Bien...
-Siendo las 2 y media de la mañana del lunes, el mejor presidente que tuvimos los argentinos desde el restablecimiento de la democracia, acaba de reconocer, con muchísima altura, la derrota. La izquierda ciega le hizo el juego a la derecha, como históricamente ha ocurrido en este país. El aparato duhaldista contribuyó con la reacción. Gran parte del electorado no votó por sus propios intereses, sino según lo que le vendieron los medios de comunicación, con parodias de candidatos en TV incluídas. Pobre país.
-No seguiré posteando de política, así que al/los autor/es de los cobardes anónimos que están llegando en ese sentido, le/s aviso que no se gaste/n, es al pedo, no los publico.
-La interna trulalera ha vuelto a ser sorda, porque parece que cuando yo me corro, ya nadie tiene nada para decir. Más cobardía.
-Las necrológicas las evito, apenas si encontrarán alguna mención al final de este post.
-Para noticias pelotudas abrí una sección a la derecha, que mantuve unos días, con la versión televisiva de Isidoro. La usaré de nuevo cuando la ocasión lo amerite.
Así que, volvamos a la historieta...
QUE LA HISTORIETA VUELVA AL KIOSCO!!!
Hago pública esta denuncia, sin que me importen las consecuencias: a la ciudad donde reina Monseñor Aguer, con sus disparatados anatemas, no llegan las revistas de historietas!!!
En general no me importa mucho. Pero este mes tuve una pausa en mis actividades en Capital, y sufrí el no poderme hacer de algunos títulos (dos primeros números, entre ellos) que se anunciaban... en kioscos!!! Podría haberme corrido hasta la comiquería de calle 7, pero quería comprarlas en el lugar que correspondía.
Finalmente me di el gusto. El jueves, camino para Pcia., tuve que pasar por la AAA, y a la salida se me ocurrió hacer media cuadra hasta Entre Ríos. En un kiosco conseguí Los López Nº 1. Y en el de enfrente Comic.ar Nº 1 y Comiqueando, Edición Especial 15 Aniversario.
Claro que el gustito me costó 32 mangos!!!
La edición especial de aniversario de Comiqueando, por calidad de impresión, papel, y cantidad de páginas, justifica sobradamente los $ 14,90 que cuesta. En cambio, Los López ($ 11,90), según estos mismos parámetros, resulta carísima. Y supongo que la Comic.ar -la más barata, pero la de impresión más pobre y de menos páginas- no se podía vender a menos de $ 4,90.
La cuestión es que el gasto superaba el placer de comprar tres revistas en kiosco y de un saque, así que no tuve más remedio que leerlas para compensar.
Empecemos por la que menos me gustó. Los López ostentaba como crédito previo a Luis Ordóñez, lo que me generó expectativas. Tendría que haber pensado que un excelente caricaturista no necesariamente es un buen historietista. Tampoco puede decirse que sea malo. Es ni fu ni fa, lo mismo que el guión. Se pretende una comedia costumbrista, con toques delirantes, pero hay poco de comedia, poco de costumbrismo y menos aún de delirio. El relato resulta moroso y el dibujo dista de tener el grado de detalle que Ordóñez exhibe en sus caricaturas. Se lo nota, de todos modos, más cómodo en los rostros. Así, salvo unas pocas páginas del principio, se abusa de los primeros planos y están ausentes casi por completo los fondos. En cuanto a éstos, el relleno con color digital es de una absoluta falta de creatividad, por lo que la revista podría haber estado impresa tranquilamente en ByN. A pesar de lo expuesto le abro un crédito para un segundo número. Ojalá mejore.
Comiqueando, por más que esté en los kioscos, es ante todo un producto para el ghetto que va a comiquerías, se sabe. Así y todo es un mérito haber permanecido incólume, aún con altibajos, en ese mercado durante 15 años. También es paradójico que una edición nacional sobre historietas se haya sostenido cuando es prácticamente irrelevante la edición impresa de historietas nacionales. Claro que al ghetto que la sigue no le interesa precisamente ese campo. Los friquis que consumen la Comiqueando lo hacen por notas como las de Wolverine, Final Crisis o Avatar, que aparecen en portada. Pero hay que reconocer que Accorsi suele darle un lugarcito a la temática nacional o a otras no precisamente pochocleras. En esta edición, se puede ejemplificar con el reportaje a Agrimbau y la nota sobre Copi, en lo nacional, y las de Carlos Giménez y el Tío Rico (aunque ésta satisface a la franja más nerd del ghetto). De eso, algo leí.
A Agrimbau le preguntaría -en serio, porque respeto su laburo- cuál es la conexión que encuentra entre Discépolo y Oesterheld. A primera lectura me parece osada la comparación. Me quedé en ascuas, porque Accorsi e Hildebrant -autores del reportaje, que no deben conocer a don Armando- la pasaron por alto completamente.
En el artículo sobre Copi me detuve en el copete, ya que arranca con un desatino: suponer que a Damonte Taborda se lo descubre ahora, obviando -por supina ignorancia- la enorme popularidad que siempre tuvo en la Argentina, tanto en su faz de autor teatral, como en la de historietista. Hildebrandt, el articulista, debería haber reparado, al menos, en una de las fuentes que él mismo cita: la nota que Primera Plana le dedica a Copi en el año ’65. Sabrá Hildebrandt qué era Primera Plana? Las actuales generaciones creen que la humanidad nació con ellas...
Otro copete que me impidió avanzar fue el de la nota dedicada a Carlos Giménez. Esta vez se trató de algo que me aterrorizó. Lo transcribo: “Mientras tantos dibujantes de diversas calidades aprovechan el boom del cómic autobiográfico para contarnos que fueron a la panadería a comprar churros y -como no había- compraron medialunas, uno de los máximos autores de la historia del cómic español acumula más de 30 años de magníficas (y a veces dolorosas) obras dentro de este género”. Lo firman Martín Fernández Cruz y Andrés Accorsi. Ignoro quien de los dos escribió lo trascripto, pero por las dudas fuera el último, no avancé con la lectura. La posibilidad de seguir coincidiendo con Accorsi me resultaba horrorosa.
En cambio, la nota de Fabio Blanco la leí completa porque sabía que iba a disentir (y tampoco me inquietaba acordar en algo, en su caso).
Fabio sigue -y seguirá hasta el fin de sus días- su inútil cruzada contra un libro escrito hace casi cuarenta años y que hoy día ya es un clásico: “Para leer al Pato Donald”, de Dorfman y Mattelart, a los que llama “payadores marxistas". Los consabidos, reiterados y endebles argumentos que esgrime en su contra el payador barksista son básicamente dos:
a) que Dorfman y Mattelart desconocían la existencia de Barks, y por ello atribuyen todo al perverso ingenio capitalista de Disney (como si Barks -un anónimo dibujante y guionista- no hubiera trascendido justamente por la industria de Disney, a la que era absolutamente funcional);
b) que existen algunas historias que contradecirían la teoría expuesta en el libro (esto resulta parecido a la autodefensa de los racistas que alegan tener un amigo negro o judío).
Eso sí, no se puede dejar de reconocer a Fabio su tozudez.
En cuanto a las pocas historietas que trae la revista, en la sección Comixtrip, la más floja de ellas (Wini the punga) no es peor que muchas de las que se publican en Fierro, y la mejor (Diez años de...) no desentonaría al lado de sus aciertos, que los tiene. Y si traigo a colación a Fierro es porque la línea de Comixtrip se le asemeja, y porque los trabajos deben haber sido rebotados allí, si no, sus autores no los publicarían gratis en la Comiqueando. Una muestra más de las arbitrariedades de Sasturain, para quien el staff de historietistas argentinos se reduce a unos pocos entenados. Aunque Ariel López V., que es de los buenos que publica en Comixtrip, algo logró meter en Fierro, si mal no recuerdo.
Ojalá algún día, sin perder su identidad informativa y de opinión, Comiqueando amplíe el espacio de publicación de historietas y se abra a un público más amplio y de intereses un poco más elevados que los del ghetto al que se dirige.
Pasemos ahora a lo que para mí constituyó una auténtica revelación: Comic.ar.
Confieso que de antemano tenía prejuicios. El título mismo no me gustaba nada. Aborrezco que se use la palabra cómic para nuestra HISTORIETA. Además, ese parentesco de lo impreso con lo virtual no me gusta, y tampoco el contenido de la publicación lo justifica. Supongamos que se pretenda decir que las historietas salen de los blogs a la calle... demasiado rebuscado. Y si quieren significar, mediante un juego de palabras, “cómic argentino”, es una absurdidad como expresión idiomática, ya que tenemos -repito- una palabra que representa a ese lenguaje.
Tampoco el formato me conforma. Hay que desdoblar la publicación para leerla, lo que lleva a alguna confusión en la secuencia. Las originalidades en ese campo deben estar respaldadas por contenido, cosa que aquí no sucede. Tranquilamente, en vez de 12 páginas tamaño diario desplegado, podían haber sido 24 de un tabloide chico. Aparte, mi mentalidad de coleccionista no admite que una tira esté plegada por la mitad, ya que con el tiempo, allí se va a generar inevitablemente un corte.
Sigamos con lo negativo, para ir luego a lo auténticamente valioso. Con apenas doce páginas no se justifica destinar una íntegra (sección El Ojo de la Historieta) a asuntos tan poco interesantes como el reportaje a Sole Otero, el panegírico de Loewy y las novedades “en bateas”. Tampoco veo lógica la inclusión de tiras cómicas y chistes, que encima son mediocres. Dedíquense a las historietas unitarias o en continuará, muchachos, y déjense de joder. Y el día que aumenten las páginas, entonces sí, metan cosas de relleno que no se va a notar tanto.
Vamos ahora a la historieta propiamente dicha donde aparece lo realmente bueno de esta publicación.
La única serie unitaria, El Exhumador, es excepcional en su capítulo inicial. No tengo referencias de sus autores, Curci y Centurión, pero si son jóvenes prometen muchísimo.
Respecto a las series en continuará, no obstante que con primeras entregas de pocos cuadros es imposible arriesgar juicios contundentes, sí puede afirmarse que arrancan muy bien en argumentos y dibujos.
Entre ellas, destaco Alienígena, de Valdearena y Greco, por la originalidad del planteo.
La más floja es Nacho Paparazzo que apunta al modelo del primer Loco Chávez, sin que sus autores sean ni Trillo ni Altuna, y encima, intentando reflotarlo 34 años después.
Pero más allá de públicos, regularidad, distribución o calidades, la cuestión es que actualmente se pueden conseguir en kioscos una docena de títulos diferentes en revistas de historieta argentina. Según mis cálculos, a las nombradas deben sumárseles los cuatro títulos de Thalos (Magma, Pandemonium, Manuela, Nekrodamus), los tres sobrevivientes de Universo (Andanzas, Correrías, Locuras) y Pinlú, la sucesora de Lúpin.
Es poco todavía, pero es algo.
Lamentablemente, el deceso de Guillermo Guerrero, pone en duda el destino de Pinlú, publicación con la que enfrentó hidalgamente las absurdas cuestiones de derechos planteadas por los herederos de Dol, con el sólo objetivo que la legendaria revista creada por ambos -con el padrinazgo de Divito- no desapareciera.
Y por esas casualidades del destino, el mismo día que Guerrero, murió Andrés Cascioli, quien para mi generación fue, ante todo, uno de los referentes de la resistencia a la dictadura, con Humor Registrado. Pero también un defensor y promotor de la historieta nacional, con Ediciones de la Urraca. Se le deben hitos como Chaupinela, Súper Humor y la primera etapa de Fierro.
Esperemos que el ejemplo de estos dos tenaces creadores y editores ya esté siendo recogido.
Que la Historieta vuelva al kiosco, carajo!!!