Me enteré bastante tarde del revuelo que generó la respuesta airada de Dolina a un periodista que lo interrogaba por las razones de su pase a Radio 10. El reportaje de la revista “Veintitrés” se publica completo en eBlog (ver) y generó allí más de 800 comentarios. Leí la nota completa, aunque no todos los mensajes, por supuesto. Si bien el lugar común y la consecuente ausencia de pensamiento propio campea en la mayoría de las opiniones, me tranquilizó comprobar que suscribiría algo de lo que allí se dice. Por ejemplo, AmigodelDial se expresa en estos términos: “Dolina siempre fue lo mismo: un tipo que vendió un personaje. Al igual que Pergolini, mucha gente lo escucha para creerse “inteligente” o “rebelde”. Lo toman como icono cultural precisamente por esa imagen y por poseer, en su mayoría, una cierta pereza a la hora de hacer juicios críticos y de estudiar o leer cosas por cuenta propia. Es decir, para que leer, escuchemos a Dolina como nos habla de los griegos.”
No dista mucho de lo que escribí en un reciente post, por lo que no voy a abundar al respecto.
Pero sí hay un aspecto del tema que me inquieta y que está relacionado con asuntos que vengo intentando pensar.
Hay personas que se convierten en "íconos culturales", como apunta AmigodelDial. Por las razones que fueren, y aún a pesar de ellas mismas. Pero refirámonos a aquellas que alimentan concientemente dicha condición de referentes. Quiero decir: a las que -además de los contenidos que pueden volcar en su trabajo- también opinan, adoptan posturas públicas, interactúan en la sociedad desde distintos escenarios. Y que se encuadran en esa franja que da en llamarse “progresista”. Creo que Dolina es uno esos casos.
Ahora bien, a pesar de las múltiples razones que da en el reportaje el humorista/cuentista/músico/actor sobre su pasaje a Radio 10, queda flotando la sensación de que ninguna termina de explicarlo. Su enojo para con el periodista la acentúa. Es cierto también que se percibe por parte de éste un vago reclamo, un velado reproche. Y la imprecisión del cuestionamiento es justamente lo que permite a Dolina escapar por la tangente con un rapto de santa indignación.
Si la pregunta se formulara ya no en términos de la persona, sino del personaje público (el “icono cultural” que Dolina fogoneó, si se quiere), quedaría expuesto el conflicto en su verdadera dimensión. O sea que, si en vez de los rodeos que se dan en el reportaje, se le cuestionara abiertamente: “Dolina, con la imagen que Ud. fue forjando en su público durante décadas... puede realizar ahora semejante cambio, sin caer en el descrédito?”, supongo que no le hubiera sido tan fácil esgrimir razones individuales o técnicas y quitarle el cuerpo a la cuestión ideológica.
De todos modos, descreo del descrédito. No ya por la poca exigencia que pueda tener el público de Dolina, sino porque la sociedad toda se ha acostumbrado a la inconsecuencia. Quién cae en el descrédito, hoy en día? Borocotó, que fue lo bastante tonto en practicar aceleradamente lo que la mayoría de los políticos hace con un poco más de cautela. Bucay, que sufrió el infortunio de que cargaran pesado contra él, cuando los plagios están a la orden del día por todas partes.
El pasaje a Radio 10 de Dolina, no tiene ni ahí la entidad excepcional que se requiere en estos tiempos para ser objeto de condena pública. Y no es el único caso, claro....
Muchos teatreros de izquierda, que se llenan la boca condenando a los colaboracionistas de la dictadura, no tienen ningún dilema ético en aceptar un laburo en el San Martín. Y allí se ha eternizado el siniestro Kive Staiff, que debe tener el récord de permanencia como funcionario público. Lo mismo pasa con los músicos populares, que cantan para quien venga. La lista podría ser fatigosa.
El hecho de que se hayan diluido las fronteras éticas en la sociedad, permite zafar hipócritamente de cualquier cuestionamiento más o menos vago, respecto a estas contradicciones.
Dolina no puede pretender seriamente que su programa en Radio 10 sea una isla. El mejor Brecht hecho en el San Martín se pasteuriza. Los cantantes “de protesta” subidos a cualquier tribuna política -oficial o no-, se tornan inofensivos baladistas.
Toda esta gente termina revelando que su monstruoso egotismo va mucho más allá de cualquier posición ideológica.
Sin embargo, continúan siendo “creíbles” para el imaginario social. O por lo menos, siguen mostrándose como adalides del progresismo. Total, su público no les exige demasiado y son bastante hábiles a la hora de eludir cuestionamientos imprecisos. Y de última, siempre les queda el recurso de indignarse.
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martes, marzo 25, 2008
CAMBIA... TODO CAMBIA...
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El asunto es cuál es el límite "ético" respecto de quién trabajar.
ResponderBorrarPorque nadie le hubiera cuestionado nada a Dolina (personaje que no me simpatiza en absoluto) si estuviera laburando para Radio Mitre o publicando cuentitos en Ñ (cosa que hace). Como nadie le cuestiona eso a los contratapistas de Clarín (para no salir del tema historietas).
Y no estoy seguro si los miles de deuda licuada a Clarín por la devaluación y una ley de quiebras a medida en el 2001 (por no hablar de su complicidad vía Papel Prensa con la dictadura) no han sido más dañinos para el país que el fascismo imbécil de Hadad y sus secuaces.
Ojo, que nadie lea que creo que Langer, o Caloi o Sendra son cómplices de la vieja de Noble. Pero me parece que Radio 10 tiene peor prensa, nomás.
Yo coincido con vos, Federico, en que la viuda puede resultar tan nefasta como Hadad, pero éste último tiene un carácter emblemático de signo contrario al que se forjó Dolina. De allí la paradoja: dos íconos que no representan todos los contenidos que se les atribuyen y/o que no los agotan. Lo de la viuda es asimilable a Staiff, ambos quedaron instituídos en un espacio "aséptico", y entonces no generan cuestionamientos. Las fronteras éticas deberían operar al menos, en el plano de lo simbólico.
ResponderBorrar¿Las fronteras éticas deberían operar, al menos, en el plano simbólico? ¿Qué significa eso? ¿No es más interesante plantearse qué se hace desde ese lugar? ¿No es eso más importante? ¿Acaso el programa sufrió modificaciones, cambió su discurso? La respuesta es no. Sigue siendo un "programa de autor" como desde hace más de veinte años, sea quien sea el dueño de la frecuencia.
ResponderBorrarVengo desde el blog de Santiago. Voy a darme una vuelta por los otros temas, veo dibujos de gente amiga...
Saludos.
La viuda es mucho más nefasta que Hadad, porque tiene poder, un inmenso poder, que Hadad no tiene, lo que sí tiene es una postura clara y evidente que la viuda, inteligentemente, disfraza. Si te dicen "sin soplar y sin pestañear menciona un facho argentino" todos gritan "hadad". En ese contexto no es lo mismo trabajar para uno u otro. Sin querer polemizar con Tute (y menos en un espacio que no es mío) creo que el mismo discurso dicho en diferentes ámbitos, cambia, se lee de otro modo. Todos escuchamos los mismos discursos políticos sobre justicia social, desocupados, etc etc, pero sabemos que no significan lo mismo si los dice Luis Zamora o Eduardo Duhalde, o en un acto socialista o en el Jockey. Hay algo en función a la credibilidad que está en juego cuando estás en un lugar o en otro. Llevar a Dolina a Radio 10 es una forma de captación de un público que no tendría de otro modo. Y Dolina es lo suficientemente inteligente como para saberlo, y acordó. Mi duda es ¿todos los seguidores del negro lo seguirán allí? no lo sé, pero eso demostraría un par de cosas más.
ResponderBorrarBesos
Bienvenido, Tute. En efecto, aquí hay muchos dibujos, que suelen dialogar con mis opiniones. Las cuales no siempre son interesantes, afortunadas y/o entendibles. Pero por suerte cae gente como Grismar o Federico a compensar mis falencias.
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