- PATORUZEK: «Andá al grano».
-PATORUZU: «Estoy en la ruina, Tata».
-PATORUZEK: «¿Y la fortuna que te he legau?» (Abarcando con su índice amenazador) «¿Y la inmensidá de estas tierras?».
-PATORUZU: «Tuito perdido. Empeñau ... »
-PATORUZEK: «¿Has visto? ¿Qué te he dicho del' padrino? Le has dejau la rien­da demasiau suelta».
-PATORUZU: «No es culpa de él, Tata. El padrino ha cambiau mucho ... »
Sobre el relato del indio, un largo racconto visual da cuenta de la actual situación de Isidoro Cañones, de su lamentable decadencia. Físicamente destruído por el alcohol, el cigarillo y las antiguas calavereadas, se ha converti­do en un ser hosco y resenti­do. Ha sido relegado de la «HIGH SOCIETY» por una nueva raza que privilegia la febril actividad a la holgan­za, que adora al «vil metáli­co» por sí mismo y no para hacerlo desaparecer en el «vértigo del torrente circula­torio», que ama el "poder por sobre todas las cosas: los «yuppies». Son ellos los que protagonizan ahora, además del mundillo político y finan­ciero, la vida nocturna. Son ellos los que ocupan las pri­meras planas de los diarios y los que monopolizan las fo­tos en las revistas de actuali­dad. En el último cuadro del racconto, un Isidoro arruga­do, con el cabello ralo -aun­que conservando el clásico jopo con tres pelos parados-, de mueca despectiva, arre­glando su deslucido moño, dice: «Ya no hay lugar para un play boy de la vieja escue­la, che».
     Los cuadritos abandonan los bordes redondos que su­gieren el recuerdo del indio, para volver al presente, donde un Patoruzek, siempre acusatorio, dice:
-PATORUZEK: «¡Si no jué el padrino, ha sido el gurí, entonces, el que te arruinó! Eso te pasa por haber desafiau mi autoridá ... sos un cabeza dura ... Lo tendrías que haber dejau encerrado en la cueva donde lo confié por no haber gritau «!huija!» al nacer, a más por deforme y sietemesino».
-PATORUZU: (Con el rostro enternecido) «No, Tata ... ¡Pobre Upa! Sigue tan inocente como aquel día que lo encontré en la gruta ... »
El cuadro vuelve a la for­ma del recuerdo y ahora el trazo de Quinterno no se aliviana, tomando algo de la antigua forma caricaturesca, para dibujar a Upa, quizá con­tagiado el Maestro por la mis­ma ternura del indio. Sin embargo, Upa también ha cambiado: su mitológica pan­za casi ha desaparecido, acen­tuando así su altura. Un lige­ro encorvamiento lo toma lánguido y desgarbado. Su rostro, el ponchito y el chiripá no presentan cambios, lo que remarca la patética desme­sura del conjunto.
Upa, ahora, está berrean­do y en su media lengua de bebé (arbitrariedades de la historieta, ya que ha sobre­pasado largamente los cin­cuenta años) dirige sus recla­mos a un Patoruzú que, im­potente, le ofrece leche en tetra-brick:
-UPA: «!Nene quere lete! ¡Letepura! No con Latobacilu Je-Je ni ninguna de estas poqueías ... ¡Lete sola, ca-ne­co!»
En el siguiente cuadro el indio corre, llevando a la ras­tra a su hermano, mientras el tetra-brick vuela por los ai­res.
-PATORUZU: «¡Te has encaprichau, sotreta!... ¡Va­mos pa' la estancia!. .. ¡ahí te vas a empachar de leche pura!».
El gag se resuelve -como tantas otras tantas veces- con Upa, rodeado de vacas esqueléticas en el casco de la estancia, berreando nuevamente, mientras un Patoruzú desesperado, explica:
-PATORUZU:«Ya no me quedan vacas, gurí ... Me las has secau a tuitas».
En el presente el Tata, siempre severo, dice:
-PATORUZEK: «¡Tengo razón, entonces ... ! Jué el gurí el que te arruinó.»
-PATORUZU: «¿Dende cuándo mi fortuna se ha visto afectada por unas cuantas vacas? No, Tata, no ha sido eso...»
-PATORUZEK: «Jué la Chacha, entonces ... O Ñancul. Siempre dejaste la administración 'e la estancia do, en sus manos...»
-PATORUZU: «Si la pobre Chacha hasta ha intentau ayudarme...»
 Otro cuadro retrospectivo muestra una Chacha centenaria, cruzada de brazos y dormitando frente a la puerta de un modesto comercio, en cuya vidriera se lee: «Empanadas criollas y locro». A sus costados se levantan gigantescos locales, atestados de gente, cuyos carteles luminosos rezan: «Fast-Food», «Burger King», «Pumper Nick», «Dunkin Donuts», etc. Ahorar al .indio se le llenan los ojos de lágrimás.
-PATORUZU: «Y Ñancul ... Ahijuna, que es in justa la vida ... Parece que me ha entrau una basurita en el ojo ... Snif Snif ... ».
En otro único cuadro, el Maestro resuelve la situación de Ñancul: el gaucho octoge­nario corretea penosamente detrás de una chinita, mientras le exhibe sus partes pudendas -una audacia otrora impensable en Quinterno-. En primer plano Patoruzú, compungido, escucha la explicación del galeno:
-DOCTOR: «Tanto asado le comió en su vida ... La grasa le taponó las arterias cerebrales ... Es irreversible. Si puede pagar, le aconsejo le lo interne en un geriátrico». Volvemos a la desolada cumbre y es el hijo quien habla:
-PATORUZU: «¿Te das cuenta, Tata? ... Ansí andamos tuitos, como bola sin manija... »
-PATORUZEK: «Pero al final no me has contau como perdiste tu fortuna. ¡Desembuchá de una vez, canejo! ¿O te crees que los espíritus tenemos el tiempo pa' perderlo escuchando pavadas?».
-PATORUZU: (Demuda­do, intenta explicar) «Los pobres, Tata ... Fue por ellos que me he arruinau ... La beneficencia ... No doy abasto ... Siempre creiba que mi fortu­na iba a alcanzar pa' tuitos, pero cada vez hay más gurises en la calle, gente sin trabajo, viejitos pidiendo ... Antes con el asilo de las Pamelitas bastaba, pero ahura ... Así no hay fortuna que aguante. No entiendo, algo ha de estar marchando mal... ¿Cómo, con el páis que tenemos ... ? Pa' pior, mis an­tiguos enemigos pasan ahura por ser gente rispetable ... »
El cuadro siguiente muestra al terrible Gastón abrazándose con el Presiden­te de la Nación. Al Iado del francés, una enorme bolsa lle­va la leyenda «Blanca».
-PATORUZU (en off) ... y a otros no los veo desde hace tiempo ...
Sobre el off del indio apa­rece el infierno, con Mandinga mirando un mapa de la Argentina. El diablo piensa: “Ya no necesito ir por allá... ¡Ah... que satisfacción la del deber cumplido!»
Retorna la escena a la montaña, para instalarse allí hasta el inminente final:
-PATORUZU: «¿Te das cuenta ahura, Tata, por qué venido a consultarte? Me siento solo, derrotau, sin recursos ... sin saber con­tra quien ni contra que peliar ... Ayudáme, Tata ... Qué puedo hacer?».
La sombra del Tata reflexiona. Por fin dice:
-PATORUZEK: «Yo soy un espectro, m'hijo. No un mago ... Te las vas a tener que arreglar solo».
Y dicho esto, Patoruzek l° se esfuma en la nada.
Tres últimos cuadros mudos:
-Primer plano del rostro estupefacto de Patoruzú.
-Plano medio: se sienta en la cumbre desierta.
-Plano general: Montaña. Allá arriba, la silueta venci­da, apesadumbrada del in­dio. Sigue nevando. Un buit­re ronda las alturas. La pala­bra FIN.
Poco resta agregar después de la descripción -lo más detallada que mi memoria me ha permitido- de esta última y magistral historia de Quinterno.
Un solo temor me asalta: ¿No estará ideando el Maestro una continuación de esta aventura? ¿Un postrer episodio donde el indio ten­ga un final trágico, a seme­janza de su famoso colega del Norte? ¿No pretenderá el autor llevarse su máxima creación junto con él?... El tono apocalíptico de la aventura narrada parece su­gerirlo.
Ruego que no sea así...
Patoruzú es el último héroe nacional vivo que nos queda en este país. Si desapareciera, nuestro desamparo sería total.

5 comentarios:

  1. Miguel: comprendo tu fidelidad al padre de nuestro héroe nacional. Pero las explicaciones que transcribís de la decadencia de Patoruzú transparentan la postura derechista y reaccionaria (por no decir fascistoide) que fue sienmpre la de Quinterno. Sólo que acentuada por los años.

    ¿Así que la fortuna de Patoruzú no da abasto con el incremento constante de la pobreza? La queja atrasa ocho años, por lo menos.
    ¿No habrá sido, más bien, que en los '90 la estancia del indio se arruinó gracias al dólar recontraalto? ¿ Y que la guita que el padrino no se patinó viajando a Cancún y Miami se la evaporaron los bancos y el corralito?

    En algún lugar debe andar Popoff paladeando el resentimiento final del viejo xenófobo.
    (Nada personal, eh? Sólo me atengo a la lógica ideológica que filtraba Quinterno en las Andanzas de Patoruzú, que yo también amaba, pese a las discriminaciones que se mandaba). Un abrazo.

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  2. Querido Bob: Leído en la fecha en que escribí esto, o sea durante el segundo menemato, no era precisamente una nota sobre Patoruzú. Intentaba reflejar -pude no haberlo logrado- los cambios que introducía el neoliberalismo, que hasta desconcertaban a un viejo oligarca, como Quinterno. Abrazo

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  3. ¡Uy, qué boludo! recién vuelvo a ver este post y ahora me doy cuenta de la fecha original. Al final, el que queda como un resentido desubicado soy yo.
    Disculpame. Abrazos.

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  4. Para nada, Bob. Viene bien aclararlo. Nunca lo había publicado completo, y me planteé si no generaría confusión, dado que había quedado desactualizado. Finalmente, me dije que era muestra de que uno ha sido coherente. Casualmente, estoy reescribiendo una obra de teatro que estrené en el '89, hablando lo que se venía en el país, y que ahora se circunscribe al macrismo. Abrazo

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  5. muy burdo el comic ¿es valioso?

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