Feliz Día de la Historieta, ante todo.
Pasemos ahora a la política.
La sintonía de la radio del auto seguía fija en Continental, así que me desayuné con una recopilación semanal del programa de la señora Magdalena Ruiz Guiñazú, a quien nunca escucho, por razones horarias fundamentalmente.
Menos mal, me arruinaría el día.
No tiene sentido ponerme a analizar la totalidad de los dichos de una persona a la que el gorilismo y la adscripción incondicional a la causa de Clarín, le brotan por cada uno de los poros.
Me voy a referir puntualmente a su concepto de “intocable”.
En un reportaje no recuerdo a quien, destinado a denigrar nuevamente la figura de Osvaldo Papaleo, la señora se escandalizó de que éste hubiera descalificado a su vez a Julio César Strassera.
Recordemos que se trata del fiscal acusador del juicio restringido a las Juntas militares de la dictadura, que promovió el gobierno de Alfonsín, durante su primera etapa.
Pero hay que recordar también, como lo hizo Papaleo, que Strassera había ejercido idéntico cargo durante el Proceso de Reorganización Nacional. Y que fue quien pidió para Lidia Papaleo de Graiver una pena de varios años de prisión luego que ésta fuera víctima del terrorismo de Estado imperante en aquellos años.
En ese contexto fue que el ex fiscal todo terreno tuvo contacto con la viuda de Graiver. Más precisamente, cuando ésta permanecía internada -y esposada a la cama- en un hospital, donde la habían operado de un tumor cerebral, consecuencia de los golpes en la cabeza que recibió durante su cautiverio.
Omitiendo mencionar su rol, aunque no la circunstancia (que usó para destacar su exigencia que le quitaran las esposas a la detenida), Strassera declaró para los medios dominantes lo siguiente: "Hablé mucho con Lidia Papaleo. Jamás dijo una palabra de Papel Prensa en ese momento. Me lo hubiera dicho".
Esta afirmación merecería un análisis psicológico, lo mismo que la de Pino Solanas, respecto a que el fiscal Molinas nunca le dijo a él que la venta de Papel Prensa hubiese sido fraudulenta. Pareciera que la Historia está obligada a pasar por sus exclusivos protagonismos. Siempre me divirtió la anécdota de un actor de reparto que estaba trabajando en Hamlet, y al que le preguntan de qué trataba la obra. El actor responde: “De un sepulturero, que un día es visitado por un príncipe en su lugar de trabajo”.
Perdón por la digresión, retomo: los dichos transcriptos de Strassera son los que merecieron las refutaciones de Osvaldo Papaleo y otros. Cae de maduro que nadie en semejantes condiciones, y ante la persona que tiene a su cargo imputarla, se va a explayar demasiado. O quizá Strassera estuviera ebrio cuando habló con la viuda de Graiver y no recuerda bien el episodio, vaya uno a saber…
Pero el contra argumento de la señora Ruiz Guiñazú (integrante de un coro cada vez más homogéneo) se centraba con exclusividad en el supuesto prestigio de Julio César Strassera. Un prestigio que la debe involucrar supongo, en tanto formó parte de la Conadep (Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas, creada por Alfonsín), grupo de notables presidido por Ernesto Sábato, a quien se atribuye la elaboración de la nefasta “teoría de los dos demonios”.
El problema es que algunos de los “notables” de entonces, ya no lo son tanto a la luz de las defecciones alfonsinistas y lo que vino después. La señora Ruiz Guiñazú no puede lavarse las manos respecto a ello porque, justamente, la “teoría de los dos demonios” que ella suscribió desde el prólogo del “Nunca Más”, fue el huevo de la serpiente de los indultos. Que fueron derogados a raíz de que lo promoviera el “dictador” Néstor Kirchner, en el 2006, apropiándose falsariamente de la bandera de los Derechos Humanos, que solo pueden enarbolar “notables” como Magdalena Ruiz Guiñazú, Ernesto Sábato o Julio César Strassera.
Como vemos, este tipo de falacia ad verecundiam (al respeto) que vengo señalando reiteradamente –me obligan al abuso del término- en el argumento opositor, termina mordiéndose la cola.
No está mal que se revise la actitud de cada uno de los actores sociales antes, durante y después de la dictadura, incluidos los “oficialistas”. Timerman hijo, por lo pronto, se mostró avergonzado y pidió disculpas a la sociedad por haber dirigido, en su juventud, en un corto período, el diario La Tarde. Tan procesista como Clarín o La Nación, si vamos al caso. En cambio, desde el antikirchnerismo se acude a la calidad de “intocables” de algunas figuras que, como Strassera, no han evidenciado arrepentimiento alguno. Y de los medios, ni hablar. Nadie puede atreverse a cuestionar la cruzada histórica de Clarín por la verdad, ni su insobornable crítica a cualquier abuso de poder (de los Kirchner), proviniese de donde provenga (de los Kirchner). En todo caso se dirá que en el período dictatorial, el periódico fue obligado a guardar silencio, porque denunciar lo que sucedía hubiera significado un suicidio. Pero Clarín -reitero, se sabe, existen innumerables pruebas de archivo- fue entusiasta defensor de Videla. Y tampoco hubo autocrítica. Menos la tiene la mismísima Magdalena Ruiz Guiñazú, quien diariamente, durante los años de plomo, elogiaba a Martínez de Hoz, en su programa matutino de Continental.
Del silencio a la complicidad, median algunos pasos. Son los que diferencian una caza de brujas de un auténtico debate revisionista de nuestra historia reciente, y que debe necesariamente llegar hasta estos días.
Los supuestos prestigios intentan congelar para siempre la foto que se elije. Recortan un socio-histórico y lo pegan en cualquier otro, como si antes, en el medio, o después, no hubiese ocurrido nada.
Acudiendo a ellos, el coro opositor político-mediático elude un debate que está lejos de querer abordar a fondo. Lo he venido diciendo, pero lo expresa mucho mejor que yo Luis Bruschtein, en una nota que publica hoy Página 12 .
Lo que desarrolla Bruschtein, y a lo que adhiero desde antes que él lo manifestara (con lo que no se me puede imputar formar parte del otro supuesto coro, el “oficialista”), es que la discusión debería pasar por los hechos que los Kirchner han generado y siguen generando, no por las supuestas intenciones ocultas que se le atribuyen. Y que por supuesto, la oposición se abroquela en la construcción de un enemigo satánico, para justificar un discurso que no admite réplica alguna.
Pasemos ahora a la política.
La sintonía de la radio del auto seguía fija en Continental, así que me desayuné con una recopilación semanal del programa de la señora Magdalena Ruiz Guiñazú, a quien nunca escucho, por razones horarias fundamentalmente.
Menos mal, me arruinaría el día.
No tiene sentido ponerme a analizar la totalidad de los dichos de una persona a la que el gorilismo y la adscripción incondicional a la causa de Clarín, le brotan por cada uno de los poros.
Me voy a referir puntualmente a su concepto de “intocable”.
En un reportaje no recuerdo a quien, destinado a denigrar nuevamente la figura de Osvaldo Papaleo, la señora se escandalizó de que éste hubiera descalificado a su vez a Julio César Strassera.
Recordemos que se trata del fiscal acusador del juicio restringido a las Juntas militares de la dictadura, que promovió el gobierno de Alfonsín, durante su primera etapa.
Pero hay que recordar también, como lo hizo Papaleo, que Strassera había ejercido idéntico cargo durante el Proceso de Reorganización Nacional. Y que fue quien pidió para Lidia Papaleo de Graiver una pena de varios años de prisión luego que ésta fuera víctima del terrorismo de Estado imperante en aquellos años.
En ese contexto fue que el ex fiscal todo terreno tuvo contacto con la viuda de Graiver. Más precisamente, cuando ésta permanecía internada -y esposada a la cama- en un hospital, donde la habían operado de un tumor cerebral, consecuencia de los golpes en la cabeza que recibió durante su cautiverio.
Omitiendo mencionar su rol, aunque no la circunstancia (que usó para destacar su exigencia que le quitaran las esposas a la detenida), Strassera declaró para los medios dominantes lo siguiente: "Hablé mucho con Lidia Papaleo. Jamás dijo una palabra de Papel Prensa en ese momento. Me lo hubiera dicho".
Esta afirmación merecería un análisis psicológico, lo mismo que la de Pino Solanas, respecto a que el fiscal Molinas nunca le dijo a él que la venta de Papel Prensa hubiese sido fraudulenta. Pareciera que la Historia está obligada a pasar por sus exclusivos protagonismos. Siempre me divirtió la anécdota de un actor de reparto que estaba trabajando en Hamlet, y al que le preguntan de qué trataba la obra. El actor responde: “De un sepulturero, que un día es visitado por un príncipe en su lugar de trabajo”.
Perdón por la digresión, retomo: los dichos transcriptos de Strassera son los que merecieron las refutaciones de Osvaldo Papaleo y otros. Cae de maduro que nadie en semejantes condiciones, y ante la persona que tiene a su cargo imputarla, se va a explayar demasiado. O quizá Strassera estuviera ebrio cuando habló con la viuda de Graiver y no recuerda bien el episodio, vaya uno a saber…
Pero el contra argumento de la señora Ruiz Guiñazú (integrante de un coro cada vez más homogéneo) se centraba con exclusividad en el supuesto prestigio de Julio César Strassera. Un prestigio que la debe involucrar supongo, en tanto formó parte de la Conadep (Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas, creada por Alfonsín), grupo de notables presidido por Ernesto Sábato, a quien se atribuye la elaboración de la nefasta “teoría de los dos demonios”.
El problema es que algunos de los “notables” de entonces, ya no lo son tanto a la luz de las defecciones alfonsinistas y lo que vino después. La señora Ruiz Guiñazú no puede lavarse las manos respecto a ello porque, justamente, la “teoría de los dos demonios” que ella suscribió desde el prólogo del “Nunca Más”, fue el huevo de la serpiente de los indultos. Que fueron derogados a raíz de que lo promoviera el “dictador” Néstor Kirchner, en el 2006, apropiándose falsariamente de la bandera de los Derechos Humanos, que solo pueden enarbolar “notables” como Magdalena Ruiz Guiñazú, Ernesto Sábato o Julio César Strassera.
Como vemos, este tipo de falacia ad verecundiam (al respeto) que vengo señalando reiteradamente –me obligan al abuso del término- en el argumento opositor, termina mordiéndose la cola.
No está mal que se revise la actitud de cada uno de los actores sociales antes, durante y después de la dictadura, incluidos los “oficialistas”. Timerman hijo, por lo pronto, se mostró avergonzado y pidió disculpas a la sociedad por haber dirigido, en su juventud, en un corto período, el diario La Tarde. Tan procesista como Clarín o La Nación, si vamos al caso. En cambio, desde el antikirchnerismo se acude a la calidad de “intocables” de algunas figuras que, como Strassera, no han evidenciado arrepentimiento alguno. Y de los medios, ni hablar. Nadie puede atreverse a cuestionar la cruzada histórica de Clarín por la verdad, ni su insobornable crítica a cualquier abuso de poder (de los Kirchner), proviniese de donde provenga (de los Kirchner). En todo caso se dirá que en el período dictatorial, el periódico fue obligado a guardar silencio, porque denunciar lo que sucedía hubiera significado un suicidio. Pero Clarín -reitero, se sabe, existen innumerables pruebas de archivo- fue entusiasta defensor de Videla. Y tampoco hubo autocrítica. Menos la tiene la mismísima Magdalena Ruiz Guiñazú, quien diariamente, durante los años de plomo, elogiaba a Martínez de Hoz, en su programa matutino de Continental.
Del silencio a la complicidad, median algunos pasos. Son los que diferencian una caza de brujas de un auténtico debate revisionista de nuestra historia reciente, y que debe necesariamente llegar hasta estos días.
Los supuestos prestigios intentan congelar para siempre la foto que se elije. Recortan un socio-histórico y lo pegan en cualquier otro, como si antes, en el medio, o después, no hubiese ocurrido nada.
Acudiendo a ellos, el coro opositor político-mediático elude un debate que está lejos de querer abordar a fondo. Lo he venido diciendo, pero lo expresa mucho mejor que yo Luis Bruschtein, en una nota que publica hoy Página 12 .
Lo que desarrolla Bruschtein, y a lo que adhiero desde antes que él lo manifestara (con lo que no se me puede imputar formar parte del otro supuesto coro, el “oficialista”), es que la discusión debería pasar por los hechos que los Kirchner han generado y siguen generando, no por las supuestas intenciones ocultas que se le atribuyen. Y que por supuesto, la oposición se abroquela en la construcción de un enemigo satánico, para justificar un discurso que no admite réplica alguna.
No obstante recomendar la lectura del artículo en su totalidad (ver), cito este pasaje: "La idea de que el Gobierno usurpa un espacio ideológico que no le corresponde provee la coartada para eludir cualquier debate con la excusa de la mentira".
Así, el sacar los trapitos al sol de cada adherente al gobierno, y poner el grito en el cielo cada vez que se toca a uno de los “intocables” opositores, lejos de ser un intento serio de revisar que hacíamos cada uno de nosotros antes de que se fuera del todo la luz, mientras estuvimos a oscuras, e incluso cuando retornó a medias, para dirimir el grado de autoridad moral que cada quien conserva en la actualidad, se torna en otra maniobra distractiva para no enfrentar los hechos.
Trato de no confundirme ni que me confundan con los distintos planos de un debate. Lamentablemente, a veces, desde el gobierno y desde sectores que lo apoyan, no se tiene la suficiente claridad y se termina cayendo en el juego que proponen los medios y la oposición.
No es deteniéndose en la invocación o refutación de supuestos –o reales- prestigios como se puede dirimir la cuestión de Papel Prensa. Hay que llegar hasta el presente, ver en que vereda terminó situándose cada uno. Sí debemos, en cambio, detenernos en los argumentos y sobre todo, tratar de ubicarlos en el encuadre que corresponde.
Partiendo puntualmente de los dichos de Strassera, y dejando afuera la cuestión de si se trata o no de un "intocable", quiero terminar sucintamente con este enfoque: la discusión sobre qué habrían manifestado o dejado de manifestar con anterioridad los Papaleo-Graiver, apunta también a demostrar –lo mismo que tantas otras cuestiones lateralizadas que se vienen planteando- que estamos ante un mero enfrentamiento oportunista entre Gobierno y Clarín, por cuestiones de intereses particulares, y no ante una medida progresista tendiente a limitar el poder de multimedios con posición dominante.
Así, el sacar los trapitos al sol de cada adherente al gobierno, y poner el grito en el cielo cada vez que se toca a uno de los “intocables” opositores, lejos de ser un intento serio de revisar que hacíamos cada uno de nosotros antes de que se fuera del todo la luz, mientras estuvimos a oscuras, e incluso cuando retornó a medias, para dirimir el grado de autoridad moral que cada quien conserva en la actualidad, se torna en otra maniobra distractiva para no enfrentar los hechos.
Trato de no confundirme ni que me confundan con los distintos planos de un debate. Lamentablemente, a veces, desde el gobierno y desde sectores que lo apoyan, no se tiene la suficiente claridad y se termina cayendo en el juego que proponen los medios y la oposición.
No es deteniéndose en la invocación o refutación de supuestos –o reales- prestigios como se puede dirimir la cuestión de Papel Prensa. Hay que llegar hasta el presente, ver en que vereda terminó situándose cada uno. Sí debemos, en cambio, detenernos en los argumentos y sobre todo, tratar de ubicarlos en el encuadre que corresponde.
Partiendo puntualmente de los dichos de Strassera, y dejando afuera la cuestión de si se trata o no de un "intocable", quiero terminar sucintamente con este enfoque: la discusión sobre qué habrían manifestado o dejado de manifestar con anterioridad los Papaleo-Graiver, apunta también a demostrar –lo mismo que tantas otras cuestiones lateralizadas que se vienen planteando- que estamos ante un mero enfrentamiento oportunista entre Gobierno y Clarín, por cuestiones de intereses particulares, y no ante una medida progresista tendiente a limitar el poder de multimedios con posición dominante.
Más allá de que, como dice Bruchstein en la nota de hoy, ese razonamiento obvia el contexto de una línea política que viene manteniendo coherencia desde hace 7 años, poco me importan las motivaciones, reitero.
Por primera vez en la historia argentina, se está denunciando desde el Ejecutivo a un poder que logró situarse por encima de los elegidos por el pueblo.
Por primera vez en la historia argentina, se está denunciando desde el Ejecutivo a un poder que logró situarse por encima de los elegidos por el pueblo.
No es posible aventurar como terminará este enfrentamiento, tanto en el plano político como judicial. El sólo hecho que la cuestión salga a la luz y se discuta, marca un punto de no retorno. Al menos para mí y para muchos otros (con los que quizá hoy me encuentre enfrentado), que adheriremos a la fuerza política que esté dispuesta a continuar desde allí -si no la hubiese se construirá-, en el caso que los Kirchner desistieran de hacerlo.
Había saludado por el Día de la Historieta? Por las dudas, feliz día!
Había saludado por el Día de la Historieta? Por las dudas, feliz día!
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