En diciembre, ojeaba distraído un ejemplar de “Ñ”, la revista de cultura de Clarín, que compro para mi mujer, a quien le interesa por la información sobre exposiciones de pintura. Me detuve en una nota que me llamó la atención por dos motivos. Una era la firma de Marcelo Birmajer, otra el título. Recordaba a Birmajer por algún argumento de historieta suyo que se ha destacado dentro de la mediocridad de la actual Fierro. Si he leído algo anterior de él en el género, se me ha borrado por completo. Se que, además, ha escrito alguna novelita de éxito, pero no es un rubro que yo consuma, prefiero releer a Dostoievski o a Borges. En cuanto a su rol periodístico, recién me enteraba. O sea que lo más atractivo para abordar el artículo de la revista “Ñoña” (tal como la llama mi hija, la filósofa... y con razón, porque revista de cultura en serio era “Crisis” y no esto) fue el título: “Contra la blogalización”. Lamentablemente, no existe registro de él en el ciberespacio, así que haré una breve descripción del contenido (no me voy a poner a tipear los desatinos que allí se exponen), y en todo caso, remítanse a la edición impresa de “Noña” Nº 221, del 22-12-07. Lo primero que hallarán es una foto de Birmajer, en pose de escritor trascendente, inmediatamente desmentida por el rostro de boludo posmoderno. Y ratificada dicha condición por el argumento que expone: Los blogistas -la fauna literaria, en particular- son una manga de resentidos, que ansían publicar en letra impresa y que abandonarían inmediatamente sus actitudes principistas si lo lograran. Me hizo cagar de la risa.
Seguramente habrá muchos que responden a esa caracterología, pero lo divertido es que él hablaba desde el lugar de autor legitimado por el tipo de publicación que llama del “mundo real”. O sea que le otorgaba valor absoluto a las leyes del sistema.
Recientemente, a raíz de los posts donde defenestro a inventos como Liniers, Rep o Maitena, le escribía al amigo Rodríguez Van Rousselt (y no es infidencia, ya que no menciono lo que él me contesta):”...la crítica también es hacer, en tanto resulte fundamentada y genere dialéctica. Ese es mi propósito, no el de dar rienda suelta a mi egotismo, que lo tengo, reconozco, pero que aplico a la actuación, exclusivamente. He descubierto con el tiempo que mi malestar con la historieta es síntoma de un malestar generalizado con la sociedad que vivimos. Creo que está todo patas para arriba, que la cultura de asimilación del contrario que inició el menemismo se ha impuesto hasta el punto de erradicar toda posibilidad de confrontación. Parece que fuera de mal gusto, de desubicado, de resentido, de frustrado (son los argumentos que a menudo me oponen) señalar lo que a uno le parece equivocado. Si no te gusta, no lo consumas, y listo (también el adversario dixit). Todo pasa por una supuesta cuestión de gustos. Gracias a eso, pueden ocupar un lugar notorio tipos que no llegarían a figurar ni a los premios en otro modelo social. La paradoja es que el estado de cosas les permite alcanzar determinado estadio, y ese estadio ya los legitima de por sí. Y llegar, generalmente, no implica talento, sino habilidad para relacionarse y trepar. Publican, tienen un grupito de boludos que los aplauden, les dan bola algunos medios y listo... Ya tienen el kioskito armado, y para siempre. No se los puede cuestionar, son intocables!!! Tiene que pasar algo muuuuuuuuuuuyyy grave, como el affaire Bucay, para que te bajen. En mi generación, publicar, estrenar, era fundamentalmente exponerse a la crítica. Apenas el comienzo de un camino. Te podían destruir de un solo golpe. Y no sólo los críticos. La gente estaba entrenada para pensar por sí misma. Hoy en día, lo peor que te puede pasar es que te ignoren. Entonces, tomo la historieta como paradigma de un estado de cosas. Podría tranquilamente hablar de política, de literatura, de teatro, de fútbol, y la base del discurso no cambiaría demasiado. La pobreza conceptual en todos los terrenos es alarmante. No tengo esperanzas de cambiar nada, pero al menos pienso que puedo hincharles las pelotas a algunos. Que sepan que no es tan fácil, que no todo el mundo se la traga.”La autocita viene a cuento, en primer lugar, de que no me siento comprendido en las generales de la ley Birmajer. Ni siquiera con la novela que he escrito. Considero que, siendo mi primera experiencia en el género, debe haber gente que escribe mucho mejor que yo como para merecer premios, o ser publicada por editoriales. Por otra parte, la temática que abordo no entra dentro de lo que está de moda. Y además, no formo -ni quiero formar- parte de ninguna camarilla literaria, lo que quizá facilitaría las cosas. No niego que me gustaría verla impresa. El libro es un objeto cultural de larguísima data y prestigio, como para ser sustituido rápidamente, en términos de períodos históricos. Bello, además. Pero esa aspiración mía jamás me conduciría a costear una autoedición, por ejemplo, como hacen muchos. Considero que eso sí constituye una acabada muestra de mediocridad y de egotismo, que da de comer a los buitres de algunas editoriales. Dunken, sin ir más lejos, que anuncia profusamente sus servicios -nada es casual- en la revista “Ñ”, de Clarín. Después del circo de presentación en la Feria y de los ejemplares regalados a los amigos, les queda a los pretensos literatos una enorme pila de papeles que podrían haberse usado para fines más nobles (no me refiero a la viuda, aclaro, que ya se apropió de Papel Prensa, patrimonio de todos los argentinos). Prefiero que “Las claves del indio” esté en un blog o disponible en la Mula para aquellos a los que le interese. Y como autor de teatro, antepongo que me estrenen (cosa que ha ocurrido en algunas oportunidades, por suerte) a la edición.
Siguiendo con las razones de la autocita: considero, por el contrario, que Birmajer sí se halla comprendido en las generales de la ley Dao. Inmediatamente, junto con la risa, percibí que su diatriba ñoñesca respondía a la indignación del “inatacable”. La furia propia del que “ha llegado” al olimpo de la letra impresa, contra las críticas de los que nunca “llegarán” a ocuparlo. Y el ataque del que su nota era indirecta respuesta, no podía provenir de otro lugar que no fuera un blog. Acababa de presenciar el efecto, tenía que hallar la causa.
No se si está muy difundido un buscador específico de blogs de Google. Por las dudas, dejo el link (ver). Resulta bastante eficaz. Con él hallé rápidamente la punta de la madeja de este asunto.
Se trataba del blog “Juicio Final” (ver) , donde en el primer lugar figuraba un post firmado por “Secretario General”, pero “Dictado telepáticamente por Floreal Céspedes (h)”, titulado “Pasión por la alcahuetería”, y que databa del 05/09/07. Allí se ataca un artículo, también de “Ñ”, en el cual el mismo Birmajer defendía, al parecer, los intereses de las corporaciones, en lo que respecta al tema de la piratería. Se lo califica de alcahuete y de “empleado del mes” (brillante!). Ya no me cabía duda de la correspondencia de epítetos, en tanto Birmajer, tres meses después, replica en su nueva nota ñoña, refiriéndose a los blogistas, en general: “Son poetas malditos en el ciberespacio, pero los más correctos empleados si alguna vez se les brinda la oportunidad”.
Como me encanta el puterío, y habiendo ya tomado partido decididamente por el telépata del “Secretario General” (aparte, para alertarlo y avivar el fuego, en la duda de si sus poderes habrían captado la ira del empleado ejemplar), comenté en el blog: “Mi estimado: leí en la última "Ñ" (22/12/07) un furibundo artículo de este muchachito Birmajer, titulado "Contra la blogalización". Deduje inmediatamente que se trataba de una respuesta indirecta a un ataque a su ego, realizado en algún blog. Se me ocurrió rastrear, y me encuentro con tu post. JUUUUUUAAAA!!!”A los pocos días reiteré la visita, para consultar si el telépata había dictado respuesta para mí, y encontré: “Sr.Dao: Usted es muy perspicaz, pero creo que sobredimensiona la autonomía de nuestro esforzado amiguito. Yo creo que la génesis del artículo ha salido de alguna charla entre dos jefes de Birmajer (una asistente editorial y un cadete, por ejemplo) que habrán llegado a la conclusión que, por más cretinos y vulgares que sean los libros que ellos editan, no falta algún blog igualmente ordinario y chato. Por tanto, algún lector podía perderse. Y allí salió Birmajer a hacer el triste papel...”.Divertido por el guiño y por la consecuencia de Floreal Céspedes (h) en su discurso dictado, acerca del dictado discurso del historietista que posa de escritor célebre, me olvidé del asunto. Debo decir, sin embargo, que antes de hacerlo, no quedé muy convencido de la absoluta falta de autonomía del guionista de Fierro devenido en Borges redivivo. Grave error de mi parte, y contundente acierto del telépata. Tratándose de medios de comunicación, una vez puede ser casualidad. Dos, ya no.
Obligado a comprar la edición de martes y miércoles del pasquín de la viuda, por los “fascículos” de los que hablé (el segundo, al menos, es en color), y tratando de hacer rendir al máximo mi erogación, ayer -todavía en vacaciones, lo que me permite también escribir estos extensos posts- me puse a leerlo.
A poco andar me encuentro, en lugar destacado, con una nota firmada por el sociólogo y docente de la UBA Christian Ferrer. La foto lo muestra menos acartonado que el guionista de historietas, y más cercano al look de “intelectual progre”. Las apariencias me engañaron, en esta oportunidad. El libelo que firma, bajo el pomposo rótulo de “Debate”, se titula “Blogs o el espectáculo del yo” (ver), y va bastante más allá de nuestro Dostoievski. De nuevo la mira está puesta en los literatos virtuales, aunque por momentos se vuelve más abarcativa y ataca los intelectuales que elijen la web como medio de expresión de sus ideas. Desestima cualquier poder revolucionario de la Internet, y remite estos fenómenos a antecedentes históricos impresos, ya sea en revistas literarias o en “secciones concedidas por los diarios -el subrayado es mío- a las letras y a las bellas artes”. Esta curiosa visión de la cultura, dependiente de mecenazgos (que la viuda de Noble, por otra parte, gusta de ejercer autoritariamente -recordar el episodio de “El Anatomista”), se ratifica en el siguiente párrafo:
“No obstante, se sabe que de tales grupos literarios o intelectuales la posteridad picotea, a lo sumo, algún autor, algún título, si es que lo hace.”
De qué se trata exactamente, “el picoteo de la posteridad”? De qué depende? De suerte? De talento? De que la Fundación Noble premie a los que se portan bien? O se trata de un pícaro eufemismo alusivo a algún estertor erótico de la viuda con escritores jovenzuelos ansiosos por trepar?
Claro que todo el tiempo campea en el artículo -como ya dije- una deliberada confusión entre los blogs literarios y lo que el sociólogo llama blog "de ideas".
Vean como la maneja hábilmente en su discurso:“Ya es bastante difícil escribir dos o tres buenos ensayos o ficciones al año. La sola idea de publicarlos tres veces al día da vértigo, salvo que la opinión, por sí misma, haya devenido en género literario hegemónico, no menos que el carneo, el vómito y la maledicencia, juicios soeces que abundan en ese módico circo romano aunque sin el gracejo que el ingenio popular suele dejar en las paredes de los mingitorios públicos.”Casi inmediatamente, en abierta contradicción, se afirma:
“Y por cierto, que los matutinos debatan la naturaleza de estos sitios informáticos es algo muy natural, puesto que nada hay más parecido a un diario que un blog con pretensiones culturales. Ambos han de ser llenados todos los días.”
Según estos párrafos, primero parece que fuera imposible escribir diariamente con calidad (acoto: obviamente que no un cuento o novela, aunque sí opiniones), pero después es natural, puesto que los diarios lo hacen.
Por otra parte, resulta una falacia absoluta y una burda desacreditación afirmar que los bloggers “llenan espacios” compulsivamente cada día. Al contrario de los periodistas de un diario, ejercen su labor con absoluta libertad. Escriben cuando se les da la gana, cuando tienen algo para comunicar. Puede ser diez veces en un día, o una a la semana. Depende del blogger. También depende de las circunstancias, del tiempo que cada uno le pueda dedicar. Pero todo lo que se afirma en Clarín (e incluyo lo de Birmajer) combate esta anarquía y tiende a instalar la idea de la necesidad de una forma prefijada, de la que es imposible escapar. Y esa forma se presenta como una pirámide jerárquica: libros o diarios, en la cúspide; blogs, en la base. Hay en el escrito un denodado intento de “naturalizar” al blog, de despojarlo de su elemento más valioso: la imprevisibilidad. De neutralizar cualquier amenaza que pudiera llegar a provenir de él. El método consiste en ningunearlo, circunscribiéndolo a fenómenos actuales o del pasado, a lo ya conocido. Su ataque al yoísmo, desde el título mismo, es un ataque, por traslación, a la subjetividad. Por tanto, lleva un mensaje implícito: la reafirmación de la existencia de otro espacio, objetivo. El de los diarios, por supuesto. Extensible a los medios masivos de comunicación. Al Grupo Clarín, bah... Traducido en su totalidad sería: “No busquen nada nuevo en los blogs. Ese festival de la subjetividad ya lo tenemos manyado desde hace rato. Lo que realmente importa, lo que es serio y tratado objetivamente, lo encontrarán en lo que nosotros vendemos.” Lo nuevo, Ferrer, Birmajer, Clarín, es el alcance masivo que tienen los blogs. Eso es lo que los moviliza a ustedes -bajo las órdenes del Grupo- a escribir tanto sobre el tema. Y en cuanto a objetividad, les doy la razón. Nadie, objetivamente, defiende más ni mejor los intereses del sistema capitalista de producción que sus patrones, de los que ustedes son tristes voceros.
Como se verá, aquella teoría del telépata que relativicé, ahora se me aparece como absolutamente real y en una dimensión mucho más abarcativa. Ya no se trata del monopolio de la literatura, sino de la comunicación toda. Los blogs comienzan a ser una amenaza para el Grupo Clarín. “Cómo hacer para atacarlos sin darles prensa, y sin que se den cuenta de los verdaderos motivos que tenemos para combatirlos?”, se deben preguntar algunos con cargos jerárquicos un poco mas importantes que el de asistente editorial, como aventura el amigo telépata. La respuesta está en los escritos de los empleados del mes de diciembre (Birmajer) y de enero (Ferrer). Y revisando algunas “Ñ”, advierto que estos aplicadísimos siervos no son los únicos que han escrito al respecto. En la edición de la revista del 12/01/08, Nº 224, en la nota “El ensayo en tiempos del blog”, se afirma, desde el encabezamiento mismo: “Anfibios, se mueven entre la palabra impresa y la virtual, la erudición y la cultura pop. Sus escritos para los blogs han ido a parar a libros de éxito.” Aunque aquí es evidente que ha funcionado una estrategia temporaria de morigeración, se puede advertir que la línea sigue siendo la misma: no existe otro destino último de la escritura, ya sea literaria o de opinión, que el del papel impreso (“por nosotros”, tendrían que agregar).
Pero no se debe tratar, creo, de una cuestión de más o menos ventas. Intuyo que avizoran la posibilidad de que se ponga en crisis la credibilidad misma de los medios de comunicación, del intocable “cuarto poder”, en tanto sea la gente quien salga a opinar y esas opiniones sean leídas por gente que a su vez opine. Qué pasa si aparecen otros temas, diferentes a los que ellos acostumbran a imponer diariamente desde los titulares? Qué pasa si se dicen cosas que ellos necesitan tapar? Qué pasa si se ponen en crisis los valores consolidados del sistema? Podría llegar a ser el blog, o cualquier tipo de comunicación surgido de la web, una nueva forma de subversión? A esta altura, estoy convencido que lo están temiendo. Por más que Ferrer simule que se trata de un simple “barullo” cibernético, provocado por adultos que buscan ser incluidos socialmente, antes de que los terminen pasando por encima las nuevas generaciones. Sigue la falacia, el disfraz : Para ellos, la forma de inclusión es única y pasa por donde ya sabemos. En consecuencia, un tipo que opina o publica su obra en un blog, es (debería ser) un excluido social. Y nótese además, cuál es la franja generacional que más les preocupa: aquellos que por edad o formación puedan haber alcanzado un grado de solidez ideológica. O sea nosotros, los resabios setentistas que no alcanzaron a eliminar del todo.
Insisto, huelen el peligro... Existen blogs, por ejemplo, de economistas, con sólida formación -no en la escuela de Chicago, por supuesto-, que dan cuenta de una realidad muy distinta a la que conviene mostrar al sistema, y que suman infinidad de visitas diarias, incluso de periodistas profesionales. En otros sitios, se repudia libremente la brutal injerencia yankee en el planeta. Se reivindica el accionar de grupos como la FARC, u organizaciones musulmanas. Se elogia a Chávez, ese “morocho marginal, impresentable, al punto que el mismísimo rey de España tuvo que hacerlo callar”, como lo caracterizarían algunos de lo que escriben u opinan en el “mundo real”. En la web se puede, con un simple click, denunciar el hambre, la violencia cotidiana ejercida ya no por la delicuencia, sino por el poder, que es otra forma de la misma, las violaciones a los derechos humanos, la injusticia generalizada, los millonarios negociados, la hipocresía de la penalización del aborto o de las drogas. Este también es el “mundo real”, Birmajer. Y allí queda... para que millones puedan enterarse de su existencia.
Claro que la maravillosa herramienta es utilizada muy a menudo por otros chupaculos concientes del sistema, o por idiotas funcionales al mismo. Son los que siguen repitiendo el discurso exitista que tan bien aprendieron (y por eso saben disimularlo mejor) Birmajer o Ferrer: “no publicaste un libro, no estás en los diarios ni en la televisión... no sos nadie, no existís! CALLATE!!!”.
Y este grito, esta orden, en realidad, es cada vez más fuerte. Contrasten, si no, los artículos del historietista y del sociólogo y verán como sólo en un mes, con una simulada tregua de por medio, se redobló la virulencia contra los bloggers. Aparte del hecho de pasar de la “Ñoña” al cuerpo principal del diario.
Podrá parecer un poco extremista y hasta paranoico lo que afirmo. Pero el Grupo Clarín viene haciendo estragos con los contenidos de los medios que maneja. Un claro ejemplo es Radio Mitre, donde acaban de volar el último bastión de inteligencia, herencia de Castelo, y donde impera actualmente Daddy Brieva y otros de su calaña. Ni hablemos de Canal 13.
Un artículo que leí hace poco, y que inevitablemente asocio ahora, me termina de convencer de que no exagero. Está publicado en “El Amante” de diciembre (Nº 187), aunque también se puede bajar de aquí (ver). Es muy extenso, pero recomiendo leerlo completo. Está escrito nada más ni nada menos que hace catorce años, y conserva una increíble vigencia. Lleva la firma de Claudio Uriarte, un periodista recientemente fallecido, y que en su última etapa fue raleado de los medios de comunicación, por escribir cosas como ésta:“La resistencia es difícil, y probablemente sin esperanzas. Sin embargo, el sistema, por la misma lógica de su sobreextensión totalitaria ha dejado libre un espacio: la posición del disidente, única figura de oposición posible en una sociedad sin oposición. El disidente es el problemático opositor en sociedades de totalitarismo consensuado, sea en su vieja versión, policial y oscurantista (viejos regímenes del Este) o en su formato iluminista, progresista, reluciente y moderno. El disidente tiene fundamentalmente un “contra qué” estar, no necesariamente un “para qué”. El disidente correctamente carece de esperanzas en el “proletariado” o el “pueblo” (una manga de canallas con vocación de informantes policiales), pero no cede al consuelo del colaboracionismo progresista y se mantiene en su reflexión crítica solo, estoicamente, le cueste lo que sea, como si fuera un iluminista de nuevo tipo; quizás (para parafrasear libremente a Adorno) como un iluminista negativo.
Ya no es posible reeduitar el Iskra, pero sí consumar una modesta proposición: el “diario” aperiódico, que debería salir sólo de vez en cuando (cuando hubiera novedades, cuando hubiera algo nuevo que decir), que resistiera toda lógica y presentación de mercado, renunciara a toda homogeneidad ideológica y se propusiera y circulara como consigna y como forma de reconocimiento y supervivencia de una diáspora de individuos anónimos, asilados y dispersos. El “diario” aperiódico, periódico del antiperiodismo, quizá ni siquiera debería tener nombre.”No hay que esforzarse mucho para entender que ese “diario aperiódico” que proponía Uriarte, hace catorce años -propuesta por la que, entre otras cosas, lo hicieran desaparecer de los medios-, está representado hoy en día por muchos blogs. Y que éstos generan, en los factores de poder, el mismo temor que generaba el discurso visionario del periodista fallecido. Aunque ahora, por suerte, les va a resultar un poquito más difícil sacarlos de circulación.
Y POR EL MISMO PRECIO...
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jueves, enero 31, 2008
MECAGOLO EN EL COLECCIONISTA (V): LOS "HISTORIETOFILOS" Y LA CULTURA
Panelology es un término intraducible con que los yankees designan al coleccionista de historietas. Una palabra necesaria, que debería figurar en nuestro idioma. Si existe filatelista, por qué no va a existir una que designe específicamente esta afición? Se me hace muy largo escribir “coleccionista de historietas” e inevitablemente hay que repetir si uno se refiere a esta fauna a lo largo de una nota. Las variantes “coleccionista del género” o “coleccionista del rubro” resultan forzadas. Y se sabe que yo no uso la palabra “cómic”, ni siquiera como sustituto, salvo que me refiera a las historietas yankees. Entonces, como la palabra no está, la invento... total, hay tanto neologismo dando vuelta: "Filohistorietistas", podría ser? O “Historietófilos”... Me quedo con la segunda, por ahora.
Bien, la cuestión es que el historietófilo es un bicho curioso. Hace bastante, abandoné la serie “Mecágolo en el coleccionista” (ver.1; ver.2 ; ver.3 ; ver.4), un poco porque las alusiones resultaban muy crípticas, disfrutables sólo por contados amigos, y otro poco porque algunos (los enemigos de mis amigos) se enojaban demasiado con mis escritos. Pero aquí, con el tono mesurado que me caracteriza en estos tiempos, retomo.
A lo largo de mi carrera de historietófilo, me he cruzado con infinidad de coleccionistas y siempre intenté la charla con ellos. A veces, no logré sacarles más que monosílabos. Otras, vencida la natural desconfianza, comenzaban a explayarse. Mucho de esto lo desarrollé en mi novela, así que remito a ella (ver), especialmente al capítulo VII, “Expediciones” (1) y (2), ya que no pretendo que la lean toda (proeza a la que muy contados aficionados al género se animaron).
Me interesa tratar ahora, de forma somera, algunas caracterologías. Obviamente, conozco mucho de los patorucenses. De los de mi generación y también de los recién llegados. Las nuevas generaciones vienen -en general- canijas, esmirriadas. Morochos, como se supone es el héroe nacional por antonomasia. De mirada febril, pero esquiva, desconfiada. Los brazos tensos, como atentos a aferrarse a la colección para que no se la arrebaten. Hablan poco, con balbuceos, y oyen lo que uno les dice a medias. Les perturba la atención dos cosas: una es tratar de entender un discurso al que no están acostumbrados; la otra son los siguientes pensamientos: “tendrá más o menos revistas que yo? qué le podré sacar? qué me querrá robar?...” .
Si bien estas características internas son asimilables a las de otras tribus, en lo físico existen importantes variables. Por ejemplo, los comiqueros, los aficionados a superhéroes y otras yerbas yankees... Estos son gorditos, rubios, medio pelados, de piel casi traslúcida por lo blanquita. Uno puede adivinarles fácilmente los placeres solitarios, que no radican solamente en la lectura de sus amadas historietas. Deben tomar chocolatada hasta los treinta y pico, y pajearse con la Mujer Maravilla o Gatúbela. Suele vérselos llegar a las comiquerías de las que son clientes de años, ansiosos y sudorosos. Casi sin saludar, codeando sin reparos a quien se halle frente al mostrador, preguntan a boca de jarro: “Salió el último Crossover de SoreteMan???”. Su cara de decepción, si el vendedor les dice que no, es igual a la de los bebés cuando se les quita el chupete. Juro que hasta les he visto esbozar un pucherito.
Pero esmirriados o rubicundos, nacionalistas o extranjerizantes, desde el físico se puede leer, precisamente, una infancia común signada por el aislamiento, las burlas de sus compañeros, la marginación. Eran los pelotudos de la clase, que se refugiaban en la fantasía, donde su héroe -ya sea el indio o Soreteman- los vengaba de todas las humillaciones que sufrían.
Como señalé al principio, se trata de una cuestión generacional. La mía juntaba de todo, tanto Batman como Capicúa y no nos dividíamos en clanes de fanáticos de una o de otra. Nos gustaba La Historieta, Y aparte de leerlas, salíamos a la calle. Jugábamos a la bolita, a las figuritas, a la escondida, al fóbal. Trepábamos a los árboles, saltábamos las tapias de los vecinos, robábamos frutas, hacíamos ring-raje, les decíamos barbaridades a las minitas, cuando se podía tocábamos algún culito. Así, los historietófilos surgidos de esa camada, resultan francos, abiertos, comunicativos, curiosos. Generosos, en definitiva. Y cultos, en un sentido amplio. Porque en muchos casos las historietas no constituían un objetivo, un universo cerrado en sí mismo, sino que eran la puerta de acceso a otros lenguajes... la literatura, el cine, el teatro.
A pocos de mi generación se les escapan las alusiones extra-historietísticas de las revistas de Quinterno, por ejemplo. Sabemos muy bien que los títulos y/o argumentos de “La luna y seis patacones”, “Mundo Jue Perra” o “Los Cañones de Navarrete” respondían a los de películas famosas. Otros, gracias a la incitación a la lectura de literatura mayor que ejercía la historieta, advertimos guiños más elaborados, como que el argumento de “El hombre de nieve” estaba basado en Bioy.
Se podrá decir que las generaciones actuales de historietófilos reconocen fácilmente otros guiños acordes a su época... De la televisión, acoto yo. Pavada de diferencia.
A lo que quiero llegar es a que las actuales camadas de aficionados a las historietas (tampoco es cuestión de abusar de la palabrita inventada) suelen ser, en su mayoría, profundamente ignorantes en lo no atinente al género mismo. De eso, saben algo. De otros asuntos, nada.
Paradójicamente, se pierden un montón de guiños en las propias historietas. Hace un tiempo, veía junto a mi hija más chica un magistral capítulo de Los Simpsons (...ya se que no un ejemplo estrictamente historietístico, pero aceptarán que vale). Yo, por enésima vez y ella por primera. Se trataba de aquel en que Marge interpreta junto a Flanders “Un tranvía llamado deseo”. Me vi obligado a explicarle cual era el chiste de transformar la obra en comedia musical, receta a la que los yankees son tan afectos, al punto que pueden llegar a aplicarla hasta con “Hamlet”. Así y todo, grotescamente deformada, la creación de Williams causa efecto en Homero. Tan grande es. También le expliqué la antológica secuencia de la guardería con Maggie y su ejército de chupeteadores, que remite inequívocamente a “Los pájaros”, de Hitchcock, aún antes de que su silueta a lo Groening atraviese la escena, paseando sus clásicos caniches.
Los Simpsons está plagado de alusiones de este tenor, que la mayoría de sus fanáticos se pierde. Supongo que sí pescarán los guiños hacia el propio lenguaje, de los que el dueño de la comiquería -coleccionista, además- resulta casi siempre disparador. Es que Groening viene del género (y retornó a él con Bongo Comics), y por eso su creación está más cercana a los códigos de historieta que a los del dibujo animado (que tampoco se priva de satirizar, como en el caso de Tom y Daly). Y es un tipo culto, además.
La animación -pongamos por caso, dado que tocamos el ítem-, si bien nace casi contemporáneamente a la historieta y comparte con ella recursos expresivos, se diferencia abiertamente en su evolución, al punto que alcanza jerarquía de arte. En la historieta, sólo la proclaman algunos, y con escaso fundamento, ya que -precisamente- conocen muy poco de arte.
Lo mismo es aplicable al cine, en general. Hace un tiempo, me llamó la atención la expresión “Cine Portátil”, aplicada a la historieta y acuñada al parecer por un columbófilo, que otros de la misma especie tomaron. Incluso para dar nombre a una revista under (nótese lo prudente que estoy, que no he usado ningún adjetivo calificativo). Esta gente defiende a rajatabla la categorización artística del género, pero no vacila en definirlo en subordinación a otro lenguaje. Paradójico, no? Supongo que lo harán pensando que así se genera un efecto de ósmosis artística.
Pero refrenemos mi tendencia a la digresión. No son muchos los casos de historietófilos devenidos en creadores de otras disciplinas, y que luego se siguen ocupando de ella.
Hagamos memoria sobre qué películas -puesto que hablamos de cine, aunque ya no de animación- refieren al mundo de la historieta (aclaro, porque acá hay que aclarar todo el tiempo: no hablo de adaptaciones a la pantalla de historietas famosas, eh???... que de eso hay mucho).
Recuerdo ahora una, pero se me escapa el nombre y no encuentro datos en la web. La trama central pasaba por la muerte, en un pueblo, de un fabuloso coleccionista y la sangrienta batalla que libraban por su legado el dueño de una tienda de cómics y otro fanático. Es una comedia menor, pero que puede resultar divertida para la fauna.
Después, está la extraordinaria “El protegido” del irregular indio (en serio) M. Night Shyamalan, con el gran Bruce Willis, como protagonista. Esta es una mirada realmente profunda sobre el género.
Y por último, no puedo dejar de mencionar al genio de Fellini, que amaba el fumetti, y que le rinde homenaje en una variante del mismo, como es la fotonovela. Me refiero, claro, a “Lo Sceicco Bianco”.
Por ahora, que yo haya visto, y se me ocurra, no más. Claro que mi memoria no es para nada confiable.
Sí me han deparado mis búsquedas el nombre de dos realizadores, cuya obra desconozco. El historietista Kevin Smith, de quien se dice que para financiar su primera película, “Clerks”, empeñó su colección de cómics. Y Mark Hamil, autor del documental “Comic Book: The Movie”, que por lo que he leído puede resultar interesante y desde ya me pongo a rastrear.
En el cine argentino, la historieta ha servido apenas para dar un toque de época, como el Libro de Oro Patoruzú que aparece demasiado obviamente en “Valentín”, la peor película del talentoso Alejandro Agresti.
Por otra parte, en lo que respecta específicamente al abordaje cinematográfico de personajes de historieta -que no es el tema, repito-, hay que decir que aquí estamos muy lejos de un Tim Burton. No creo que José Luis Mazza haya leído muchas Correrías o Locuras en su infancia. Y si las leyó, las debe haber olvidado. Y para el caso que nos ocupa, poco importa que se trate o no de animación.
Es obvio que quedo expuesto a que me bombardeen con otros ejemplos del estilo. Por eso aclaro que estas menciones distan de pretenderse exhaustivas, y que sólo vienen a cuento para señalar que los realizadores cinematográficos, excepcionalmente se han ocupado de la temática, lo cual sigue siendo válido, aún cuando se agreguen otros films a la precaria lista.
Ni hablar de otras artes. En la novela -modestia aparte- debo ser el único. Lo que no implica necesariamente un mérito.
El teatro nacional, en cambio, tiene un ejemplo notorio: “Chau, Misterix”, de Mauricio Kartun. En ella, el protagonista -un preadolescente- fantasea con convertirse en su héroe, el hombre de la pila atómica. Por supuesto, la acción transcurre en la década del ’50, época de auge de popularidad del personaje, en la revista de editorial Abril que llevaba su nombre.
Me pregunto ahora si no es válido incluir en la lista dos exponentes donde se encuentran presentes las obsesiones de los coleccionistas en general. El primero está asociado a la numismática. Se trata de “American Buffalo”, gran obra teatral de David Mamet , luego llevada al cine, con Dustin Hoffman en el protagónico. Y el capítulo de “Los siete pecados capitales”, de Andrei Tarcovsky, verdadera obra maestra, donde se trata específicamente a los filatelistas.
Pero el encuadre general de esta nota es la escasa cultura general de toda una generación de historietófilos. No extraña, entonces, que pocos se conviertan en creadores capaces de abordar el tema artísticamente. Aunque hay que decir que lo contrario, también es cierto. Muchos de mis amigos “cultos” tienen a la historieta por un género absolutamente menor. Les asiste razón, en parte, aunque el problema es que ellos, a diferencia mía, se pierden de disfrutarlo.
Justamente por andar a caballo entre dos mundos, se me plantean a veces algunos dilemas (...y de eso, en el fondo, ahora que lo pienso, debe tratarse el presente post, dado que a esta altura supongo que los supuestos destinatarios ya deben haber abandonado hace rato la lectura). Y no me refiero a lo de tirarle margaritas a los chanchos en este blog, como tantas veces me quejé y sigo haciendo, más que nada para hincharles las pelotas a algunos que se creen impunes, como le comentaba al amigo Van Rousselt en un reciente mail.
Mencioné por ahí, como al descuido, que en enero me dediqué a escribir una obra teatral. El link que elegí me habilita para desarrollar un poco más la cuestión (lo aclaro porque me amedrentan un poco los que vienen a decirme de que tiene que tratar este blog...). La pieza tiene algunas veladas alusiones a los coleccionistas de historietas, y al género mismo. Me preguntaba si realizadores y público teatrero podrían llegar a captarlas.
El oso Wainer, que es mi consultor dramatúrgico de cabecera (lujos que uno se da!), obviamente reconoce los guiños. A más de haber sido él mismo guionista de historietas, lleva ya más de una década aguantándome los comentarios sobre el tópico. También, curiosamente, hizo mención a esas características un amigo actor que la leyó. Hasta ahora, la conocen contadas personas. Esperaré que corra un poco más, para tener una impresión más firme.
Uno de los personajes se llama (se hace llamar, en realidad) Zanzíbar J. Me pregunto también si muchos historietófilos -en el hipotético caso de que se estrene la obra y llegaran a verla- se darían cuenta de que se trata de un pequeño homenaje al maestro Trillo.
Por las dudas, con mucha antelación, y quizá innecesariamente, lo aclaro acá.
Porque aún dándose cuenta, hay que ver si entienden que se trata de una cita. Recuerdo que en un grupo de gente vinculada a la historieta, en oportunidad de la aparición de la primer tira de Carlitos, er Gato, se me acusó de plagio, dado que en ella intervenía Krazy Kat (ver).
Lo que siempre digo... manejar algunos datos no necesariamente está asociado a capacidad reflexiva.
Sobre todo, cuando los que manejan datos son historietófilos de última generación.
Bien, la cuestión es que el historietófilo es un bicho curioso. Hace bastante, abandoné la serie “Mecágolo en el coleccionista” (ver.1; ver.2 ; ver.3 ; ver.4), un poco porque las alusiones resultaban muy crípticas, disfrutables sólo por contados amigos, y otro poco porque algunos (los enemigos de mis amigos) se enojaban demasiado con mis escritos. Pero aquí, con el tono mesurado que me caracteriza en estos tiempos, retomo.
A lo largo de mi carrera de historietófilo, me he cruzado con infinidad de coleccionistas y siempre intenté la charla con ellos. A veces, no logré sacarles más que monosílabos. Otras, vencida la natural desconfianza, comenzaban a explayarse. Mucho de esto lo desarrollé en mi novela, así que remito a ella (ver), especialmente al capítulo VII, “Expediciones” (1) y (2), ya que no pretendo que la lean toda (proeza a la que muy contados aficionados al género se animaron).
Me interesa tratar ahora, de forma somera, algunas caracterologías. Obviamente, conozco mucho de los patorucenses. De los de mi generación y también de los recién llegados. Las nuevas generaciones vienen -en general- canijas, esmirriadas. Morochos, como se supone es el héroe nacional por antonomasia. De mirada febril, pero esquiva, desconfiada. Los brazos tensos, como atentos a aferrarse a la colección para que no se la arrebaten. Hablan poco, con balbuceos, y oyen lo que uno les dice a medias. Les perturba la atención dos cosas: una es tratar de entender un discurso al que no están acostumbrados; la otra son los siguientes pensamientos: “tendrá más o menos revistas que yo? qué le podré sacar? qué me querrá robar?...” .
Si bien estas características internas son asimilables a las de otras tribus, en lo físico existen importantes variables. Por ejemplo, los comiqueros, los aficionados a superhéroes y otras yerbas yankees... Estos son gorditos, rubios, medio pelados, de piel casi traslúcida por lo blanquita. Uno puede adivinarles fácilmente los placeres solitarios, que no radican solamente en la lectura de sus amadas historietas. Deben tomar chocolatada hasta los treinta y pico, y pajearse con la Mujer Maravilla o Gatúbela. Suele vérselos llegar a las comiquerías de las que son clientes de años, ansiosos y sudorosos. Casi sin saludar, codeando sin reparos a quien se halle frente al mostrador, preguntan a boca de jarro: “Salió el último Crossover de SoreteMan???”. Su cara de decepción, si el vendedor les dice que no, es igual a la de los bebés cuando se les quita el chupete. Juro que hasta les he visto esbozar un pucherito.
Pero esmirriados o rubicundos, nacionalistas o extranjerizantes, desde el físico se puede leer, precisamente, una infancia común signada por el aislamiento, las burlas de sus compañeros, la marginación. Eran los pelotudos de la clase, que se refugiaban en la fantasía, donde su héroe -ya sea el indio o Soreteman- los vengaba de todas las humillaciones que sufrían.
Como señalé al principio, se trata de una cuestión generacional. La mía juntaba de todo, tanto Batman como Capicúa y no nos dividíamos en clanes de fanáticos de una o de otra. Nos gustaba La Historieta, Y aparte de leerlas, salíamos a la calle. Jugábamos a la bolita, a las figuritas, a la escondida, al fóbal. Trepábamos a los árboles, saltábamos las tapias de los vecinos, robábamos frutas, hacíamos ring-raje, les decíamos barbaridades a las minitas, cuando se podía tocábamos algún culito. Así, los historietófilos surgidos de esa camada, resultan francos, abiertos, comunicativos, curiosos. Generosos, en definitiva. Y cultos, en un sentido amplio. Porque en muchos casos las historietas no constituían un objetivo, un universo cerrado en sí mismo, sino que eran la puerta de acceso a otros lenguajes... la literatura, el cine, el teatro.
A pocos de mi generación se les escapan las alusiones extra-historietísticas de las revistas de Quinterno, por ejemplo. Sabemos muy bien que los títulos y/o argumentos de “La luna y seis patacones”, “Mundo Jue Perra” o “Los Cañones de Navarrete” respondían a los de películas famosas. Otros, gracias a la incitación a la lectura de literatura mayor que ejercía la historieta, advertimos guiños más elaborados, como que el argumento de “El hombre de nieve” estaba basado en Bioy.
Se podrá decir que las generaciones actuales de historietófilos reconocen fácilmente otros guiños acordes a su época... De la televisión, acoto yo. Pavada de diferencia.
A lo que quiero llegar es a que las actuales camadas de aficionados a las historietas (tampoco es cuestión de abusar de la palabrita inventada) suelen ser, en su mayoría, profundamente ignorantes en lo no atinente al género mismo. De eso, saben algo. De otros asuntos, nada.
Paradójicamente, se pierden un montón de guiños en las propias historietas. Hace un tiempo, veía junto a mi hija más chica un magistral capítulo de Los Simpsons (...ya se que no un ejemplo estrictamente historietístico, pero aceptarán que vale). Yo, por enésima vez y ella por primera. Se trataba de aquel en que Marge interpreta junto a Flanders “Un tranvía llamado deseo”. Me vi obligado a explicarle cual era el chiste de transformar la obra en comedia musical, receta a la que los yankees son tan afectos, al punto que pueden llegar a aplicarla hasta con “Hamlet”. Así y todo, grotescamente deformada, la creación de Williams causa efecto en Homero. Tan grande es. También le expliqué la antológica secuencia de la guardería con Maggie y su ejército de chupeteadores, que remite inequívocamente a “Los pájaros”, de Hitchcock, aún antes de que su silueta a lo Groening atraviese la escena, paseando sus clásicos caniches.
Los Simpsons está plagado de alusiones de este tenor, que la mayoría de sus fanáticos se pierde. Supongo que sí pescarán los guiños hacia el propio lenguaje, de los que el dueño de la comiquería -coleccionista, además- resulta casi siempre disparador. Es que Groening viene del género (y retornó a él con Bongo Comics), y por eso su creación está más cercana a los códigos de historieta que a los del dibujo animado (que tampoco se priva de satirizar, como en el caso de Tom y Daly). Y es un tipo culto, además.
La animación -pongamos por caso, dado que tocamos el ítem-, si bien nace casi contemporáneamente a la historieta y comparte con ella recursos expresivos, se diferencia abiertamente en su evolución, al punto que alcanza jerarquía de arte. En la historieta, sólo la proclaman algunos, y con escaso fundamento, ya que -precisamente- conocen muy poco de arte.
Lo mismo es aplicable al cine, en general. Hace un tiempo, me llamó la atención la expresión “Cine Portátil”, aplicada a la historieta y acuñada al parecer por un columbófilo, que otros de la misma especie tomaron. Incluso para dar nombre a una revista under (nótese lo prudente que estoy, que no he usado ningún adjetivo calificativo). Esta gente defiende a rajatabla la categorización artística del género, pero no vacila en definirlo en subordinación a otro lenguaje. Paradójico, no? Supongo que lo harán pensando que así se genera un efecto de ósmosis artística.
Pero refrenemos mi tendencia a la digresión. No son muchos los casos de historietófilos devenidos en creadores de otras disciplinas, y que luego se siguen ocupando de ella.
Hagamos memoria sobre qué películas -puesto que hablamos de cine, aunque ya no de animación- refieren al mundo de la historieta (aclaro, porque acá hay que aclarar todo el tiempo: no hablo de adaptaciones a la pantalla de historietas famosas, eh???... que de eso hay mucho).
Recuerdo ahora una, pero se me escapa el nombre y no encuentro datos en la web. La trama central pasaba por la muerte, en un pueblo, de un fabuloso coleccionista y la sangrienta batalla que libraban por su legado el dueño de una tienda de cómics y otro fanático. Es una comedia menor, pero que puede resultar divertida para la fauna.
Después, está la extraordinaria “El protegido” del irregular indio (en serio) M. Night Shyamalan, con el gran Bruce Willis, como protagonista. Esta es una mirada realmente profunda sobre el género.
Y por último, no puedo dejar de mencionar al genio de Fellini, que amaba el fumetti, y que le rinde homenaje en una variante del mismo, como es la fotonovela. Me refiero, claro, a “Lo Sceicco Bianco”.
Por ahora, que yo haya visto, y se me ocurra, no más. Claro que mi memoria no es para nada confiable.
Sí me han deparado mis búsquedas el nombre de dos realizadores, cuya obra desconozco. El historietista Kevin Smith, de quien se dice que para financiar su primera película, “Clerks”, empeñó su colección de cómics. Y Mark Hamil, autor del documental “Comic Book: The Movie”, que por lo que he leído puede resultar interesante y desde ya me pongo a rastrear.
En el cine argentino, la historieta ha servido apenas para dar un toque de época, como el Libro de Oro Patoruzú que aparece demasiado obviamente en “Valentín”, la peor película del talentoso Alejandro Agresti.
Por otra parte, en lo que respecta específicamente al abordaje cinematográfico de personajes de historieta -que no es el tema, repito-, hay que decir que aquí estamos muy lejos de un Tim Burton. No creo que José Luis Mazza haya leído muchas Correrías o Locuras en su infancia. Y si las leyó, las debe haber olvidado. Y para el caso que nos ocupa, poco importa que se trate o no de animación.
Es obvio que quedo expuesto a que me bombardeen con otros ejemplos del estilo. Por eso aclaro que estas menciones distan de pretenderse exhaustivas, y que sólo vienen a cuento para señalar que los realizadores cinematográficos, excepcionalmente se han ocupado de la temática, lo cual sigue siendo válido, aún cuando se agreguen otros films a la precaria lista.
Ni hablar de otras artes. En la novela -modestia aparte- debo ser el único. Lo que no implica necesariamente un mérito.
El teatro nacional, en cambio, tiene un ejemplo notorio: “Chau, Misterix”, de Mauricio Kartun. En ella, el protagonista -un preadolescente- fantasea con convertirse en su héroe, el hombre de la pila atómica. Por supuesto, la acción transcurre en la década del ’50, época de auge de popularidad del personaje, en la revista de editorial Abril que llevaba su nombre.
Me pregunto ahora si no es válido incluir en la lista dos exponentes donde se encuentran presentes las obsesiones de los coleccionistas en general. El primero está asociado a la numismática. Se trata de “American Buffalo”, gran obra teatral de David Mamet , luego llevada al cine, con Dustin Hoffman en el protagónico. Y el capítulo de “Los siete pecados capitales”, de Andrei Tarcovsky, verdadera obra maestra, donde se trata específicamente a los filatelistas.
Pero el encuadre general de esta nota es la escasa cultura general de toda una generación de historietófilos. No extraña, entonces, que pocos se conviertan en creadores capaces de abordar el tema artísticamente. Aunque hay que decir que lo contrario, también es cierto. Muchos de mis amigos “cultos” tienen a la historieta por un género absolutamente menor. Les asiste razón, en parte, aunque el problema es que ellos, a diferencia mía, se pierden de disfrutarlo.
Justamente por andar a caballo entre dos mundos, se me plantean a veces algunos dilemas (...y de eso, en el fondo, ahora que lo pienso, debe tratarse el presente post, dado que a esta altura supongo que los supuestos destinatarios ya deben haber abandonado hace rato la lectura). Y no me refiero a lo de tirarle margaritas a los chanchos en este blog, como tantas veces me quejé y sigo haciendo, más que nada para hincharles las pelotas a algunos que se creen impunes, como le comentaba al amigo Van Rousselt en un reciente mail.
Mencioné por ahí, como al descuido, que en enero me dediqué a escribir una obra teatral. El link que elegí me habilita para desarrollar un poco más la cuestión (lo aclaro porque me amedrentan un poco los que vienen a decirme de que tiene que tratar este blog...). La pieza tiene algunas veladas alusiones a los coleccionistas de historietas, y al género mismo. Me preguntaba si realizadores y público teatrero podrían llegar a captarlas.
El oso Wainer, que es mi consultor dramatúrgico de cabecera (lujos que uno se da!), obviamente reconoce los guiños. A más de haber sido él mismo guionista de historietas, lleva ya más de una década aguantándome los comentarios sobre el tópico. También, curiosamente, hizo mención a esas características un amigo actor que la leyó. Hasta ahora, la conocen contadas personas. Esperaré que corra un poco más, para tener una impresión más firme.
Uno de los personajes se llama (se hace llamar, en realidad) Zanzíbar J. Me pregunto también si muchos historietófilos -en el hipotético caso de que se estrene la obra y llegaran a verla- se darían cuenta de que se trata de un pequeño homenaje al maestro Trillo.
Por las dudas, con mucha antelación, y quizá innecesariamente, lo aclaro acá.
Porque aún dándose cuenta, hay que ver si entienden que se trata de una cita. Recuerdo que en un grupo de gente vinculada a la historieta, en oportunidad de la aparición de la primer tira de Carlitos, er Gato, se me acusó de plagio, dado que en ella intervenía Krazy Kat (ver).
Lo que siempre digo... manejar algunos datos no necesariamente está asociado a capacidad reflexiva.
Sobre todo, cuando los que manejan datos son historietófilos de última generación.
martes, enero 29, 2008
DARIO MOGNO Y LOS CIPAYOS
Hacía mucho que no chateaba con el PyBe. Hoy lo encontré, con un pié en el avión, yendo al encuentro de historieta latinoamericana de la Habana, donde va a presentar un documental en el que viene laburando desde hace tiempo.
Aunque fuera a las apuradas, toda conversación con Esteban implica enriquecimiento (quisiera creer que mutuo). En esta oportunidad, gracias a él, me enteré de la existencia de Darío Mogno.
La charla venía por el lado de lo que reseñaba en el post anterior, o sea los historietistas argentinos que arman grupúsculos, donde se autoelogian, complaciéndose en oler sus propios pedos (tomo la frase del PyBe, porque -aunque escatológica- resulta de lo más gráfica). Agrego que muchos disfrazan esos pedos con aroma a perfumes importados.
Porque la mayoría de las tendencias actuales en dibujos y guiones vernáculos proviene de los yankees o de los europeos, cuando no de los insufribles japoneses. Unos pocos reelaboran. La mayoría plagia descaradamente. Liniers, por ejemplo... Habrá estudiado con Sapia, pero se le pegó mucho Trondheim. Cosas como ésta inundan el mercado de la “experimentación” que tanto le gusta al Sastu y a los pendejos descerebrados que aplauden la Fierro.
Claro que el cipayismo, huelga decirlo, no es nuevo en nuestra historia ni compete exclusivamente al mundo de la historieta. Lo lamentable es que estos muchachitos no se den por enterados que en un determinado momento, los creadores argentinos del género fueron admirados por muchos de los que ellos copian hoy día.
Y todavía hay gente de afuera que sigue mirando hacia nuestro país, y hacia América (la real) toda. Es el caso -y retomo la referencia que me hizo El PyBe- de este tano, Darío Mogno (ver), que siendo ya septuagenario, continúa peleando por batallas de las que muchos de los de acá ni se enteran.
Fundando, por ejemplo, la Revista Latinoamericana de Estudios sobre la Historieta (ver), en la que García, Van Rousselt y Ostuni son frecuentes colaboradores.
Difundiendo, por ejemplo, la actividad cubana sobre la materia en todo el mundo, en contra del sucio bloqueo yankee que impide hasta eso.
Escribiendo, por ejemplo, una conmovedora carta a Alberto Breccia (ver).
Acabo de enterarme de su existencia y ya me dan ganas de rajar pa' Cuba a tomarme unos mojitos con él y con Teban, que me viene invitando desde hace tiempo.
Pero no me queda más remedio que seguir peleándola desde acá... así que, Pybe, mandámele un Tanti auguri! al tano, de mi parte y chupá todo lo que puedas por mí.
Para terminar... ya que menciono a la gente de la Bañadera, cabe destacarlos como excepción al cipayismo generalizado. Acaban de editar el Tomo I de La Historieta Latinoamericana, que incluye a Cuba, Chile y Uruguay. Aunque un poco tarde, algunos empiezan a mirar pa’l laú del sufrido continente. No creo que los muchachitos que adoran los mangas, los superhéroes o las vacías expresiones actuales de la historieta europea vayan a hacer lo mismo, pero... la esperanza es lo último que se pierde.
Aunque fuera a las apuradas, toda conversación con Esteban implica enriquecimiento (quisiera creer que mutuo). En esta oportunidad, gracias a él, me enteré de la existencia de Darío Mogno.
La charla venía por el lado de lo que reseñaba en el post anterior, o sea los historietistas argentinos que arman grupúsculos, donde se autoelogian, complaciéndose en oler sus propios pedos (tomo la frase del PyBe, porque -aunque escatológica- resulta de lo más gráfica). Agrego que muchos disfrazan esos pedos con aroma a perfumes importados.
Porque la mayoría de las tendencias actuales en dibujos y guiones vernáculos proviene de los yankees o de los europeos, cuando no de los insufribles japoneses. Unos pocos reelaboran. La mayoría plagia descaradamente. Liniers, por ejemplo... Habrá estudiado con Sapia, pero se le pegó mucho Trondheim. Cosas como ésta inundan el mercado de la “experimentación” que tanto le gusta al Sastu y a los pendejos descerebrados que aplauden la Fierro.
Claro que el cipayismo, huelga decirlo, no es nuevo en nuestra historia ni compete exclusivamente al mundo de la historieta. Lo lamentable es que estos muchachitos no se den por enterados que en un determinado momento, los creadores argentinos del género fueron admirados por muchos de los que ellos copian hoy día.
Y todavía hay gente de afuera que sigue mirando hacia nuestro país, y hacia América (la real) toda. Es el caso -y retomo la referencia que me hizo El PyBe- de este tano, Darío Mogno (ver), que siendo ya septuagenario, continúa peleando por batallas de las que muchos de los de acá ni se enteran.
Fundando, por ejemplo, la Revista Latinoamericana de Estudios sobre la Historieta (ver), en la que García, Van Rousselt y Ostuni son frecuentes colaboradores.
Difundiendo, por ejemplo, la actividad cubana sobre la materia en todo el mundo, en contra del sucio bloqueo yankee que impide hasta eso.
Escribiendo, por ejemplo, una conmovedora carta a Alberto Breccia (ver).
Acabo de enterarme de su existencia y ya me dan ganas de rajar pa' Cuba a tomarme unos mojitos con él y con Teban, que me viene invitando desde hace tiempo.
Pero no me queda más remedio que seguir peleándola desde acá... así que, Pybe, mandámele un Tanti auguri! al tano, de mi parte y chupá todo lo que puedas por mí.
Para terminar... ya que menciono a la gente de la Bañadera, cabe destacarlos como excepción al cipayismo generalizado. Acaban de editar el Tomo I de La Historieta Latinoamericana, que incluye a Cuba, Chile y Uruguay. Aunque un poco tarde, algunos empiezan a mirar pa’l laú del sufrido continente. No creo que los muchachitos que adoran los mangas, los superhéroes o las vacías expresiones actuales de la historieta europea vayan a hacer lo mismo, pero... la esperanza es lo último que se pierde.
LINIERS: EL VIRREY ESTA DESNUDO!
Y siguiendo con Pablo Sapia... Me encuentro en la web un reportaje que le hicieron en La Nación, hace casi dos años (VER). Allí dice cosas interesantes que suscribiría. Por ejemplo:
“–¿Por qué Pratt era un buen dibujante de historietas? –Porque dominaba algo fundamental para hacer cómics: poder narrar un buen argumento con imágenes. No es algo sencillo, se puede ser un excelente ilustrador y pésimo dibujante de cómics. Es que, a veces, los grandes ilustradores se preocupan principalmente por hacer buenos dibujos y la narración pasa a un segundo plano, entonces la historieta se vuelve pesada y sin sentido. Se da en el cine, en esas películas donde el libro es malo, pero tienen muy buena fotografía, y uno siente que la butaca le resulta cada vez más incómoda mientras repite: ¡Pero qué lindos paisajes! –¿Qué ocurre cuando el guión es malo? –Que la historieta se cae. Un dibujante sin grandes recursos, pero con un guión interesante, puede hacer un buen cómic. En cambio, un dibujante brillante, pero sin un libro fuerte, fracasa. Por supuesto, el dibujo es importante, pero creo que lo fundamental es un argumento que atrape.”
Pero al final de la nota, contradictoriamente, rescata a alguien que, a mi juicio, ni sabe dibujar, ni sabe narrar. Hablo de Liniers. Para mí ni es gracioso, ni es poético, ni es surrealista, ni es impresionista, ni es costumbrista, ni es nada. Aclaro, por las dudas, que la etiqueta de inclasificable no siempre implica una valoración positiva. Y repito que no soy un troglodita y que algo se de lenguajes de vanguardia, y no sólo en la historieta.
Pero pensé que si alguien que tiene tan claro por donde va el género, como Sapia, rescata a Liniers, por ahí, el equivocado podría llegar a ser yo.
Nuevos rastreos me dieron otra explicación...
Encontré, en un foro de Imaginaria (VER ), el dato que Liniers había hecho un taller de historietas con Sapia, y lo reconoce como maestro. Me dije: “aunque el alumno no le haya salido muy bueno, es entendible que Pablo le tenga cariño y hable bien de él”.
Pero nuevamente entro en crisis, cuando descubro, haciendo click en un vínculo de la misma página, que otra persona a la que respeto, César Da Col, habla maravillas de Liniers, reseñando su libro Macanudo (VER). Y al parecer, Da Col no tiene ningún parentesco con el susodicho.
Claro que también Maitena le dedica elogios... Y supongo que ya se sabe lo que opino de Maitena (VER). Ahora, si lo que he escrito sobre ella no bastara, acá va este párrafo suyo, extraído del prólogo del mismo libro: "Sus historias caen en el chistonto con la pureza de quien disfruta profundamente de las cosas más tontas de la vida." Antológico. Yo, en el lugar de Liniers, le pediría que no me ayude tanto.
O sea que quedé bastante confundido. Anduve pidiendo opinión aquí y allá, a ver si me hacen cambiar de parecer. Por ahora, sigo en mis trece... Liniers es tan invento como Rep. Ambos tuvieron la suerte de -o el arribismo necesario para- acomodarse en diarios que quieren hacerse los modernos con sus tiras, y diferenciarlas así de las de Clarín. Y el kiosquito de los diarios multiplica, permite editar, hacerse un nombre... No más que eso.
Hasta que me convenzan de lo contrario, seguiré creyendo que hay varios reyes y virreyes desnudos rigiendo los destinos de la actual historieta argentina... aunque nadie se atreva a decirlo.
“–¿Por qué Pratt era un buen dibujante de historietas? –Porque dominaba algo fundamental para hacer cómics: poder narrar un buen argumento con imágenes. No es algo sencillo, se puede ser un excelente ilustrador y pésimo dibujante de cómics. Es que, a veces, los grandes ilustradores se preocupan principalmente por hacer buenos dibujos y la narración pasa a un segundo plano, entonces la historieta se vuelve pesada y sin sentido. Se da en el cine, en esas películas donde el libro es malo, pero tienen muy buena fotografía, y uno siente que la butaca le resulta cada vez más incómoda mientras repite: ¡Pero qué lindos paisajes! –¿Qué ocurre cuando el guión es malo? –Que la historieta se cae. Un dibujante sin grandes recursos, pero con un guión interesante, puede hacer un buen cómic. En cambio, un dibujante brillante, pero sin un libro fuerte, fracasa. Por supuesto, el dibujo es importante, pero creo que lo fundamental es un argumento que atrape.”
Pero al final de la nota, contradictoriamente, rescata a alguien que, a mi juicio, ni sabe dibujar, ni sabe narrar. Hablo de Liniers. Para mí ni es gracioso, ni es poético, ni es surrealista, ni es impresionista, ni es costumbrista, ni es nada. Aclaro, por las dudas, que la etiqueta de inclasificable no siempre implica una valoración positiva. Y repito que no soy un troglodita y que algo se de lenguajes de vanguardia, y no sólo en la historieta.
Pero pensé que si alguien que tiene tan claro por donde va el género, como Sapia, rescata a Liniers, por ahí, el equivocado podría llegar a ser yo.
Nuevos rastreos me dieron otra explicación...
Encontré, en un foro de Imaginaria (VER ), el dato que Liniers había hecho un taller de historietas con Sapia, y lo reconoce como maestro. Me dije: “aunque el alumno no le haya salido muy bueno, es entendible que Pablo le tenga cariño y hable bien de él”.
Pero nuevamente entro en crisis, cuando descubro, haciendo click en un vínculo de la misma página, que otra persona a la que respeto, César Da Col, habla maravillas de Liniers, reseñando su libro Macanudo (VER). Y al parecer, Da Col no tiene ningún parentesco con el susodicho.
Claro que también Maitena le dedica elogios... Y supongo que ya se sabe lo que opino de Maitena (VER). Ahora, si lo que he escrito sobre ella no bastara, acá va este párrafo suyo, extraído del prólogo del mismo libro: "Sus historias caen en el chistonto con la pureza de quien disfruta profundamente de las cosas más tontas de la vida." Antológico. Yo, en el lugar de Liniers, le pediría que no me ayude tanto.
O sea que quedé bastante confundido. Anduve pidiendo opinión aquí y allá, a ver si me hacen cambiar de parecer. Por ahora, sigo en mis trece... Liniers es tan invento como Rep. Ambos tuvieron la suerte de -o el arribismo necesario para- acomodarse en diarios que quieren hacerse los modernos con sus tiras, y diferenciarlas así de las de Clarín. Y el kiosquito de los diarios multiplica, permite editar, hacerse un nombre... No más que eso.
Hasta que me convenzan de lo contrario, seguiré creyendo que hay varios reyes y virreyes desnudos rigiendo los destinos de la actual historieta argentina... aunque nadie se atreva a decirlo.
SE MIRA Y NO SE TOCA
Clarín, como de costumbre, promete mucho y cumple poco. Ya había sucedido con la Biblioteca de la Historieta. Criterio de selección de las obras y calidad de edición habían sido sus puntos más flojos. Pero ahora, ni siquiera se ocupa en levantar la puntería con los de la propia casa.
Estoy hablando por supuesto de la serie Ilustradores y Humoristas del diario, que hoy salió a la calle. Si bien acá, tratándose del equipo propio, no se puede decir nada sobre la selección, sí es objetable la calidad.
Pomposamente se la anunció como “colección imperdible”, “obra única”, “fascículos”... Hasta prometen “estuche contenedor de la obra”. Pago, eso sí, a diferencia de los “fascículos”, que son gratuitos. Lo que es relativo, dado que los que -como quien suscribe- echan apenas un vistazo al pasquín en algún bar, se ven ahora obligados a comprarlo dos días en la semana.
Algunos bloggistas de esta fauna, que trasladan a sus espacios los peores defectos del periodismo, desesperándose por “dar la primicia”, sin siquiera saber de qué tratan los temas, se apuraron a repetir literalmente el autobombo previo del matutino (claro que es lo mejor que saben hacer: copypaste). Otros, más inteligentes y cautos, dieron el anuncio, pero reelaborando la nota. Yo preferí esperar a tener en mis manos el primer ejemplar.
Hay que decir que no se lo puede tener mucho en las manos. La calidad del papel es apenas superior a la del diario. Va a haber que darle una rápida ojeada y guardarlo, a riesgo de que se desintegre. En el caso del primer cuadernillo (éste sería el nombre apropiado), no importaría demasiado, ya que Sendra podrá ser un buen humorista, pero no un gran dibujante. Resultará particularmente lamentable cuando aparezcan los de Crist o Sábat, por ejemplo.
Se podrá argumentar que por lo menos, Clarín se ocupa de darle bola al género, y a precios muy accesibles. Ya que lo hacen, que lo hagan mejor, replico.
Los aficionados al dibujo y la historieta, en la Argentina, están demasiado acostumbrados, por el infradesarrollo editorial en la materia, a tragarse cualquier berretada, y baten palmas cada vez que aparece una cosa de éstas.
Crezcan, muchachos. Exijan más. No dicen ustedes que la historieta es un arte?
Estoy hablando por supuesto de la serie Ilustradores y Humoristas del diario, que hoy salió a la calle. Si bien acá, tratándose del equipo propio, no se puede decir nada sobre la selección, sí es objetable la calidad.
Pomposamente se la anunció como “colección imperdible”, “obra única”, “fascículos”... Hasta prometen “estuche contenedor de la obra”. Pago, eso sí, a diferencia de los “fascículos”, que son gratuitos. Lo que es relativo, dado que los que -como quien suscribe- echan apenas un vistazo al pasquín en algún bar, se ven ahora obligados a comprarlo dos días en la semana.
Algunos bloggistas de esta fauna, que trasladan a sus espacios los peores defectos del periodismo, desesperándose por “dar la primicia”, sin siquiera saber de qué tratan los temas, se apuraron a repetir literalmente el autobombo previo del matutino (claro que es lo mejor que saben hacer: copypaste). Otros, más inteligentes y cautos, dieron el anuncio, pero reelaborando la nota. Yo preferí esperar a tener en mis manos el primer ejemplar.
Hay que decir que no se lo puede tener mucho en las manos. La calidad del papel es apenas superior a la del diario. Va a haber que darle una rápida ojeada y guardarlo, a riesgo de que se desintegre. En el caso del primer cuadernillo (éste sería el nombre apropiado), no importaría demasiado, ya que Sendra podrá ser un buen humorista, pero no un gran dibujante. Resultará particularmente lamentable cuando aparezcan los de Crist o Sábat, por ejemplo.
Se podrá argumentar que por lo menos, Clarín se ocupa de darle bola al género, y a precios muy accesibles. Ya que lo hacen, que lo hagan mejor, replico.
Los aficionados al dibujo y la historieta, en la Argentina, están demasiado acostumbrados, por el infradesarrollo editorial en la materia, a tragarse cualquier berretada, y baten palmas cada vez que aparece una cosa de éstas.
Crezcan, muchachos. Exijan más. No dicen ustedes que la historieta es un arte?
lunes, enero 28, 2008
MI TARDIO ACERCAMIENTO A HERGE
A raíz de la mención a Pablo Sapia en el post de Fierro, recordé una anécdota. Me había reunido con él en el bar “El Pensamiento”, esquina de Montes de Oca y Brandsen, en Barracas.
En los tiempos de Elcove (El Coleccionista Vengador), dicho café era lugar de encuentro con mi adversario Elcojus (El Coleccionista Justiciero). El gandul trabajaba por allí cerca, y se rajaba del laburo para hacer transacciones historietísticas conmigo. Yo, de paso, citaba en el lugar a otra gente, como el Oso Wainer, con quien luego partíamos a provincia -a hacer el dichoso “Moreira”, en esa época-, y que había quedado encantado con el lugar y su nombre. Cuanto más lo hubiera estado de saber, como yo me entero ahora, rastreando, que en su antiguo emplazamiento de la calle Vieytes, entre Suárez y Olavarría, los payadores, los cuarteadores, los criollos que trabajaban en las barracas, en los saladeros de las orillas del Riachuelo, hacían un alto para jugar un truquito o para tomar una caña (cito a Cristina Suárez, los interesados pueden leer más aquí).
El caso es que, volviendo al tema, Sapia estaba interesado en mis copias inéditas del indio, y allí nos encontramos por primera y única vez, si bien hemos mantenido, antes y después, intercambio epistolar (a los mails, puede calificárselos de epístolas?). Más allá de la transacción, charlamos tupido.
No podía dejar de aparecer el tema de la admiración común a la escuela franco-belga. Fue ahí que él menciona a Hergé. Siempre tuve reparos con el autor de Tintin, en base a las cuestiones ideológicas ampliamente difundidas, y sobre las cuales no vale la pena insistir aquí, lo cual me llevó a ignorar su creación. Se lo dije a Sapia y me contestó que me dejara de joder (no en ese tono, ya que es un muchacho muy respetuoso, pero me lo hubiera merecido), que si podía admirar la obra de Quinterno, pese a la faz reaccionaria de éste, era una boludez de mi parte (tampoco lo dijo así, pero lo dio a entender) perderme a Hergé. Reconozco ser muy prejuicioso en varias cuestiones, y no sólo atinentes al mundo de la historieta. Pero tengo a mi favor que la cerrazón cede ante argumentos lógicos y contundentes como el expuesto.
Desde entonces, gracias a Sapia, he empezado a interesarme por la obra del célebre belga. Me bajé todos los álbumes de Tintin de la Mula, pero como me cansa leerlos en pantalla, de a poco me los estoy comprando impresos y los examino con el detenimiento que merecen.
Descubrí que aparte de ser el padre de casi todos los que le siguieron en el dibujo por aquellos pagos, Hergé era un excelente guionista. Sus argumentos tienen un nivel de línea narrativa y una explotación de recursos humorísticos pocas veces vistos en la historieta de su estilo. Ni hablar de la aventura, del entrecruzamiento de historias y personajes en los distintos títulos, elementos que tomarían luego Franquín y Goscinny. En poco tiempo, desde la inicial Les Aventures de Tintín, reporter du Petit Vingtiéme, au pays des soviets, de 1929, donde el hilo argumental era débil, y las situaciones inconexas (y esto es reconocido por muchos -lo aclaro para que no se me acuse de parcialidad ideológica), Hergé adquiere una maestría formidable en el relato. Pero es de destacar, además, que la forma en la que narra se aparta en ocasiones del cuidado clasicismo que lo caracteriza y cobra dimensiones impensadas en él.
Hace poco, me topé con una secuencia de Le Secret de la Licorne (El Secreto del Unicornio), de 1942, que me dejó pasmado.
Aquí, el mecanismo de racconto que utiliza Hergé es sencillamente magistral. Lejos del tradicional borde redondeado que denota en el género el relato o el recuerdo (equiparable a los contornos difuminados, o el humo, en el cine clásico), desdeñando ese cliché, digo, aborda el monólogo del Capitán Haddock, desde un doble y paralelo plano de acción, mutando sin transiciones del presente al pasado. Logra así dotar al extenso relato de una tensión expositiva formidable, a la par de gags humorísticos muy eficaces. Es como si yuxtapusiese lenguajes teatrales y cinematográficos, en tanto el Capitán actúa lo que cuenta, tal como si estuviese en un escenario, pero al mismo tiempo lo que cuenta se ve. Y hasta se permite un tercer plano de relato, con la borrachera de Milú.
Especial mención para dos cuadritos: 1) el de la resistencia al abordaje, donde el antepasado del Capitán, adopta la postura de éste, según el que lo antecede; 2) el del retrato, donde asoma la cabeza de Haddock, en reemplazo de la del caballero de Hadoque. La fusión entre pasado y presente (no sólo gráfica, sino también conceptual) alcanza en ambos categoría de obra maestra.
Cabe apuntar, por último, que se dice (ver) que Le Secret de la Licorne fue uno de los álbumes preferidos de Hergé. Y que para los detalladísimos e impactantes dibujos de navíos, frecuentó el museo de la Marina de París, abrevando en documentación del siglo XVII.
Les regalo, a los no iniciados, la secuencia completa... En baja resolución, como para que corroboren mi análisis y corran a conseguir el álbum, que es lo que corresponde. Y después, si pueden, sigan con todo Hergé.
El consejo no me lo agradezcan a mí, sino a Pablito Sapia.
En los tiempos de Elcove (El Coleccionista Vengador), dicho café era lugar de encuentro con mi adversario Elcojus (El Coleccionista Justiciero). El gandul trabajaba por allí cerca, y se rajaba del laburo para hacer transacciones historietísticas conmigo. Yo, de paso, citaba en el lugar a otra gente, como el Oso Wainer, con quien luego partíamos a provincia -a hacer el dichoso “Moreira”, en esa época-, y que había quedado encantado con el lugar y su nombre. Cuanto más lo hubiera estado de saber, como yo me entero ahora, rastreando, que en su antiguo emplazamiento de la calle Vieytes, entre Suárez y Olavarría, los payadores, los cuarteadores, los criollos que trabajaban en las barracas, en los saladeros de las orillas del Riachuelo, hacían un alto para jugar un truquito o para tomar una caña (cito a Cristina Suárez, los interesados pueden leer más aquí).
El caso es que, volviendo al tema, Sapia estaba interesado en mis copias inéditas del indio, y allí nos encontramos por primera y única vez, si bien hemos mantenido, antes y después, intercambio epistolar (a los mails, puede calificárselos de epístolas?). Más allá de la transacción, charlamos tupido.
No podía dejar de aparecer el tema de la admiración común a la escuela franco-belga. Fue ahí que él menciona a Hergé. Siempre tuve reparos con el autor de Tintin, en base a las cuestiones ideológicas ampliamente difundidas, y sobre las cuales no vale la pena insistir aquí, lo cual me llevó a ignorar su creación. Se lo dije a Sapia y me contestó que me dejara de joder (no en ese tono, ya que es un muchacho muy respetuoso, pero me lo hubiera merecido), que si podía admirar la obra de Quinterno, pese a la faz reaccionaria de éste, era una boludez de mi parte (tampoco lo dijo así, pero lo dio a entender) perderme a Hergé. Reconozco ser muy prejuicioso en varias cuestiones, y no sólo atinentes al mundo de la historieta. Pero tengo a mi favor que la cerrazón cede ante argumentos lógicos y contundentes como el expuesto.
Desde entonces, gracias a Sapia, he empezado a interesarme por la obra del célebre belga. Me bajé todos los álbumes de Tintin de la Mula, pero como me cansa leerlos en pantalla, de a poco me los estoy comprando impresos y los examino con el detenimiento que merecen.
Descubrí que aparte de ser el padre de casi todos los que le siguieron en el dibujo por aquellos pagos, Hergé era un excelente guionista. Sus argumentos tienen un nivel de línea narrativa y una explotación de recursos humorísticos pocas veces vistos en la historieta de su estilo. Ni hablar de la aventura, del entrecruzamiento de historias y personajes en los distintos títulos, elementos que tomarían luego Franquín y Goscinny. En poco tiempo, desde la inicial Les Aventures de Tintín, reporter du Petit Vingtiéme, au pays des soviets, de 1929, donde el hilo argumental era débil, y las situaciones inconexas (y esto es reconocido por muchos -lo aclaro para que no se me acuse de parcialidad ideológica), Hergé adquiere una maestría formidable en el relato. Pero es de destacar, además, que la forma en la que narra se aparta en ocasiones del cuidado clasicismo que lo caracteriza y cobra dimensiones impensadas en él.
Hace poco, me topé con una secuencia de Le Secret de la Licorne (El Secreto del Unicornio), de 1942, que me dejó pasmado.
Aquí, el mecanismo de racconto que utiliza Hergé es sencillamente magistral. Lejos del tradicional borde redondeado que denota en el género el relato o el recuerdo (equiparable a los contornos difuminados, o el humo, en el cine clásico), desdeñando ese cliché, digo, aborda el monólogo del Capitán Haddock, desde un doble y paralelo plano de acción, mutando sin transiciones del presente al pasado. Logra así dotar al extenso relato de una tensión expositiva formidable, a la par de gags humorísticos muy eficaces. Es como si yuxtapusiese lenguajes teatrales y cinematográficos, en tanto el Capitán actúa lo que cuenta, tal como si estuviese en un escenario, pero al mismo tiempo lo que cuenta se ve. Y hasta se permite un tercer plano de relato, con la borrachera de Milú.
Especial mención para dos cuadritos: 1) el de la resistencia al abordaje, donde el antepasado del Capitán, adopta la postura de éste, según el que lo antecede; 2) el del retrato, donde asoma la cabeza de Haddock, en reemplazo de la del caballero de Hadoque. La fusión entre pasado y presente (no sólo gráfica, sino también conceptual) alcanza en ambos categoría de obra maestra.
Cabe apuntar, por último, que se dice (ver) que Le Secret de la Licorne fue uno de los álbumes preferidos de Hergé. Y que para los detalladísimos e impactantes dibujos de navíos, frecuentó el museo de la Marina de París, abrevando en documentación del siglo XVII.
Les regalo, a los no iniciados, la secuencia completa... En baja resolución, como para que corroboren mi análisis y corran a conseguir el álbum, que es lo que corresponde. Y después, si pueden, sigan con todo Hergé.
El consejo no me lo agradezcan a mí, sino a Pablito Sapia.
domingo, enero 27, 2008
HECTOR L. TORINO, EN FRANCIA!!!
El amigo César da Col me ha dado una inmensa alegría. Me anotició de un video, felizmente subido por Nando, en su blog (VER), de muy reciente data. Se trata del seguimiento de los eventos del Festival International de la Bande Dessinée de Angoulême, en una edición donde el gran José Muñoz presenta el sector destinado a la Argentina. Allí ocupa un lugar de privilegio el querido Héctor Torino, y su Conventillo. En el video, Muñoz explica para los franceses el valor sociológico, a más del artístico, de la creación. Por fin, Torino, aunque no sea en la Argentina, está en el sitial que le corresponde. Gracias, César! Gracias, Nando!.
FIERRO 1 - FIERRO 100: CRONICA DE UNA MUERTE ANUNCIADA
Eso de poner etiquetas a las notas en los blogs, siempre me pareció muy esquemático. Por lo menos a mí no me sirve, ya que mi forma de desarrollar los temas hace que inevitablemente vaya de una cosa a otra, dentro de un mismo post. Claro que cuando tengo que ubicarlos, me resulta bastante complicado. Andaba buscando dos notas en las que me refería a la vieja y a la nueva Fierro, a raíz de que la cuestión ha vuelto a cobrar vigencia aquí. La primera (ver) me resultó fácil de hallar, la segunda (ver) no, dado que estaba en el contexto del triunfo de Récord, en la encuesta por mí lanzada. Ambas datan de aproximadamente un año.
Releyéndolas descubro que la molestia por la irregularidad de la revista y por la arbitrariedad conque Sasturain elige sus colaboradores y contenidos, han ido creciendo en mí con el correr de los números. Lo que antes fue un voto de confianza, se ha transformado en decepción. No creo que el director llegue en esta nueva etapa siquiera a los 47 números de la anterior.
Releyéndolas descubro que la molestia por la irregularidad de la revista y por la arbitrariedad conque Sasturain elige sus colaboradores y contenidos, han ido creciendo en mí con el correr de los números. Lo que antes fue un voto de confianza, se ha transformado en decepción. No creo que el director llegue en esta nueva etapa siquiera a los 47 números de la anterior.
Teniendo ahora en mis manos el ejemplar Nº 100 de aquella época, se me ocurrió contrastarlo con el Nº 1, como forma de evaluar en donde empezó y en qué terminó la antigua Fierro, más allá del cambio de director. No se me escapa que el procedimiento resulta arbitrario como método de análisis, pero de lo que sucedió en el medio ya me ocupé en la primera de las notas citadas.
Ambos números, 1 y 100, llevan tapas de Chichoni, quien junto con El Tomi, han sido los mejores ilustradores de portadas de la revista. Uno las veía y daban ganas de comprarla, más allá del contenido. No puedo dejar de reiterar que la de Liniers, en el ejemplar de este mes, produce el efecto exactamente contrario.
La Nº 1 anunciaba a Moebius, "La batalla de las Malvinas", Altuna, poster de Salinas, Fontanarrosa, Albiac/Saborido, Piglia/Breccia (h), un Oesterheld inédito, Muñoz/Sampayo, Nine/Dalmiro Saénz, Peiró.
La herencia de la primera etapa de SuperHumor, en la que Sasturain había sido jefe de redacción, era evidente. Pero la uno de Fierro superaba a aquella publicación. Es una acabada muestra de como puede hacerse una revista de historietas de calidad, que respete el intelecto de los lectores, combinando consagrados con recién llegados. Que no faltan en ese número y resultan buenos (Chichoni es justamente uno de ellos), pero que -desgraciadamente- fueron más adelante eclipsados por otros, deplorables, o que involucionaron, como el caso de Max Cachimba.
Una de las pautas del buen criterio de selección de Sastu en ese entonces, está dada por el rescate de “El otro Dr. Fogg”, una extraordinaria serie que había quedado inconclusa en la Bang de Blotta, y que ya me había llamado poderosamente la atención en su momento.
Por lo demás, la enunciación de creadores, exime de cualquier otro comentario.
Ahora bien...en el Editorial, el director marca las diferencias generacionales, las de formas y contenidos en la historieta, y afirma que todo eso suma. Grave error, a mi entender. El huevo de la serpiente. Aunque sus primeros números resultan inobjetables, Fierro terminó siendo una revista que no conformaba a nadie. Ni a los de gustos clásicos, ni a los amantes de lo experimental. Ni a los de izquierda ni a los de derecha. En la actualidad la mezcolanza sigue, aunque con un decidido vuelco hacia formas seudo-vanguardistas y contenidos nulos. No tengo nada en contra de que hagan una publicación para pendejos descerebrados. Pero eso sí, que abandonen definitivamente aquello que tiene que ver con otro perfil de público, de modo que uno sepa a qué atenerse. Yo, si compro (si cometiera la estupidez de comprar, aclaro) Gente o Caras, se exactamente lo que voy a recibir a cambio.
Pero no nos vayamos de tema.
Pasemos a como terminó la vieja Fierro, ya con Sasturain lejos de la dirección desde hacía tiempo.
No se puede obviar el dato de que habían pasado ocho años. Y en la Argentina. Y en aquella Argentina. Porque el período que va desde el retorno de la democracia a los comienzos del menemato, significó no sólo una profunda transformación económica, sino también cultural. No se pueden disparar, entonces, todos los dardos contra la agonizante Fierro. Sí contra Cascioli, que miente en forma descarada desde el Editorial del 100, diciendo que la noticia del cierre de la publicación llegó en forma abrupta, siendo él mismo su director para ese entonces. Por otra parte, en el número 99 finalizaron todas las series y en la portada del 100 se anuncia, por primera vez, “Historietas completas”. El fin se sabía de antemano. Cascioli siempre hizo lo que quiso con sus publicaciones, cagándose en los lectores. El giro brutal de SuperHumor es prueba acabada de ello. Lo que relato en la nota de hace un año sobre Caín es otra.
El contenido de la revista no está mal. Se nota que en la últisima etapa, han tratado de elevar la puntería. Pero desordenadamente, como manotazo de ahogado. “Alice in Timeland”, de Forcadell (dónde anda ahora esta mina?), por ejemplo, es excelente. Y no se puede decir que se trate de una historieta clásica. Lo mismo, por supuesto, que El Tomi, que todavía hacía poesía ilustrada en “Polenta con pajaritos”. “El patito Saubón”, de Nine siempre me atrajo por el dibujo magistral, pero su narrativa, que pretende jugar con el absurdo y con la sátira de géneros, características constantes en el autor, nunca pasó de la trivialidad más absoluta. Ya he dicho que rescato a Max Cachimba de entre la pobreza general de su generación, al menos en aquella etapa. Las dos páginas a color de Noé, soberbias (en otra historieta no convencional, aclaro). Y hay dos narraciones extensas y bastante clásicas, que bien podrían haberse publicado en Skorpio -lo que marca el rumbo errático-, con buenos dibujos de Taborda y Lalía, pero ambas con guiones menores de Albiac. Un autor irregular, Albiac. Capaz de joyitas como "...Fogg", pero que a menudo caía en argumentos tanto previsibles como rebuscados. Tati hacía exactamente lo mismo que ahora, pero con muchas menos páginas y en blanco y negro. Así pasaba desapercibido, al menos. Resulta llamativo que de Muñoz aparezcan sólo dibujos sueltos, pertenecientes a una larga historieta en elaboración, a modo de homenaje. Se dice que es porque "Sudor Sudoca" estuvo desde el principio en Fierro y no podía faltar en el 100. Pero intuyo que la verdadera razón radicaba en que se sabía muy bien que la revista llegaba a su fin, y que si se comenzaba la publicación de la serie, nunca iba a completarse.
Una nota distintiva la da otro final, el del concurso de fanzines. Allí aparece como ganador Pablo Sapia, de apenas 22 años por entonces. He tenido la oportunidad de conocerlo personalmente, aparte de admirar su trabajo. Es un tipo verdaderamente formado en la historieta. Sabe de qué va el género. No se ocupa solamente de hacer dibujitos. Qué lástima que haya llegado tarde a Fierro. Supongo que Sastu no compró el número 100. Quiero creer que de haberse enterado de la existencia de Sapia lo hubiese convocado ahora.
Finalmente, lo que denota la desorientación general en que había caído la publicación (y que en parte atribuyo al cambio cultural en ciernes, como apunté), es un reportaje, un debate coordinado por Eduardo Orestein. También conozco a Orestein por haber sido cliente suyo en la Bond Street y el local de Almagro. Es otro tipo formado, y las preguntas que hace aquí son inteligentes. El problema son algunas respuestas.
El tema pasaba por los límites de la experimentación, el pasaje a la profesionalidad, qué significa ésta, la extinción de los guionistas, etc. Como se advertirá, una problemática muy amplia y que -viendo lo que se publica actualmente en Fierro- sigue teniendo vigencia. Y lo que expresan ahí algunos de los que continúan en la revista corrobora, por lo que hacen hoy día, que no han avanzado nada en su confusión.
Ambos números, 1 y 100, llevan tapas de Chichoni, quien junto con El Tomi, han sido los mejores ilustradores de portadas de la revista. Uno las veía y daban ganas de comprarla, más allá del contenido. No puedo dejar de reiterar que la de Liniers, en el ejemplar de este mes, produce el efecto exactamente contrario.
La Nº 1 anunciaba a Moebius, "La batalla de las Malvinas", Altuna, poster de Salinas, Fontanarrosa, Albiac/Saborido, Piglia/Breccia (h), un Oesterheld inédito, Muñoz/Sampayo, Nine/Dalmiro Saénz, Peiró.
La herencia de la primera etapa de SuperHumor, en la que Sasturain había sido jefe de redacción, era evidente. Pero la uno de Fierro superaba a aquella publicación. Es una acabada muestra de como puede hacerse una revista de historietas de calidad, que respete el intelecto de los lectores, combinando consagrados con recién llegados. Que no faltan en ese número y resultan buenos (Chichoni es justamente uno de ellos), pero que -desgraciadamente- fueron más adelante eclipsados por otros, deplorables, o que involucionaron, como el caso de Max Cachimba.
Una de las pautas del buen criterio de selección de Sastu en ese entonces, está dada por el rescate de “El otro Dr. Fogg”, una extraordinaria serie que había quedado inconclusa en la Bang de Blotta, y que ya me había llamado poderosamente la atención en su momento.
Por lo demás, la enunciación de creadores, exime de cualquier otro comentario.
Ahora bien...en el Editorial, el director marca las diferencias generacionales, las de formas y contenidos en la historieta, y afirma que todo eso suma. Grave error, a mi entender. El huevo de la serpiente. Aunque sus primeros números resultan inobjetables, Fierro terminó siendo una revista que no conformaba a nadie. Ni a los de gustos clásicos, ni a los amantes de lo experimental. Ni a los de izquierda ni a los de derecha. En la actualidad la mezcolanza sigue, aunque con un decidido vuelco hacia formas seudo-vanguardistas y contenidos nulos. No tengo nada en contra de que hagan una publicación para pendejos descerebrados. Pero eso sí, que abandonen definitivamente aquello que tiene que ver con otro perfil de público, de modo que uno sepa a qué atenerse. Yo, si compro (si cometiera la estupidez de comprar, aclaro) Gente o Caras, se exactamente lo que voy a recibir a cambio.
Pero no nos vayamos de tema.
Pasemos a como terminó la vieja Fierro, ya con Sasturain lejos de la dirección desde hacía tiempo.
No se puede obviar el dato de que habían pasado ocho años. Y en la Argentina. Y en aquella Argentina. Porque el período que va desde el retorno de la democracia a los comienzos del menemato, significó no sólo una profunda transformación económica, sino también cultural. No se pueden disparar, entonces, todos los dardos contra la agonizante Fierro. Sí contra Cascioli, que miente en forma descarada desde el Editorial del 100, diciendo que la noticia del cierre de la publicación llegó en forma abrupta, siendo él mismo su director para ese entonces. Por otra parte, en el número 99 finalizaron todas las series y en la portada del 100 se anuncia, por primera vez, “Historietas completas”. El fin se sabía de antemano. Cascioli siempre hizo lo que quiso con sus publicaciones, cagándose en los lectores. El giro brutal de SuperHumor es prueba acabada de ello. Lo que relato en la nota de hace un año sobre Caín es otra.
El contenido de la revista no está mal. Se nota que en la últisima etapa, han tratado de elevar la puntería. Pero desordenadamente, como manotazo de ahogado. “Alice in Timeland”, de Forcadell (dónde anda ahora esta mina?), por ejemplo, es excelente. Y no se puede decir que se trate de una historieta clásica. Lo mismo, por supuesto, que El Tomi, que todavía hacía poesía ilustrada en “Polenta con pajaritos”. “El patito Saubón”, de Nine siempre me atrajo por el dibujo magistral, pero su narrativa, que pretende jugar con el absurdo y con la sátira de géneros, características constantes en el autor, nunca pasó de la trivialidad más absoluta. Ya he dicho que rescato a Max Cachimba de entre la pobreza general de su generación, al menos en aquella etapa. Las dos páginas a color de Noé, soberbias (en otra historieta no convencional, aclaro). Y hay dos narraciones extensas y bastante clásicas, que bien podrían haberse publicado en Skorpio -lo que marca el rumbo errático-, con buenos dibujos de Taborda y Lalía, pero ambas con guiones menores de Albiac. Un autor irregular, Albiac. Capaz de joyitas como "...Fogg", pero que a menudo caía en argumentos tanto previsibles como rebuscados. Tati hacía exactamente lo mismo que ahora, pero con muchas menos páginas y en blanco y negro. Así pasaba desapercibido, al menos. Resulta llamativo que de Muñoz aparezcan sólo dibujos sueltos, pertenecientes a una larga historieta en elaboración, a modo de homenaje. Se dice que es porque "Sudor Sudoca" estuvo desde el principio en Fierro y no podía faltar en el 100. Pero intuyo que la verdadera razón radicaba en que se sabía muy bien que la revista llegaba a su fin, y que si se comenzaba la publicación de la serie, nunca iba a completarse.
Una nota distintiva la da otro final, el del concurso de fanzines. Allí aparece como ganador Pablo Sapia, de apenas 22 años por entonces. He tenido la oportunidad de conocerlo personalmente, aparte de admirar su trabajo. Es un tipo verdaderamente formado en la historieta. Sabe de qué va el género. No se ocupa solamente de hacer dibujitos. Qué lástima que haya llegado tarde a Fierro. Supongo que Sastu no compró el número 100. Quiero creer que de haberse enterado de la existencia de Sapia lo hubiese convocado ahora.
Finalmente, lo que denota la desorientación general en que había caído la publicación (y que en parte atribuyo al cambio cultural en ciernes, como apunté), es un reportaje, un debate coordinado por Eduardo Orestein. También conozco a Orestein por haber sido cliente suyo en la Bond Street y el local de Almagro. Es otro tipo formado, y las preguntas que hace aquí son inteligentes. El problema son algunas respuestas.
El tema pasaba por los límites de la experimentación, el pasaje a la profesionalidad, qué significa ésta, la extinción de los guionistas, etc. Como se advertirá, una problemática muy amplia y que -viendo lo que se publica actualmente en Fierro- sigue teniendo vigencia. Y lo que expresan ahí algunos de los que continúan en la revista corrobora, por lo que hacen hoy día, que no han avanzado nada en su confusión.
Arranca Orestein, planteando: "En la historieta moderna, dice Jordi Bernet, está experimentando un grupo de gente que en definitiva no tiene talento para nada; dibujos feos y mal hechos y aunque pretendan otra cosa, sólo son dibujos feos y mal hechos..."
Toma la posta El Marinero Turco, que es quien más interviene en todo el debate (la cantidad de intervenciones es inversamente proporcional a la sensatez de sus dichos): "Yo para seguir con las citas haré una de Cachimba, que dice que ante una vaca, Pedro dibujará un sorete verde, y será bello, otro dibujará a la vaca muy chiquita y atrás una puesta de sol, y todas serán páginas memorables, y sigue diciendo que la historieta tiene que mutar, continuamente uno ve historietas herméticas que lo rechazan y a la vez tratan de seducirlo."
...Y no lo logran nunca, agregaría yo. Como se ve, todo un filósofo de la historieta, Cachimba (otra que Bernet! quién lo conoce a ése?). Explica que haya llegado a donde llegó... al arte de ser un pelotudo. Pero en su favor, hay que decir que antes había hecho algunas cosas buenas, lo que nunca logró su apóstol, El Marinero Turco.
En fin, para qué vamos a seguir... La confusión a la que hago referencia incluye a Sasturain, que no es ningún pendejo... o para no cargar las tintas sobre él, a la publicación. Alguien que dice pertenecer a ella afirma, en un comentario en este blog, que es el diario el que marca el ritmo. A pesar de la dudosa procedencia de dicho anónimo, es posible que así sea y que el director no decida tanto. Los seudo-progres de Página, por ejemplo, han sostenido y entronizado a Rep, lo que de por sí es indicador de un lamentable criterio. Creo que cuando quieran corregir el rumbo de Fierro, ya va a ser tarde, y no en el número 100, sino mucho antes. Por eso, sería bueno que decidan ahora.
La cuestión pasa por elegir, por un lado, a Liniers, El Marinero Turco, Tati, El Niño Rodríguez, Gustavo Sala, Quattordio (cada vez más insufrible, ya da verguenza ajena), Maitena, Rep, el hijo de Nine imitando (y mal) las intrascendencias del padre, las pajerías a las que ahora se dedica El Tomi, las incoherencias de Crist, el arte de ser un pelotudo como el actual Max Cachimba, etc. Uniformidad absoluta en la vacuidad... Hay pendejos descerebrados que aplaudirían a rabiar esta elección!
O, por el otro, quedarse con los tres últimos nombrados, pero haciendo lo que mejor saben hacer, más Trillo, Grillo, Sáenz Valiente, Mandrafina, Birmajer, Flores, Lucas Varela, Giménez, Copi (deberían reeditarlo todo), Maicas, Sanz, Jok, Túnica, De Santis, Altuna, los hermanos Breccia (Enrique, siempre y cuando no se desbarranque en lo ideológico), incluso Alcobre, incluso Minaverry... Y de paso ver en qué anda gente como Sapia o Forcadell, hacerles un llamadito. Es una interesante mezcla, me parece, de nuevos y consagrados, de clasicismo y experimentación...
Son dos revistas distintas. Para dos públicos distintos. El agua y el aceite no se juntan, no suman.
En fin, para qué vamos a seguir... La confusión a la que hago referencia incluye a Sasturain, que no es ningún pendejo... o para no cargar las tintas sobre él, a la publicación. Alguien que dice pertenecer a ella afirma, en un comentario en este blog, que es el diario el que marca el ritmo. A pesar de la dudosa procedencia de dicho anónimo, es posible que así sea y que el director no decida tanto. Los seudo-progres de Página, por ejemplo, han sostenido y entronizado a Rep, lo que de por sí es indicador de un lamentable criterio. Creo que cuando quieran corregir el rumbo de Fierro, ya va a ser tarde, y no en el número 100, sino mucho antes. Por eso, sería bueno que decidan ahora.
La cuestión pasa por elegir, por un lado, a Liniers, El Marinero Turco, Tati, El Niño Rodríguez, Gustavo Sala, Quattordio (cada vez más insufrible, ya da verguenza ajena), Maitena, Rep, el hijo de Nine imitando (y mal) las intrascendencias del padre, las pajerías a las que ahora se dedica El Tomi, las incoherencias de Crist, el arte de ser un pelotudo como el actual Max Cachimba, etc. Uniformidad absoluta en la vacuidad... Hay pendejos descerebrados que aplaudirían a rabiar esta elección!
O, por el otro, quedarse con los tres últimos nombrados, pero haciendo lo que mejor saben hacer, más Trillo, Grillo, Sáenz Valiente, Mandrafina, Birmajer, Flores, Lucas Varela, Giménez, Copi (deberían reeditarlo todo), Maicas, Sanz, Jok, Túnica, De Santis, Altuna, los hermanos Breccia (Enrique, siempre y cuando no se desbarranque en lo ideológico), incluso Alcobre, incluso Minaverry... Y de paso ver en qué anda gente como Sapia o Forcadell, hacerles un llamadito. Es una interesante mezcla, me parece, de nuevos y consagrados, de clasicismo y experimentación...
Son dos revistas distintas. Para dos públicos distintos. El agua y el aceite no se juntan, no suman.
No se trata de lectores vanguardistas vs. lectores trogloditas. Se trata de calidad y contenido, por un lado, o berretada y estupidez, por el otro.
Entendés, Sasturain? Entienden, los seudo-progres de Página?... O quieren continuar confundidos?
Si es así, Sastu, seguí disfrazando tus contradicciones -o tu subordinación- con pobres ironías hacia los que critican, desde los editoriales que escribís en cada decadente número de la actual Fierro... mientras dure la revista , o mientras dures en el puesto.
Y creéme que yo quisiera que duren ambos.
sábado, enero 26, 2008
NO PIERDAN EL TIEMPO... NO DISCUTO
Bien... he vuelto a La Plata. De mi segundo viaje a la Costa no me traje nada nuevo. Una porque no hay, otra porque no recorrí. Me quedé encerrado en el dpto., mirando el mar, y escribiendo una obra de teatro. Las pocas veces que salí, fue para varear a mi hija más chica y a una amiga, a las que llevé allá por unos días. Hoy anduve por Capital, y llamé a Alí Babá, pero tenía la cueva cerrada. Desde diciembre vengo pidiéndole que separe de sus tesoros un material que me interesa, pero no he tenido suerte hasta el momento. Ante el fracaso, pasé por el Club, y comprobé que El Tony sigue tan simpático como siempre, aunque sus precios lo sean cada vez menos. Me alcanzó para la Fierro Nº 100, que es de las pocas que me faltaban, y no la compraba porque -dada su escasa tirada- cotiza bastante más arriba que las otras, para una Capicúa Nº 28 (consigo de esa franja de numeración por una cuarta parte de lo que pagué hoy) y una Fabián Leyes, también cara. O sea, El Tony me agarró débil. O como dice mi amiga, la españolada Osa, tenía “un mono” de historietas antiguas. Aunque sumando en favor de El Tony hay que decir que me hizo el consabido descuento, que yo usé tontamente para traerme el último tomito de El Negro Blanco, que ya tenía (error de anotación en mis desordenadas listas). Así que si alguno quiere el 6, ya sabe: lo tengo repetido y lo cambio por otra cosita o lo vendo al costo. Esto por unos días, porque en mi próximo viaje, si no hay eco, lo devuelvo y hago valer ese crédito en el Club... En fin, verán que estoy de lo más coloquial. Es que, en serio, no tengo ganas de pelear al pedo este año con los woodianos, o los quinternianos, o los donaldistas, o como pareciera insinuarse ahora, con las nuevas generaciones que gustan de la línea de la actual Fierro. Si les gusta, muchachos, todo bien. Lo mío no es gusto, sino que se trata de real conocimiento de que Liniers, Quattordio, El Marinero Turco no hacen ni arte, ni historieta, ni un carajo. Lo de ellos es pelotudez pura y simple. Distinto es el caso de otros buenos dibujantes que no saben narrar y lo disimulan bajo el supuesto paraguas de narrativas experimentales. Yo algo se, creánme, de ese tipo de narrativas... Nada. No se trata de gustos, chicos. Ni de prejuicios. Lucas Varela, por ejemplo, me parece interesante haciendo “El Síndrome Guastavino”, que es lo mejor que trae la revista actualmente, lo cual no es demasiado decir (ya expresé mis reparos con respecto a cierto grado de delectación morbosa de Trillo en estos temas). Pero el guión ordena al dibujante y su estilo aliviana una historia que, expresada en otro trazo, sería insoportable. También tiene coherencia estética con el relato, desde el punto de vista de la afición del protagonista por las muñecas, como lo tenía el estilo usado por Grillo en la historieta que llevaba su nombre junto al del guionista (lo mejor de la nueva Fierro, hasta ahora), y que se adentraba en el mundo de las pesadillas de la infancia. Nadie puede decir que las dos citadas sean historietas “tradicionales”. O sea que ese argumento, en mi contra, tampoco vale. La mayor experimentación en la historieta argentina, la llevó a cabo, hasta ahora, el viejo Breccia -fallecido hace casi quince años- en su último período, adaptando a Lovecraft, Sábato, Quiroga. También en “Viajero de Gris”. Forzó los cuadritos hasta donde se le antojó... desde el collage, a la abstracción pura... Y los resultados son magistrales. Aparte de la razón que Breccia era un artista dedicado a un género que rara vez (sólo cuando lo agarran tipos como él) es arte, porque siempre tuvo en claro que había que narrar, sea en el estilo que fuera. Lo que no significa, como se me acuso en algún grupo, que yo defienda una narrativa convencional, aún cuando admita variantes expresivas en el dibujo. No. Reconozco que me gusta más Trillo que, por ejemplo, María Alcobre en su faz de guionista de “La Nena”. Pero otorgo valor a su variante impresionista de relato. O sea, repito, no se trata de gustos, muchachos. Se diferenciar cuando existe un código coherente, aunque a mí no me mueva un pelo, de cuando quieren encajarme cualquier verdura, so pretexto de la “experimentación”. Pero si a ustedes les gusta, insisto, está todo bien. Yo, de gustos, no discuto. No discuto de nada, en realidad. Tiro mis opiniones, las fundamento, exhibo mis avales (que me importa un carajo si creen suficientes o no) y los dejo que discutan ustedes. Si alguno aparece con un argumento sólido, de cualquier tema, que ponga en crisis los míos, entonces sí. Si ando con ganas y tiempo, me dedicaré a considerarlo y a debatir. Hubo demasiado debate estéril aquí el año pasado. Como respondí a un comentario del estimado Atilio: después no se dan por enterados. Quiero decir: cuando trato de ordenar los caóticos intentos de refutarme, y doy clases magistrales sobre el tema, como en el caso Quinterno, todos miran para otro lado. El larguísimo post que escribí a principios de diciembre ( ver ) dando pruebas de todas y cada una de mis afirmaciones anteriores respecto a la influencia de Disney en el creador de Patoruzú, sólo mereció 1 (un) comentario. Casi dos meses después. Y proveniente de alguien que no tuvo participación en el arduo debate que llenó casillas de furibundas críticas. Cuando ví que -una vez publicado- seguían chicaneando y pregunté si lo habían leído, se me respondió que era demasiado largo y aburrido y que yo terminaba ganando por cansancio. No es serio, convengamos... Ahora constato, por ejemplo, que un muchachito exitista e ignorante, titula en su página, respecto a Quinterno, “El Disney argentino”. Es el mismo muchachito exitista e ignorante que vino aquí a aplaudir a Amillan, en medio de la discusión. Supongo que sólo para joder, para meter la púa. O quizá con la vana esperanza de que alguien pueda llegar a ganarme una, cosa que él jamás podría hacer, y hasta ahora -modestia aparte- muy pocos lograron en los asuntos que nos ocupan. Sí en cuestión de datos, por supuesto, que puedo carecer de muchos. No en el plano reflexivo. Y no se trata de astucia para refutar, sino de capacidad analítica. Pero no me quiero ir de tema... A qué se debe el cambio del muchachito exitista e ignorante? Se convenció de todas las razones que expuse? No. El muchachito exitista e ignorante titula ahora “El Disney argentino”, porque lo dijo Sasturain en el prólogo del libro de Isidoro. Y él supone que Sasturain es una autoridad en la materia. Y encima, cree que calificar a Quinterno de “El Disney argentino”, es un enorme elogio. Por eso, muchachos: contra ese nivel de razonamiento no hay nada que hacer... Acostumbro a discutir con gente que tiene un mínimo de autoridad y honestidad intelectual. Lo otro que -mea culpa- hice, es una chiquilinada de mi parte. O tirar margaritas a los chanchos, como encabecé un editorial. O la utopía de pensar que puede llegar a primar el razonamiento por sobre envidias y revanchismos. Sigan creyendo en los nombres “prestigiosos”, en lo que les venden los medios... Yo jamás compré los valores del sistema. Sigan creyendo que lo de la Fierro es expresión de la “nueva historieta”... Para mí es basura seudo-experimental de la generación post-procesista. Seguí creyendo, mi querido Atilio, que Torino era un pobre tipo que no pegaba una en la animación, que Divito no está inflado y que Betty Boop no tiene nada que ver con el asunto... Yo, respetuosamente, disiento. Pero no discuto. Me dedico a contar que he vuelto a La Plata y que de mi segundo viaje a la Costa no me traje nada nuevo...
sábado, enero 19, 2008
HECTOR L. TORINO, ILUSTRADOR: JUAN MONDIOLA
Tal como lo anticipé en el post anterior, acabo de concretar la adquisición más importante de este recién estrenado 2008.
Se trata de un libro que había visto en Feria Franca a último momento, antes de partir a la costa, y por esa razón no oferté. Los mercaderes suelen ponerse pesados con el tema del tiempo que se tarda en ir a buscar el producto. Incluso hacen advertencias del tipo: “Si no se retira en cuatro días se procederá a calificar negativo y a republicar”. Pero quién mierda se creen que son!!!(aclaro que ésta es pura digresión, ya que no le cabe el sayo al librero del caso, fue simple prurito mío, a fin de evitarme inconvenientes).
Corría el riesgo, por supuesto, de que alguno se avivara de la joyita que se ofertaba y me ganara de mano. Confié en que solo un espíritu muy cultivado podría llegar a enterarse de qué se trataba. Y esos espíritus, demás está decirlo, no abundan. Encima, el artículo no llevaba foto. La mayoría de los coleccionistas, si no ven foto o una acabada descripción del producto, desconfían. Yo, por el contrario, los mejores negocios de mi vida -en la web, debo precisar- los hice con artículos sin foto y con pobrísimas descripciones.
La intuición no me falló y el libro seguía intacto a mi vuelta. Oferté, y en una rápida operación, con la misma guita que recibí por la Cariseca Nº 2 (un lujo Luis, el comprador) fui a retirarlo.
El volumen, editado en 1954, tiene un doble valor. En primer lugar, se trata de una compilación de textos de un personaje que gozó durante décadas, de enorme popularidad: Juan Mondiola.
Se debió a la pluma de Miguel Angel Bavio Esquiu, y vió la luz por primera vez a mediados de los ’40, en la revista Rico Tipo. En el sitio www.learevistas.com, se narran los inicios del personaje: “Divito convoca a su revista a Miguel Angel Bavio Esquiu, a quien admiraba enormemente. Bavio le trae un texto con un personaje recién horneado, Juan Mondiola. Al verlo Divito se entusiasma y se apresta a ilustrarlo, pero a Bavio no le gusta el dibujo, por lo cual, molesto y despectivo, dice: "Bueno, que lo haga Pedro". Pedro Seguí estudió muy bien el personaje ya que era la primera oportunidad que se le presentaba de ver sus trabajos impresos. Bavio quedó muy contento con el muñeco, convirtiéndose así en la imagen indiscutida de Juan Mondiola. Diariamente se recibían en la redacción de Rico Tipo infinidad de cartas en las que se pedían consejos sentimentales, no al escritor sino al personaje.”
Ignoro si Juan Mondiola apareció desde el primer número de Rico Tipo. El ejemplar más antiguo que poseo de la revista es el 17, del 8 de marzo del ’45, y de allí extraigo la página, ilustrada efectivamente, por Seguí.
Pero la fama del personaje trascendió la publicación y llegó incluso al cine. En 1950 se estrenó, con dirección de Manuel Romero una película que llevaba su nombre, protagonizada por Juan José Míguez.
Y hay más...
Siempre comento estos hallazgos con mi amigo Wainer, el memorioso, que me aportó en la ocasión las estrofas de un tango. Se trata de “DON JUAN MONDIOLA” con letra y música de Oscar Arona:
“Juan Mondiola
vos que tenes experiencia
y haces arte de esa ciencia
que se llama seducción,
Che "Juancito"
explicamele a este preso
la emoción que brinda un beso
cuando talla el corazón.
Perdoname
si en compás de 2 x 4
este milonguero nato
te quiera el parche batir
Pero viejo
hay que hacer comparaciones
pa' que aprendan los varones
como tienen que vivir.”
O sea que hasta aquí, el costo del libro (que no regateé esta vez, aclaro) estaba sobradamente justificado.
Pero lo que realmente hizo que mi mirada de coleccionista se posara en él, es que tanto la portada como el interior, estuvieran ilustrados por Torino, tal como se describía en el anuncio.
Quise, obviamente, corroborarlo in situ, ya que contradecía el dato que el ilustrador del personaje había sido Seguí.
Efectivamente, el volumen cuenta con numerosas ilustraciones del creador de Don Nicola, quien -sin abandonar del todo la caricatura- muestra aquí un estilo más “serio”.
La pista para explicar el cambio de dibujante la da la publicidad que aparece en el interior, y que reproduzco. Juan Mondiola se había pasado, para mediados de los ’50, a Avivato, publicación a la cual Torino, antes de tener editorial propia, estaba muy ligado. Prueba de ello es mi otra reciente adquisición, el Nº 1 de “Las Aventuras de Don Nicola”, al que sitúo por esa época (ver).
Obviamente que apenas si he ojeado el ejemplar. Pero aún así puedo decir que las ilustraciones son magníficas, y que corroboran algo que siempre pensé: las chicas de Torino, nada tienen que envidiarle a las de Divito. Observen la portada, si no...
Se trata de un libro que había visto en Feria Franca a último momento, antes de partir a la costa, y por esa razón no oferté. Los mercaderes suelen ponerse pesados con el tema del tiempo que se tarda en ir a buscar el producto. Incluso hacen advertencias del tipo: “Si no se retira en cuatro días se procederá a calificar negativo y a republicar”. Pero quién mierda se creen que son!!!(aclaro que ésta es pura digresión, ya que no le cabe el sayo al librero del caso, fue simple prurito mío, a fin de evitarme inconvenientes).
Corría el riesgo, por supuesto, de que alguno se avivara de la joyita que se ofertaba y me ganara de mano. Confié en que solo un espíritu muy cultivado podría llegar a enterarse de qué se trataba. Y esos espíritus, demás está decirlo, no abundan. Encima, el artículo no llevaba foto. La mayoría de los coleccionistas, si no ven foto o una acabada descripción del producto, desconfían. Yo, por el contrario, los mejores negocios de mi vida -en la web, debo precisar- los hice con artículos sin foto y con pobrísimas descripciones.
La intuición no me falló y el libro seguía intacto a mi vuelta. Oferté, y en una rápida operación, con la misma guita que recibí por la Cariseca Nº 2 (un lujo Luis, el comprador) fui a retirarlo.
El volumen, editado en 1954, tiene un doble valor. En primer lugar, se trata de una compilación de textos de un personaje que gozó durante décadas, de enorme popularidad: Juan Mondiola.
Se debió a la pluma de Miguel Angel Bavio Esquiu, y vió la luz por primera vez a mediados de los ’40, en la revista Rico Tipo. En el sitio www.learevistas.com, se narran los inicios del personaje: “Divito convoca a su revista a Miguel Angel Bavio Esquiu, a quien admiraba enormemente. Bavio le trae un texto con un personaje recién horneado, Juan Mondiola. Al verlo Divito se entusiasma y se apresta a ilustrarlo, pero a Bavio no le gusta el dibujo, por lo cual, molesto y despectivo, dice: "Bueno, que lo haga Pedro". Pedro Seguí estudió muy bien el personaje ya que era la primera oportunidad que se le presentaba de ver sus trabajos impresos. Bavio quedó muy contento con el muñeco, convirtiéndose así en la imagen indiscutida de Juan Mondiola. Diariamente se recibían en la redacción de Rico Tipo infinidad de cartas en las que se pedían consejos sentimentales, no al escritor sino al personaje.”
Ignoro si Juan Mondiola apareció desde el primer número de Rico Tipo. El ejemplar más antiguo que poseo de la revista es el 17, del 8 de marzo del ’45, y de allí extraigo la página, ilustrada efectivamente, por Seguí.
Pero la fama del personaje trascendió la publicación y llegó incluso al cine. En 1950 se estrenó, con dirección de Manuel Romero una película que llevaba su nombre, protagonizada por Juan José Míguez.
Y hay más...
Siempre comento estos hallazgos con mi amigo Wainer, el memorioso, que me aportó en la ocasión las estrofas de un tango. Se trata de “DON JUAN MONDIOLA” con letra y música de Oscar Arona:
“Juan Mondiola
vos que tenes experiencia
y haces arte de esa ciencia
que se llama seducción,
Che "Juancito"
explicamele a este preso
la emoción que brinda un beso
cuando talla el corazón.
Perdoname
si en compás de 2 x 4
este milonguero nato
te quiera el parche batir
Pero viejo
hay que hacer comparaciones
pa' que aprendan los varones
como tienen que vivir.”
O sea que hasta aquí, el costo del libro (que no regateé esta vez, aclaro) estaba sobradamente justificado.
Pero lo que realmente hizo que mi mirada de coleccionista se posara en él, es que tanto la portada como el interior, estuvieran ilustrados por Torino, tal como se describía en el anuncio.
Quise, obviamente, corroborarlo in situ, ya que contradecía el dato que el ilustrador del personaje había sido Seguí.
Efectivamente, el volumen cuenta con numerosas ilustraciones del creador de Don Nicola, quien -sin abandonar del todo la caricatura- muestra aquí un estilo más “serio”.
La pista para explicar el cambio de dibujante la da la publicidad que aparece en el interior, y que reproduzco. Juan Mondiola se había pasado, para mediados de los ’50, a Avivato, publicación a la cual Torino, antes de tener editorial propia, estaba muy ligado. Prueba de ello es mi otra reciente adquisición, el Nº 1 de “Las Aventuras de Don Nicola”, al que sitúo por esa época (ver).
Obviamente que apenas si he ojeado el ejemplar. Pero aún así puedo decir que las ilustraciones son magníficas, y que corroboran algo que siempre pensé: las chicas de Torino, nada tienen que envidiarle a las de Divito. Observen la portada, si no...