Es forzoso aclarar que nombre y
apellido equivale en el caso a seudónimo. Detrás de Eduardo Uliano se escondía
Oscar Blotta, un incondicional de Quinterno... que los tenía, claro.
Nueve días más tarde de esa
formal declaración de guerra, Mazzone deja asentado en su diario la primera
aparición de Capicúa en "Cara Sucia" (en dos colores y a cuatro
páginas), conjuntamente con El Ñato
Agrelo, personaje que provenía de un programa radial de autoría de Reilly.
La situación contractual y
creativa cambia radicalmente para Mazzone. Discute sin intermediarios con el
director de la publicación tanto sueldo como cantidad de páginas, forjando así
un vínculo franco que perdurará hasta décadas después inclusive.
En lo creativo, entusiasmado con
el color, y sin una continua mirada reprobatoria por encima del hombro, Mazzone
deja atrás definitivamente su etapa de aprendizaje y despliega todo su
potencial, animándose incluso desde alguna tapa a la ilustración seria.
Mazzone retoza, juega, se
divierte en "Cara Sucia"... quizá como compensación de los sinsabores
que le acarrea la simultánea batalla legal con Quinterno.
Como se verá, Mazzone se muestra mucho
más medido –y en privado- de lo que su antiguo patrón refleja en el público
anuncio donde afirma que Capicúa es suyo, suyo y sólo suyo.
¿Se trata de la bravuconada de un
Quinterno arrogante? ¿O realmente éste ostenta algún derecho sobre Capicúa?
Mazzone parece no terminar de dilucidarlo. Duda ante la propuesta de Reilly. Y
una vez aceptada, en la primera tira de Capicúa en "Cara Sucia", la
cautela lo lleva a camuflar a Olegario, personaje probablemente impuesto por su
ahora antagonista, como sugerí antes.
Finalmente, retorna el Olegario
que se conocía de "Patoruzú", y con él Mazzone recoge el guante y reafirma
la convicción de su autoría. Primero, respondiendo a Quinterno en clave
humorística; al pié de la viñeta de remate en las primeras entregas, se lee,
por ejemplo: "Super–Registrado 1940
– Sindicato A. Mazzone". Luego,
deja constancia de copyright de forma más seria, al tiempo que contrata
abogados para que lo representen.
No tarda en advertir que detrás
de Eduardo Uliano está Blotta y esto lo preocupa. En un gesto que lo enaltece,
se propone hablar del asunto con los abogados, ya que no quiere involucrar a su
colega. Lo hace de inmediato y los letrados lo tranquilizan, informándole que
el responsable sigue siendo Quinterno.
Dos conceptos enfrentados,
recordemos, el de Sindicato (Quinterno) y el de Propiedad Intelectual
(Mazzone).
Una dicotomía que suscitó
numerosos litigios, tanto a nivel nacional como mundial, en el terreno
historietístico.
La Asociación de Dibujantes, que
se encontraba en formación para entonces, toma parte en el conflicto. En
principio la balanza parece inclinarse por el lado del influyente editor. A
Mazzone lo indigna que se dude de su autoría respecto a Capicúa.
Blotta, a quien Mazzone intentaba
resguardar, declara en contra suyo. No cabe duda, acoto yo, que bajo la presión
de su empleador Quinterno. Ante esta circunstancia, Mazzone decide dejar de
lado los pruritos con quien lo suplanta en Capicúa. Es la guerra total.
La Asociación de Dibujantes está
por realizar una publicación acerca del conflicto, a favor de Quinterno, pero
Mazzone logra frenarla. Ante esto, Quinterno retira su solicitud de ingreso a
la Asociación y una contribución económica que había prometido.
El 19 de setiembre se presenta
formal demanda contra Dante Quinterno. Mazzone tiene la brillante idea de
publicitar el inicio de la acción judicial a través del diario
"Crítica".
V.- CAPITULACIÓN
La presión surte efecto. A los
pocos días, el primero de octubre, Quinterno, quien sin duda aborrecía el
escándalo y cuidaba su imagen como oro, manda un emisario a negociar: "Marianito", o sea Mariano
Juliá (otro de los que se migrarían de la editorial más de una vez, a raíz de
las cíclicas rabietas generadas por el carácter del jefe).
La misión, según anota Mazzone en
su diario, consiste en "hacer un
arreglo": Capicúa se dejaría
de publicar en Patoruzú, en tanto Mazzone renunciase al pleito entablado.
Tres días después regresa Juliá
con una propuesta incluso superadora: en la eventualidad del fracaso de "Cara
Sucia", Quinterno volvería a contratar a Mazzone en "Patoruzú".
El abogado aconseja no aceptar.
Quinterno debía estar al tanto de
que las cosas en la revista de Reilly no andaban bien. El 7 de octubre, Mazzone
apunta que por primera vez no cobra su sueldo en tiempo y forma.
Lo que resta del diario –que
llega hasta la primera semana de enero de 1941- son anotaciones personales que no vienen a
cuento. Curiosamente, Mazzone omite el registro de los hechos que determinaron
su regreso al territorio quinterniano, dejando atrás, al menos por un tiempo,
la disputa.
Sabíamos, obvio, que el
pronóstico de Quinterno se cumple: "Cara Sucia", ya de rumbo
errático, no definiéndose como línea editorial ni por la vertiente cómica ni por la seria, fracasa.
Sabíamos que a fines de 1940,
Mazzone retoma Capicúa en "Patoruzú" (número 190). Hasta mediados de
octubre del '44, cuando misteriosamente, en reemplazo de su ya clásica tira,
aparece otra donde el protagonista -extirpado
quirúrgicamente de los demás personajes- es el Profesor Bambufoca. Y que el
intento dura muy poco, ya que a mitad de enero de 1945, Mazzone se retira de
forma definitiva de la editorial de Quinterno, pasando a formar parte del staff
permanente de la reciente "Rico Tipo", acrecentando así el cráter que
Divito había dejado en "Patoruzú".
Sabíamos también que Capicúa
desaparece por más de un lustro, hasta recalar, casi escondido, en "Rayo
Rojo", semanario de Editorial Abril, de formato apaisado con ínfimas
dimensiones, dedicado al género de cowboys. Y que luego tiene un fugaz paso por
"Avivato" (publicación humorística de Reilly y Faruk), por el año 58.
Lo que no sabíamos es que existió
un acuerdo –encontrado entre los papeles de Mazzone- respecto a la explotación del
personaje.
Por nota del 22 de junio de 1944,
dirigida a Mazzone, que lleva el logo del Sindicato Dante Quinterno, éste se
hace cargo de la distribución mundial de Mi
sobrino Capicúa, cuyos derechos – se afirma- tiene adquiridos para la
revista "Patoruzú". Le reconoce a Mazzone un 40 % de lo que se recaude.
El hallazgo de la misiva habilita
a pensar que el conflicto por la propiedad de la tira no había terminado de
dirimirse con el retorno de Mazzone a la editorial y que Quinterno no se
resignó fácilmente a la derrota absoluta. Es posible que el reavivamiento del
antiguo tironeo sea la explicación para que en octubre del '44 Mi sobrino Capicúa desapareciese de las
páginas de "Patoruzú". Y que la tira de Bambufoca constituyese el
postrer intento de reconciliación de un matrimonio ya mal avenido desde hacía tiempo.
Recuérdese la referida nota de "Leoplán", de agosto de 1943, donde
Mazzone prácticamente lanzaba el guante a su editor.
Hasta donde tengo noticias,
Quinterno jamás ubicó la creación de Mazzone en publicación alguna. Apenas si
logró insertar su propio personaje, el Patagón Patoruzú, en medios menores
estadounidenses.
Fue Mazzone mismo quien
finalmente, a través de una editorial francesa -de la ciudad de Lyon,
específicamente- colocó a Capicúa, junto a otros personajes suyos, en el
exterior.
Claro que esto sucedió luego de
haber fundado su propio sello en la Argentina. Que debuta con el ávido suertudo
devorador de quesos, dueño de revista propia, en octubre de 1959. Y pasando del
formato tira cómica al de historieta de aventuras, desarrollada en varias
páginas.
Para ese entonces, suponemos, el
acuerdo sobre derechos con Quinterno habría precluido... o Mazzone lo dio por
finalizado unilateralmente, harto de esperar que pasara algo.
Una coda sobre el empecinamiento
quinterniano: arriesgo la hipótesis de una respuesta indirecta del creador de
Patoruzú a la aparición del número uno de las "Nuevas aventuras de Capicúa
y Piantadino".
Para finales del '59, las
"Correrías de un pequeño gran cacique Patoruzito" iban por su exitoso
segundo año. Quinterno, como había hecho anteriormente con las "Grandes
andanzas de Patoruzú e Isidoro", recopilaba en el mensuario apaisado las
historietas que habían aparecido antes, en forma seriada -"(continuará)"- en el semanario tabloide "Patoruzito".
Coincidentemente con el lanzamiento de Mazzone, en el número 22 de
"Correrías...", comienza a publicar aventuras inéditas, creadas
especialmente para esa revista, teniendo aún material de sobra para reeditar.
El mercado era el mismo, el de la
historieta cómica infanto-juvenil en formato apaisado, y Quinterno reinaba en
ese territorio. No creo que temiese que se lo disputasen. Más bien, arriesgo,
producto de la vieja inquina, pretendía que Mazzone fracasase con su empresa.
No lo logró.
VI.- EL CREADOR DE TIPOS
Por supuesto que el Mazzone de
fines de los '50 estaba lejos ya del bisoño debutante de dos décadas atrás.
Por lo pronto, a poco de su rentrée
a "Patoruzú" desplazando al usurpador Ulpiano, había logrado ubicar
su personaje Piantadino en "El Mundo", diario donde el mismísimo
Quinterno seguía publicando la tira del Indio.
El presidiario –un nuevo carácter
unidimensional, que se cifraba en el nombre, dada su constante obsesión por
evadirse- tiene éxito inmediato, que se prolonga en el matutino durante diecisiete
años, y que poco después de su debut aparece además en "Rico Tipo". Y
que incluso llega al cine, protagonizado por Pepe Iglesias, "El
Zorro".
De esa tira surgieron otros dos
memorables arquetipos: Afanancio (de "afanar",
obvio), un mago, un ilusionista, un artista en el arte del robo; y Batilio (de "batilana", o sea delator,
alcahuete del director del presidio), quien con su permanente lleva y trae crea
conflictos desopilantes, de los que no siempre emerge indemne.
Un apunte: se suele mencionar a
Fiaquini (proveniente del lunfardo "fiaca"),
non plus ultra del holgazán, como originario de la fauna carcelaria de "El
Mundo". Sin embargo, registro su nacimiento en la revista de Divito, en
1946.
Podemos citar, siguiendo con los
especímenes mazzonianos, a Don Tacañino (de "tacaño",
amarrete, demás está decirlo) que debuta en 1944 en "¡Aquí Está!",
durante las postrimerías de la segunda crisis con Quinterno. La curiosidad
radica en que no bien se resuelve ésta con la ida de la editorial, el rostro inicial
del personaje muta al de Bambufoca... quizá como postrer mojada de oreja al
antiguo patrón.
A partir de allí Mazzone se
multiplica, se potencia.
Linyerio, un linyera con ínfulas
de aristócrata, aparece en la flamante "Tibor Gordon", en 1945. Por
entonces, dibuja en "Mundo Argentino" Tridente, un diablito sin suerte. Coincidente con el debut de
"Rico Tipo", El Señor Bang resulta
ser una de sus tiras más surrealistas. Se trata de un terrorista de ideología
desconocida, con rostro embozado, vestido íntegramente de negro, cuya única
acción consiste en plantar bombas, lo cual suele volvérsele en contra. Más
tarde, también para Divito, crea Tolondrati, un oficinista atolondrado con
semejanzas al Gastón Lagaffe que el belga André Franquin, en el mismo año (1957),
lanzaba en "Le journal de Spirou". Siguiendo con "Rico
Tipo" y con la cronología, en el segundo intento que registro de
historieta larga, seriada (el primero había sido El Ñato Agrelo), tenemos allí a El
detective Chapalupa, que solía resolver casos vinculados al mundo del
espectáculo (es menester aclarar que ninguno era creación integral de Mazzone: El Ñato Agrelo, dijimos, era autoría de
Reilly, mientras que El detective
Chapalupa, tenía guión de Gius). Al tiempo, en "Avivato", Mazzone
reflota Macoco, flor de porteño, tira ya un tanto anacrónica (del linaje de
Don Gil Contento, Julián de Montepío e Isidoro Cañones) que provenía de "PBT", de comienzos de la década. Moishe y Gorito, en "La revista
dislocada" (formato revista, valga la redundancia), que hace hincapié en
el remanido prejuicio de la avaricia, respecto a la comunidad judía, hoy sería
impublicable. En el periódico "Correo de la Tarde", idea a Perkins, un
mucamo que durante mucho tiempo será sinónimo popular de lacayo. Incursiona en
la picaresca con Chiki, la corista,
que sale en "El Pingüino", de Chile.
Se hace tiempo para todo. Para
las magníficas portadas de "El Trencito" y otras, para decenas de secciones
fijas de humor gráfico (mi preferida: El
minuto fatal, oriunda de "Rico Tipo" y continuada en la editorial
propia), para una infinita variedad de chistes temáticos. Asombra su prolificidad.
La mayoría de los personajes citados,
si se los quiere ubicar gráficamente, aparecen en la web. Es curioso, sin embargo, que no exista una
sola mención a Bichatele, habiendo sido publicado por décadas en las revistas
de Mazzone. Se trataba de otro de sus entes paradigmáticos: un señor muy
circunspecto, con aspecto de bicho -de ahí el prefijo del nombre-, enfermo de
la televisión. La originalidad radicaba en que el prototipo del teleadicto,
para la época, era el ama de casa que se
la pasaba mirando novelones.
Para terminar, el único personaje
creado de forma integral, específico para historieta propiamente dicha, en su etapa
de editor, es Cariseca (Las dos fases
de...). De nuevo el apelativo cifra la personalidad: cara y seca de una
misma moneda, anverso y reverso, Dr Jekyll y Mr Hyde. Un hombrecito simplón y
timorato -maltratado por su hermanastro Javier, de pretendida alcurnia- se
convierte, en tanto reciba un golpe en cierto lugar preciso de la nuca, en una
fiera.
He desarrollado largamente y en
detalle la trayectoria de Mazzone tanto en mi blog (Historietas - Cine - Teatro, por Dao), como en los capítulos que le
dediqué en "El altillo de Dao", que se pueden encontrar en mi canal
de YouTube (www.youtube.com › user ›
mdao57 ). En dichos sitios es posible apreciar además sus cualidades de
dibujante y colorista, sobre todo en las maravillosas portadas de las revistas de su editorial. Allí remito a los interesados en más
información.
Aquí sólo resta destacar que, a
mi juicio, entre las innumerables criaturas que pergeñó Mazzone, Piantadino es
la más acabada. No por nada, el autor más de una vez, admitió identificarse con
el personaje.
En formato tira, aclaro, ya que en la revista
posterior, como historieta extensa, al transformarse en detective, pierde parte
de su atractivo.
VII.- UN CHISTECITO DE YAPA
Consigno a continuación, a modo
de corolario, una pequeña muestra del genio de Mazzone en tanto creador de tiras
cómicas. Específicamente en Piantadino, por supuesto.
Sólo cuatro viñetas. A simple
vista una más de las secuencias donde el preso intenta la fuga. Todo allí es
arquetipo puro. Piantadino se "pianta".
Huye a pié por un descampado, perseguido por el guardián. Ambos cumplen
perfectamente sus roles complementarios, tal como se espera de ellos. Acción
repetida en cientos de tiras. No hay textos, no hay nada que explicar. El
lector sabe muy bien de qué va el asunto desde el primer cuadrito.
Previsibilidad absoluta.
Salvo un extraño interregno, el
de la balsa a la que suben, y en la que los dos esperan aburridos que culmine el
cruce. Para continuar luego el escape y, por supuesto, la consecuente
persecución. El chiste radica ahí, es obvio, dado que el policía podría haber
atrapado al prófugo sin problemas durante la travesía por agua.
El extraordinario hallazgo de la
tira radica en extremar los arquetipos, en llevarlos al límite. Los roles de
perseguidor y perseguido alcanzan así la
categoría de lo fatal: su destino es ineluctable. La tarea eterna de Piantadino
es fugarse. La del guardia cárcel, atraparlo (y las veces que lo logra, el
ciclo debe volver a repetirse). Ninguno de los dos se queja de este trabajo
inevitable. Al contrario, cuando no lo practican caen en un melancólico hastío.
Saben que existen sólo en función del papel que les fue asignado. Rol fijo,
único, determinado de una vez y para
siempre. Porque Piantadino dejaría de ser quien es si ya no intentase la huida,
al igual que el carcelero si no lo persiguiera.
E incluso la tira genera
fenómenos de metalenguaje: el prófugo puede serlo en función del presidio, y hasta
llegar a lograr por un rato su objetivo. En cambio, bajo ninguna circunstancia
puede escapar a su misión de personaje.
Si esto no es poética, señores...
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