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domingo, mayo 22, 2011

MUESTRA DE GRILLO EN EL RECOLETA

Lo primero que me pregunté cuando empecé a recorrer “Gente de Londres” fue -como en el famoso juego- ¿dónde está Grillo?. No me refiero al de carne y hueso, ya que divisé no bien entré su imponente humanidad, que sobresalía entre el público presente. Se trataba de ubicarlo en sus pinturas y dibujos -sobre papel rantifuso, la mayoría, como el mismo explicita. Y de nuevo debo aclarar que no hablo de autorretratos, sino de como se situaba el artista respecto a esa fauna londinense que muestra a través una mirada contradictoria, tierna e impiadosa al mismo tiempo. Sentía que había allí otro tipo de tensiones, además. Entre el adentro-afuera, el pertenecer y el sentirse de otros pagos. Partamos de que quien observa para recrear lo que ve, siempre se halla situado afuera, pero el resultado suele denotar hasta que punto se halla involucrado con el objeto que representa. Acá no es fácil. Aunque se escurre en los cuadros, en el catálogo que recién ahora acabo de leer,  el mismo Grillo da alguna pista al respecto. La otra la proporcionan los inmigrantes, que en las multitudes dibujadas parecen predominar por sobre los nativos, además de los lugares de tránsito, andenes, subtes, calles. Y también sirve de indicio un único trabajo autorreferencial: en la sala de espera de un hospital, en el extremo derecho, un tipito de guardapolvo que casi se cae de la composición, ante la puerta del consultorio, llama a “Mr. Oscar Grillo”. De los pacientes, sólo uno abandona la abstracción generalizada y aparta la mirada de la revista que estaba leyendo. No me pareció que fuera Grillo, el personaje no tiene barba, y se ve más joven... puede ser el Grillo de hace unos años o no, puede estar ahí o puede haberse ido, cansado de esperar. Puede estar en otra parte. 
Lo otro que me impactó es la capacidad que tiene Oscar, en pocos trazos, de destacar dentro de abigarrados conjuntos aquello que elige mostrar. Hay veces en que es absolutamente despojado, como en el caso del solitario muchacho que come papas fritas de Mc Donalds un domingo. Pero aún así, sólo concede el color al paquete de papas fritas.
Por ahí, por conocer a Grillo más del palo de la historieta, vi gran parte de la muestra como viñetas únicas de argumentos más extensos...
Los dos africanos que discuten a gritos en una oscura jerga, mientras limpian un andén como si nada...
El japonés que le saca una foto a su coterráneo frente a la tumba de Marx, mientras lleva colgado de un brazo los paraguas de ambos...
El soldado que se cae de bruces, como si fuese de plomo, rompiendo la formación, el día del cumpleaños de Su Majestad...
El mendigo que se tira un pedo al bajar del subte, para escándalo del pasaje...
El otro mendigo que tiene hambre y se mira fijo con un pescado que asoma de la bolsa de las compras de una señora...
Un señor comiendo un gigantesco sandwich cuyos ingredientes se disparan como misiles...
Un negro que, en cambio, contiene su sandwich en la envoltura de la casa de comidas rápidas...
Otro subte, en que dos pasajeros hacen el mismo crucigrama, y uno le oculta al otro, que quiere espiar, los resultados...
El lisiado que en su silla de ruedas elige pantalones...
Los londinenses que descubren que pasó el invierno, porque el agua de la lluvia es tibia...
O el que descubre que tiene sombra, cuando por un prodigio se produce una apertura entre dos nubes...
Y paro acá de hacer audaces interpretaciones, de las que Grillo seguramente se cagará de risa, si las lee. Porque lo que en realidad primó durante mi recorrido por la muestra, fue el absoluto disfrute, que se coronó en el abrazo con el troesma, cuando me despedía. 
No se lo pierdan, tienen tiempo hasta el 12 de junio.
(...cuando vayan, deténganse antes, en el Espacio Historieta, a ver la imperdible recreación que otro grande, Amengual, hace de la smorfia rioplatense)

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