Decidí dejar de escuchar “El club de la tarde”, que se emite de lunes a viernes por radio Mitre, en el horario de 14 a 17, con la conducción de Ernesto Tenembaum.
Los dichos del periodista resultan fuente tan inagotable de análisis, que llega a afectar mis actividades cotidianas, e incluso mi humor.
Hoy colmó mi medida, cuando leyó íntegra una columna de Eliseo Verón publicada en Perfil, bajo el título “Reglas de conducta para tiempos oscuros”. Tengo poco para decir de este pobrísimo líbelo, aunque como siempre, remito a él para que cada uno saque sus propias conclusiones.
En lo sustancial, intenta mostrar el discurso de la Presidenta sobre Papel Prensa, como el armado de un show mediático.
Lo que me interesa aquí son las argucias a que recurre constantemente Tenembaum para parecer un periodista independiente. Juego en el que se maneja de forma cómoda y hasta gozosa, a diferencia de su antiguo compañero Marcelo Zlotogwiazda, que lo sucede en la programación de Mitre, y a quien cada vez le cuesta más disimular el disgusto con el rol en que ha quedado posicionado.
Ernestonchi presentó extensamente a Eliseo Verón como un prestigioso semiólogo que -según sus dichos- ha hecho escuela. O sea, arrancó con una falacia ad verecundiam (validar un discurso por la autoridad de quien lo emite). Pero inmediatamente se ocupó de aclarar que a él no le importaban tanto las credenciales de quien escribe, como los contenidos. Aunque quizá en esto haya influido un “pequeño” detalle que reservo para el final, y que hace sospechar que a Tenembaum no le convenía que se hurgara mucho en la trayectoria de Verón.
Después de leer -insisto- íntegramente el artículo, con el aire de tonto que le da su voz nasal repitió la argucia de dejar sentada una liviana salvedad a aquello que con anterioridad había subrayado fuertemente. Traduzco: se explayó encomiando lo apasionado y apasionante que resultaba el enfoque de Verón, para terminar diciendo que -claro- quedaba ausente la otra campana, la del Gobierno y sus seguidores, quienes también podían defender con pasión sus argumentos (Gracias, Ernestonchi, por concedernos la libertad de expresarnos!).
Las estratagemas del periodista me hicieron acordar a esas películas yankees, donde en los primeros diez minutos se dedican a mostrar la forma en que una honorable familia es víctima de las atrocidades de un asesino, con sangre y violación explícitas. Luego, el tramo principal, está centrado en los fracasos de uno de los sobrevivientes por conseguir justicia, y en la consecuente decisión de ejecutarla personalmente. Así, el espectador, identificado con el protagonista, llega a sentir lo mismo que éste, cuando se concreta la venganza. Pero finalmente, en los restantes cinco minutos, se advierte que la justicia por mano propia no está muy bien, que hay que respetar las leyes, etc. Ya es tarde...
Sin embargo, todo esto resulta menor. Lo más grave es que el pícaro de Ernestonchi -y he aquí el “detalle” anunciado- omitió decir no sólo que Eliseo Verón tuvo estrechas vinculaciones con el Grupo Clarín, sino que además, es actual empleado de Eduardo Duhalde. En efecto, el ex-gobernador y ex-presidente ocasional lo contrató para su campaña, con el objetivo que el semiólogo lo presentara a los ojos de la opinión pública como un “estadista” (ver).
Así no vale! Se me cae por el piso tanto el prestigio de Verón como la pasión que vendiste, Tenembaum!
Chau, Ernestonchi. Voy a extrañar tus payasadas...
Los dichos del periodista resultan fuente tan inagotable de análisis, que llega a afectar mis actividades cotidianas, e incluso mi humor.
Hoy colmó mi medida, cuando leyó íntegra una columna de Eliseo Verón publicada en Perfil, bajo el título “Reglas de conducta para tiempos oscuros”. Tengo poco para decir de este pobrísimo líbelo, aunque como siempre, remito a él para que cada uno saque sus propias conclusiones.
En lo sustancial, intenta mostrar el discurso de la Presidenta sobre Papel Prensa, como el armado de un show mediático.
Lo que me interesa aquí son las argucias a que recurre constantemente Tenembaum para parecer un periodista independiente. Juego en el que se maneja de forma cómoda y hasta gozosa, a diferencia de su antiguo compañero Marcelo Zlotogwiazda, que lo sucede en la programación de Mitre, y a quien cada vez le cuesta más disimular el disgusto con el rol en que ha quedado posicionado.
Ernestonchi presentó extensamente a Eliseo Verón como un prestigioso semiólogo que -según sus dichos- ha hecho escuela. O sea, arrancó con una falacia ad verecundiam (validar un discurso por la autoridad de quien lo emite). Pero inmediatamente se ocupó de aclarar que a él no le importaban tanto las credenciales de quien escribe, como los contenidos. Aunque quizá en esto haya influido un “pequeño” detalle que reservo para el final, y que hace sospechar que a Tenembaum no le convenía que se hurgara mucho en la trayectoria de Verón.
Después de leer -insisto- íntegramente el artículo, con el aire de tonto que le da su voz nasal repitió la argucia de dejar sentada una liviana salvedad a aquello que con anterioridad había subrayado fuertemente. Traduzco: se explayó encomiando lo apasionado y apasionante que resultaba el enfoque de Verón, para terminar diciendo que -claro- quedaba ausente la otra campana, la del Gobierno y sus seguidores, quienes también podían defender con pasión sus argumentos (Gracias, Ernestonchi, por concedernos la libertad de expresarnos!).
Las estratagemas del periodista me hicieron acordar a esas películas yankees, donde en los primeros diez minutos se dedican a mostrar la forma en que una honorable familia es víctima de las atrocidades de un asesino, con sangre y violación explícitas. Luego, el tramo principal, está centrado en los fracasos de uno de los sobrevivientes por conseguir justicia, y en la consecuente decisión de ejecutarla personalmente. Así, el espectador, identificado con el protagonista, llega a sentir lo mismo que éste, cuando se concreta la venganza. Pero finalmente, en los restantes cinco minutos, se advierte que la justicia por mano propia no está muy bien, que hay que respetar las leyes, etc. Ya es tarde...
Sin embargo, todo esto resulta menor. Lo más grave es que el pícaro de Ernestonchi -y he aquí el “detalle” anunciado- omitió decir no sólo que Eliseo Verón tuvo estrechas vinculaciones con el Grupo Clarín, sino que además, es actual empleado de Eduardo Duhalde. En efecto, el ex-gobernador y ex-presidente ocasional lo contrató para su campaña, con el objetivo que el semiólogo lo presentara a los ojos de la opinión pública como un “estadista” (ver).
Así no vale! Se me cae por el piso tanto el prestigio de Verón como la pasión que vendiste, Tenembaum!
Chau, Ernestonchi. Voy a extrañar tus payasadas...
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