(El link donde se encuentra la encuesta cerrada, para corroborar resultados y consultar comentarios, es el siguiente: ver )
La muerte de Jorge Guinzburg me disparó una serie de asociaciones. Tanto él como Hanglin, Mactas y Dolina pertenecen a una generación que se dio a conocer a través de Satiricón. Me gustaban mucho entonces. Después, cada uno hizo carrera por caminos diferentes, y les fue bien. Todos han sido gente inteligente, y tuvieron habilidades específicas. Nótese que no menciono a Abrevaya, que murió muy joven, ni a Ulanovsky, que siempre se mantuvo dentro de los límites del periodismo, lo mismo que Trillo volcándose de lleno a la historieta. En cambio los citados en principio terminaron excediendo el marco de sus habilidades. Coquetearon con la actuación, la música, la literatura. Si bien fueron ampliamente celebrados, a mi juicio debieron quedarse con lo que mejor sabían hacer.
Aclaro que hablo desde lo creativo, porque Guinzburg, por ejemplo, que tenía la habilidad específica de ser un gran entrevistador y un tipo extremadamente ingenioso en la réplica, también fue muy hábil en la producción de espectáculos, pero -con todo el respeto que me merece su muerte- jamás tendría que haberse puesto en actor cómico. Ni Dolina pretender convertirse en filósofo o músico. Ni Hanglin debería haber subido nunca a un escenario. Tampoco Mactas haber tentado la literatura. Sin embargo, fueron probando poco a poco la receptividad de sus productos, y animados por los aplausos, se largaron a más de lo que podían.
No son los únicos en la Argentina, claro, ni siquiera los más relevantes. Ahí tenemos a Enrique Pinti, un mal actor de reparto en Nuevo Teatro, con la única virtud de hablar muy rápido, llenando salas durante décadas con sus lugares comunes que tanto gustan al medio pelo vernáculo. Y no sólo eso, también ha sido columnista en varios programas periodísticos.
Claro... Uno dice estas cosas, sobre todo en el caso de Guinzburg, con su reciente deceso, y llueven las acusaciones de “bárbaro”, “resentido”, “frustrado”, “mediocre”... En fin, me las banco. Tienen razón, muchachos. Sigo...
Creo que esta gente, aparte de algunas habilidades específicas, que han estirado hasta llegar casi a quebrarlas, tiene un carisma en ciertos sectores sociales que explica que les festejen cualquier cosa que hagan. Lo difícil es desentrañar en qué consiste ese carisma.
Opino que se nutre de cierta demagogia, tomada de la política, de hacerles creer a su público que determinados temas que pueden parecer complejos, no lo son tanto, en tanto en cuanto sean “traducidos” por ellos. Dolina es el ejemplo exacto. Su personaje de intelectual de barrio genera en su auditorio la falsa sensación de estar recibiendo información “importante”, “culta”, a través del humor y que por primera vez se entiende de qué se trata. Hay personas que afirman: “Todo lo que se de filosofía, se lo debo a Dolina”. Es decir, se crea la sensación de un falso conocimiento. De estar consumiendo inteligencia, de ser inteligentes. Y que el “conocimiento” puede ser amable, llevadero.
No es casual que estos fenómenos aparezcan en la era de la Internet, donde cualquier gil cree tener a su alcance la cultura universal.
Antes, la comicidad era comicidad y punto. Sandrini, el Dringue, Niní, Biondi, Pepe Arias, Olmedo jamás intentaron, junto con eso, vender otra cosa. No existía la etiqueta de “humor inteligente”. Ojo, a todos los nombrados se les escapaban genialidades que admitían y siguen admitiendo lecturas de gran complejidad. Pero ellos pasaban de largo de eso, eran “cómicos” y les dejaban los análisis a los demás.
Lo mismo pasa con los viejos humoristas gráficos y/o historietistas. Me imagino a Torino escuchándome perorar acerca de las implicancias sociológicas de Don Nicola, de sus cruces con géneros como el sainete o el grotesco... Con una sonrisita socarrona, terminaría diciéndome: “Sí, puede ser todo eso... Pero yo hago lo que me sale, muchacho. Me crié en un conventillo.”
Qué tiene que ver el largo prólogo con mi encuesta? Voy a eso...
Los cuatro más votados como insufribles son humoristas gráficos y/o historietistas que están en el candelero, y que publican en medios masivos. También editan libros recopilando sus trabajos. Tienen éxito. Opino que ese factor fue determinante para su lugar privilegiado en la votación, ya que, a mi juicio y salvando el justo primer puesto de Nik, no son los más insufribles de todos. Un Quattordio, con el grado de imbecilidad y grosería barata (pour épater les bourgeois) que exudan sus trabajos, nunca podría estar en la lista de insufribles por debajo de un Liniers, muchas veces sutil. Y obviamente que ciento trece votos no significan absolutamente nada frente a las multitudes que siguen a Nik, Maitena, Rep y Liniers.
Pero existe otro aspecto del análisis: cada uno, con sus características distintivas, intenta vender algo más que humor.
Reproduzco el comentario dejado por Cecilia (es raro que una mujer comente en este blog), una de las votantes: “Mi voto va x Liniers, Nik, Rep y Maitena, porq la gente cree q con ellos consume inteligencia, y es al revés”. No sé si es al revés, pero comparto la primera parte del aserto. Y la aclaración va porque, salvo en el caso de Nik, considero a los demás creadores inteligentes. Al menos, lo suficientemente inteligentes como para disimular con un barniz de supuesta profundidad las tiras adocenadas, las naderías, los lugares comunes, los estiramientos, en que muchas veces incurren. Es una lástima, porque -siempre exceptuando a Nik- tienen momentos buenos y hasta brillantes.
Se dirá que eso sucede con todo creador. De acuerdo, respondo. Y voy más allá, incluso: pongo el caso de Quino. Hablábamos de él hace poco con mi interlocutor válido favorito, Alberto Wainer, y decíamos que uno puede pasar distraídamente páginas y páginas de Quino, hasta que de pronto, algo lo deslumbra. Pero hete aquí -y en esto radica la gran diferencia- que Quino abandonó su obra más famosa en la cumbre de su popularidad. Según sus propias palabras, lo hizo porque le costaba mucho esfuerzo no repetirse, sufría con cada entrega. La dibujó solo diez años. En los treinta que pasaron desde su última tira, Mafalda ha seguido vigente, no solo aquí, sino en el mundo entero. O sea que Quino, de carecer de escrúpulos creativos, podría haber continuado con ella, triplicando, cuadriplicando, quintuplicando sus ingresos. Pero no respondió a las razones de mercado ni se dejó engañar por el aplauso fácil de las multitudes. Por el contrario, atendió sólo a sus necesidades creativas.
Sería impensable pretender hoy día que sus colegas más jóvenes lo imiten -también- en eso.
En fin... como le contesté a Liniers en un comentario, no soy tan tonto como para creer que mi encuesta tiene algún valor estadístico.
Ahora, saliendo de las cuatro paredes de este blog, sí puede deducirse de ella que tanto los votantes como quien suscribe estamos en absoluta minoría. Al igual que en otros tantos temas, muchísimo más importantes que la historieta, en lo que a mí respecta...