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martes, diciembre 30, 2008

“Yo hago historietas con tipos tomados de la realidad” (Héctor L. Torino) - 2da. Parte

Quiero terminar el año con Torino. Supongo que es redundante aclarar que no se trata de autos ni de vinos, sino del entrañable don Héctor Locuratolo. La frase que titula este post y el anterior, responde a un auto reportaje - también enviado por Luis Del Pópolo, cuya colaboración agradezco- aparecido en “Leoplán”, revista en la que el autor de Don Nicola publicó Esculapio Sandoval, otra maravilla olvidada (ver).
El tono que utiliza Torino para hablar de sí mismo es humorístico, en ese estilo del que la revista "Patoruzú" abusó luego. Pero la frase que rescato es seria. Como es seria su afición por las curvas femeninas. Aunque relate en broma, refiriéndose a sus comienzos en el dibujo, que en la academia a la que concurría, resolvió ser corto de vista, para que lo colocaran en la primera fila de observación de las modelos. En tren de interpretar el chiste que ilustra la nota, se podría decir que revela -a la manera de un Dr. Merengue sutil- que al autor le importaban más las minas que la historieta. Otro interés prioritario suyo -que también se insinúa en este dibujo, pero que no es una interpretación, dado que varias veces lo declaró- fue hacer guita. Nunca la hizo, porque su bohemia se imponía. Y ésta es otra razón para que lo sienta muchísimo más cercano que al témpano Quinterno. Y en cuanto a las mujeres, la publicidad de “Bicho Feo”, en la misma edición del auto reportaje, indica que al menos, sus intereses estaban divididos. Pasa con algunos espíritus curiosos, con los que humildemente me identifico. Son tantas las cosas que lo atraen a uno, que termina desperdigando sus talentos. Por eso no hay que confundirse con Torino, al que suele pintarse como despreocupado de cuestiones creativas. Una interesante asociación entre éstas y las minas, surge de un reportaje en serio, que en algún momento tomé del blog de Maganás, pero que ahora no encuentro para linquear (creo que era de la revista “Dibujantes”). Dice allí Torino: “Hasta el momento lo que más dificultades me ha ofrecido ha sido encajar la figura femenina dentro de mi estilo un tanto exagerado sin que la misma pierda su gracia y belleza”. Una propiocepción de lo más ajustada. Las mujeres de Torino -lo he dicho y lo reitero- no tenían nada que envidiar a las de Divito. Sin embargo, al lado de Don Nicola y la fauna que lo rodeaba, resultaban demasiado contrastantes. No porque el gringo, aún con su veta sainetera y hasta grotesca, no tuviera asiento en la realidad, sino porque las minas que solían aparecer por el conventillo resultaban en extremo estilizadas para ese ambiente. La realidad y la fantasía han jugado constantemente entrelazadas en la creación y en la vida de Torino. Cómo se explica, sino, un conventillo de La Boca donde aterrizaban naves espaciales? O un aspirante a millonario, que tocaba el violín en piringundines (ver)? El post que antecede es otro ejemplo de este aserto. El delirio de un ingeniero, al que mucha gente daba crédito, es tomado paródicamente por Torino en el plano creativo, y lo termina convirtiendo en un concurso muy real. Pavada de complejidad, detrás de un humorismo de aparencia inocente. Por supuesto que estas ideas no le sirvieron a don Héctor, como lo anticipé, para cumplir su sueño de convertirse en millonario (...no puedo dejar de asociarlo con Arlt, al que se asemeja en más de un aspecto). Por el contrario, según múltiples testimonios, terminó buscando changas que estaban muy por debajo de su maestría y negado por varios que habían comido gracias a él, en las épocas de bonanza de Ediciones Torino. Una idea de como manejaba sus negocios, la da una historieta que realizó para “La Barra de Pascualín”, en 1960. El pié de la primera página exhibe una publicidad de “El Rubio Millán” (otro gran éxito del radioteatro sudamericano). Eran épocas en que las compañías de Juan Carlos Chiappe, Héctor Miranda, Audón López, Rolando Chávez, tenían una enorme audiencia radial, al tiempo que recorrían los pueblos con la versión teatral de sus melodramas. Liberto Pecci, protagonista -y posiblemente también libretista- de “El Rubio Millán”, no es de los que han quedado inscriptos en la memoria popular y no creo que tampoco, en su momento, gozara de la popularidad de los nombrados. Sin embargo, por los pocos pesos que debe haber pagado por la publicidad en “La Barra de Pascualín”, Torino le concedió el plus de dedicarle un episodio de Don Nicola. O quizá eran amigos de farra, y ni siquiera le cobró el anuncio.
Las peripecias por las que pasan el tano y El Maestro son más o menos las previsibles en este tipo de historietas (la clásica confusión entre el gorila disfrazado y el auténtico). Pero el clima de “terror” del inicio, y el remate en el último cuadrito, resultan impagables. Ni hablar de la portada, que está dedicada al episodio. La aventura es cortita, apenas 4 páginas tabloides. Pero sumadas a la tapa y como regalo de fin de año, en La Colección de Dao, no está nada mal, me parece... Mejor que un calzoncillo o un par de medias, no? Ya está bien por el 2008. He posteado bastante, y en varios lados. Espero que volvamos a encontrarnos en el 2009.
Felicidades y esas cosas...

2 comentarios:

  1. Buenísimo.
    Me he hecho parroquiano de este blog.
    Qué se le va a hacer.

    W-

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  2. Qué le sirvo, Walter? Una ginebra llave? Una caña Ombú? Una Cubana Sello Verde? Una Ferro Quina Bisleri? O un anís Ocho Hermanos?... Marche una cañita, entonces. Acá tiene este platito de lupines, para que no le caiga mal... Ah, no. Commander se me terminaron, le puedo ofrecer Fontanares. Se lo prendo con los Ranchera, porque el carusita se me quedó sin bencina.

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