Encontrar algo en mi altillo no es fácil. Hace tiempo que buscaba infructuosamente este cuaderno Laprida de tapa dura, donde dejé testimonio del comienzo de mis aventuras teatrales, va a hacer apenas cincuenta años
En efecto, las primeras anotaciones, consignan con mi letra "abril, mayo, junio de 1970".
Revisar el pasado no debería ser hurgar en lo muerto, sino registrar cuánto de vivo quedó en uno. Voy a a tratar de descubrirlo a medida que escribo.
Después del hallazgo del cuadernito, me dediqué al rastreo de dos fotos que lo anteceden en cuanto a lo "artístico", que también me costó localizar...
Datadas ambas al dorso: por mi madre en la que luzco delantal y bolsita de jardín (abril de 1962), y por mi padre en la del baile (diciembre 7 del mismo año).
Mi padre, con la minuciosidad que lo caracterizaba, y con la esmerada caligrafía que nunca abandonó, precede la fecha con una larga leyenda: "Teatro Coliseo / Miguelito y Dorita bailando el minué/ Festival 'Colegio Sagrada Familia'/ Jardín de Infantes/ Zárate..."
Nada recuerdo de este evento en que pisaba por primera vez, a los cinco años, "formalmente" y ante un público, el escenario.
En cambio, tengo muy presente mi primer día de jardín, perpetuado por la foto junto al árbol, en la vereda de enfrente de mi casa de Zárate, y a una cuadra de los que se llamaba "colegio de hermanas" (que dejaba de ser mixto en primer grado, porque se supondría que a partir de allí se corría peligro que el Diablo se entrometiese a revelar la impudicia del sexo).
En la foto -debe ser difícil de apreciar acá, por lo pequeña- aparezco de buen talante. Lo estaba, lo afirmo. Muy predispuesto para enfrentar la aventura.
Y es muy nítida en mi mente la imagen de lo que sigue, llegar al patio de las monjas y encontrarme con los demás pibitos llorando, aferrados de sus madres, resistiendo abandonarse a los brazos extraños de las maestras.
Ante semejante panorama, tuve un impulso que hasta hoy en día no me explico: arrimé dos bancos de madera, me subí, y comencé a improvisar una escena, cuyo título anuncié previamente: "Súperman contra los leones".
Mi memoria no abarca el argumento completo, pero sí la acción. Volaban piñas al aire a diestra y siniestra junto con leones imaginarios. El personaje que me asigné, huelga aclararlo, no era el de un león.
Los pibitos dejaron de llorar para pasar a observarme, estupefactos.
Juro que aconteció tal como lo cuento.
Ese fue mi verdadero debut en las tablas.
No con Dorita bailando el minué.
No con "Rielandia", también en el Coliseo de Zárate, donde cobraba y todo y era un éxito de taquilla.
No a fines de los ochenta, en el Payró, si vamos a respetar los criterios "profesionales" de reseñar la trayectoria y nos remitimos a mis comienzos en Capital.
Nada de eso...
Yo empecé a hacer teatro en el patio del colegio de monjas, el primer día de jardín de infantes, cincuenta y ocho años atrás. Ni menos ni más.
POSDATA:
En relación a lo anterior se me ocurrió investigar cuál cómic de Súperman pudo haber inspirado mi primera realización teatral integral (dramaturgo, actor, director). Se me ocurre que puede ser ésta, editada en México en el año 1953. Ignoro cuánto tardaba Novaro en distribuir en Argentina, pero era frecuente a mediados de los '60 encontrar en los kioscos pilas de números de años anteriores. Si sumamos el dato de la circulación entre lectores de los ejemplares, resulta factible que éste haya llegado a mis manos poco antes de iniciar el jardín de infantes, por el '61/'62.
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