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sábado, julio 30, 2022

BETTER CALL SAUL, UNA OBRA MAESTRA

Ante todo, alerta de spoiler. Y leé si sos fanático, si no, no vale la pena.

Nunca me importó demasiado cómo iba a enganchar Better Call Saul (juego de pronunciación, téngase en cuenta, al igual que Saul Goodman es un juego de palabras) con Breaking Bad. Desde el momento mismo en que Jimmy conoce a Mike, listo, se termina la intriga y uno puede dedicarse a disfrutar la serie de forma absolutamente independiente. Lo que sí me preocupaba era cómo iba a cerrar el rompecabezas del B y N post Breaking Bad. 

Este último capítulo emitido -"Nippy", el décimo de la sexta y última temporada-, totalmente dedicado a ese segmento temporal, o sea el de Gene Takavic, es un extraordinario broche de oro, que desafía la memoria y la perspicacia del espectador. Ninguna otra serie que recuerde posee este nivel de complejidad narrativa. 

No sólo es una obra maestra de arquitectura de guión, sino además una lección sutil y brillante de cómo se pueden introducir contenidos profundos bajo la apariencia de comedia ligera.

Repasemos la secuencia fragmentada en distintas temporadas: Jimmy, luego de la catástrofe de Breaking Bad, debe adoptar su última y definitiva personalidad. Pasó del cuentero del tío "Jimmy el Resbaladizo", a intentar ser un honorable abogado con su propio apellido, McGill, y de ahí al penalista lleno de artimañas, Saul Goodman. Así hasta verse obligado a convertir en un oscuro gerente de local de cadenas de repostería en un centro comercial de Omaha ("aquellos que van contra la corriente", nada menos). Hablamos, claro, de Gene Takavic, cuyas escenas venían apareciendo a lo largo de la serie, al inicio de cada temporada, a suerte de prólogo, y en blanco y negro. 

En esa nueva vida ocurre un incidente. Durante un aburrido y solitario almuerzo del gerente en el mismo shopping en que trabaja, aflora de nuevo Saul. Un muchacho ha robado algo y se esconde de los guardias que lo persiguen en una cabina de fotos, a metros del banco donde Gene come su sándwich. Los guardias interrogan a Gene acerca del ladrón. Gene, violentándose a si mismo, indica con un gesto donde se oculta. Cuando están llevando al chico esposado, uno de los guardias se vuelve y felicita a Gene por su cooperación. Too much. Ahí es cuando impensadamente irrumpe, desde lo recóndito del insignificante gerente, Saul Goodman para advertirle a los gritos al ladronzuelo que llame un abogado.

Este estallido, que atenta contra el anonimato que pretende guardar, termina provocándole un principio de infarto. Lo internan, los estudios dan bien, no fue más que un susto, pero con el alta, a punto de salir del centro médico, un nuevo escollo pone a prueba sus nervios: la recepcionista registra un problema con el número de afiliado de Gene, quien muy probablemente usaba por primera vez su cobertura médica. Todo su camuflaje parece a punto de desaparecer y dejarlo desnudo. Ya se está preparando para huir, cuando la recepcionista advierte que fue un error de su parte, al teclear mal un número. Aliviado, Gene sube a un taxi, pero a poco andar repara que del espejo retrovisor cuelga un ambientador con el logo de un equipo de béisbol de Albuquerque, la ciudad de Nuevo México de la que proviene. Además, por ese mismo espejo, el taxista lo observa. Gene, que había ordenado como destino el centro comercial -donde quedó su coche-, pide que se detenga y se baja en medio de la noche y la nieve. Recuperado el auto, en estado de máxima paranoia, se dirige a su casa, saca de un escondite secreto la antigua latita de monedas de sus rapiñas infantiles (T 3 - E 8), donde ha guardado las piedras preciosas en que convirtió su fortuna, al tiempo que desempolva la tarjeta con el número del "desaparecedor" y lo memoriza.


Huye unos días. Se asegura telefónicamente con la empleada de Cinnabon (la cadena de repostería) que nadie preguntó por él, y regresa finalmente a su trabajo, más tranquilo. Pero en esa misma jornada, en otro insípido almuerzo en el banco del shopping, aparece el taxista con un amigo, abordando a Gene y forzándolo a que reconozca ser Saul Goodman y a que repita el slogan característico. Gene no tiene más remedio que volver a ser por un Instante quien era. Inmediatamente después, desde un teléfono público llama al "desaparecedor". Pero cuando está prácticamente cerrado el trato para un nuevo cambio de identidad, se arrepiente y anuncia que va a arreglar el problema por sí mismo.

Acá entra a jugar el capítulo de anoche y la apelación de la serie (constante) a la imaginación del espectador a rellenar los huecos. Se trata de pensar como Jimmy. Si el taxista lo reconoció, lo buscó, y no lo denunció, es porque le debe gustar jugar en los bordes de la ley, aunque no se anime del todo (así se lo dice al taxista y el taxista termina por admitirlo).

Jimmy pergeña un triple plan: captar a la madre del taxista (el trabajo más fácil, tiene larga experiencia en seducir ancianas) como señuelo, urdir el robo en el centro comercial como tentación para el taxista (1), y finalmente usar ese robo para tirarle a su autor todo el Código Penal encima, cosa que no se le ocurra seguir extorsionándolo con el secreto de su personalidad fraguada. Una tripleta maravillosa que, a punto de frustrarse por la torpeza del taxista, salva con el recurrente recurso de actuar la lástima.

¿Dónde está la profundidad anunciada, en este alarde de maestría guionística?

En que todos los Jimmy terminan fundiéndose.

Existe la tentación de simplificar, adhiriendo a la desdeñosa y sesgada visión del hermano mayor sobre el menor, respecto a que éste nunca dejó de ser "El resbaladizo". Error. El personaje posee muchísima más complejidad. 

Durante la internación de Gene, como fondo musical, suena "We Three (My Echo My Shadow And Me)". El recitativo repite algunas partes de la letra: "Nosotros tres estamos solos. Parece que vivimos en un recuerdo, mi eco, mi sombra y yo. No somos muchos, mi eco, mi sombra y yo." Nada es casual en la serie.

En la secuencia del futuro confluyen el McGill auténtico, el abogado brillante que a diferencia del prestigioso Chuck, va por los desamparados del sistema, cuando le recomienda al chico que busque asistencia legal. El Resbaladizo que urde el robo en el centro comercial (no en vano se pone para eso el anillo de Marco, su antiguo compañero de andanzas). Y Saul Goodman, que usa su conocimiento de la Ley para extorsionar a quien pretende extorsionarlo, estableciendo así el acuerdo de "destrucción mutua asegurada", para el caso de incumplimiento. 


Moraleja: nunca dejamos de ser del todo quienes fuimos, llevamos con nosotros a cualquier parte que vayamos y a cualquier tiempo de nuestras vidas todas nuestras identidades posibles. Y es imposible querer taparlas con otra fraguada. Pueden irrumpir cuando menos lo esperamos.

Aplausos de pié, señores.

(1) El cambio de actor que interpreta al taxista puede desconcertar un poco, pero desde el punto de vista del guión todo cierra magistralmente.

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