La naturaleza humana
Unos grandes ventanales separan la seguridad de ese interior de lo inhóspito de la noche, de la oscuridad que sólo es iluminada por la luz de la luna llena. Entre tragos y relatos absurdos, el temor irá apareciendo y será Teófilo (Luis Campos) quien pondrá sobre la mesa el miedo que lo acosa esa noche: la posible presencia de un hombre lobo que busca venganza. Lucrecio (David Di Napoli) y Evaristo (Miguel Dao) sin creer una palabra tratarán que cambie de parecer, sin éxito. Ni siquiera la presencia de Zoraida, una stripper que contratan para entretenerlos durante esas noches, logra desviar de sus pensamientos a Teo.
El miedo y la tensión se incrementarán y la división entre un exterior, en donde habita el mal, y un interior, seguro, se hará cada vez mayor. Es en este punto en donde el espectador podrá reflexionar y preguntarse: ¿es ese living el lugar en donde se encuentra el bien? El espacio escénico se irá fusionando y mutando junto a los sentimientos profundos de estos personajes, al tiempo que se revela su verdadera naturaleza.
El trabajo de los tres actores se complementa muy bien y permiten que el público comprenda el vínculo que los une. Mientras que Campos logra un personaje distante y torturado, Di Napoli y Dao establecen un vínculo que ayuda a aflojar la tensión del ambiente. Casi al final de la obra, la aparición de Gabriel Wolf brinda un nuevo y diferente registro actoral que sirve para mantener la atención.
Escenográficamente, la puesta resuelve muy bien la separación entre el interior y el exterior. Es una lástima que se hayan dejado los ventanales de madera sin un material que simule un vidrio y, de esta manera, reforzar esta idea que atraviesa la obra de manera simbólica.
El hombre lobo es una obra que puede dejar la sensación de algo lineal y ésa es la primera lectura que se hace. Sin embargo, existen otros elementos que la cruzan y, sin mostrarse de manera evidente, profundiza en la naturaleza humana, la culpa y su justificación. «
Sala: Losada, Av. Corrientes 1551.
BUENA +