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sábado, julio 24, 2010

PI-PIO, EL POLLITO QUE IMPONIA EL ORDEN (3a)

3-MADUREZ: “JUSTICIA EN EL FART-WEST”
A partir del tercer episodio de Aventuras de Pi-Pío (Billiken Nº 1741), la palabra fin, como se ha adelantado, desaparece, dando paso al (continuará) que la serie exhibe de forma permanente (alternando algunas didascalias con interrogantes) hasta el momento mismo en que se deja de publicar. Sin embargo, García Ferré sigue dividiendo los distintos capítulos mediante la renovación de logos alusivos, aunque no siempre incluyendo títulos en ellos, ni correspondiéndose inmediatamente dichos cambios a las unidades temáticas, como se verá más adelante.
En rigor, a este tercer episodio, unificado bajo una misma franja de presentación, cabría dividirlo en tres sub-unidades temáticas. La primera, de 15 páginas, a la que denominaré “Secuestro de Maida”, se extiende hasta el nro. 1755, la segunda (“Robo al banco”, 17 páginas) transcurre entre el 1756 y 1773, y la tercera ( “Inundación de Villa Leoncia”, la más extensa, 24 páginas) desde el 1774 al 1798. Así, durante un año y un mes (27.4.53 al 31.5.54), los lectores de Billiken siguieron las distintas vicisitudes del pollito en Villa Leoncia, su lugar de asentamiento luego de la etapa errante.
Es dicha continuidad de espacio, junto a la de tiempo, la que permite englobar este extenso episodio de 56 páginas en total, más allá de los giros argumentales que en él se verifican, bajo el título otorgado por Ferré: “Justicia en el Fart-West”.

Es menester acotar que, con respecto a la palabra “Fart” (“pedo”, en inglés), cabe la duda si el autor la utiliza por error, en vez de “Far” (“lejano”), o si se trata de un guiño transgresor destinado a entendidos.
Lo que resulta certero es que a partir de este episodio, y después de apenas dos ensayos de aventuras continuadas, la serie alcanza prontamente un alto punto de madurez creativa, asentando y expandiendo todos los elementos expresivos que hasta aquí se perfilaban.
Esta opinión parece ser también la del propio creador, en tanto, varios años después, elije “Justicia en el Fart-West” como punto de partida para la republicación de Aventuras de Pi-Pío en Anteojito.
Así, Ferré dejó afuera aproximadamente un año de tiras en Billiken, con la consecuencia de borrar el pasado de lustrabotas y de linyera del pollito. De modo que los lectores de Anteojito lo conocieron de arranque con un status superior, aunque más tarde, avanzada la serie, los dos episodios omitidos fueron también reeditados.
a) SECUESTRO DE MAIDA

Nada más que con la didascalia de inicio se derrumba cualquier expectativa de asimilación de esta historia a parámetros clásicos de aventuras del oeste. El protagonista, que "al servicio de la ley y el orden", llega a Villa Leoncia para hacerse cargo de "mantener la justicia", no es un cow-boy, curtido en cientos de duelos y acostumbrado a tratar con forajidos, sino un pollito “recién recibido de sheriff, en unos cursos rápidos por correspondencia”. Además, el nombre del lugar donde va a ejercer dicho rol suena a aldea española, como también tienen esa resonancia los apodos de los bandidos (Paco, Pepe). Claro que el apelativo del caballo, Ovidio, remite a los clásicos latinos. Con lo cual, lo apuntado respecto al vocablo “Fart”, parecería no solo intencional, sino además corresponderse con la confusión mental que genera al lector semejante mescolanza. Eso sí… en la viñeta final de la entrega recuperamos la coherencia: Ovidio habla en inglés. Lo que nos hace olvidar el hecho que sea cabalgado por un pollo.
Con Pi-Pío en el rol de sheriff, instalado en Villa Leoncia, acompañado por su caballo parlante, y enfrentado a Paco-Pum y Pepe el Largo, en apenas una página, se han presentado los principales elementos que sostendrán la serie durante largo tiempo.
Si bien en este tramo aparecen otros bandidos, sólo se destacan los mencionados, con una distinción jerárquica: Pepe el Largo monta un caballo de madera y porta una bocina. Paco-Pum, en cambio, que remata sus frases con la onomatopeya “Pum!”, cabalga de verdad y dispara un trabuco.
Sobre el final, aparece un comprador de ganado robado. Aunque aún no se lo identifica por nombre, se trata de Toto, quien terminará integrando la banda en forma permanente.
Una emboscada al flamante sheriff y el consecuente intento de forzarlo a la renuncia, inaugura la larga cadena de tropelías, engaños, secuestros, extorsiones, seudo arrepentimientos, encarcelamientos, huidas, etc. que caracterizarán el historial delictivo de Paco-Pum y sus secuaces.
Precediendo en pocos años al Joe Dalton de Lucky Luke, con el que se emparenta en fisonomía y carácter, Paco-Pum por momentos se conduce tan elemental e infantilmente como Averell. Sus ardides se ven favorecidos por la ingenuidad casi pueril de los “buenos”. Como cuando se presenta ante Pi-Pío con un disfraz de mendigo limitado a una camisola raída y un bastón, manteniendo la característica de su rostro embozado, y el pollito no lo reconoce. Eso sí: se priva de decir “Pum!”, sólo lo piensa. Es Ovidio quien, mediante un olfato más propio de perro que de caballo, advierte el engaño.
También Maida, una vecinita del pueblo, es burlada en su buena fe: al llevarles comida a los forajidos encerrados, cede a sus pedidos y les entrega la llave de la celda. Termina siendo secuestrada, lo que constituye el eje central de esta sub-unidad argumental. Para que Paco-Pum revele el paradero de la niña, Pi-Pío recurre al “método básico-chino”, que consiste en la tortura de cosquillas en los pies (con el correr de la serie, se constatan procedimientos menos inocentes). Maida es finalmente rescatada, y el agradecimiento para con su salvador tendrá consecuencias, como se comprobará en la próxima sub-unidad.
No obstante el fracaso, Paco-Pum continúa su raid con el abigeato antes mencionado. Para desbaratarlo, será Pi-Pío quien esta vez se camufle -junto a su caballo- como vaca “Pipiovidia”.
En el medio, innumerables gags textuales y visuales pueblan los cuadros. Vaya uno de cada uno, a modo de ejemplo:
- Ovidio: “¡Hola, Paco! ¿Cómo estás? ¿Me remember o no te acuerdas de mí?”
- Paco-Pum se tirotea con los colonos que vienen a liberar a Pi-Pío, alertados por Ovidio (rol salvador que el caballo cumplirá a menudo). En tanto lo hace, el bandido se sirve soda de un sifón.


Ya impuesto el orden, Pi-Pío extiende su autoridad de sheriff a la de policía de tránsito. Desde una gaveta de madera sostenida por un botellón y coronada por una tapa de olla, dirige la circulación de carros de verduleros y maniceros, cuando advierte la llegada de un único automóvil. Trae un trailer repleto de dinero, y lo conduce Calculín, quien andaba a la búsqueda del pollito. Cartón lleno.

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