Después vinieron los semiólogos y lo arruinaron todo.
Buéh, en realidad ellos no tuvieron la culpa...
Sucedió así: un lector de historietas ávido y vergonzante (universitario yankee, boludón grandote y rubio, con pornocos en la cara) se topó un día, por casualidad, con un libro de Eco. Le avisó a otros de su laya: “Che, pero si este tipo re-groso analiza Súperman, no se por qué nos escondemos pa’ que no se caguen de risa de nosotros?” Uno fue más allá: “Tené razón, tené! Salgamo’ a decir que la historieta es arte, que joder!” (*)
La iniciativa tuvo éxito, al punto que en la actualidad el aserto se repite todo el tiempo por internet. Es decir, se instaló. Y con ello, el aburrimiento. Claro que es un paradigma que vale sólo para los que lo sostienen, porque la historieta perdió la inmensa popularidad de consumo que tenía a pesar de su mala fama, y hoy en día no deja de ser considerado por la mayoría de los mortales -al menos los mortales vernáculos- como un entretenimiento menor. Vaya paradoja.
Una pequeña porción de la descendencia de aquellos nerds estadounidenses (los más vivos) son hoy, en la Argentina, editores o "especialistas" en el género. Otra porción, también reducida, historietistas. El resto, consumidores.
Sin embargo, tanto nerds editores -y/o "eruditos"-, como nerds creadores, como nerds lectores, se burlan de sus antecesores extranjeros y nativos creyendo que se tomaban en serio los Stupid Cómics. “La historieta (aunque ellos la denominan "Cómic", como sus padres) por fin se hizo adulta!”, proclaman, a voz en jarro. Cuál es el indicador de esa presunta adultez?, pregunto yo. Intentar un verosímil que conecte superhéroes con realidad, por ejemplo? Introducir en los Stupid Cómics elementos sociales y psicoanálisis? Eso es tan grotesco como el monstruo de dos cabezas que ilustra esta nota. Pero mucho menos divertido, por supuesto.
La historieta, en tanto género, es tan infantil o tan adulta como la televisión. Sirve pa’ entretener, no le pidamos más que eso. En contadas ocasiones, con recursos creativos; la más de las veces, burdamente.
La cuestión está en que los que se entretienen con Tinelli, no ponen excusas para ver culos o mal actuadas peleas del jurado. Muchos historietómanos, en cambio, sí. Y entonces inventan que Frank Miller o -peor aún- Stan Lee o Robin Wood, son genios merecedores de figurar en los anales de la literatura universal, y califican de ignorantes e infantiloides a los que no se tragan esas barbaridades, y prefieren a Torino, como en mi caso.
Yo no necesito prestigiar culturalmente la historieta, ni considerar que me es destinada como adulto. Fue cultura de masas (ojala algún día, cuando escape del monopolio friqui, vuelva a serlo), como tantas cosas que consumo y me gustan. Soy un adulto, muy seguro de mi solidez intelectual y psíquica, por lo tanto libre de leer lo que se me cante, hasta cuentos infantiles. No me causa ningún complejo merecedor de justificación, agarrar una historieta pa’ distraerme. Eso sí: casi siempre de las viejas y buenas épocas. Cuando las hacían pa' los pibes. Son justamente, tal como le pasó a Eco, las que me provocan, las que me incitan a la reflexión .
La mayoría de la historieta actual, en cambio, siendo “arte” y estando hecha para “adultos”, subestima mi inteligencia, mi madurez y mi bagaje cultural.