Enterado que Del Zorzal arrancó con Iznogud, pasé por Cúspide. En efecto, estaba allí el primer álbum, tal como cronológicamente lo publicó Dargaud ("Le Grand Vizir Iznogoud", 1966) y con la anotación en portada de "Primeras aventuras".
Tengo parte de la serie en francés, pero la mayoría en la edición española de Grijalbo, que cambió la secuencia (allí el primero es "Una zanahoria para Iznogud"). Me faltan algunos tomos, y con la aliteración del orden, las variantes de traducción en los títulos (algunos muy parecidos incluso en original: "Iznogoud l'infâme"," Iznogoud l'acharné"), las diferentes portadas y la progresiva pérdida de memoria debida a la edad, quería cerciorarme que no tuviese éste, de ahí que saqué foto al principio de dos episodios. Llegué a casa, me fijé, lo tengo en Grijalbo como tomo 8.
Pero claro... no pude resistir la tentación de comparar traducciones. Porque sabemos que esta serie es un campo minado para cualquier traductor, ya que Goscinny, desde el protagonista mismo, se dedica a jugar desenfrenadamente con las palabras (ver "Los 'jeux de mots' de Goscinny").
Con el nombre y la calificación honorífica del Califa Haroun El Poussah tenemos el primer disenso, nada menos.
Empecemos por el honor. "Commandeur" puede traducirse como comandante, en efecto, como hicieron los zorzaletes, al contrario de comendador (también aceptable), como era tradición en las ediciones que nos llegaban de España. La cuestión es que el título islámico de Califa va más allá de la bande dessinée y está universalmente asociado en nuestra lengua desde hace siglos al de Comendador de los Creyentes. En Del Zorzal, más fuerte que la tradición, ha sido el caprichito de mostrarse originales.
El nombre ahora. La palabra "poussah" tiene su origen en un busto vinculado al budismo donde se representa un hombrecito sentado y panzón. Para los franceses es un juguete. Una figura pequeña con base redondeada que aunque sea empujada, siempre oscila y vuelve a sentarse en posición vertical.
O sea, tres características (gordura, pasividad, infantilismo) evidentemente asociadas al personaje. Si bien los españoles tienen una palabra que designa al mencionado juguete ("tentetieso") no cayeron en la tentación de castellanizar el nombre y apenas lo modificaron fonéticamente -al igual que Iznogud-, quedando en Harún el Pussah.
Pero los genios de Del Zorzal no pudieron con su genio y argentinizaron. Más bien porteñizaron o lunfardizaron. El Califa pasa a llamarse "Harún el Fiakah".
Mientras que el esbirro del Gran Visir cambia del Dilá-Lará español (fiel al juego fonético original: Dilath Larath) al discepoliano Dhale Kevah.
Dan ganas de balearse en un rinkón, contestaría Homero Expósito...
(continuará)
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