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domingo, enero 21, 2007

LA BALLENA BLANCA

Hace poco me encontré con un trabajo en conjunto sobre la novela de Melville, de Leopoldo Durañona y Enrique Breccia, dos dibujantes de estilos muy diferentes, pero grandes cada uno en los suyo.

Bah, en realidad no se si fue en conjunto, o por fuerza mayor uno realizó la primer parte (Durañona) y el otro la segunda, ya que la edición de Récord que poseo no lo aclara.


El caso es que parece que MOBY DICK no sólo obsesionaba al Capitán Ahab.


Cuando me topé con el referido álbum, inmediatamente me vino a la memoria un trabajo de Will Eisner.


Lo califica como "una introducción gráfica a la novela", e ignoro también si el maestro de maestros lo concluyó, ya que las pocas páginas que poseo están en un libro teórico, y es posible que las usara solamente con un fin didáctico.


O sea que -aclaro- la siguiente idea que voy a formular está condicionada por los datos que me faltan.


Pareciera que, aún para un monstruo como Eisner, MOBY DICK resultara demasiado para un solo dibujante.


Sin embargo, está claro que a los tres los seduce enormemente.


No es para menos, ya que detrás de todo gran relato de aventuras, puede haber una gran historieta.


Lamentablemente, el aserto inverso pocas veces es comprobable.


Resulta un lugar común decir que hay muchos buenos dibujantes y pocos guionistas.


Quizá los haya, y estén relegados, porque los dibujantes no los buscan demasiado.


En el teatro pasó, durante una época con los actores y directores en relación al dramaturgo.


Se creyeron autosuficientes. Pensaron que el lenguaje teatral era básicamente imagen.


Hasta que se volvió a oír a Shakespeare, a Brecht, a Ibsen...


Había una necesidad de la palabra, de las historias.


En el caso de los tres grandes dibujantes que menciono, uno (Eisner) es un brillante contador de historias; en cambio, E. Breccia lo es cuando tiene ganas, y a Durañona lo ubico más en el dibujo que en el guión (nuevamente aclaro que es posible que existan datos en contrario).


Independientemente de estas diferencias, los tres, con la ballena blanca, sintieron la necesidad de meterse con algo muy grande.


Y más allá de que no lo realizaran en su integridad, los resultados son magistrales.


No casualmente, también los tres dramaturgos que menciono (teatristas integrales los dos primeros), incursionaron en otros textos, en otros autores.


Cuál sería la moraleja?


Que cuando se es realmente grande, aparece la necesidad de abrevar en lo grande.


Se necesita de otros.


Ojalá entonces, que la nueva camada de muy buenos dibujantes de historieta, y que parece usar el género sólo para exhibir sus dibujos, tome nota del ejemplo.


Y si desdeñan a los guionistas, que recurran al menos a los grandes narradores.


La historieta, agradecida.

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