SOBRE ESTE BLOG...

Vas a encontrar, básicamente, data sobre historieta cómica argentina clásica. Además, bastante de bande dessinée. Algunas reflexiones sobre el lenguaje historietístico, muchas polémicas y miles de imágenes, la mayoría de mis propios archivos. La forma más fácil de ubicar un material o autor es ir a "Etiquetas", revisar y hacer click en la pertinente. También podés escribir una palabra clave en "Buscar en este blog". Tenés mi contacto, encima, acá al lado → → →→ → →→ Suelo responder mails si la consulta es muy específica. En cuanto a enlaces que ya no funcan, lo siento, llegaste tarde. Podés tomar lo que quieras, en tanto cites la procedencia. Si no citás, y te ubico, te escracho públicamente, como he hecho en varias oportunidades. Enjoy

miércoles, diciembre 30, 2020

martes, noviembre 24, 2020

EL ACTOR IDEAL PARA PATORUZU, SEGUN QUINTERNO (II)

Hace dos años, hice un posteo sobre el actor que Quinterno imaginaba para interpretar en cine a Patoruzú (VER).

Revisando para los videos los números de 1938 del semanario, me encontré con este artículo, de una sección donde el chiste consistía en que dos actores hablaran mutuamente mal del otro.

Y de nuevo aparece León Zárate....

Patoruzú N°47, del 08.08.38


domingo, noviembre 08, 2020

BANDES DESSINÉES SOBRE ARGENTINA

Strapontin chez les gauchos (VER) , de 1960, era hasta ahora una de las raras bande dessinée por mí conocidas, cuyo argumento transcurría en Argentina. A raíz de una búsqueda que nada tenía que ver, me encuentro con Bandoneón, ya no un episodio aislado, sino toda una serie que ubica como escenario a nuestro país. Con guión de Yvan Delporte y dibujos de Dino Attanasio (el de Les aventures du Signor Spaghetti, 1957, junto a René Goscinny  -VER-), fue publicada en origen en 1979 en el semanario belga Pep, en neerlandés, y traducida al francés por Delcourt, en una serie de tomos que recogen trabajos inéditos del dibujante ítalo-belga. Se observará la curiosidad que títulos y algunos textos parecen originalmente en castellano.




miércoles, octubre 07, 2020

LOS "JEUX DE MOTS " DE GOSCINNY

No bien arranqué con La tête de turc d'Iznogoud, tuve que pedir ayuda a un amigo docto en francés, por los clásicos juegos de palabras de Goscinny. A su vez, mi amigo consultó a amigos suyos franceses. 




No era tan complicado, pasa que uno de entrada se acostumbra mal con la presentación del Turco Samalec... toplasma, y cree que es una cuestión de completar la primera palabra con la segunda... pero a continuación se trata de invertir el orden. 


Parece que es un tipo de acertijo muy de los franchutes, que consiste en plantear que el señor y la señora tal y cual tuvieron un hijo, y luego preguntar cuál es el nombre del hijo. Una vez dada la respuesta, el interpelado debe completar mentalmente ese nombre con el apellido, para que se produzca el efecto cómico. 

En el caso sería:


1) el señor y la señora Henné tuvieron un hijo... ¿cómo se llama el hijo? Ali... henné = alienado / loco;

2) el señor y la señora Sclub tuvieron un hijo... ¿cómo se llama el hijo? Dinar...sclub = Diners Club (acá juega la misma sonoridad que se da en el nombre del Visir).

En el segundo episodio, un barco pesquero regresa con sus tripulantes congelados, por haber escuchado el canto de una sirena, salvo uno que es sordo y la pudo capturar. Consultada por su nombre, la sirena dice llamarse Dalaerte, o sea sirena de alerta. Hasta ahí venía fácil...

Iznogoud, por supuesto, intenta usar ese hechizo con el comendador de los creyentes, pero permanentemente se frustra -como de costumbre- su intento de eliminarlo. Uno de esos fracasos se debe a que la sirena no quiere cantar porque el Califa tiene hambre. Iznogoud no entiende la relación. Dalaerte le contesta: "No sabés que estómago hambriento no tiene orejas?!?".


Lo atribuí a un dicho francés al que no encuentro equivalencia en castellano, por lo cual sería de difícil traducción para lograr el efecto cómico.

Rastreando en la web, me enteré que en realidad se trata de un proverbio latino atribuido a Catón : "Es difícil discutir con el vientre, porque no tiene orejas".

Dada la procedencia, se me ocurre que tendría un significado más profundo en origen.... algo así como que al que tiene hambre no se lo puede convencer con palabras.

domingo, septiembre 13, 2020

martes, septiembre 01, 2020

QUINTERNO DESCIENDE DEL MONO

No me iba a perder el título, pero poco tiene que ver con el contenido, salvo en el preámbulo.

Se ha mencionado hasta al hartazgo el homenaje que Quinterno realiza a su mentor, el "Mono" Taborda, en la tapa del primer número de Patoruzú.

No se conoce tanto el hecho que haya sido mentor no sólo en el dibujo. 

Como ya he reseñado en algún posteo anterior perdido en este blog, el "Mono", aparte de caricaturista, era hombre de farras y juergas. Íntimo amigo de Alvear, esa característica hizo que el Presidente le encargase la misión pública de hacer vivir la noche de Buenos Aires a ilustres visitantes extranjeros, verdaderos playboys del jet-set internacional que venían a la ciudad durante aquellos años locos. 


El Pibe Quinterno, ya quinceañero, posiblemente se haya colado en esas travesías nocturnas. 

Esto explicaría como un muchacho de dieciséis años conociese tan bien a ciertos personajes de la noche porteña. Cuando dibuja (aunque con guión ajeno) en El Suplemento, en 1925, su primer personaje, que frecuenta esos ambientes, había alcanzado esa edad.

Dicho esto, lo nuevo que acabo de descubrir es que la temprana muerte de Taborda en 1926 (tenía apenas 36 años) dio origen a un tango de despedida.

En efecto, "Se fue Taborda", con letra de Francisco García Jiménez y música de Anselmo Aieta fue grabado ese mismo año por la orquesta de Francisco Canaro con la voz de Azucena Maizani. 

He aquí la letra que habla por sí sola de la gran popularidad del dibujante y del afecto que se había granjeado:


“Adiós, Taborda”... Te dijo así la vida

Aquella noche que no te vio reír.

Y a la calle, en la sombra te lanzaste

Por esa calle, ya nunca has de venir.

¡Hermano loco!... Y al rato de camino

La bienvenida, te daban al pasar,

Te llamaba Carriego desde un patio

Y el canillita Florencio, de un portal...

 

¡Adiós, Taborda!

De nuestro Buenos Aires,

La historia de un momento

Tu lápiz dibujó.

Y generosa

Tapando tus dolores,

Sus luces de bengala

Tu risa repartió.

Ahora, Monito

Nos ves mejor de arriba,

Y el gran papel del cielo

Pintás con tu carbón...

Ahora a los pibes

Tirás del firmamento,

Monedas de estrellitas

Que le robás a Dios.

 

Tus personajes, sus almas enlutaron

Y tu carroza llevó, llorando, atrás,

Las patotas del centro... las muchachas

El pobre obrero y el taita de arrabal.

¡Muchacho loco!... Qué tristes se han quedado

Los que volvieron de darte un mudo adiós,

Yo recojo, hermanito, esa tristeza

Y en este tango la rezo para vos...

viernes, agosto 28, 2020

sábado, julio 18, 2020

MARIANO JULIÁ Y DON ROSA

A cualquiera que se haya adentrado un poco en el mundo de la EDQ, la editorial de Quinterno, le suena el nombre de Mariano Juliá, al menos como argumentista de las primeras -y mejores, no me canso de repetirlo- Locuras de Isidoro. 
Debe haber quien lo recuerde, claro, por aquella extraordinaria sección en Patoruzú semanal, que cada tanto releo y sigue siendo garantía de diversión: Jovito Barrera un barrilete sin cola (invariablemente con ilustraciones de Ferro). 
Pero quizá no se tenga tan presente que en la misma revista, Juliá desarrolló durante años otro personaje, ya no dentro del género de la picardía porteña, como Jovito, sino en la vertiente campera. Me refiero a Don Rosa. 
Estuve revisando pilas de ejemplares y lo ubiqué -muy genéricamente- desde la numeración del 900, o sea mediados de los '50, cuando la publicación era aún en formato apaisado grande. En esa etapa, si bien aparecía Don Rosa, los títulos respondían al argumento de cada cuento en particular.  
Después, con la revista ya en formato tabloide (alrededor del 1100, año 1960) la sección es fija y pasa a tener el nombre del personaje. 
Así continúa hasta 1966 (nro. 1500, aprox). en que desaparece, luego de más de una década. Aunque Juliá continúa  con relatos camperos, bajo el título de "Por esos pagos nuestros", donde a veces firma y otras usa seudónimos como "El paisano".
Todo esto viene a colación de que una persona de la familia del escritor se conectó conmigo para averiguar sobre un libro suyo llamado "Los cuentos de Don Rosa", que al parecer no se trataría de recopilación de la sección de Patoruzú, sino de relatos inéditos, y que le interesaría conseguir.
Traslado la inquietud a los seguidores del blog, por si alguien tiene noticias de ese volumen.


viernes, julio 03, 2020

BATATO BAREA Y DON NICOLA

Batato Barea, en su faz historietística (collages, en el caso, de fines de los '80), abrevaba en Torino...




domingo, junio 07, 2020

¿ A QUÉ ESCENARIO TE VAS A SUBIR ? (4)

Llegué a conocer los viejos teatros zarateños.


-Como "En búsqueda del tiempo perdido", el sabor de las salchichas con puré suele retrotraerme a un momento de la infancia. En Zárate, los domingos a la tarde, en un teatro ubicado en la calle principal, la Justa Lima, a unas pocas cuadras de la plaza (se trataba, me apunta un amigo, del Teatro Argentino, inaugurado por los '30 y ya por los '60, alquilado al Club Central Buenos Aires)... en ese teatro, digo, se hacía una feria de entretenimientos como cualquiera de las que todavía se ven en la tele, en un tiempo en que pocos tenían tele. El público participaba de pruebas, y mi vieja, que me había llevado, me insistió en que subiese al escenario. La competencia que me tocó en suerte consistía en cuál participante  -infantes, todos-  comía más rápido un plato de salchichas con puré. Era la primera vez que probaba las salchichas con puré y me gustaron mucho, de modo que el desafío pasó a segundo plano. Me distraje en saborearlas y esa tarde de hace más de cincuenta años, salí último en la prueba. Pero contento.


-"El castillo de la Gorgona" (1964), con dos grandes, Christopher Lee y Peter Cushing, fue la primera película de terror que vi en mi vida, a los 8 años calculo, acompañado de mi vieja, en el viejo Cine Teatro Unión, de Zárate, que quedaba en Castelli entre Brown y Justa Lima. La daban con otra nacional del mismo género, de la que solo me acuerdo que actuaba Nathán Pinzón, el Peter Lorre argentino. Muchas décadas más tarde, leí un reportaje en una revista, donde este actor –ya anciano- mencionaba sus ganas de hacer "El asesino sin gajes", de Ionesco, obra que descubrí muy tempranamente, en la adolescencia, y que en cada relectura me sigue fascinando. También de adolescente, recuerdo que había logrado que el centro de jubilados que funcionaba en el Unión, me prestara la sala para ensayos. Supongo sería para dos obritas cortas, que dirigía con el grupo del secundario... pero esa ya es otra historia.



-Y por último el Coliseo -al que ya me referí, aunque  no como espectador-,  de la mano de mis padres, teatro que aún sigue en pié sobre 19 de Marzo, la paralela a la principal... Se trataba de una obra de la que sólo recuerdo una escena, la más potente que haya visto nunca, o al menos  la que más me impresionó. Trataré de describirla. En la escena vacía, sólo se observa un ataúd, en penumbras. Un potente foco (hoy en día deduzco se trataba de un seguidor) acompaña la entrada de un personaje con sombrero aludo y totalmente cubierto por una capa negra, con la que se emboza. Su actitud es sigilosa. Se detiene ante el féretro, comprueba que está solo. Lanza entonces una carcajada mefistofélica que retumba hasta en el último rincón de la sala y se retira, siempre acompañado por el haz de luz. Mi madre acostumbraba a seguir varios radioteatros, de modo que no me cabe duda que se trataba de uno de esos elencos en gira. Me jugaría por la compañía de Audón López, "El negro Faustino", cuyo villano era Omar Aladio, y que guionaba y dirigía Héctor Bates. Beatriz Seibel, estudiosa de la tradición circense y del "teatro bárbaro del interior" (así tituló uno de sus libros), recoge el testimonio de otro intérprete de radioteatro de la época, sobre el citado autor y director: "Bates le exigía al actor ser completo. Obligaba a estudiar, a observar. Tuve que aprender a bailar sevillanas flamencas y jotas; a cantar en andalú; más tarde a bailar malambo, a cantar zambas, a  acompañarme con la guitarra; luego tuve que aprender bailes rusos, porque hicimos una obra de ese ambiente, y bailes italianos para otra pieza." Hace poco, a contramano de esta semblanza,  me encontré en un ejemplar de Talía (revista de teatro "culto"), del año 1967, en una nota que abordaba la problemática del Teatro Nacional Cervantes, un párrafo que aludía en términos peyorativos  a Bates. El contexto es  la crítica que el autor del artículo realiza a un estreno en dicha sala, de temática campera, donde destroza la labor del director, nada menos que Mario Soffici: "Además recargando algunas situaciones hasta caer en el ridículo: las apariciones y desapariciones de Juan sin Ropa  y la risa tipo Héctor Bates que le marcara con pretensiones de ser diabólica". A pesar de los esfuerzos de investigadoras como Seibel , fue esa mirada descalificatoria sobre el teatro popular la que primó en la Argentina. No obstante, mi derrotero en la escena, luego de luchas internas y externas con los profesores que me formaron, pretendiendo que me transculturizase, quedó marcado por aquella risa. 

sábado, junio 06, 2020

DE LA GRIPE ESPAÑOLA AL CORONAVIRUS

Hace 100 años se equivocaron por 20...



domingo, mayo 24, 2020

PARADOJAS DE LA PANDEMIA

Walter Molino, un dibujante e historietista italiano que durante décadas fue el autor de las tapas de Domenica del Corriere, es rescatado hoy del olvido merced a una de ellas, realizada en 1962, donde se ha querido ver una anticipación de la sociedad post pandemia, cuando en realidad Molino se refería al problema del tráfico.
Si vamos a hacer interpretaciones de ese tenor, también podría considerárselo un visionario de las luchas feministas...


LA BANDE DESSINÉE COMO IDENTIDAD

El embajador de Bélgica, posando junto a los Pitufos...

DOS DÉCADAS DE SILENCIO

En una interesante charla virtual que mantuvimos en el grupo de Ediciones Torino,  Berni Torre (creador de la página) mencionó que las "nuevas" revistas de humor que aparecieron a principios de los '70, a partir de la irrupción de Satiricón, no querían dibujantes "viejos" (léase provenientes de Patoruzú, Rico Tipo o Avivato, aunque sí abrevaran en el espíritu de la rupturista Tía Vicenta).. 
No es casual que comenzara en esa misma época la lenta agonía de la EDQ, al tiempo que cierra Ediciones Torino y Mazzone sobrevive como puede con trabajos unipersonales (ayudado por su hija), mezclado con reciclaje de material suyo antiguo.
Las primeras revalorizaciones de los maestros del dibujo humorístico del pasado comenzaron por los '90.
Fueron dos décadas, donde si bien sus creaciones seguían con dispar suerte en los kioscos, las nuevas generaciones de dibujantes los habían pasado por encima.
Un hito en el rescate -que hoy día seguimos intentando- fue el suplemento Risas Argentinas, que aparecía en Hora Cero (segunda época). Aquí dejo el dedicado a Torino, que quizá ya haya subido al blog, aunque seguramente no en este contexto.

(Hora Cero, Año I, Nro. 4, septiembre 1990, Ediciones de la Urraca, Responsable de Redacción Pablo de Santis -autor de la nota-)






jueves, mayo 07, 2020

DOS ORIGINALES DE FERRO

Compré estos dos originales de Ferro hace tiempo, pero por razones que no vienen al caso, nunca los mostré hasta ahora.


El de Chapaleo corresponde a una tira del año 1954, según anotación marginal, supongo que para el diario La Razón, donde se publicó durante diecisiete años, desde 1942 a 1959. 
El de la galería de personajes en color incluye, a más de Chapaleo, a Tara Service, Bólido y Pandora, que aparecían en Patoruzú Semanal.

lunes, abril 20, 2020

¿ A QUÉ ESCENARIO TE VAS A SUBIR ? (3)

Sigamos con mi viejo. Laburaba en el frigorífico Smithfield, de Zárate.
En realidad no estoy seguro que haya sido en el Campo de Smith, porque según algún dato perdido en la web, a fines de la década del '40, la Corporación Argentina de Productores (C.A.P.) compró el frigorífico.
He oído hablar en mi infancia de "la CAP", por supuesto. Pero la clásica denominación en lengua inglesa le ganaba por goleada a la sigla nacional.
Puede, para zanjar salomónicamente la cuestión, que mi viejo haya estado primero conchabado en Smithfield y después en la CAP, sin que esto implique mudanza de edificio.
Aunque sí del lugar de trabajo, porque mi viejo, pobre, como ya apunté, sufrió variadas penurias de salud durante su existencia, las cuales derivaron en cirugías a las que sobrevivió de milagro.
"Está en manos de Dios" era otra frase que se repetía en casa, y que había sido proferida por uno de los carniceros –diplomado éste- a mi madre, a la salida de alguna de aquellas carnicerías. "Me sacaron un metro veinte de intestino", "Me falta medio pulmón", así daba cuenta mi padre del saldo de pérdidas en sus batallas contra la Muerte.
Estómago, intestinos, pulmones... todas afecciones relacionadas con sus faenas, en contacto directo con las reses y el hielo, en condiciones de exposición e higiene que seguramente incumplían las normas.
Y con cada recuperación, en vez de indemnizarlo por el daño sufrido, lo cambiaban de lugar de trabajo, en entornos más "benignos", hasta que pudo recalar finalmente en oficinas.
De todas maneras, mi padre no llegó a participar de la etapa en que el establecimiento pasó a ser cooperativa, durante el gobierno de Illia. Tuvo que jubilarse con anticipación, por incapacidad, con el mínimo.
Antes de eso, mi padre había sido dirigente sindical. Con la adquisición por la C.A.P., el frigorífico de Zárate empezó una etapa de declinación, con despidos de personal, que generaron frecuentes huelgas y ocupaciones como la que da cuenta "El Trabajador de la Carne", en su edición de octubre de 1960, donde aparece en una foto "Minguito" -tal el apodo que le daban sus compañeros a mi viejo- en primer plano.


De la misma época data la foto donde se me ve sentado sobre un karting casero, tomado de la mano de una nena.
La postura salta a la vista como artificial. Tampoco es casual el contexto de la pileta con botellas de sidra vacías, abandonadas (quizá aquellas que repartía la Fundación Evita) y el esqueleto de lo que puede haber sido un árbol de Navidad.
Esa imagen estaba armada y la nena y yo posando –inconsultamente- para un volante que anunciaba un festival a beneficio de los despedidos del frigorífico. "Para ellos, que no saben del drama de sus padres sin trabajo", me dicta mi memoria que rezaba el epígrafe que acompañaba la foto. Quizá algún día, entre la montaña de papeles de mi altillo, aparezca ese volante. Ni se me ocurre ponerme a buscarlo, que baste con mi palabra.
A la nena y a mí se nos debe haber instruido para poner cara de desamparados. Puntualizo entonces que ese momento de actuación precede a todos los que narré hasta ahora.

lunes, abril 13, 2020

CUANDO LA HISTORIETA SE VUELVE PELIGROSA (14): LOS COMPLEJOS DEL CAUDILLO

En las primeras ediciones españolas (principios de los '40) de cómics de superhéroes yankees,  a Superman lo bautizaron "Ciclón el Superhombre" y a Batman "Alas de Acero". El motivo que tuviesen nombres cambiados era que a Franco no le gustaban tantos poderes desatados. El único superhéroe debía ser el Caudillo. Por ende, los editores debían hacer malabarismos para eludir la censura.


Tampoco le gustaba a Franco, dado que Madrid carece de mar, que los barceloneses lo contemplaran. Entonces, de pura envidia, les mandaba a tapar el paisaje del puerto con enormes containers y vallados, según nos contó una noche en Barcelona, a mi mujer y a mí, una vieja taxista catalana independentista. Recién pudieron ver el mar cuando Franco murió.
Y hablando de muertes... hace un tiempo un amigo me dio la pista para investigar la trágica historia de la revista humorística La Traca, de su director Vicent Miguel Carceller y del dibujante Carlos Gómez Carrera, quien -bajo el seudónimo de Bluff- creaba tapas como éstas, que sacaban a relucir lo que se rumoreaba sotto voce acerca de la sexualidad del Generalísimo.



Les recomiendo que gugleen, es una historia -no historieta- que vale la pena conocer...

viernes, abril 10, 2020

¿ A QUÉ ESCENARIO TE VAS A SUBIR ? (2)

Me resistí mucho tiempo a la idea de escribir mis "memorias" teatrales. Hasta que fui encontrando el camino:  no reseñar la etapa "profesional", "prestigiosa", como se acostumbra, sino por el contrario remontarme a mis actuaciones más bárbaras, intuitivas, elementales, amateurs. Inclusive cuando ni siquiera tenía idea de qué iba esto que continuaría haciendo toda la vida.
La educación sentimental, lo iniciático, la epifanía.
Ya en el arranque, en el olvido del minué en el Coliseo, y lo vívido del recuerdo de "Súperman contra los leones", en el patio del jardín de infantes, más allá incluso de mis intenciones, está presente ese propósito.
Al igual que entonces, todavía hoy sigo eligiendo a qué escenario me voy a subir. Quizá ahí esté la clave de todo...
Continúo.
Mi padre, periódicamente, a lo largo de su existencia, tuvo graves problemas de salud, y fue atendido por especialistas de las más variadas ramas de la medicina. Sin embargo, nunca abandono su clínico de cabecera: el doctor Amadeo. Título y apellido que en casa se pronunciaba con mucho respeto. "Acá en Zárate ya me habían desahuciado, el que me salvó la vida porque me mandó a internar de urgencia a Buenos Aires, fue el doctor Amadeo", solía repetir mi padre, respecto a una de las tantas batallas épicas que libró contra la Muerte.
De pibe, para un cumpleaños, alguien me regaló un par de títeres. Uno de ellos, le causó gracia a mi viejo por el parecido con el doctor Amadeo. En un rapto infrecuente de humor, bautizó al títere como "el Ciego Amadeo", que así se lo llamaba cariñosa y popularmente al galeno por su miopía. Sin embargo, mi padre se permitía ese atrevimiento por primera vez.


Quizá se tratase de mi cumpleaños número diez, cuando faltaban apenas unos meses para aparecer mencionado en el diario "El Debate" de Zárate, con iniciales y apellido, como el niño de cuarto grado que recitó la poesía "Ruinas de Yapeyú", después del discurso de la directora de la Escuela N° 1 "Gral. José de San Martín", en el homenaje que se le rindiera al Libertador el 17 de agosto de 1967, en dicho establecimiento educativo.
Consta en el recorte de mi cuaderno Rivadavia que la señora directora era Inés Baroni de Lotti. Y agrego yo: Lotti, su esposo, el dueño del cine América. Los esfuerzos por la noble tarea de educar a la niñez zarateña eran mancomunados. Por ejemplo, en ocasión del estreno de "El santo de la espada" en dicha sala, todo el colegio N° 1 concurrió a verla en horario especial. Si bien no gratuitamente, a un precio reducido.


Cuando llegamos al cine, un compañero despistado advierte que había que traer la plata para la entrada, y él no tenía un peso. Andá a saber de dónde manejaba yo el dato de la sociedad conyugal y cómo fue que identifiqué en el hall de entrada al señor Lotti. La cuestión es que lo encaré, le expuse el problema del otro pibito, y le pedí que lo dejara entrar, garantizándole con mi palabra que al día siguiente le iba a mandar la plata con la esposa de él, la directora del colegio. El tipo me miró raro, hasta feo diría, pero logré mi solidario objetivo.
Esa caradurez innata hacía que fuese número puesto para recitar en los actos escolares. Y mi voz potente, claro.
Y por último, quizá lo único que pueda calificarse de mérito propio: la capacidad temprana para leer de corrido y sin furcios. Todavía hoy me jacto de poder descifrar a primera vista los sentidos de un texto complejo, al tiempo que lo leo en voz alta.
La profesora de música de "la 1" (me surgen ahora dos apellidos zarateños notables: Hotton –la prosapia evangélica que llegó de Australia y degeneró en la famosa diputada ultraderechista- y Güerci –la dinastía del caudillo conservador-, pero es posible que Beatriz Hotton de Güerci haya sido en realidad profesora de música del secundario, víctima de varias tropelías mías, lo cual ya es otra historia, sigo...) capitaneaba una academia privada de Piano y Declamación e intercedió ante mis padres para que me enviaran a estudiar con ella en privado. Como se verá, quien más quien menos en aquella insigne escuela primaria de Zárate (la del centro, justo enfrente de la plaza principal), atendía un kiosquito aparte. Mis padres, pobres, si bien hubiesen querido honrar tan excelsa invitación a su hijo, no tenían un mango partido al medio, la verdad sea dicha. Graciadió y amén.
La cuestión es que muy poco recuerdo –al igual que la función del Coliseo en que bailé el minué- de esos actos escolares en los que "tomaba parte" con éxito. Sí, en cambio, tengo presente una frustración. Yo era bueno en el recitado pero un perro cantando. Eso se convertía en un problema para el coro, porque mi voz potente y desafinada se imponía sobre las demás, rompiendo toda armonía. De modo que siempre me terminaban bajando del escenario. Para mi beneplácito. Aparte de la falta de oído, me molestaba bastante tener que seguir una métrica. Quizá hasta exagerase mi poca aptitud para el canto con el propósito de lograr la expulsión.
En una clase de música, en vísperas de otro acto escolar, la profesora, que no se resignaba a prescindir de mi voz, tuvo una idea "creativa": me mandó a la última fila del coro, rogándome encarecidamente que hiciese la mímica de la letra de "El arriero va", pero que no emitiese sonido alguno. Y que ni bien estuvieran ejecutándose los últimos acordes, entonces sí... que irrumpiera con el grito gauchesco de "trooopa, trooopa". No calculó los aplausos anticipados, que me taparon por completo. Por primera vez, mi vozarrón era derrotado.
En cambio, con los títeres, logré un triunfo rotundo. Otro pibe vecino también tenía muñecos y le propuse unirnos y armar compañía. Con unas sábanas, en el patio de la casa de él, improvisamos un retablo, pusimos sillas y bancos, invitamos a los amigos del barrio y representamos una obra de mi autoría. Hasta creo que cobramos entrada.
Por supuesto, el Ciego Amadeo formó parte del elenco y siguiendo la irreverencia de mi viejo, hacía de chicato que se chocaba con todo.


En la feria del Parque Saavedra de La Plata, en el 2014, o sea 47 años después, me reencontré con él.
Desde entonces, luce en sitial destacado entre mi colección de títeres antiguos.

jueves, abril 02, 2020

¿ A QUÉ ESCENARIO TE VAS A SUBIR ? (1)

Encontrar algo en mi altillo no es fácil. Hace tiempo que buscaba infructuosamente este cuaderno Laprida de tapa dura, donde dejé testimonio del comienzo de mis aventuras teatrales, va a hacer apenas cincuenta años 



En efecto,  las primeras anotaciones,  consignan con mi letra "abril, mayo, junio  de 1970".
Revisar el pasado no debería ser hurgar en lo muerto, sino registrar cuánto de vivo quedó en uno. Voy a a tratar de descubrirlo a medida que escribo.
Después del hallazgo del cuadernito, me dediqué al rastreo de dos fotos que lo anteceden en cuanto a lo "artístico", que también me costó localizar...



Datadas ambas al dorso: por mi madre en la que luzco delantal y bolsita de jardín (abril de 1962),  y por mi padre en la del baile (diciembre 7 del mismo año). 
Mi padre, con la minuciosidad que lo caracterizaba, y con la esmerada caligrafía que nunca abandonó, precede la fecha con una larga leyenda: "Teatro Coliseo / Miguelito y Dorita bailando el minué/ Festival 'Colegio Sagrada Familia'/ Jardín de Infantes/ Zárate..."
Nada recuerdo de este evento en que pisaba por primera  vez,  a los cinco años, "formalmente" y ante un público, el escenario.
En cambio, tengo muy presente mi primer día de jardín, perpetuado por la foto junto al árbol, en la vereda de enfrente de mi casa de Zárate, y a una cuadra de los que se llamaba "colegio de hermanas" (que dejaba de ser mixto en primer grado, porque se supondría que a partir de allí se corría peligro que el Diablo se entrometiese  a revelar la impudicia del sexo).
En la foto -debe ser difícil de apreciar acá, por lo pequeña- aparezco de buen talante. Lo estaba, lo afirmo.  Muy  predispuesto para enfrentar la aventura.
Y es muy nítida en mi mente la imagen de lo que sigue, llegar al patio de las monjas y encontrarme con los demás pibitos llorando, aferrados de sus madres, resistiendo abandonarse a los brazos extraños de las maestras.
Ante semejante panorama, tuve un impulso  que hasta hoy en día no me explico: arrimé dos bancos de madera, me subí, y comencé a improvisar una escena, cuyo título anuncié previamente: "Súperman contra los leones".  
Mi memoria no abarca el argumento completo, pero sí la acción. Volaban piñas al aire a diestra y siniestra junto con leones imaginarios. El personaje que me asigné, huelga aclararlo, no era el de un león.  
Los pibitos dejaron de llorar para pasar a observarme, estupefactos.
Juro que aconteció tal como lo cuento.
Ese fue mi verdadero debut en las tablas. 
No con Dorita bailando el minué.
No con "Rielandia", también en el Coliseo de Zárate, donde cobraba y todo y era un éxito de taquilla.
No  a fines de los ochenta, en el  Payró, si vamos a respetar los criterios "profesionales" de reseñar la trayectoria y nos remitimos a mis comienzos en Capital. 
Nada de eso...
Yo empecé a hacer teatro  en el patio del colegio de monjas, el primer día de jardín de infantes,  cincuenta y ocho años atrás. Ni menos ni más.

POSDATA:

En relación a lo anterior se me ocurrió investigar cuál cómic de Súperman pudo haber inspirado mi primera realización teatral integral (dramaturgo, actor, director). Se me ocurre que puede ser ésta, editada en México en el año 1953. Ignoro cuánto tardaba Novaro en distribuir en Argentina, pero era frecuente a mediados de los '60 encontrar en los kioscos pilas de números de años anteriores. Si sumamos el dato de la circulación entre lectores de los ejemplares, resulta factible que éste haya llegado a mis manos poco antes de iniciar el jardín de infantes, por el '61/'62.


jueves, marzo 19, 2020

LOS MATES DE MANARA (2)

Después de casi catorce años de aquella magistral polémica, que ya pocos recordarán (ver), a un amigo robinjudiano (que los tengo) se le dio por mencionarla en el Facebook, a raíz del coronavirus.
Alguien subió entonces, como comentario al posteo, esta sorprendente foto...



Pensar que en su momento me dí por vencido.
No hay caso... cada vez que me enfrento al lugar común y a la estupidez generalizada, aún sin material probatorio que me respalde, a la corta o a la larga, siempre termino teniendo razón.