




No se me escapa que casi todos los personajes citados son de Clarín. Cabría entonces la pregunta si su popularidad no proviene del medio en que fueron publicados. Por supuesto que influye. Pero independientemente del juicio que merezca el diario de la viuda, no cabe duda que tiene por objetivo primario la llegada masiva. Ergo, la elección de todos sus componentes, incluidas las tiras cómicas, apunta a ello.
Llegados a esta instancia, y como reflexión final derivada de la charla de Muzio, cabría pensar que los lamentos por la pérdida de popularidad de la historieta,

Gaturro,
o Macanudo. Son menos títulos, es cierto, y en la línea exclusiva de la tira cómica. Por otra parte, la continuidad de revistas
humorísticas del tipo de Patoruzú, Rico Tipo, Satiricón, Humor, se ha quebrado. Quizá el único exponente actual sea Barcelona, pero muy lejana a la tirada de aquéllas. Y la historieta “seria” se limita a la Fierro, que también es para un público muy restringido. Por último, el camino para reflotar el consumo de la historieta de aventura no puede ser nunca el de Columba o Récord, que propone Magma. El tiempo no transcurre en vano. Dejo de lado el material historietístico nacional que se puede hallar en librerías o comiquerías porque -vale aclararlo para algún despistado- el tema de Muzio y de este post pasa por el consumo popular del género.
Entonces, la ecuación correctamente planteada sería: un tipo de historieta continúa teniendo enorme repercusión y otro ha perdido mucho terreno. Los que permanecen en el candelero son, sin duda, los que siguen usando la brújula que tenía Quinterno para dirigir sus creaciones. Dicho más claramente, los que todavía siguen apostando a comunicarse con su público, a buscar puntos de contacto con él. Tanto sea desde lenguajes bastardos y demagógicos, como los de Nik, o extrañados, como los que utiliza Liniers. Ahora, los que se han convencido de que la historieta es un arte y se miran el ombligo, los que creen que los modelos del género deben buscarse en el mongo o en los superhéroes, los que se quedaron en el tiempo... tienen todo el derecho a hacerlo. Pero no pueden quejarse de su falta de popularidad. Bánquensela, m’hijos. Calavera no chilla.

Entonces, la ecuación correctamente planteada sería: un tipo de historieta continúa teniendo enorme repercusión y otro ha perdido mucho terreno. Los que permanecen en el candelero son, sin duda, los que siguen usando la brújula que tenía Quinterno para dirigir sus creaciones. Dicho más claramente, los que todavía siguen apostando a comunicarse con su público, a buscar puntos de contacto con él. Tanto sea desde lenguajes bastardos y demagógicos, como los de Nik, o extrañados, como los que utiliza Liniers. Ahora, los que se han convencido de que la historieta es un arte y se miran el ombligo, los que creen que los modelos del género deben buscarse en el mongo o en los superhéroes, los que se quedaron en el tiempo... tienen todo el derecho a hacerlo. Pero no pueden quejarse de su falta de popularidad. Bánquensela, m’hijos. Calavera no chilla.