Eduardo Adán no sólo es una gran persona, sino además un excelente artesano. He aquí el obsequio que me hizo, donde el hombre que dispara más rápido que su sombra se encuentra en una de sus poses más características, la de armar un cigarrillo. La que siempre perdurará en la memoria de los lectores, en vez de la espiga que la estupidez de la corrección política pretendió imponer.
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