Y POR EL MISMO PRECIO...

domingo, julio 25, 2010

PI-PIO, EL POLLITO QUE IMPONIA EL ORDEN (3b)

3-MADUREZ: “JUSTICIA EN EL FART-WEST”
b) ASALTO AL BANCO
Calculín no sólo buscaba a su antiguo amigo, sino también el permiso de éste para establecer el primer banco de Villa Leoncia. Pi-Pío se lo concede, con lo que su rol de autoridad abarca un nuevo atributo: el de otorgar con libre arbitrio espacios públicos para uso privado. Es el primer paso hacia la "institucionalización” del pueblo. Así lo expresa Calculín en el discurso de inauguración de su entidad (el "City Bank"). Desde el palco oficial, donde sólo el sheriff ostenta cargo (al igual que el banquero, los otros ocupantes son personajes destacados de esa sociedad), el niño sabio proclama: “…Y espero que este día sea un escalón más del engrandecimiento de Villa Leoncia, que desde la llegada de Pi-Pío avanza por la senda del orden, de la seguridad y del trabajo…”. A lo que los vecinos responden, exaltados, vivando al pueblo, a Pi-Pío y al progreso. Entre los “vivas!” y “bravos!”, se cuela un “olé!”.
En "Secuestro de Maida", Ferré solo había quebrado la métrica de cuatro tiras por página, de dos o tres cuadritos cada una, planteando tiras con un único cuadro. Llegados a este tramo, se vienen observando viñetas gigantes, que ocupan el espacio de dos tiras y cuatro cuadros (en adelante, esta transgresión se hará frecuente y será utilizada, sobre todo, para momentos épicos).

El nuevo formato aparece en la construcción del banco y en la celebración de su apertura, con la banda de música entonando el himno a Villa Leoncia, donde nuevamente se exalta el progreso. Por si quedaran dudas de quienes son sus artífices, Ovidio remata al son de platillos: “Tara-Tachín…Tachín… Tachín… Vivan Pi-Pío y Calculín”.
Mientras Paco-Pum y sus secuaces traman desde la cárcel el asalto a la recién estrenada entidad, el sheriff, Ovidio y Maida, "regresan a su casa”, según reza la didascalia. Hasta donde sabíamos, por el episodio del secuestro, la niña tenía casa propia, donde vivía junto a sus padres.
Acto seguido vemos a Maida cebando mate a Pi-Pío (flagrante transgresión al ambiente del far-west).
Daría la impresión por estos datos que –sin que sepamos cuándo, cómo ni dónde- se ha formalizado algún tipo de vínculo supra-amistoso entre ambos. Sus propias características -niña y pollito- hacen descartar la hipótesis que la corriente institucionalizadora los haya alcanzado, uniéndolos en matrimonio (aunque en el mundo de Ferré todo es posible). Pero la sospecha del concubinato es fuerte. Se refuerza poco más adelante, cuando se los ve en plena noche, en ropa de cama, en el mismo dormitorio. Claro que también está Ovidio, con gorro de dormir...
Descartando el extremo del trío amoroso, y aún cuando se rechace la existencia del vínculo antedicho, es innegable su sugerencia. La que ya en sí misma constituye un grado de audacia realmente inusitado y loco (por la índole de los personajes) para los parámetros de la historieta cómica infanto-juvenil de la época. No registro precedentes de semejante osadía; al menos en Argentina, donde para ver hogares –normalmente- constituidos hubo que esperar a Mafalda.
Por lo demás, la narrativa transita por carriles más, menos lógicos, siempre dentro del esquema delirante de la serie. Paco-Pum simula regenerarse e instala una panadería desde la que cava un túnel hacia la caja fuerte del banco, guiándose primero por el viento y después por un imán. Perpetra el atraco. Es perseguido –he aquí un tercer cuadro gigante, que abarca dos columnas completas- y capturado por Pi-Pío.

Detengámonos ahora en el juicio público que se le efectúa al malhechor.
El bando que lo anuncia –de forma remisible a la España medieval, dicho sea de paso- formula en sus considerandos: “¡¡Atención!! El sheriff, usando de las atribuciones de su alto cargo, dispone: 1º) Que mañana a las 9 horas, y si el tiempo no lo impide, Paco-Pum será juzgado públicamente en la plaza principal. 2º) Queda invitado el vecindario de Villa Leoncia a este acto de justicia. 3º) Mañana cerrará sus puertas el comercio. 4º) Divúlguese, coméntese y archiveseee…”.

El juez, ubicado en el centro del estrado tribunalicio, con toga, birrete y martillo incluido, es por supuesto Pi-Pío, quien a esta altura se ha irrogado indubitablemente la suma de los poderes públicos. En cualquier película, novelita o historieta que transcurra aún en el pueblo más perdido del far-west, son infaltables, a más del sheriff, el alcalde y el juez de paz. Ferré no los creyó necesarios, le bastaba con el pollito bueno y valiente. Y con la sabiduría del niño prodigio, de yapa. Para qué más?

Ante el supuesto arrepentimiento de Paco-Pum, Calculín propone “usar la balanza de la justicia para pesar la conciencia de nuestro reo”. El procedimiento, descripto en dos grandes cuadros contiguos, se parece demasiado a la tortura del submarino. La conclusión que se extrae de allí, es que el bandido "apenas tiene conciencia", lo que podría traducirse en que a gatas alcanza la categoría de ser humano.
Resta revisar la lógica subyacente en el uso de las grandes viñetas.
a) Construcción del banco: cimientos de un “orden y progreso” basado en lo económico;
b) Inauguración del banco: institucionalización del “orden y progreso”;
c) Persecución de la banda de Paco-Pum, luego del asalto: transgresión del “orden y progreso”;
d y e) Balanza de la justicia: reinstauración del “orden y progreso”.
Y todo este andamiaje conceptual es determinado en exclusividad por el sheriff (recibido por correspondencia) y su amigo financista. La población se halla ubicada en un rol meramente secundario: el de coro aprobatorio.
A esta altura, resulta evidente que al análisis argumental y gráfico de la serie se ha sumado el aspecto ideológico de la misma, andarivel que seguiré recorriendo, aunque con una aclaración (que supongo no alcanzará, de todos modos, para calmar los ánimos de los fanáticos ferretianos). Creo firmemente que sin este matiz de incorrección política verificable en García Ferré, y con origen posible en una no revelada –hasta donde se- simpatía por el franquismo, Aventuras de Pi-Pío no hubiera sido la cumbre historietística que hoy es.

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