A mediados de los ’70, Sudamericana publicó un extraño libro que, por suerte, aún conservo. Se trata de “Galería Personal”, poemas de Girri inspirados en grandes pintores, e ilustrados por Sábat. Me lo trajo a la memoria algunos comentarios dejados aquí últimamente. Para los autores de esos comentarios (y los que quieran apreciarlo), van dos...
EPISTOLA A HIERONYMUS BOSCH
Qué bien supiste cuanto nosotros, hijos de Ira,
no comprendimos,
el principio del mal
deformador de nuestra materia,
mal inmaterial que examinaste
como quien apila cuerpos
y con frías incisiones
extrae de sus cabezas la locura,
y de sus organismos
la confusión de los tres reinos:
árboles con rostros,
piedras que también son plantas,
metales animados, venenosos,
el insecto cabalgando al pájaro,
el pájaro afilando su cuchillo.
Pues de eso hablaste y gritaste.
y bajo formas de visión
establecías que juntos propiamente
componemos un solo cuerpo,
privados del gran beneficio,
sustraídos al amor de la semilla
que cayó en el suelo y murió
para no perderse, perdemos.
Mas siempre el hombre,
yo, cualquiera, tú mismo,
el hombre y su desnudez
correteando atontado
por jardines de delicias
y planicies infernales
y detrás y arriba
del carro de heno del mundo
en el que cada cual arrebata lo que puede;
su desnudez, no el sexo,
añorando la totalidad de la desnudez,
la primitiva unidad hermafrodita,
el completo ser adán-eva.
Vagabundo de lo extraño,
mano que aspiró a ser conciencia,
que la oración de tu oficio
haya subido derecha
como un perfume.
IContrapunto
entre lo que muestran las figuras
y una pasión moral
a la que jamás se le ocurriría
condenar un acto por sí,
sea el del mendigo tras su limosna,
el del soldado
la multitud que escucha al Bautista
y se pregunta por qué
ella es quien escucha
y el Bautista es el que habla;
sea el ciego guiado por ciegos,
sea el triunfo de la muerte
en el famélico perro que la canta
junto a la sequedad de las bocas,
las temblorosas manos, la densa
e intensa música del postrer segundo
con los que sin hablar
palpan en el que agoniza
su personal, idéntica sentencia.
De hecho,
la visionaria caridad
de enseñarnos con desastres
a comprender lo que somos,
a librarnos
de parecer lo que no somos.
II
Ninguna separación
de inocentes y culpables,
nadie
se atribuye aquí el buen o mal ejemplo,
nadie
concibe actuar separado
y exterior crimen que es el mendigo,
por ser mendigo,
el del ciego, por ser ciego,
crimen de la nieve,
por cubrir carros y pastos,
del soldado,
por cargar con las armas,
y común descaro
de la muerte.
III
En nada la vida
modificó el sino de estas gentes,
ir y venir
del que ve caer a Icaro
y sigue arando,de los sometidos a consignas,
soldados
hasta su postrer minuto,
de los que se dejan conducir,
ciegos, maniatados
Impasibles,
aguardando su fin
(en los justos
la muerte es simulacro,
derrota física),
como ocasión, privilegio
de arañar en lo incógnito
rectificada, corregida
la fe en lo externo,
aplastada
la imperiosa duda de Nicodemo:
ya que morir
¿cómo puede uno morir
y renacer?, ¿cómo puede esto hacerse?
Gracias por ambos poemas, por ambas alas abiertas para intentar que el vuelo de Ícaro no se pierda en la nada y el olvido.
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