Y POR EL MISMO PRECIO...

martes, septiembre 13, 2022

ADOLFO MAZZONE Y UNA TEMPRANA CUESTIÓN DE DERECHOS


I.- GÉNESIS

En el principio creó Quinterno  los cielos y la tierra.

Bueno, no... es una exageración. En realidad, creó el primer sindicato argentino de historietas.

Es sabido, Quinterno se cabrea con el diario "La Razón", le deja de regalo a Julián de Montepío y se lleva Patoruzú para "El Mundo".

Lo que sucede con este tipo de datos, archirrepetidos, es que terminan por vaciarse de contenido.

Vamos a formularlo de otra manera: en 1935, por primera vez en la Argentina, un historietista reivindica para sí la autoría de una tira. Antes de este hito, el dueño era el medio en que se publicaba.

Pero todavía más... No se trata simplemente de la Propiedad  Intelectual, que mediante la Ley  11.723 ya regía en nuestro país. No. Quinterno elige crear un sindicato según el modelo yankee. O sea, preveía  convertirse él mismo en editor (lo concretaría apenas  un año después), y ser en consecuencia  quien se adueñara  de las tiras, historietas, personajes,  de todos aquellos que en el futuro  trabajasen para él.

La figura de "sindicato", en EEUU,  no sólo permitía al editor continuar con la creación más allá de abandono, renuncia o muerte del dibujante, sino también detentar el derecho de distribuirla en cuánto medio quisiese.

Hubo, claro, antecedentes a la rebelión quinterniana. Fisher, autor de los famosísimos Mutt y Jeff, le había ganado una pulseada nada menos que a William Randolph Hearst (el "Citizen Kane", de Welles). Es muy posible que Quinterno estuviese enterado de esa batalla legal y se inspirase en ella.

El caso es que, luego del éxito inicial frente a "La Razón", cuando ya convertido en editor pretendió por primera vez ejercer las prerrogativas que le confería la sindicación, sufrió un duro traspié.

Y aquí entra a jugar el dibujante que nos ocupa.

II.- DE DIFÍCIL ACCESO

Adolfo Mazzone venía intentando entrar en el semanario "Patoruzú" desde fines de  1937. Tenía para entonces 23 años y era autodidacta. Anhelaba con convertirse en profesional. Le llevó sus dibujos a Lino Palacio, y éste le recomendó que fuese a ver a Quinterno, de su parte. A Quinterno no lo pudo ver. En la editorial lo recibió Luis Alberto Reilly, que firmaba columnas de humor en el semanario como Billy Kerosene y era hombre de confianza del director. A Reilly le gustaron los dibujos de Mazzone y lo hacía volver, de tanto en tanto, para que le mostrara sus progresos en el curso de Arístides Rechain, un ilustrador y caricaturista que trabajaba para revistas tan prestigiosas como "El Suplemento", "La Novela Semanal", "Caras y Caretas" y "Billiken".

Por abril del '38, Mazzone logra que le publiquen en "Patoruzú" una "colaboración". Debe esperar más de un mes para la siguiente. No las cobra, aclaro, por si el entrecomillado no bastara. Ocurre asimismo que le encarguen ilustrar una nota y después rechacen su propuesta para reemplazarlo por el ascendente Divito.

La revista de Quinterno traía material nacional en la casi totalidad de sus invariables 56 páginas, incluyendo tapa y contratapa. Entre las excepciones que justifican el "casi" podemos encontrar la sección De oreja a oreja, con chistes de distintos  autores yankees, o sea material de sindicato adquirido a granel y por poca plata. Sin embargo, uno de esos dibujantes se destaca sobre la medianía. Reportero para la policía, hijo de policía, coleccionista de objetos y uniformes  de policía, suele dibujar policías. Se trata de Jay Irving.

Mazzone recibe la "indicación" – a través de Reilly, aunque se supone emanada del Señor Quinterno- de imitar a Irving, dado que su propio estilo, le dicen, carece de personalidad.

Mientras tanto, en el semanario, además de Divito, crecen en participación Ferro y Blotta. Si se revisa el material del  Mazzone de la época, se comprobará que éste no le iba en zaga a los citados. Quienes, por otra parte, pertenecían a su misma generación.


Tengo para mí que, por alguna razón, Quinterno cultivaba una temprana inquina contra Mazzone. Quizá no le caía bien su maestro Rechain... quizá el apartamiento, en sus trabajos, de la métrica de Disney  (que Quinterno había adoptado como religión), le producía un cierto escozor... quizá su aspecto humilde y su tez morena no se condecía con la prestancia del staff de la publicación... También se puede aventurar que a Quinterno  lo seducía  el trazo de Irving y quería alguien similar dentro de sus huestes.  Vaya uno a saber.

Mazzone se ha referido en más de una oportunidad a su pulso "tembleque", producto de martillar chapas en los talleres de la fábrica de automóviles Chrysler, donde malamente se ganaba el pan por esos años. La orden –acatada- de imitar a Irving, 'que en vez del trazo rápido emplea una línea sinuosa' (Mazzone dixit, reportaje en "¡Aquí Está!", del 06/02/1950), no le viene mal.

Puestas las muestras del "nuevo estilo"  a consideración del Señor Quinterno, éste  finalmente –promediando 1938- le alza el pulgar.

A partir de allí, Mazzone comienza a aparecer con asiduidad en "Patoruzú"  y sus ilustraciones le son retribuidas ($ 15 cada una, un equivalente a la mitad del alquiler que pagaba por su casa).

Al poco tiempo, recibe de Reilly una nueva sugerencia: que al estilo de Irving le agregue algo del propio. Contradictorio, claro, con la falta de personalidad que se le había endilgado antes. Por lo que en este caso se me hace que la indicación partió del emisor mismo y no del Señor Quinterno.

III.- EL QUESO DE LA DISCORDIA

Un año después, algo inédito sucede en el exitoso semanario "Patoruzú". Concretamente en el número 98, del 31 de julio de 1939.

Hasta ese momento, en la revista, pocas tiras o historietas se habían apartado del patrón (en su doble acepción) Quinterno. Se puede citar Carne y Uña, por Blotta, que pasó sin pena ni gloria. El gnomo Pimentón, a cargo del mismo dibujante, tenía guiones de Ada Lind, hermana de Quinterno. Y  El fantasma Benito se divierte, Blotta lo "heredó" del mismo Quinterno.

Por eso resulta excepcional que en el ejemplar aludido se anuncie con bombos y platillos el debut de una serie a cargo integralmente de Adolfo Mazzone. Me refiero, claro, a Mi sobrino Capicúa.


El anuncio, desde el encabezamiento mismo,  plantea una duda: ¿quién es el protagonista de la tira? ¿El tío –ubicado gráficamente en primer plano, a la izquierda-, que refiere diegéticamente al sobrino? ¿O el sobrino, situado a la derecha, que ostenta nombre propio en el título?

Capicúa, claro está, por metonimia de los números que se repetían, al principio y al final (catalanismo: cap ‘cabeza’ y cua ‘cola’), en los boletos de colectivo, y que según el imaginario popular atraían la fortuna. Inaugura, como personaje, la extensa galería mazzoniana que cifra su principal característica –una suerte a toda prueba, en el caso- en el apelativo.

El tío, en cambio, huele más a "sugerencia" patronal. Su apellido Filomocho (los personajes posteriores de Mazzone raramente llevan apellido), claramente un cuchillo que no corta, alude al quiero y no puedo de Olegario, característica común a los personajes de historieta de la época y frecuente en los de Quinterno. Don Gil Contento, Julián de Montepío y los Isidoros, Batacazo y Cañones, para nombrar referencias directas.

Es probable que Quinterno estimase que un suertudo decididamente tonto al principio, a más de ávido devorador de quesos, no bastaba para sostener la tira, y de ahí que impusiese la figura de un tutor. Habitual en el universo quinterniano, por otra parte.

En el diario personal de Mazzone, en una anotación del 4 de abril de 1940, cuando cansado de los malos tratos abandona la revista Patoruzú, se lee respecto a Mi sobrino Capicúa: "La hice a pedido del señor Quinterno, y casi contra mi voluntad".


Esas crónicas, confiadas a mi persona por la nieta del dibujante, consisten en dos cuadernillos. El segundo abarca desde la fecha mencionada hasta el inicio de 1941. El primero, desde el 10 de enero de 1938 hasta el 21 de enero de 1939. La última anotación de éste, ocupa sólo cuatro líneas de la página, el resto en blanco. Tal detalle lleva a pensar que no existió un cuaderno del  '39. O sea, nos falta un período crucial para conocer las vicisitudes por las que atravesó Mazzone en la publicación, y que lo impulsaron a tomar una decisión tan drástica. El sueño del dibujante se trastocaba en la pesadilla del profesional. Había dejado ya de trabajar en la Chrysler y se convertía por lo tanto en un desocupado.

No sabemos si Mazzone tuvo o no trato personal frecuente con Quinterno. A principios del '38  -época de peregrinaje constante  a "Patoruzú"- refiere en su diario una inminente entrevista. Pero pocos días después, en la escueta reseña que dedica a su visita a la redacción, sólo consigna que no le dieron trabajo.

Sin embargo, la relación entre dibujante y director –directa o indirecta- puede inferirse a través de indicios.

Vayamos a dos notas periodísticas, en las que se reportea a Mazzone.

Una es la anteriormente citada de la revista "¡Aquí Está!", del 6 de febrero de 1950, donde con la firma de Silvestre Otazú, y bajo el título "Yo fui el Piantadino de la pobreza", el dibujante –ya consagrado- desgrana sus duros comienzos.  "Imitador a la fuerza" reza el epígrafe del fragmento donde afirma que se vio "obligado" (sic) a imitar a Irving. El término, utilizado doce años después de la experiencia, denota la violencia que le produjo. Pero hay más...

"Hoy Mazzone goza de una autoridad que nadie le discute y a ningún director se le ocurriría pedirle que le presentase un esbozo de lo que piensa hacer. Pero en los primeros tiempos (...) tenía que habérselas con esos directores –que los hay- que en todo quieren dar su orientación personal, que quieren corregir un movimiento o enmendar un trazo."

"En esos casos –sonríe Mazzone- cabe recordar aquello de Martín Fierro"

"'No es güeno –dijo el cantor- muchas manos en un plato' "

"Lo que pasa es que si a uno le corrigen un cuadro, o la tira entera, el trabajo sale duro,  porque no es espontáneo"

¿De quién habla Mazzone, si no es de Quinterno?

Pero existe otro testimonio mucho más valioso en tanto la cercanía temporal a su segundo y definitivo retiro de "Patoruzú" (porque había vuelto, como ya veremos).

"Leoplán (magazine popular argentino)", del 4 de agosto de 1943, dedica la sección Nuestros Humoristas al creador de Capicúa. Allí es el propio dibujante, en primera persona, quien realiza un racconto de su trayectoria. El tono es humorístico, pero el contenido envenenado. Lo reproduzco en su casi integridad, vale la pena:

"Hace cuatro años que ingrese en la gran familia periodística. Todavía recuerdo el día en que, alentado por el gran Lino Palacio, me presente en una redacción. ¡Cómo para no acordarme, si fui rechazado! Es decir, yo no; mis 'monos'. Cuando salí a la calle comencé a pensar quién tendría razón: si Lino Palacio, que me alentaba, o el director que... Bueno ¡hay que ver las cosas que me dijo el director! Hasta me hizo un chiste a costa de mis chistes. Pero yo soy muy caprichoso y decidí llevarle la contraria al director. Dicho y hecho: a fuerza de constancia, un día tuvo que admitir 'que no lo hacía del todo mal',  y así me inicié a su lado. Trabajo me costó adquirir el pulso necesario, tan endurecida tenía la mano por el uso del martillo. Pero de todo esto él no sabe nada"

El extracto es por demás jugoso y nuevamente no son necesarias muchas luces para saber a quién alude.

En el final asoma cierto reproche de clase. Si bien el origen de Mazzone fue muy humilde, al punto que empezó trabajando de canillita a temprana edad, el del "director" no era el que aparentaba ser. Lo escribí muchas veces.  Así como Quinterno le inventó una prosapia egipcia a su criatura (la conocida historia de Patoruzek 1°), mandó a confeccionarse un árbol genealógico a medida,  falseando un pasado de nobles piamonteses. En la realidad, su abuelo había sido un humilde inmigrante dedicado a la agricultura. Cuando echó buena y empezó a codearse con terratenientes que frecuentaban ambientes selectos y jugaban al golf (mundo que ya conocía por su mentor, el "Mono" Taborda, de quien fue ayudante en el diario "Crítica"), creyó necesario redibujar su cuna. Y si se desconfiara de mi fuente –nada menos que la hija de Muzio Sáenz Peña, director del periódico "El Mundo" y corrector del inicial Curugua-Curiguagüigua- , basta tomar en cuenta que el "Pibe Quinterno" tenía apenas quince años cuando lo mandaron a trabajar. Tan acaudalados no serían sus padres.

Lo que aparece indubitable, por múltiples testimonios, es que Quinterno, alejado del humilde "pibe" ayudante del "Mono",  ya en la cumbre,  acostumbraba a maltratar a su plantel, ostentando superioridad.

En el artículo de "Leoplán", también  se plantea un iniciático tête à tête con "el director", lo que no surge, como ya apunté, del diario personal de Mazzone. Es verosímil pensar que omitió referirse allí a una entrevista que le resultó bochornosa.

Por otra parte, el respetuoso tratamiento de "señor Quinterno" que figura en esas tempranas crónicas, para 1943 aparenta haberse diluido. No es menor el dato, repito,  que Mazzone aún seguía vinculado a "Patoruzú" y que no ignoraría que a Quinterno le iba a llegar el contenido de la nota.

Podemos deducir, en consecuencia, que las relaciones de poder entre ambos se habían modificado.

Ahora sí, para terminar de armar el rompecabezas, es menester retornar a la cronología.

IV.- UN PLEITO EN FORMA



El comentario completo con que Mazzone inaugura su cuaderno de 1940 (4 de abril, recordemos), reza: "Después de una situación insostenible me retiro de la revista 'Patoruzú', me prohíben publicar mi historieta 'Mi Sobrino Capicúa', que empezó a publicarse el 31 de julio de 1939. La hice a pedido del Señor Quinterno y casi contra mi voluntad."

No parece haber sido el primero en cansarse del maltrato imperante en el semanario "Patoruzú".

Dos semanas después de su partida, Luis Alberto Reilly –hasta hacía poco hombre de confianza de Quinterno, habíamos apuntado- le propone a Mazzone un contrato para formar parte de su futura revista "Cara Sucia".

Comienza lo que será una ardua batalla legal por los derechos de Capicúa.

Quinterno intenta por el lado de Patentes y Marcas. Mazzone inicia el trámite por ante el Registro de la Propiedad Intelectual.  "Esto va para largo", anota en su diario, y no se equivoca. Porque su ex-jefe no sólo intenta bloquearle la tira humorística, sino que encima la continúa con otro dibujante.

La publicación de Mi Sobrino Capicúa se había interrumpido entre los números 138 y 141 de "Patoruzú".

El anuncio de la reanudación, en el número 142, del 3 de Junio de 1940, no tiene desperdicio.


Se puede imaginar ahí la altisonante voz de un Quinterno furibundo, silabeando "nues-tra historieta". A Mazzone no se lo nombra. Pasa a ser "el dibujante que la ejecutaba". En cambio sí se alude con nombre y apellido al "gran dibujante argentino Eduardo Uliano", a quien "hemos or-de-na-do la ejecución" (Quinterno, como el Papa, habla de sí mismo en plural), prometiendo inclusive que la nueva versión superará ampliamente a la anterior.

Es forzoso aclarar que nombre y apellido equivale en el caso a seudónimo. Detrás de Eduardo Uliano se escondía Oscar Blotta, un incondicional de Quinterno... que los tenía, claro.

Nueve días más tarde de esa formal declaración de guerra, Mazzone deja asentado en su diario la primera aparición de Capicúa en "Cara Sucia" (en dos colores y a cuatro páginas), conjuntamente con El Ñato Agrelo, personaje que provenía de un programa radial de autoría de Reilly.


La situación contractual y creativa cambia radicalmente para Mazzone. Discute sin intermediarios con el director de la publicación tanto sueldo como cantidad de páginas, forjando así un vínculo franco que perdurará hasta décadas después inclusive.

En lo creativo, entusiasmado con el color, y sin una continua mirada reprobatoria por encima del hombro, Mazzone deja atrás definitivamente su etapa de aprendizaje y despliega todo su potencial, animándose incluso desde alguna tapa a la ilustración seria.

Mazzone retoza, juega, se divierte en "Cara Sucia"... quizá como compensación de los sinsabores que le acarrea la simultánea batalla legal con Quinterno.

"'Patoruzú' publica una copia de mi historieta, asegurando que es la auténtica. Esto va a ser un pleito en forma. Ya presenté oposición a la patente que Quinterno intenta registrar", anota en su diario.

Como se verá, Mazzone se muestra mucho más medido –y en privado- de lo que su antiguo patrón refleja en el público anuncio donde afirma que Capicúa es suyo, suyo y sólo suyo.

¿Se trata de la bravuconada de un Quinterno arrogante? ¿O realmente éste ostenta algún derecho sobre Capicúa? Mazzone parece no terminar de dilucidarlo. Duda ante la propuesta de Reilly. Y una vez aceptada, en la primera tira de Capicúa en "Cara Sucia", la cautela lo lleva a camuflar a Olegario, personaje probablemente impuesto por su ahora antagonista, como sugerí antes.



Finalmente, retorna el Olegario que se conocía de "Patoruzú", y con él Mazzone recoge el guante y reafirma la convicción de su autoría. Primero, respondiendo a Quinterno en clave humorística; al pié de la viñeta de remate en las primeras entregas, se lee, por ejemplo: "Super–Registrado 1940 – Sindicato A. Mazzone".  Luego, deja constancia de copyright de forma más seria, al tiempo que contrata abogados para que lo representen.

No tarda en advertir que detrás de Eduardo Uliano está Blotta y esto lo preocupa. En un gesto que lo enaltece, se propone hablar del asunto con los abogados, ya que no quiere involucrar a su colega. Lo hace de inmediato y los letrados lo tranquilizan, informándole que el responsable sigue siendo Quinterno.

Dos conceptos enfrentados, recordemos, el de Sindicato (Quinterno) y el de Propiedad Intelectual (Mazzone).

Una dicotomía que suscitó numerosos litigios, tanto a nivel nacional como mundial, en el terreno historietístico.

La Asociación de Dibujantes, que se encontraba en formación para entonces, toma parte en el conflicto. En principio la balanza parece inclinarse por el lado del influyente editor. A Mazzone lo indigna que se dude de su autoría respecto a Capicúa.

Blotta, a quien Mazzone intentaba resguardar, declara en contra suyo. No cabe duda, acoto yo, que bajo la presión de su empleador Quinterno. Ante esta circunstancia, Mazzone decide dejar de lado los pruritos con quien lo suplanta en Capicúa. Es la guerra total.

La Asociación de Dibujantes está por realizar una publicación acerca del conflicto, a favor de Quinterno, pero Mazzone logra frenarla. Ante esto, Quinterno retira su solicitud de ingreso a la Asociación y una contribución económica que había prometido.

El 19 de setiembre se presenta formal demanda contra Dante Quinterno. Mazzone tiene la brillante idea de publicitar el inicio de la acción judicial a través del diario "Crítica".

V.- CAPITULACIÓN

La presión surte efecto. A los pocos días, el primero de octubre, Quinterno, quien sin duda aborrecía el escándalo y cuidaba su imagen como oro, manda un emisario a negociar: "Marianito", o sea Mariano Juliá (otro de los que se migrarían de la editorial más de una vez, a raíz de las cíclicas rabietas generadas por el carácter del jefe).

La misión, según anota Mazzone en su diario, consiste en "hacer un arreglo": Capicúa se dejaría de publicar en Patoruzú, en tanto Mazzone renunciase al pleito entablado.

Tres días después regresa Juliá con una propuesta incluso superadora: en la eventualidad del fracaso de "Cara Sucia", Quinterno volvería a contratar a Mazzone en "Patoruzú".

El abogado aconseja no aceptar.

Quinterno debía estar al tanto de que las cosas en la revista de Reilly no andaban bien. El 7 de octubre, Mazzone apunta que por primera vez no cobra su sueldo en tiempo y forma.

Lo que resta del diario –que llega hasta la primera semana de enero de 1941- son anotaciones personales que no vienen a cuento. Curiosamente, Mazzone omite el registro de los hechos que determinaron su regreso al territorio quinterniano, dejando atrás, al menos por un tiempo, la disputa.

Sabíamos, obvio, que el pronóstico de Quinterno se cumple: "Cara Sucia", ya de rumbo errático, no definiéndose como línea editorial ni por la  vertiente cómica ni por la seria, fracasa.

Sabíamos que a fines de 1940, Mazzone retoma Capicúa en "Patoruzú" (número 190). Hasta mediados de octubre del '44, cuando misteriosamente, en reemplazo de su ya clásica tira, aparece  otra donde el protagonista -extirpado quirúrgicamente de los demás personajes- es el Profesor Bambufoca. Y que el intento dura muy poco, ya que a mitad de enero de 1945, Mazzone se retira de forma definitiva de la editorial de Quinterno, pasando a formar parte del staff permanente de la reciente "Rico Tipo", acrecentando así el cráter que Divito había dejado en "Patoruzú".

Sabíamos también que Capicúa desaparece por más de un lustro, hasta recalar, casi escondido, en "Rayo Rojo", semanario de Editorial Abril, de formato apaisado con ínfimas dimensiones, dedicado al género de cowboys. Y que luego tiene un fugaz paso por "Avivato" (publicación humorística de Reilly y Faruk), por el año 58.

Lo que no sabíamos es que existió un acuerdo –encontrado entre los papeles de Mazzone- respecto a la explotación del personaje.

Por nota del 22 de junio de 1944, dirigida a Mazzone, que lleva el logo del Sindicato Dante Quinterno, éste se hace cargo de la distribución mundial de Mi sobrino Capicúa, cuyos derechos – se afirma- tiene adquiridos para la revista "Patoruzú". Le reconoce a Mazzone un 40 % de lo que se recaude.

El hallazgo de la misiva habilita a pensar que el conflicto por la propiedad de la tira no había terminado de dirimirse con el retorno de Mazzone a la editorial y que Quinterno no se resignó fácilmente a la derrota absoluta. Es posible que el reavivamiento del antiguo tironeo sea la explicación para que en octubre del '44 Mi sobrino Capicúa desapareciese de las páginas de "Patoruzú". Y que la tira de Bambufoca constituyese el postrer intento de reconciliación de un matrimonio ya mal avenido desde hacía tiempo. Recuérdese la referida nota de "Leoplán", de agosto de 1943, donde Mazzone prácticamente lanzaba el guante a su editor.

Hasta donde tengo noticias, Quinterno jamás ubicó la creación de Mazzone en publicación alguna. Apenas si logró insertar su propio personaje, el Patagón Patoruzú, en medios menores estadounidenses.

Fue Mazzone mismo quien finalmente, a través de una editorial francesa -de la ciudad de Lyon, específicamente- colocó a Capicúa, junto a otros personajes suyos, en el exterior.

Claro que esto sucedió luego de haber fundado su propio sello en la Argentina. Que debuta con el ávido suertudo devorador de quesos, dueño de revista propia, en octubre de 1959. Y pasando del formato tira cómica al de historieta de aventuras, desarrollada en varias páginas.

Para ese entonces, suponemos, el acuerdo sobre derechos con Quinterno habría precluido... o Mazzone lo dio por finalizado unilateralmente, harto de esperar que pasara algo.

Una coda sobre el empecinamiento quinterniano: arriesgo la hipótesis de una respuesta indirecta del creador de Patoruzú a la aparición del número uno de las "Nuevas aventuras de Capicúa y Piantadino".


Para finales del '59, las "Correrías de un pequeño gran cacique Patoruzito" iban por su exitoso segundo año. Quinterno, como había hecho anteriormente con las "Grandes andanzas de Patoruzú e Isidoro", recopilaba en el mensuario apaisado las historietas que habían aparecido antes, en forma seriada -"(continuará)"- en el semanario tabloide "Patoruzito". Coincidentemente con el lanzamiento de Mazzone, en el número 22 de "Correrías...", comienza a publicar aventuras inéditas, creadas especialmente para esa revista, teniendo aún material de sobra para reeditar.

El mercado era el mismo, el de la historieta cómica infanto-juvenil en formato apaisado, y Quinterno reinaba en ese territorio. No creo que temiese que se lo disputasen. Más bien, arriesgo, producto de la vieja inquina, pretendía que Mazzone fracasase con su empresa. No lo logró.

VI.- EL CREADOR DE TIPOS

Por supuesto que el Mazzone de fines de los '50 estaba lejos ya del bisoño debutante de dos décadas atrás.

Por lo pronto, a poco de su rentrée a "Patoruzú" desplazando al usurpador Ulpiano, había logrado ubicar su personaje Piantadino en "El Mundo", diario donde el mismísimo Quinterno seguía publicando la tira del Indio.

El presidiario –un nuevo carácter unidimensional, que se cifraba en el nombre, dada su constante obsesión por evadirse- tiene éxito inmediato, que se prolonga en el matutino durante diecisiete años, y que poco después de su debut aparece además en "Rico Tipo". Y que incluso llega al cine, protagonizado por Pepe Iglesias, "El Zorro".

De esa tira surgieron otros dos memorables arquetipos: Afanancio (de "afanar", obvio), un mago, un ilusionista, un artista en el arte del robo; y Batilio (de "batilana", o sea delator, alcahuete del director del presidio), quien con su permanente lleva y trae crea conflictos desopilantes, de los que no siempre emerge indemne.

Un apunte: se suele mencionar a Fiaquini (proveniente del lunfardo "fiaca"), non plus ultra del holgazán, como originario de la fauna carcelaria de "El Mundo". Sin embargo, registro su nacimiento en la revista de Divito, en 1946.


Podemos citar, siguiendo con los especímenes mazzonianos, a Don Tacañino (de "tacaño", amarrete, demás está decirlo) que debuta en 1944 en "¡Aquí Está!", durante las postrimerías de la segunda crisis con Quinterno. La curiosidad radica en que no bien se resuelve ésta con la ida de la editorial, el rostro inicial del personaje muta al de Bambufoca... quizá como postrer mojada de oreja al antiguo patrón.

A partir de allí Mazzone se multiplica, se potencia.

Linyerio, un linyera con ínfulas de aristócrata, aparece en la flamante "Tibor Gordon", en 1945. Por entonces, dibuja en "Mundo Argentino" Tridente, un diablito sin suerte. Coincidente con el debut de "Rico Tipo", El Señor Bang resulta ser una de sus tiras más surrealistas. Se trata de un terrorista de ideología desconocida, con rostro embozado, vestido íntegramente de negro, cuya única acción consiste en plantar bombas, lo cual suele volvérsele en contra. Más tarde, también para Divito, crea Tolondrati, un oficinista atolondrado con semejanzas al Gastón Lagaffe que el belga André Franquin, en el mismo año (1957), lanzaba en "Le journal de Spirou". Siguiendo con "Rico Tipo" y con la cronología, en el segundo intento que registro de historieta larga, seriada (el primero había sido El Ñato Agrelo), tenemos allí a El detective Chapalupa, que solía resolver casos vinculados al mundo del espectáculo (es menester aclarar que ninguno era creación integral de Mazzone: El Ñato Agrelo, dijimos, era autoría de Reilly, mientras que El detective Chapalupa, tenía guión de Gius). Al tiempo, en "Avivato", Mazzone reflota  Macoco, flor de porteño, tira ya un tanto anacrónica (del linaje de Don Gil Contento, Julián de Montepío e Isidoro Cañones)  que provenía de "PBT",  de comienzos de la década. Moishe y Gorito, en "La revista dislocada" (formato revista, valga la redundancia), que hace hincapié en el remanido prejuicio de la avaricia, respecto a la comunidad judía, hoy sería impublicable. En el periódico "Correo de la Tarde", idea a Perkins, un mucamo que durante mucho tiempo será sinónimo popular de lacayo. Incursiona en la picaresca con Chiki, la corista, que sale en "El Pingüino", de Chile.  

Se hace tiempo para todo. Para las magníficas portadas de "El Trencito" y otras, para decenas de secciones fijas de humor gráfico (mi preferida: El minuto fatal, oriunda de "Rico Tipo" y continuada en la editorial propia), para una infinita variedad de chistes temáticos. Asombra su prolificidad.


La mayoría de los personajes citados, si se los quiere ubicar gráficamente, aparecen en la web.  Es curioso, sin embargo, que no exista una sola mención a Bichatele, habiendo sido publicado por décadas en las revistas de Mazzone. Se trataba de otro de sus entes paradigmáticos: un señor muy circunspecto, con aspecto de bicho -de ahí el prefijo del nombre-, enfermo de la televisión. La originalidad radicaba en que el prototipo del teleadicto, para la época,  era el ama de casa que se la pasaba mirando novelones.

Para terminar, el único personaje creado de forma integral, específico  para historieta propiamente dicha, en su etapa de editor, es Cariseca (Las dos fases de...). De nuevo el apelativo cifra la personalidad: cara y seca de una misma moneda, anverso y reverso, Dr Jekyll y Mr Hyde. Un hombrecito simplón y timorato -maltratado por su hermanastro Javier, de pretendida alcurnia- se convierte, en tanto reciba un golpe en cierto lugar preciso de la nuca, en una fiera.

He desarrollado largamente y en detalle la trayectoria de Mazzone tanto en mi blog (Historietas - Cine - Teatro, por Dao), como en los capítulos que le dediqué en "El altillo de Dao", que se pueden encontrar en mi canal de YouTube (www.youtube.com › user › mdao57 ). En dichos sitios es posible apreciar además sus cualidades de dibujante y colorista, sobre todo en las maravillosas  portadas de las revistas de su editorial.  Allí remito a los interesados en más información.

Aquí sólo resta destacar que, a mi juicio, entre las innumerables criaturas que pergeñó Mazzone, Piantadino es la más acabada. No por nada, el autor más de una vez, admitió identificarse con el personaje.

En  formato tira, aclaro, ya que en la revista posterior, como historieta extensa, al transformarse en detective, pierde parte de su atractivo.

VII.- UN CHISTECITO DE YAPA

Consigno a continuación, a modo de corolario, una pequeña muestra del  genio de Mazzone en tanto creador de tiras cómicas. Específicamente en Piantadino, por supuesto.


Sólo cuatro viñetas. A simple vista una más de las secuencias donde el preso intenta la fuga. Todo allí es arquetipo puro. Piantadino se "pianta". Huye a pié por un descampado, perseguido por el guardián. Ambos cumplen perfectamente sus roles complementarios, tal como se espera de ellos. Acción repetida en cientos de tiras. No hay textos, no hay nada que explicar. El lector sabe muy bien de qué va el asunto desde el primer cuadrito. Previsibilidad absoluta.

Salvo un extraño interregno, el de la balsa a la que suben, y en la que los dos esperan aburridos que culmine el cruce. Para continuar luego el escape y, por supuesto, la consecuente persecución. El chiste radica ahí, es obvio, dado que el policía podría haber atrapado al prófugo sin problemas durante la travesía por agua.

El extraordinario hallazgo de la tira radica en extremar los arquetipos, en llevarlos al límite. Los roles de perseguidor y perseguido alcanzan así  la categoría de lo fatal: su destino es ineluctable. La tarea eterna de Piantadino es fugarse. La del guardia cárcel, atraparlo (y las veces que lo logra, el ciclo debe volver a repetirse). Ninguno de los dos se queja de este trabajo inevitable. Al contrario, cuando no lo practican caen en un melancólico hastío. Saben que existen sólo en función del papel que les fue asignado. Rol fijo, único, determinado de una vez  y para siempre. Porque Piantadino dejaría de ser quien es si ya no intentase la huida, al igual que el carcelero si no lo persiguiera.

E incluso la tira genera fenómenos de metalenguaje: el prófugo puede serlo en función del presidio, y hasta llegar a lograr por un rato su objetivo. En cambio, bajo ninguna circunstancia puede escapar a su misión de personaje. 

Si esto no es poética, señores...

          

© 2022 Miguel Dao. Todos los derechos reservados.

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