Se dan, en ocasiones, raras coincidencias.
Mencioné varias veces que estoy completando la colección de la antigua Fierro.
En una de mis últimas expediciones, conseguí unos cuantos números.
También en esa oportunidad, compré tres “El Huinca”, revista que, a raíz del rescate que hice de Rapela en un post, decidí empezar a coleccionar (tenía muy pocos ejemplares), ya que me hizo recordar lo buenas que eran.
Leí con verdadero interés estas tres historias.
En cambio, a las Fierro las hojeaba y, ocasionalmente, me detenía en algo.
Hasta que de repente, en el nro. 85, llamó mi atención una nota sobre Wadel.
Conocía a este excelente (e injustamente olvidado) guionista por el Vito Nervio, dibujado por Breccia.
Pero en la nota que menciono, me entero que, además, había sido el autor de los guiones que acababa de leer.
He comprobado, a través del tiempo, las constantes de mis gustos.
Tanto sea en literatura, teatro, plástica, música... o historieta.
Y todos arrancan en una matriz temprana que, mas allá de que evolucione, se mantiene como línea.
Calculo que habré conocido el Vito Nervio completo a los doce o trece años, cuando me lo prestaron en una recopilación en tomos.
Me lo devoré, y quien me prestó esos tomos tuvo que insistir mucho para que se los devolviera.
También, hace pocos días, me devoré “El Huinca”, sin saber quien lo guionaba.
Me pasó además con Pratt, cuyo “Ann y Dan” había leído mucho antes en el Billiken, sin todavía la menor idea de quien era Pratt.
Me pasó con HGO, me pasó con Breccia...
Y con no tantos mas.
Cuál sería entonces la línea?
Dibujantes y guionistas que sepan contar aventuras.
Los que me leen, conocen de memoria que mi primer deslumbramiento en la historieta pasó por Patoruzú y Patoruzito.
Me he encontrado con mucha gente que rescata el humor en ellos.
A mí nunca me hicieron reír. Lo que me fascinaba eran esos repentinos viajes a exóticos países, o a las desoladas tierras de la Patagonia. Me atrapaban esas extrañas intrigas que iban de posta en posta develándose de a poco, con estrafalarios personajes, con situaciones de tensión permanente (ojo, me tocó una época -nros. 70 hasta apenas iniciados los cien-, tanto en Andanzas como en Correrías, de excepcionales argumentistas).
O sea que, yendo más atrás aún, también estaba la aventura.
Comencé a comprar Skorpio, desde los primeros números. Es decir que tendría diecisiete años. Ya había abandonado definitivamente (ja!), y hacía bastante tiempo, las revistas de Quinterno y toda la gama de la historieta cómica. También, desde hacía mucho, consumía la gran literatura. Aún así, Skorpio me interesaba.
Estaba allí la constante que menciono, estaba la semilla que había sembrado Oesterheld, desde “Hora Cero”, a la que conocí después.
Mas tarde vinieron “Chaupinela”, “Super Humor”, la otra “Hora Cero”, “Cóctel”...que se yo, tantas. Y por supuesto, Fierro.
Sin embargo, ninguna me interesó tanto como Skorpio.
Aclaro que, los otros títulos de Récord, que empezaron con grandes reediciones, prontamente se desdibujaron, perdieron calidad y se aproximaron a los de Columba (aunque sin su asqueante sesgo ideológico, por fortuna).
En cambio, en las de La Urraca el nivel era mas parejo y había algunas buenas historietas, sí, pero también se notaba -muchachos progre, al fin- mucho de pretenciosidad.
Yo de buena literatura, entendía. También de plástica. No necesitaba a la historieta para eso.
La experimentación en el género, mas allá de algunos escasísimos grandes talentos, ni me iba ni me venía, cansado de ver supuestas audacias en el campo del arte.
Yo sólo quería entretenerme leyendo buenas historietas, es decir, buenas aventuras.
Bien guionadas y mejor dibujadas. No pedía mas.
Y en todo caso, si habría que remitirse a algún modelo, que fuera literario y del tipo Verne, o Salgari, o Stevenson, o London, o Poe.
Hoy me pasa exactamente lo mismo.
Lamentablemente, encuentro cada vez menos ese tipo de historietas.
La revalorización del género producida a través de la atención puesta sobre él por prestigiosos semiólogos (Eco, Massota, Steimberg), desde hace ya varias décadas, ha generado un efecto paradójico.
Hay una situación análoga que he observado en distintas oportunidades, y que creo que es útil para entender esto.
Una persona, elemental en muchos aspectos, pero rica e interesante en otros, es objeto de atención de alguien de mucha más preparación. Inmediatamente, el observado, imbuido de una repentina importancia, quiere ponerse a la “altura” del otro, reproducir su lenguaje, sus formas, su manera de ver el mundo, perdiendo así toda espontaneidad, todo aquello que tenía de rico e interesante y convirtiéndose, en definitiva, en un pobre remedo de una cultura que no le pertenece.
Esto es lo que siento que pasa a menudo con la gente que hace historieta.
Los buenos dibujantes y guionistas de otras generaciones, tenían clara su misión de entretener, de narrar buenas historias, de encender la imaginación para partir a la aventura.
Hoy en día, ya nacen “artistas” y se solazan en una seudo-experimentación que empalidece (mas bien se borra), no bien se la contrasta con sus predecesores, que solo se consideraban a sí mismos, laburantes que dominaban un oficio.
Eso, en el mejor de los casos. Porque la mayoría de estos “artistas” de cuna, adhiere a los estandarizados modelos narrativos de la industria yankee o la japonesa.
Y resulta curioso que aquellos que son verdaderos artistas, los que realmente pudieron trascender la historieta -como Saccomanno o Fati, por citar a un escritor y a un plástico-, la han hecho sin mezclar una cosa con la otra.
Ojo, hablo siempre desde mis gustos y mis predilecciones.
Puede que haya una nueva generación de lectores a los que estas formas le interesen, como afirma Sasturain. El mismo reconoce que publica cosas que no le llegan a convencer, pero lo justifica con el argumento de que hay públicos para todo. Y también, claro, reivindica lo experimental.
Sin embargo, y ya centrándonos en Fierro, pongo el ejemplo de Tati. Encontró el curro de los monos geométricos (que a mí me parecen francamente feos e inexpresivos) hace casi dos décadas, y sigue -en esta reaparición de la revista- inmutable con eso.
Podemos hablar de una “nueva expresión”, de un “innovador”, en este caso?
Yo diría, más bien, que se trata de alguien que, en algún momento de su carrera, fue solamente original (y eso, merced a que en este país, pocos se acuerdan de Faruk, o mas atrás y universal, de "El reyecito", de Soglow).
Y la originalidad -real o inventada- es un valor muy superficial en el arte. Se agota pronto.
Creador, innovador, son palabras atribuibles a quienes buscaron durante mucho tiempo, y no se conformaron con lo que encontraban, y siguieron buscando... Un Breccia, por ejemplo.
Breccia podría tranquilamente haber armado su quiosquito de artista del género, en la mitad de su carrera. Era aplaudido, tenía éxito.
Siguió buscando sin embargo, aún a riesgo que los aplausos no sonaran tan fuerte y el éxito empezara a esquivarlo.
Después, claro, hay humoristas, como Fontanarrosa, o Caloi, o Quino que encontraron tempranamente una forma, que les sirvió de vehículo para contar cosas que les interesaban quizá mas que el dibujo. Pero nunca se pretendieron innovadores de nada.
Tati no es ni Breccia, ni Fontanarrosa, pero sigue estando en la nueva Fierro, como si fuera un exponente de la nueva historieta, y narrando naderías.
Y no es que me ensañe con Tati, pobre, que tan malo no es (el Marinero Turco o Liniers son mucho peores, si vamos al caso). Pasa que -justamente por no ser tan malo- me sirve como ejemplo de como terminan estos “audaces experimentadores de las formas”.
Pero cuando uno dice estas cosas, nunca falta algún tonto, que sale a cacarear su supuesto prestigio, ganado en al parecer importantes convenciones de "cómics", o ignotos premios internacionales.
Esto me hace acordar a un dramaturgo amigo, que ironizaba sobre los premios literarios de esta manera: "Un vaso de agua, un cigarrillo, y una franja de honor de la SADE, no se les niega a nadie".
En fin...
Por todas estas cosas es que extraño una revista como Skorpio...
Aún celebrando la reaparición de Fierro, debido a creaciones como “Trillo y Grillo”, por ejemplo.
Y por eso, también, hago mías las palabras conque Wadel cierra el reportaje que le hicieron en el Nº 85 de la antigua Fierro:
“Creo que últimamente a los historietistas se les han subido los humos a la cabeza. A toda costa pretenden considerar a la historieta un arte. No sé si lo es. Puede serlo por el dibujo o por el guión. Para mí se trata de un simple entretenimiento.”
Lástima que los que hacían la Fierro en aquél momento (1991), no le hayan dado pelota. A lo mejor así, podían haber seguido más allá del número cien.
Lástima que hoy en día, un tipo como Wadel, haya caído definitivamente en el olvido.
Y parecería que, los que rescatan a HGO, salvo honrosas excepciones, lo hacen solamente porque queda bien.
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Enjoy
lunes, febrero 12, 2007
RECORD: EL MUNDO DE LA GRAN HISTORIETA
Te lo firma: Miguel Dao a las 1:08 a.m.
Etiquetas: Edic.de la Urraca, Fierro, Grillo, Oesterheld, Qué es la Historieta?, Quinterno, Rapela, Récord, Sasturain, Trillo, Wadel
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ESTUVO PELEDA LA COSA, AHORA SI SUMAMOS LOS VOTOS DE LA URRACA, RECORD SACA MAS DEL %60.
ResponderBorrarLOS COLUMBANOS NO HICIERON MALA ELECCIÓN, PERO PARECE QUE VOTARON A LO ULTIMO.
ESTUVO BUENA LA ELECCIÓN.