“EL HUEVO DE LA SERPIENTE”
Conocida fue, desde siempre, la obsesión de Quinterno por que los dibujantes y guionistas que se encargaban de sus personajes, cumplieran a rajatabla las instrucciones por él impartidas. Durante mucho tiempo Lovato estuvo a cargo de entrenar a la gente que se incorporaba al plantel, para que pudieran adecuarse al estilo impuesto por Quinterno.
De la época dorada de la editorial son estas instrucciones sobre Patoruzito, aportadas por Rubén Hernández, a través de Atilio Millán.
Hace un tiempo, Marcelo Niño, en su blog subió una curiosa página de un Patoruzú dibujado por Torino que fuera rechazado por Quinterno. En el comentario a ese post, el maestro Cilencio da una idea de como funcionaba la fábrica quinterniana: “plantarle a Quinterno, era más difícil que plantar cebollitas en Venus... tenía unas exigencias altísimas... y que me perdonen quienes aman a Patoruzú, pero me gusta más el dibujo, de lejos, de Torino, cuando dibujaba él mismo El conventillo de don Nicola, en la revista Aquí Está. El de Quinterno es una heladera, más por ser hecho en equipo, donde uno planta el lápiz, otro, pasa fondos a tinta, otro pule... etc.”
Es muy valioso también el testimonio de Hernández acerca de lo que fue la transición entre la última etapa de producción de originales y el comienzo de las reediciones, que él vivió personalmente.
Refiriéndose a Quartieri, relata: “...hacía Andanzas ya que era muy rápido y eficiente pero con un estilo más estilizado. Tendía a hacer los personajes más altos, lo que provocaba las rabietas de Quinterno, especialmente con Patoruzú. Los cortocircuitos con el equipo de dibujantes eran frecuentes en esa época y ciertos exabruptos no eran tolerados por los más jóvenes.”
Esta desconfianza y menosprecio -no se lo puede calificar de otra manera- que Quinterno tuvo desde siempre hacia sus empleados, y que lo llevaba a establecer rígidos parámetros, terminó adquiriendo su forma más perversa. Continúo con el jugosísimo aporte de Hernández: “Cuando se produjo el exódo de dibujantes (Chechi Saavedra, Torreiro, Paura, Valenti, Oscar Saavedra, luego Quartieri), quienes se fueron a trabajar con Héctor Urtiaga (que había partido antes a la Disney cómics) ya al frente del estudio montado por Jaime Díaz, los dibujantes que quedamos pensamos que se cerraba la editorial. Pero Quinterno había viajado a Europa como todos los inviernos y vino de allá con nuevas ideas, que consistían en la compra de modernas fotocopiadoras que imprimían en papel tipo fotolito los personajes, que luego se raspaban con Gillete y se corregían sobre el mismo papel. Seguidamente, ese papel se pegaba sobre las planchas (se eliminaban sombreros, botamangas y moños, se reemplazaban elementos por otros más modernos, al igual que los autos). Contrató un montón de secretarias que se encargaban de seleccionar los personajes y las diversas poses, proveyendo a los dibujantes a pedido. Demás está decir que las secretarias pasaron a ser más importantes que nosotros los dibujantes, eso creó un resquemor entre ellas y nosotros ya que se daban ínfulas por tener un trato cercano a Quinterno. Eso me hizo renunciar a la editorial, quedando entonces Sánchez, Borello, Moradei, Bustos, Romeu y Dowbley.”
De la mecánica industrial relatada a las reediciones simples y llanas, sólo hay un paso, que Quinterno terminó dando finalmente. Y si bien Hernández no precisa fechas, supongo que sucedió al poco tiempo que llegara de Europa con la “solución” para suplir dibujantes. El ejemplo gráfico del post anterior (“El Tata no se Borra”) revela que el procedimiento descrito es el mismo que se utilizó para reeditar.
De lo expuesto, se deduce que el huevo de la serpiente anidaba en la editorial desde muchísimo antes que la progenie del viejo asomara las narices por allí. Diría que desde el momento mismo en que Quinterno dejó sus personajes en manos de colaboradores, aunque sin confiar en ellos, negándoles la posibilidad de crear, a pesar de la altísima idoneidad que les exigía para incorporarlos. En consecuencia, la atribución de la decadencia de EDQ a los hijos del fundador, por la ineptitud con que se manejaban, resulta un erróneo lugar común. Muchos patoruzófilos se niegan a admitir que la responsabilidad la tuvo desde siempre el propio Quinterno. Yo mismo tenía dudas al respecto, si bien después de la charla con Susana Muzio, comencé a esbozar algunas hipótesis (ver), que veo ahora plenamente confirmadas, con el aporte de Hernández.
Incluso más. Atilio Millán me ha enviado una nota interna de puño y letra de Quinterno, datada en 1978 -o sea inaugurado ya el ciclo de reediciones- y dirigida al mencionado dibujante, fidedigna fuente de estos artículos. Atilio me señala: “Esta era la forma de comunicación predilecta del viejo, dejar un sobre con la misiva y, en este caso, recortes de expresiones del personaje para la práctica del dibujante. Firmaba 'Q.'”. Lo curioso es que las directivas que seguía impartiendo -de manera fría, patronal, como fue siempre su costumbre- sólo tenían como objeto la elaboración de portadas y alguna adaptación menor de las historietas, ya que para entonces había concluido definitivamente la etapa de producción de originales. Genio y figura...
De la época dorada de la editorial son estas instrucciones sobre Patoruzito, aportadas por Rubén Hernández, a través de Atilio Millán.
Hace un tiempo, Marcelo Niño, en su blog subió una curiosa página de un Patoruzú dibujado por Torino que fuera rechazado por Quinterno. En el comentario a ese post, el maestro Cilencio da una idea de como funcionaba la fábrica quinterniana: “plantarle a Quinterno, era más difícil que plantar cebollitas en Venus... tenía unas exigencias altísimas... y que me perdonen quienes aman a Patoruzú, pero me gusta más el dibujo, de lejos, de Torino, cuando dibujaba él mismo El conventillo de don Nicola, en la revista Aquí Está. El de Quinterno es una heladera, más por ser hecho en equipo, donde uno planta el lápiz, otro, pasa fondos a tinta, otro pule... etc.”
Es muy valioso también el testimonio de Hernández acerca de lo que fue la transición entre la última etapa de producción de originales y el comienzo de las reediciones, que él vivió personalmente.
Refiriéndose a Quartieri, relata: “...hacía Andanzas ya que era muy rápido y eficiente pero con un estilo más estilizado. Tendía a hacer los personajes más altos, lo que provocaba las rabietas de Quinterno, especialmente con Patoruzú. Los cortocircuitos con el equipo de dibujantes eran frecuentes en esa época y ciertos exabruptos no eran tolerados por los más jóvenes.”
Esta desconfianza y menosprecio -no se lo puede calificar de otra manera- que Quinterno tuvo desde siempre hacia sus empleados, y que lo llevaba a establecer rígidos parámetros, terminó adquiriendo su forma más perversa. Continúo con el jugosísimo aporte de Hernández: “Cuando se produjo el exódo de dibujantes (Chechi Saavedra, Torreiro, Paura, Valenti, Oscar Saavedra, luego Quartieri), quienes se fueron a trabajar con Héctor Urtiaga (que había partido antes a la Disney cómics) ya al frente del estudio montado por Jaime Díaz, los dibujantes que quedamos pensamos que se cerraba la editorial. Pero Quinterno había viajado a Europa como todos los inviernos y vino de allá con nuevas ideas, que consistían en la compra de modernas fotocopiadoras que imprimían en papel tipo fotolito los personajes, que luego se raspaban con Gillete y se corregían sobre el mismo papel. Seguidamente, ese papel se pegaba sobre las planchas (se eliminaban sombreros, botamangas y moños, se reemplazaban elementos por otros más modernos, al igual que los autos). Contrató un montón de secretarias que se encargaban de seleccionar los personajes y las diversas poses, proveyendo a los dibujantes a pedido. Demás está decir que las secretarias pasaron a ser más importantes que nosotros los dibujantes, eso creó un resquemor entre ellas y nosotros ya que se daban ínfulas por tener un trato cercano a Quinterno. Eso me hizo renunciar a la editorial, quedando entonces Sánchez, Borello, Moradei, Bustos, Romeu y Dowbley.”
De la mecánica industrial relatada a las reediciones simples y llanas, sólo hay un paso, que Quinterno terminó dando finalmente. Y si bien Hernández no precisa fechas, supongo que sucedió al poco tiempo que llegara de Europa con la “solución” para suplir dibujantes. El ejemplo gráfico del post anterior (“El Tata no se Borra”) revela que el procedimiento descrito es el mismo que se utilizó para reeditar.
De lo expuesto, se deduce que el huevo de la serpiente anidaba en la editorial desde muchísimo antes que la progenie del viejo asomara las narices por allí. Diría que desde el momento mismo en que Quinterno dejó sus personajes en manos de colaboradores, aunque sin confiar en ellos, negándoles la posibilidad de crear, a pesar de la altísima idoneidad que les exigía para incorporarlos. En consecuencia, la atribución de la decadencia de EDQ a los hijos del fundador, por la ineptitud con que se manejaban, resulta un erróneo lugar común. Muchos patoruzófilos se niegan a admitir que la responsabilidad la tuvo desde siempre el propio Quinterno. Yo mismo tenía dudas al respecto, si bien después de la charla con Susana Muzio, comencé a esbozar algunas hipótesis (ver), que veo ahora plenamente confirmadas, con el aporte de Hernández.
Incluso más. Atilio Millán me ha enviado una nota interna de puño y letra de Quinterno, datada en 1978 -o sea inaugurado ya el ciclo de reediciones- y dirigida al mencionado dibujante, fidedigna fuente de estos artículos. Atilio me señala: “Esta era la forma de comunicación predilecta del viejo, dejar un sobre con la misiva y, en este caso, recortes de expresiones del personaje para la práctica del dibujante. Firmaba 'Q.'”. Lo curioso es que las directivas que seguía impartiendo -de manera fría, patronal, como fue siempre su costumbre- sólo tenían como objeto la elaboración de portadas y alguna adaptación menor de las historietas, ya que para entonces había concluido definitivamente la etapa de producción de originales. Genio y figura...
Que bueno este post Miguel, este y el oreo de quien dibujaba cada cosa en patoruzu, increibles!!! te felicito, no solo por subir una imagen sino pr la informacion que detallas, todo muy interesante de leer y conocer. un abrazo
ResponderBorrarCreo que hay que ir ordenando, en la historieta argentina, datos que aparecen aquí y allá, pero que a más de estar dispersos, no recibieron el tratamiento que debían, en tanto vincularlos y reflexionar sobre ellos. Es lo que me propongo, en la medida de mis posibilidades, claro. Sobre EDQ y Universo habra más en el futuro, ya que la data aportada por Hernández y Millán es frondosa. Me toma tiempo procesarla porque, justamente, no quiero caer en lo anecdótico. Abrazo
ResponderBorrarMe voy a guardar los instructivos sobre cómo dibujar al indiecito, por si en un futuro se me ocurre hacer otra historieta apócrifa.
ResponderBorrar¿Estos Jpg te los pasó ahora Millan o ya los tenías de antes? Digo, me hubieran venido bien hace un par de años.
Me los pasó ahora. Si los querés en buena resolución, te los mando.
ResponderBorrarDale, mandámelos, hace rato que tengo ganas de hacer otro par de tiras con el indiecito y otros personajes de la historieta argentina.
ResponderBorrarTenkiu.
Hola Miguel! Me sumo al pedido de Tomas, si es posible.
ResponderBorrarEn animacion se los llama hojas modelo o modelsheets, donde uno ve las proporciones y posturas del personaje. Abrazo,
Enviado a ambos dos.
ResponderBorrarEstimado Miguel, sería posible que me enviaras a mi también las hojas modelo de Patoruzito en alta resolución? y si tuvieras otras de algún otro personaje del universo Patoruzó, también las recibiría encantado. Muchas gracias, Hernán
ResponderBorrar