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sábado, octubre 22, 2016

El Bosco, por Marcel Ruijters

A mí me dicen biografía en historieta y saco el revólver. Me suena a colegio primario,  a Felipe Pigna con ilustraciones de algún admirador de Lucho Olivera.
Por eso le di tanta vuelta a comprar la de El Bosco, en El Prado. Aparte, ya tenía El Tríptico de los Encantados, de Max, que era edición oficial del Museo. Del libro de Marcel Ruijters no me  había llegado noticia previa alguna, tampoco de su autor. Lo encontré en la tienda, ya yéndome. Lo ojeé veinte veces antes de oblar lo  que lucía la estampilla agregada. Incluso la conminé a la chica de la caja a que me confesase si no se vendía más barato fuera de El Prado, dado que lo del V Centenario les podía dar patente de corso para chorearte. Ella me aseguró que era el precio de editorial. Lo compruebo ahora (no lo ví en ninguna comiquería durante el resto del  viaje) en internet, aunque un sitio lo ofrece con descuento de un euro.
Pero más allá de mis miserias de regateador compulsivo, vamos a lo importante: es una historieta excepcional. Y haberla leído en paralelo con el catálogo de la Muestra, fue una experiencia apasionante. De El Bosco en directo se sabe poco y nada, de modo que para  investigar sobre él, se ha debido abordar la periferia, el contexto, la época, el socio-histórico, la cultura de la que surgió semejante y único monstruo. Así y todo hay enormes divergencias entre los estudiosos de su obra y sigue sabiéndose más nada que poco.
Marcel Ruijters siguió el mismo camino  -estudiar a El Bosco desde las fuentes que se pudiese-, pero completó los huecos con una imaginería formidable y coherente.  Y sin la más mínima concesión a la obviedad. Y sin marcarte todo el tiempo su erudición sobre el tema, que surge por sí misma. Al punto que leer las notas que agrega al final del libro resulta casi superfluo. Te llega a convencer que la vida del pintor brabanzón podía ser perfectamente como él te la cuenta.  Y con un final tan poético, como sobrecogedor. Y con un estilo de dibujo de una armonía absoluta y de una belleza extraña, que –salvando las distancias- se emparenta con el Bosco. Hacía mucho tiempo que no disfrutaba tanto una historieta.

Acá les regalo unas páginas (de enorme actualidad, notarán) de este laburo excepcional que recomiendo sobre todos a los admiradores de Hieronymus Bosch. Pero que no vendría mal que leyesen muchos historietistas e historietófilos, aunque más no sea como ejercicio de reeducación del gusto estético, que tan atrofiado vengo notando en los últimos tiempos, entre la  gente del ghetto.







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