De adolescente incursioné a través de profusas lecturas en el "método" de actuación stanislavskiano / strasbergiano. Creí entender de qué se trataba.
Tiempo después comprobé que existían cantidad de variables de interpretación posible cuando el tal "método" -que no es tal- se llevaba a la práctica, y que poco tenía que ver con lo que tempranamente di por sabido.
Más tarde aún, cuando de alumno pasé a maestro, realicé a mi vez una operación sincrética entre mis tempranas lecturas y lo que mis propios maestros me habían transmitido. Operación que no fue única, puesto que iba mutando a medida que adquiría horas de vuelo.
Así cualquier certeza adquirida se convertía en transitoria, apenas un sendero a explorar, nunca una garantía de resultado.
En algún momento, a raíz de tanta relativización permanente, llegué al extremo de preguntarme si los textos teóricos de teatro servían para algo. Si la actuación no debería aprenderse al viejo estilo, de forma totalmente empírica, tratando de desentrañar los recursos de los grandes actores y transitando el escenario.
Mi contestación de hoy es que no, que los textos son necesarios, en tanto no se conviertan en dogmáticos o exegéticos de otros textos. En tanto abran en vez de cerrar. En tanto sean (odiosa palabra, pero adecuada aquí) "inspiradores".
Y en tanto, fundamental, sean concebidos como una teoría entre dos prácticas.
En "El cuerpo es la cita", el libro de Marina Wainer, existe una unidad conceptual muy grande, en contenido y forma. Lo cual significa unión de vertientes difíciles de imaginar, incluso para mí, que seguí de cerca el proceso de elaboración del texto y que compartí muchas horas de ensayos y funciones con la autora.
El mundo imaginativo y asociativo, el delirio creativo, esa máquina de proponer permanente que es Marina Wainer, parece en principio imposible de ser plasmada en un entorno teórico.
Allí radica el esencial acierto de "El cuerpo es la cita", en eludir lo teórico a la manera acostumbrada y transmitir en cambio propuestas de búsqueda que nunca se encierran en sí mismas, que jamás se convierten en "receta", que no pretenden ser soluciones, sino maneras –variadas maneras- de abordar las problemáticas del actor.
"El cuerpo es la cita" es manual, es guía, es poética de la escena. Estimula, provoca, pincha. Es libro de consulta, para acudir a él en momentos de atolladero creativo, de confusión escénica, de neblina teatral.
Adecuado para el bolsillo del estudiante o para la cartera de la actriz.
Yo recomendaría que lo consigan...la autora podrá informarles el cómo (la ubicarán fácilmente en Facebook)
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