Un sabueso de la historieta encuentra material en cualquier parte.
Hoy, por ejemplo, pasé por una librería de viejo donde muy de tanto en tanto, a las perdidas, suele aparecer algo. No fue la ocasión.
Pero aburrido, y sabedor que toda revista, de cualquier índole, hasta los ’70, traía un chiste, una publicidad dibujada, una ilustración al menos, me puse a ojear un lote de El Gráfico, publicación a la que jamás le presté atención, dado mi nulo interés de toda la vida por el fútbol.
Me topé con algunas perlitas, a las que saqué fotos. Y terminé comprándome dos números que traían cada uno un chiste de Vidal Dávila y una publicidad realizada por Lino Palacio.
Entre las fotos, observarán páginas dobles escritas y dibujadas por Raúl Roux, un desconocido para mí Roberto Seijo, y otro más desconocido aún, porque ni siquiera tiene firma. Interesantes, a mi ver.
Los escanneos, con más detalle, de Vidal Dávila y Lino Palacio, correspondientes a los ejemplares comprados, merecen unos párrafos.
El chiste sobre las cubiertas no se entiende si no se está al tanto de la crisis del caucho en el mundo durante la segunda guerra (las revistas son de 1944).
La publicidad de Winchester respondía a un esquema fijo: una bella señorita –apellidada con la susodicha marca- hacía dedo, ostentando a más de su figura un desmesurado atado de cigarrillos. Pasaba, en diferentes medios de locomoción, un personaje muy de Lino Palacio que terminaba llevándose los fasos y dejaba siempre a pie a la damisela.
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