Como Cinzcéu ha deslizado recientemente en un comentario -entre otros reproches- que en este blog lo de teatro “es verso”, voy a postear algo que va más allá de las gacetillas sobre mis actividades, que es lo que de tanto en tanto acostumbro hacer. La nota no la va a leer nadie, pero el sólo hecho de desmentir al comentarista, lo justifica. Aparte, tenía ganas de ponerme a escribir un poco sobre este proceso de trabajo...El año pasado, la Comedia de la Pcia. de Bs. As. llamó a concurso de antecedentes a dramaturgos para encargarles la tarea de escribir piezas sobre acontecimientos históricos bonaerenses. Uno de los elegidos fue Alberto Wainer, amigo y compañero de trabajo durante más de una década. Y la batalla de Obligado, el tema que le tocó. Posteriormente, la Comedia abre un nuevo concurso, pero esta vez de grupos teatrales, para el montaje de las obras que se habían producido. Con el TIT ’96, elenco que dirijo, y que depende de la Secretaría de Cultura de Campana, nos presentamos y fuimos seleccionados. Obviamente que habíamos solicitado el texto de Wainer: “Cielito, Triunfo y Detalle del Combate de Obligado”.
El autor toma como epicentro Obligado, pero lo proyecta hacia atrás y hacia adelante en el tiempo, exponiendo toda la complejidad del hecho. Así, desde el Congreso de Viena, donde después de la caída de Napoleón, las grandes potencias comienzan a abrirse paso al mundo, hasta la derrota de Rosas en Caseros, el dramaturgo apela a innumerables testimonios, componiendo un auténtico fresco histórico. Obra “río”, que atraviesa espacios y situaciones en las voces de tres narradores populares. Ellos son, al tiempo que rescatan la tradición de la oralidad en la transmisión de la historia, quienes encarnan también personajes y circunstancias. Y todo eso, con los aires de un cielito, que aparece desde el título mismo, remitiendo a los inicios del teatro nacional.
Por razones de producción, y el corto tiempo que teníamos para realizar el espectáculo, tuve que asumir el doble rol de actuar y dirigir. No lo hacía desde mis soberbios e inconcientes quince años. La práctica me enseñó que resulta siempre una empresa muy difícil, dado que se pierde objetividad sobre el trabajo. A esto se sumaban aquí las complejas características de la pieza, donde cada uno de los actores debía asumir más de una decena de personajes. De modo que la primera decisión que tomé fue la de ejercer la dirección desde la interacción con los otros dos actores (Diego Carfagno y Javier Marizaldi), dejando de lado la “puesta de imágenes” y centrándome en conflictos y espacios. Para determinar los últimos, conté con la invalorable colaboración de Alicia Levy (escenógrafa y vestuarista), con la que llegamos, tras varias hipótesis, a una resolución espacial sencilla y sumamente clara.
Pero antes hubo otro aporte esencial para imaginar la puesta.
Lito Cruz, director de la Comedia, lanzó oficialmente el proyecto de “El Teatro y la Historia” en diciembre del año pasado, poco después de haberse dado a conocer la selección de elencos. Se pidió a éstos que hiciesen, para acompañar el lanzamiento, una escena, un semimontado, una lectura, lo que tuvieran. Nosotros nos largamos con una audición radial.
Esto permitió que el autor, que estaba para esa fecha trabajando en España, la escuchara por internet junto a su hija -actriz y directora, radicada allá-. Marina Wainer comentó entonces que nos veía tomando mate junto a un fogón y relatando.
Tomé literalmente esta imagen para arrancar la obra.
Otra decisión inicial fue que hubiera un músico acompañando en escena, no sólo las canciones que uno de los actores debía interpretar, sino también la acción dramática. De este modo, el querido Negro Correa, otro amigo de años, se convirtió en vital soporte de la obra. Aún hoy, en funciones y ensayos, seguimos investigando nuevas incidencias de su guitarra y su caja.
Finalmente, partí de que los tres narradores no fuésemos Diego, Javier y yo en tanto actores, sino personajes que habían vivido aquellas gestas o escuchado de ellas y como tales las transmitiesen. Y desde allí, también, contarían brechtianamente la galería de personajes. O sea, desde una posición tomada: mostrando en toda su ferocidad a los invasores, a los traidores a la patria, a los ávidos representantes de las grandes potencias. Ridiculizándolos, inclusive. Y por el contrario elevando a la heroicidad a los defensores de la independencia de la República. No hacía con esto más que seguir los lineamientos ideológicos de la obra de Wainer.
Deseché en consecuencia la opción de construir actoralmente desde psicologismos, para centrarnos en comportamientos de aves de rapiña, cerdos y monigotes, para los extranjeros. Propuse caracterizar con refinados amaneramientos a uno de los bandos nacionales, y poner “bárbara” pasión en el discurso patriótico del otro. Hay escenas donde siento que hemos alcanzado un alto grado de intensidad dramática, a partir de la sola confrontación de discursos políticos e ideológicos.
Acordamos con Javier Marizaldi, también cantante, que su desempeño como tal tendría la calidad del actor que pasa a contar cantando. De modo que ni música ni intérprete se convirtieran en adorno de la acción, en escena autónoma, sino en parte fundamental de la progresión dramática, como ya apunté.
A todo esto se sumó, como trabajo previo, un profundo estudio de las circunstancias históricas que rodearon los hechos que el texto teatral plantea.
Lo que siguió fueron largas horas de ensayos, construcción escenográfica, realización de utilería y vestuario, puesta de luces (con Pedro Villalba, un técnico impecable y entrañable amigo, además) y el estreno de la primera parte de la obra en la jornada de vigilia del 23 de marzo, en memoria de la criminal dictadura del ’76.
Esta fecha fue propuesta por la Comedia, y acordábamos en que resultaba ineludible participar. Pero casi ninguno de los grupos que formaba parte del proyecto “El Teatro y la Historia” llegaba aún con la obra completa. De modo que nuevamente se propuso la modalidad de semimontado. Nosotros elegimos estrenar una primera parte, a la manera de las piezas históricas de Shakespeare. En aquél final, luego de haber narrado la batalla de Obligado, los historiadores populares, los contadores de gestos y gestas, los ancladores de la memoria -como los define Wainer-, consumidas ya las brasas del fogón alrededor del cual estaban reunidos, invitaban a los oyentes seguir al otro día. Habiendo convenido esta solución provisoria con el autor, nos terminó gustando tanto, que la incluimos como separador, como necesario respiro después de la batalla perdida, al estrenar la pieza completa.
Lo menciono como ejemplo de una dramaturgia integral, que incluye a todos los participantes del hecho escénico y que aprovecha hasta los accidentes del proceso creativo.
No es el único caso, por supuesto. Permanentemente consultaba a Alberto sobre posibles cambios en textos o escenas, que él no sólo aceptaba de muy buen grado, sino que mejoraba con nuevos aportes. También, al día de hoy, seguimos revisando detalles.
El contrato de co-producción con la Comedia de la Pcia. incluía una gira por varias localidades, que hemos cumplido el mes pasado.
En provincia no hay crítica especializada para exhibir. Pero sí nos quedamos con inteligentes, fervorosos y emocionados comentarios del público. También con la aprobación del autor, que debe ser una de las personas que más sabe de teatro en la Argentina.
De no haber mediado el virus de la locura... ah, no... de la gripe, yo tendría que haber estrenado ya un nuevo espectáculo en Capital, en calidad de actor (será para el mes venidero), por lo que acordamos con el TIT que “Cielito...” suspendiera sus funciones por un período relativamente largo.
Mucho antes de lo pensado, volvemos a recrearla, gracias a la invitación del Teatro Nacional Cervantes, para presentarnos en el marco de la VII Feria del Libro Teatral.
Será el Miércoles 12 de agosto, en el Salón Dorado. Temprano, a las 18:30 hs., ya que voy a tener que salir rajando para hacer función de la otra obra.
El texto de Wainer se merecía ese marco. Y aunque suene inmodesto... el TIT, también.
(Coincidencias: después de haber interpretado durante bastante tiempo a Macchiavello, pasé a hacer “Whitelocke, un general inglés”, en el Cervantes. Este año “Cielito...” y la obra que estoy por estrenar, también de temática histórica. La Historia me persigue. Pero no me va a agarrar...)
El autor toma como epicentro Obligado, pero lo proyecta hacia atrás y hacia adelante en el tiempo, exponiendo toda la complejidad del hecho. Así, desde el Congreso de Viena, donde después de la caída de Napoleón, las grandes potencias comienzan a abrirse paso al mundo, hasta la derrota de Rosas en Caseros, el dramaturgo apela a innumerables testimonios, componiendo un auténtico fresco histórico. Obra “río”, que atraviesa espacios y situaciones en las voces de tres narradores populares. Ellos son, al tiempo que rescatan la tradición de la oralidad en la transmisión de la historia, quienes encarnan también personajes y circunstancias. Y todo eso, con los aires de un cielito, que aparece desde el título mismo, remitiendo a los inicios del teatro nacional.
Por razones de producción, y el corto tiempo que teníamos para realizar el espectáculo, tuve que asumir el doble rol de actuar y dirigir. No lo hacía desde mis soberbios e inconcientes quince años. La práctica me enseñó que resulta siempre una empresa muy difícil, dado que se pierde objetividad sobre el trabajo. A esto se sumaban aquí las complejas características de la pieza, donde cada uno de los actores debía asumir más de una decena de personajes. De modo que la primera decisión que tomé fue la de ejercer la dirección desde la interacción con los otros dos actores (Diego Carfagno y Javier Marizaldi), dejando de lado la “puesta de imágenes” y centrándome en conflictos y espacios. Para determinar los últimos, conté con la invalorable colaboración de Alicia Levy (escenógrafa y vestuarista), con la que llegamos, tras varias hipótesis, a una resolución espacial sencilla y sumamente clara.
Pero antes hubo otro aporte esencial para imaginar la puesta.
Lito Cruz, director de la Comedia, lanzó oficialmente el proyecto de “El Teatro y la Historia” en diciembre del año pasado, poco después de haberse dado a conocer la selección de elencos. Se pidió a éstos que hiciesen, para acompañar el lanzamiento, una escena, un semimontado, una lectura, lo que tuvieran. Nosotros nos largamos con una audición radial.
Esto permitió que el autor, que estaba para esa fecha trabajando en España, la escuchara por internet junto a su hija -actriz y directora, radicada allá-. Marina Wainer comentó entonces que nos veía tomando mate junto a un fogón y relatando.
Tomé literalmente esta imagen para arrancar la obra.
Otra decisión inicial fue que hubiera un músico acompañando en escena, no sólo las canciones que uno de los actores debía interpretar, sino también la acción dramática. De este modo, el querido Negro Correa, otro amigo de años, se convirtió en vital soporte de la obra. Aún hoy, en funciones y ensayos, seguimos investigando nuevas incidencias de su guitarra y su caja.
Finalmente, partí de que los tres narradores no fuésemos Diego, Javier y yo en tanto actores, sino personajes que habían vivido aquellas gestas o escuchado de ellas y como tales las transmitiesen. Y desde allí, también, contarían brechtianamente la galería de personajes. O sea, desde una posición tomada: mostrando en toda su ferocidad a los invasores, a los traidores a la patria, a los ávidos representantes de las grandes potencias. Ridiculizándolos, inclusive. Y por el contrario elevando a la heroicidad a los defensores de la independencia de la República. No hacía con esto más que seguir los lineamientos ideológicos de la obra de Wainer.
Deseché en consecuencia la opción de construir actoralmente desde psicologismos, para centrarnos en comportamientos de aves de rapiña, cerdos y monigotes, para los extranjeros. Propuse caracterizar con refinados amaneramientos a uno de los bandos nacionales, y poner “bárbara” pasión en el discurso patriótico del otro. Hay escenas donde siento que hemos alcanzado un alto grado de intensidad dramática, a partir de la sola confrontación de discursos políticos e ideológicos.
Acordamos con Javier Marizaldi, también cantante, que su desempeño como tal tendría la calidad del actor que pasa a contar cantando. De modo que ni música ni intérprete se convirtieran en adorno de la acción, en escena autónoma, sino en parte fundamental de la progresión dramática, como ya apunté.
A todo esto se sumó, como trabajo previo, un profundo estudio de las circunstancias históricas que rodearon los hechos que el texto teatral plantea.
Lo que siguió fueron largas horas de ensayos, construcción escenográfica, realización de utilería y vestuario, puesta de luces (con Pedro Villalba, un técnico impecable y entrañable amigo, además) y el estreno de la primera parte de la obra en la jornada de vigilia del 23 de marzo, en memoria de la criminal dictadura del ’76.
Esta fecha fue propuesta por la Comedia, y acordábamos en que resultaba ineludible participar. Pero casi ninguno de los grupos que formaba parte del proyecto “El Teatro y la Historia” llegaba aún con la obra completa. De modo que nuevamente se propuso la modalidad de semimontado. Nosotros elegimos estrenar una primera parte, a la manera de las piezas históricas de Shakespeare. En aquél final, luego de haber narrado la batalla de Obligado, los historiadores populares, los contadores de gestos y gestas, los ancladores de la memoria -como los define Wainer-, consumidas ya las brasas del fogón alrededor del cual estaban reunidos, invitaban a los oyentes seguir al otro día. Habiendo convenido esta solución provisoria con el autor, nos terminó gustando tanto, que la incluimos como separador, como necesario respiro después de la batalla perdida, al estrenar la pieza completa.
Lo menciono como ejemplo de una dramaturgia integral, que incluye a todos los participantes del hecho escénico y que aprovecha hasta los accidentes del proceso creativo.
No es el único caso, por supuesto. Permanentemente consultaba a Alberto sobre posibles cambios en textos o escenas, que él no sólo aceptaba de muy buen grado, sino que mejoraba con nuevos aportes. También, al día de hoy, seguimos revisando detalles.
El contrato de co-producción con la Comedia de la Pcia. incluía una gira por varias localidades, que hemos cumplido el mes pasado.
En provincia no hay crítica especializada para exhibir. Pero sí nos quedamos con inteligentes, fervorosos y emocionados comentarios del público. También con la aprobación del autor, que debe ser una de las personas que más sabe de teatro en la Argentina.
De no haber mediado el virus de la locura... ah, no... de la gripe, yo tendría que haber estrenado ya un nuevo espectáculo en Capital, en calidad de actor (será para el mes venidero), por lo que acordamos con el TIT que “Cielito...” suspendiera sus funciones por un período relativamente largo.
Mucho antes de lo pensado, volvemos a recrearla, gracias a la invitación del Teatro Nacional Cervantes, para presentarnos en el marco de la VII Feria del Libro Teatral.
Será el Miércoles 12 de agosto, en el Salón Dorado. Temprano, a las 18:30 hs., ya que voy a tener que salir rajando para hacer función de la otra obra.
El texto de Wainer se merecía ese marco. Y aunque suene inmodesto... el TIT, también.
(Coincidencias: después de haber interpretado durante bastante tiempo a Macchiavello, pasé a hacer “Whitelocke, un general inglés”, en el Cervantes. Este año “Cielito...” y la obra que estoy por estrenar, también de temática histórica. La Historia me persigue. Pero no me va a agarrar...)
Ya esta,me lo vendiste loco,pá cuando la gira por el interior?cante pri,despues que se sume Violi y tenemos otro "de Usuahia a la Quiaca" pero del teatro.
ResponderBorrarTe felicito Miguel,hace mucho no voy a ver una obra de teatro y siento al leer tu realto que me estoy perdiendo de mucho.
Tengo muchas ganas de verla miguel, y la historia es historia, pero da gusto aprenderla. voy a estar ahi, voy a ver a un gran actor, y sobre todo, un gran tipo y compañero. Un abrazo fuerte! Ire.
ResponderBorrarQuerido Fer: si por mí fuera recorrería el país de punta a punta con esta obra. Pero vos sabés, es como todo... nada fácil.
ResponderBorrarIreeeeeeee!!! La de "Romina" no te la conocía. Te espero, no me falles. Sabés que te quiero mucho!
Qué bien escrita la crónica.
ResponderBorrar¿Podés explayarte un poquito acerca del teatro semimontado? Ya se que no es nada porno.
Una vez en la facultad hicieron una representación de algunos pasajes de La Celestina como teatro leído. Mi profesor que era hijo de Gianni Lunadei, era uno de los que actuaban. Digo, porque me hiciste acordar.
No sólo sos un provocador irremediable sino uno que se moviliza frente a la provocación. A mí me dejás en el lugar -de protagonismo exagerado- del tábano hincha pelota que aguijoneaba a los atenienses. Pero me alegro de que, reproche mediante, te haya incentivado a producir este interesantísimo relato. En coincidencia con Fernando, su lectura da ganas de volver a ver teatro, cosa que no hago desde hace añares.
ResponderBorrarPor razones que no voy a desplegar aquí me detuve en un pasaje específico que se vincula a lo que llamás dramaturgia integral:
"No es el único caso, por supuesto. Permanentemente consultaba a Alberto sobre posibles cambios en textos o escenas, que él no sólo aceptaba de muy buen grado, sino que mejoraba con nuevos aportes. También, al día de hoy, seguimos revisando detalles".
En el caso que citás -necesidad de dar cierto cierre a lo que era un fragmento- se comprende el cambio y, como funcionó bien, también su incorporación a la obra completa. Mi duda pasa por los tipos de justificación por la cual un director propone cambiar el texto original (en realidad estoy pensando en cine y a la tendencia -inconsulta- a cambiar por cambiar con argumentos pueriles o bien nulos). De acuerdo a tu experiencia, ¿qué suele justificar tales cambios?, ¿la progresión dramática?, ¿la construcción del personaje?, ¿los costos de la puesta?, ¿las limitaciones actorales?, ¿el caprichito del director? (ésta última no se justifica, por supuesto: andá y escribí tu propio libro, ¿viste?).
Bueno, no quiero alargarme y no pretendo que me respondas acá. Por ahí mis dudas te alienten a algún post futuro sobre estos u otros temas afines. Que, al menos a mí, me interesan y apasionan mucho más que, digamos, la orientación sexual de Superhijitus.
Por último, me cagaste muy bien con lo del teatro, pero en este blog... ¡lo del cine es verso!
Abrazo para vos y el TIT.
Rengo, ahi estaré... !!!
ResponderBorrarFabio: suponiendo que tu pregunta sea seria, que lo dudo... La modalidad de semimontado es con libreto en mano, y algunas acciones físicas, alguna utilería inclusive. Como un ensayo, donde los actores no aprendieron todavía el texto. Aunque por momentos,pueden abandonar el libreto, depende del grado de elaboración que tenga cada espectáculo. El ciclo Teatrísimo,por ejemplo, que se hace todos los años en el Regina, se trata de eso.
ResponderBorrarCinzcéu: siempre agradezco el ida y vuelta de las provocaciones. Lo de los cambios -te hablo de teatro-es todo un tema. Te diría que se justifican o no a posteriori, por los resultados. A veces son caprichos -no sólo de los directores, también de los actores-y otras veces enriquecen notablemente una obra. El error, creo, pasa por pensar que solo se puede intervenir en la dramaturgia del autor por el lado de modificar textos. Hay, en ese sentido, un enorme campo de acción del director o de los actores que se puede explorar sin tocar una coma. Otra cuestión es la extensión de un espectáculo. Una ley no escrita en la actualidad es que no debería pasar de hora y cuarto, hora y media, a lo sumo. La justificación, en general, es la pérdida de capacidad de atención del público. No creo demasiado en eso. Se puede aburrir mortalmente con quince minutos y maravillar constantemente a lo largo de tres horas. Y aparte, para cortar, hay que saber muy bien qué y donde. En fin... es cierto que daría para otro tipo de desarrollo. Pero me piden teatro, me piden cine.. Qué soy yo, Berrutti y Morelli juntos??? hip! Abrazo
ResponderBorrarEstercita!!! Viniste!!! (...andá, te espero, no seas chanta)
ResponderBorrarBueno, Dios quiera que una gira provincial los traiga a Carmen de Patagones, que me queda a un tiro de piedra.
ResponderBorrarMuy interesante los entretelones, ver el diferente planteamiento de personajes que se puede hacer sobre un mismo texto, el trabajo de pulido y revisión, etc.
Excelente post.
Salú.
Y uno que se imaginaba que en la revista era todo joda nomás.
Ah, pero no conté la parte que nos ponemos conchero, plumas y strass...
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