Hace casi tres décadas, pisé por primera vez EDQ (para mí se va a llamar siempre EDQ, por más que haya mutado a Editorial Universo primero y a Los Tehuelches después). Me recibió amablemente un ejecutivo, cuyo nombre no recuerdo.
Sí recuerdo que le planteé que en el mercado del coleccionismo, los ejemplares de las épocas de oro se estaban encareciendo día a día, y que para los que nos teníamos que convertir a la fuerza en coleccionistas, porque nos interesaban las historietas, no el papel viejo, sería maravilloso que se reeditaran los antiguos títulos.
Me miró asombrado, y me dijo que era precisamente lo que estaban haciendo.
Entendí de inmediato que iba a ser imposible que nos entendiéramos.
Ya para la segunda mitad de los '70 se había dejado de producir material nuevo, y lo que subsistía en los kioscos era lo que dio en llamarse "Selección de las Mejores" (Andanzas de Patoruzú, Correrías de Patoruzito y Locuras de Isidoro). Obvio que no se trataba ni de lejos de "las mejores", sino de aquellas pertenecientes a la última y decadente etapa de originales. Si se las privilegiaba era por mero criterio utilitario: traían menos páginas, resultando más fácil adaptarlas (o sea, mutilarlas hablando en criollo). Se pasaba de 128 "episodios" –traducción: tiras- a 108. Y de 74 páginas a 66. Téngase en cuenta que las aventuras de la época dorada, a las que sí les cabía el calificativo de "mejores", traían 166 tiras, en 90 páginas, de ahí que eran descartadas casi por completo. La excepción la constituía alguna historia corta que antiguamente se completaba con otra en un mismo número.
Pero además –me he referido reiteradas veces al tema- el criterio de "adaptación" no pasaba solamente por la eliminación de una cantidad determinado de viñetas, sino por alteraciones ridículas de historias y personajes, que convertían a "Selección de las Mejores" en verdaderos engendros, de los que sólo se podía valorar las tapas de Montag y alguna que otra dibujada por Quinterno, cuando andaba con ganas.
Así y todo, varias generaciones crecieron leyendo esas revistas, y aún a sabiendas que eran un pálido reflejo de etapas inaccesibles, terminaron por incorporarlas a sus afectos.
Es preciso aclarar que a mi generación, que tuvo el privilegio de acceder a las "Inéditas!" en Correrías y Andanzas, también le toco leer historietas provenientes de los semanarios, que claramente se distinguían por el abrupto cambio en estilo de dibujo.
La editorial de Quinterno tiene un largo historial de re ediciones desde sus inicios mismos.
El número uno de Patoruzú semanal recogió la aventura inaugural del indio en el diario "El Mundo" y luego siguió con otras de la misma procedencia, bajo el título "Colección Patoruzú". Las primeras entregas de Andanzas y Correrías fueron a su vez compilaciones de las tiras del diario y los semanarios. Asimismo, el argumento del lanzamiento de Locuras de Isidoro, "Vivan los novios!", de 1968, es una re elaboración de "El Irascible Coronel", aparecida en el semanario del indio en el '39. Y podría seguir con los ejemplos…
Todo esto, menester es aclararlo, con un criterio muchísimo más respetuoso de los originales que el utilizado décadas más tarde.
O sea, re ediciones no faltaron. El tema es cómo se hicieron.
Vayamos a las últimas épocas, donde los herederos de Quinterno empezaron a contemplar que la obra del Pater Familias merecía mejor suerte que las revistitas que mes a mes languidecían en los kioscos, en cíclicos e incontables refritos de algo más de un centenar de historias, que poco tenían que ver con el talento del creador original.
En el año 2004, la Biblioteca Clarín de la Historieta dedica un volumen a Patoruzú. Se rescatan allí "El Aguila de Oro" y "Discípulo del Diablo", dos obras maestras debidas a la pluma del creador del Indio, junto a la primera aparición de Patora, dibujada posiblemente por el talentosísimo Urtiaga, y con guión –otra probabilidad- de Mirco Repetto, sobre idea del mismo Quinterno. O sea que la elección se puede calificar de afortunada. La edición es rústica, pero acorde al precio. La verdadera contra acá radica en el formato, que no respeta la puesta en página original, si bien el tamaño de las viñetas resulta adecuado. Y muy poco aportan los prólogos de Accorsi y Fontanarrosa. El primero, por su supina ignorancia sobre la historieta cómica argentina. El segundo por no pasar de ser un lector de prestigio.
La Biblioteca de Clarín reincide con Quinterno, tocándole el turno a Isidoro. El volumen tiene el mérito de contrastar las distintas facetas por las que pasó el personaje, desde sus inicios hasta la revista propia, permitiendo incluso comparar "El irascible coronel" con "Vivan los novios!". Termina con "El toro campeón", un episodio olvidable publicado en el nro. 50 de Locuras. Encima, para esa época, empezaban con la viñetas de dos tiras lo cual complica aún más la ya fallida puesta en página de la colección.
La segunda Biblioteca de Clarín, del 2007, completa Quinterno con un tomo de Patoruzito. Aquí la elección de las historias es mucho más despareja. Se pretende reflejar distintas épocas, por lo cual se toma la aventura iniciática, del primer número del semanario, mérito de la dupla Repetto-Lovato, siguiendo con "El rey de la pradera", una perlita de Correrías –dibujada por Horacio Saavedra, arriesgo-, y dos episodios lamentables de la etapa de decadencia. Uno de ellos, según Accorsi, elegido por ser "el favorito" de Quinterno. Se lo debe haber informado algún pinche de la Editorial que dejaron olvidado en un armario. No creo que Quinterno tuviese tan mal gusto. Por lo demás, lo reseñado anteriormente vale para esta edición en cuanto a calidad y formato. Lo verdaderamente terrorífico de este libro de Clarín es la boutade de Diego Accorsi, afirmando que Patoruzito no es Patoruzú de chico. Ya me he extendido en varias notas al respecto, de modo que no vale la pena repetirlo. Simplemente lamentar una vez más que gente como Accorsi o Sasturain sean referentes "ineludibles" en la historieta vernácula.
También en el 2007 apareció el Libro de Oro de Isidoro. Un volumen importante con muy buena impresión, que recoge unas pocas aventuras de Locuras de la mejor época, la primera, donde todavía Isidoro conservaba las características del Semanario Patoruzú, cuando protagonizaba su propia tira, llevando una vida paralela junto a su tío, el Coronel Cañones . O sea, un vivillo con pretensiones de pertenencia a la alta sociedad, de comicidad patética por ser a menudo perdedor, aunque siempre carismático. Los guiones de ese período son muy elaborados, y el dibujo excepcional. Pero en una veintena de números de Locuras, Isidoro mutó definitivamente a "rey de los play-boys", tornándose los argumentos una sucesión de previsibles gags, donde invariablemente el antiguo perdedor terminaba cayendo parado como los gatos. Y junto con eso, los dibujos se aggiornaron, se convirtieron en industriales. Los restantes episodios reproducidos en el libro -la mayoría-, pertenecen precisamente a dicha etapa, que desdeño, pero que reconozco mucha gente celebra. Será cuestión de gustos, pongámosle… Lo que sí resulta objetivo es que las viñetas del volumen son prácticamente ilegibles debido a la inexplicable reducción del formato, en función de encajar seis tiras en una página. Contemos a favor los extras, que compensan el prólogo del infaltable Sasturain.
Pasemos al 2011. Perfil anuncia con bombos y platillos la publicación de una colección de Patoruzú en colores de títulos nunca reeditados en Selección de las Mejores. Promete además que no sufrirán mutilaciones, respetando la edición original. Mentira. Quitan viñetas a lo pavote. Y los títulos, aun cuando no apareciesen en Selección, pertenecen a entrados los '70, o sea a la etapa de decadencia editorial. Pero lo peor de todo es el color digital, intentando "modernizar "el dibujo a través del volumen. El resultado, por lo oscuro de la impresión -me consta que lo entregado por los coloristas era correcto-, es de imposible visión en varias secuencias. Después siguen con Patoruzito con idénticos criterios y resultado. Un fiasco.
Tenía que tomar la posta Ediciones Assisi para llegar finalmente a una reedición de Quinterno como Quinterno se merecía. Porque se trata aquí de rescatar su labor integral como dibujante y guionista en Patoruzú, su creación máxima.
El meticuloso trabajo de restauración, basado en publicaciones, de Pablo Sapia, es por demás meritorio. También el criterio adoptado de alternar por tomos las tiras del diario con las entregas del Semanario. Como bien argumenta Sapia, una elección cronológica hubiese entorpecido el entendimiento de los parámetros con que se manejaba Quinterno, quien –por ejemplo- reserva a Upa sólo para su revista. Los tres tomos aparecidos hasta ahora (resta un cuarto) son irreprochables. En cuanto al formato, respetuoso de la puesta en página original, coincidimos con Pablo que supera a las reediciones en las primeras Andanzas, y está apenas por debajo –por tamaño de viñetas- de lo publicado en el semanario. La calidad del papel, impecable.
Assisi, además, acaba de lanzar un volumen de Patoruzito que abarca los siete episodios iniciales de la revista semanal, publicados entre 1945 y 1947, obra de Lovato en dibujos (se advierte por ahí algún trazo de Ferro) y de Mirco Repetto en guiones, bajo la atenta supervisión de Quinterno, por supuesto. Aplican los mismos méritos reseñados para la edición de Patoruzú, aunque acá el gran desafío consistía en rescatar el color original. Los responsables de la restauración digital, Eduardo Adán y Berni Torre, salen más que airosos. Se ha tenido, además, el buen juicio de eliminar los cuadritos de resumen y repetición iniciales, producto del (continuará), lo que otorga mayor fluidez al relato. Se extrañan sí, un poco, los extras que traen los tomos del Indio, pero bienvenida sea la ausencia si sirvió para incluir más historietas y abaratar el precio.
He tenido el honor que me invitaran a escribir el prólogo, que dediqué básicamente a que no quedara instalada en el imaginario colectivo la ridícula hipótesis de Accorsi. Si bien en foros y en este blog se ha dejado suficientemente aclarado que su mirada obedece al formateo del cómic yankee, la letra impresa sigue siendo otra cosa. Y hasta ahora, la letra impresa estaba en el Patoruzito de Clarín y era de autoría de Accorsi.
En la foto, detrás del flamante tomo de Assisi, se ve parte de mi colección de Correrías, donde se encuentran las historias ahora re publicadas. Los que compren el volumen gastarán muchísimo menos en términos de tiempo y dinero de lo que yo gasté para acceder a ellas. Y tendrán entretenimiento de excelencia garantizado.
Perdérselo, asevero, será causa de lamento en el futuro.