En otra vida, en Zárate, yo tenía un amigo tano -que era mi escenógrafo, además- muy renegado. Hacía una descripción del comportamiento provinciano que me divertía mucho. Era la época que se tomaba tren, y él decía que los zarateños bajaban en Retiro, en la salida subían a un taxi apurados, iban donde tenían que ir, volvían en taxi a Retiro con el tiempo justo para mear, tomar un café de parados y agarrar el tren de vuelta. Todo eso porque les daba miedo moverse en Capital.
Pasa con algunos turistas argentinos en el mundo. Visitan el Louvre o el Prado, pero no se enteran de lo que circunda.
Enfrente del Prado hay un comercio muy visible que se llama "Objetos de Arte Toledanos", que puede que sí, a algunos turistas no les pase desapercibido. Vende militaria y baratijas para la gilada. Pero al lado de ése, se situa un local menos aparatoso, "Arte Stilo", que la mayoría ni debe junar, apurados por ir a mear al Retiro (chiste).
Allí ví, año pasado, un muñeco maravilloso, que no me traje, porque era demasiado grande y delicado, y temía que no llegase intacto. La vendedora me mostró inclusive la forma en que lo empacaban, que parecía bastante segura, pero no acabé de decidirme. Como sucede siempre en estos casos, después me arrepentí. Por suerte, pude volver este año y sacarme el gusto.
Se trata del detalle de Las Tentaciones de San Antonio que muestro en el posteo anterior, y que ahora luce en un estante de mi escritorio, justo enfrente mío.
Pero también le traje otro a una de mis hijas, sacado de El Juicio Final de Viena, que es una hermosura...
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