SOBRE ESTE BLOG...

Vas a encontrar, básicamente, data sobre historieta cómica argentina clásica. Además, bastante de bande dessinée. Algunas reflexiones sobre el lenguaje historietístico, muchas polémicas y miles de imágenes, la mayoría de mis propios archivos. La forma más fácil de ubicar un material o autor es ir a "Etiquetas", revisar y hacer click en la pertinente. También podés escribir una palabra clave en "Buscar en este blog". Tenés mi contacto, encima, acá al lado → → →→ → →→ Suelo responder mails si la consulta es muy específica. En cuanto a enlaces que ya no funcan, lo siento, llegaste tarde. Podés tomar lo que quieras, en tanto cites la procedencia. Si no citás, y te ubico, te escracho públicamente, como he hecho en varias oportunidades. Enjoy

sábado, agosto 07, 2010

TRIBUTOS A CEZARD (3)

Doce viñetas por plancha, colmadas de decorados ricos en detalles donde evoluciona una muchedumbre de personajes locuaces a los que no les falta ni un gemelo ni un pliegue, todo ello firmemente sostenido por un trazo de pluma sucinta y fluida próxima a la perfección… uf! Tal es Ia obra de J. Cézard.
Y es en su compañía que transité un buen número de jueves por la tarde, fascinado por su habilidad para dibujar TODAS las piedras de un torreón descacharrado o su forma de jugar con los colores en "Les Rigolus y les Tristus", mi preferida en esa época.
Devolvámosle pues lo que le pertenece: si estoy constantemente enmarañado, se lo debo a Cézard! Ya que en vez de alinear pacíficamente mis cuatro limpias viñetas por plancha, acompañado de Dodo (alter ego y guionista que tampoco hace minimalismo) me hundí en la dirección opuesta afecta al padre de Arthur, Kiwi y compinches.
Aún hoy, cuando mis editores acosan mi contestador, pienso en vos, oh, Cézard y no te digo gracias!
Ben Radis

TRIBUTOS A CEZARD (2)

Es suave, dulce, redondo, es del tío Cézard. Me acuerdo, es el que encontraba después de Ia escuela en los pequeños formatos que compraba al vendedor de periódicos antes de volver a casa. Se titulaban Tartine Mariolle, Pépito, Blek le roc, Pim Pam Poum, Kiwi, etc…. Hasta la hora de los deberes (es decir lo más tarde posible), me deleitaba con todos estos personajes de confortables redondeces y he intentado más tarde volverlos a dibujar. Con Arthur le fantôme, no comprendía cómo el dibujante llegaba a dar tanta expresión a un personaje que no tenía, en líneas generales, mas que dos brazos y dos agujeros negros en lugar de los ojos, para hacerse entender. Los míos (mis proyectos de Arthur) tenían siempre el aspecto de bolsas gordas, mullidas, inexpresivas, informes…
Sus manos, a veces con cuatro dedos, otras con cinco, pequeñas y rechonchas como las de un bebé, tenían una gracia y una delicadeza muy particulares. Ahora comprendo y sé que sólo depurando para llegar a lo esencial y con mucho trabajo, se puede lograr crear tal personaje.
Observen: Arthur es tres rayas armoniosas, dos curvas delicadas, un gracioso acabado de cabeza, una comba en buen lugar (como diría Lavilliers), tres gotas alrededor de la cabeza y Hop! Funciona. Bravo por el artista, es tan difícil emocionar a los niños con un pase de magia.
Gracias tío Cézard, entre otros, por haberme enseñado el gusto del redondeado expresivo. Continúo mejorando y Arthur, ya está, llego a poco a poco a hacerlo parecido. En cambio, para hacer decorados tan perfectos como Cézard, tengo todavía mucho progreso por delante. Habrá que poner un gran empeño.
Esto les da risa? Muy bien, tomen un lápiz y me dibujan un Arthur! Van a ver si es tan fácil. Recojo las copias en quince minutos! A trabajar.

Florence Cestal

TRIBUTOS A CEZARD (1)

Cézard es como el Torino de la Bedé, en lo atinente a olvidos injustos. Sin embargo, los franceses comienzan a reivindicarlo. Dí cuenta aquí de los recientes álbumes que recopilan Arthur y Surplouf. De los cinco que editó Thot del fantasmita, aún me queda por conseguir el quinto. Los otros llevan prólogos de Régis Loisel, Florence Cestal, Ben Radis y Jean-Louis Mourier, respectivamente. Todos ellos célebres historietistas que descubrieron en su infancia a Cézard, desde las páginas de Vaillant o Pif, como yo lo hice en Billiken. Claro que ellos pueden expresar mucho mejor la singularidad de ese maravilloso dibujante y guionista, tempranamente desaparecido. Pero además, los tributos que le rinden en esos prólogos resultan particularmente conmovedores. Hablan de cómo las historietas que leímos de pibes pueden signar para siempre el curso de nuestras vidas. Y porque de asuntos tales trata este blog (más allá de la nostalgia, que suele tener corto vuelo), me tomé el trabajo de traducirlos...
Arthur le fantôme, Kiwi, Les Rigolus et les Tristus, Brick, Surplouf, Billy Bonbon, todos estos personajitos que generaciones de niños pudieron ver en las páginas de Vaillant, Pif, y otros fascículos de las ediciones Lug y Mon Journal, se deben a un sólo y mismo autor: el dibujante Jean Cézard.
Mi personaje preferido, era Kiwi.
Cuando se piensa que este hombre produjo millares de planchas… y que no hay una que haya chapuceado, que todas eran tratadas a la perfección hasta en los menores detalles. Todos los que fueron sensibles a su universo coinciden en reconocer su maestría en el arte escenográfico.
Quién no recuerda su manera de dibujar castillos con viejas piedras, el reverso de sus viejos toneles, sus barcos y sus cuerdas, sus viejas estufas a carbón, sus viejas calles pavimentadas pobladas de carros humeantes y carraspeantes.
El sujeto manejaba la pluma con un raro virtuosismo. Podrán o no gustar sus historias, pero una cosa es cierta, era un gran dibujante que marcó a todos los jóvenes lectores de las ediciones Vaillant desde los años 60 a los años 70.
En ocasiones, sigo observando con atención el trazo de su dibujo. Los únicos KIWI que guardé de mi infancia son los que llevan su firma y cuando por azar encuentro en una librería de viejo un Arthur o un Billy Bonbon, no me privo de comprarlo y de hacérselo descubrir a mis niños.
A este hombre, que nunca conocí, se lo explotó de tal manera durante años para satisfacer la demanda de sus editores, que terminaron dándole las gracias, echándolo, abandonándolo sin ninguna otra compensación por sus leales servicios… En Ia edición, no importa siempre el sentimiento… y Jean Cézard se murió… decepcionado… (quizá entonces una cosa explica la otra …. )
Con este humilde prólogo deseo rendirle homenaje… un gran homenaje.
Fue para mí, como para otros, un enorme inspirador, al mismo nivel que un Gottfredson, Barks, Wallace Wood, Jack Davis, Uderzo, Morris ... Y lamento sinceramente que jamás haya tenido ningún homenaje, retrospectiva o exposición en uno de nuestros grandes festivales de BD.
Saludo al pasar a este pequeño editor por aventurarse a hacernos descubrir o redescubrir al gran dibujante que fue Jean Cézard, quien (sin ser el Picasso de la BD) supo crear universos en un estilo notable, y que ha contribuido a la BD popular haciendo de "Arthur le Fantôme" una obra maestra …
Régis Loisel

miércoles, agosto 04, 2010

LAS INFLUENCIAS DE MIRTHA

A raíz de un comentario casual recordé esta vieja historia...
“La Valija” de Julio Mauricio, fue estrenada en Nuevo Teatro por Héctor Alterio y Elsa Berenguer. Posteriormente fue llevada al cine, con Luis Sandrini y Malvina Pastorino en los protagónicos. La obra cuenta la historia de una aburrida señora de clase media que un día, sin proponérselo, traiciona a su marido, un gris oficinista. Este, al descubrirla, se replantea la existencia que llevan y termina concluyendo que deben darle un vuelco rotundo.
El final, que en el original es abierto, fue respetado en la versión cinematográfica, aunque sólo para los cines céntricos de Capital. Para los barrios y el interior, se filmó otro -light- en el que Sandrini se despertaba de un sueño.
Esta circunstancia fue denunciada por Hugo Guerrero Marthineitz, el “peruano parlanchín” en su programa radial "El show del Minuto". Hablamos de principios de los setenta y yo (un adolescente para entonces) lo escuchaba religiosamente todas las tardes. Recuerdo muy bien la polémica suscitada entre Guerrero Marthineitz y Pastorino (esposa de Sandrini en la vida real), donde ésta, después de llamar despectivamente "negro" al locutor, se defendía de la acusación de discriminación con argumentos tan sólidos como el de tener un amigo judío.
Lo que no recordaba son las consecuencias de ese entredicho. A veces, con episodios antiguos, me agarra la curiosidad de buscar en la web para comprobar si aparece alguna mención.
Así llegué a una nota sobre la señora Mirtha Legrand, de donde extraigo este párrafo:
"(Mirtha Legrand...) Era y es muy amiga de sus amigos: en 1971 logró que levantaran el programa de Radio Belgrano que conducía Hugo Guerrero Marthineitz. Acompañó a Malvina Pastorino a ver al Ministro del Interior para que así ocurriera. ¿El motivo? El peruano parlanchín había puesto al descubierto los dos finales de La valija (Enrique Carreras-1971) y Sandrini, en turbulentos negocios teatrales con Tinayre, había clamado venganza".
De ser verídico lo que se afirma en esta nota, las influencias de la diva entre uniformados (ver), anteceden a la dictadura del '76...

REEDICIONES DE TORINO

Tres meses atrás, me refería a un episodio reproducido en el nro. 119 de El Conventillo de Don Nicola, bajo el título de "El regreso al conventillo", y que data de la época de Aquí Está! (ver).
En un comentario a dicha nota, Luis del Pópolo ubica la historieta como continuación de "Tesoro en el Polo Norte", también procedente de Aquí Está! y reeditada en un álbum de 1968 (el primero), que hace poco conseguí.
El personaje de Dos Pipas, villano protagónico en esa aventura, tiene a su vez precedente en “Magia y Sopapos”, que subí a La Colección, escaneada del El Conventillo nro. 39, de marzo de 1964 (ver) y (ver).
O sea que con “Magia y Sopapos”, "Tesoro en el Polo Norte" y "El regreso al conventillo" se completan 66 páginas de las tabloides de Aquí Está!, seguramente con algún interregno de episodios cortos entre la primera y segunda aventura.
Pero el rompecabezas no termina aquí. Constato que tal como dice Luis, en el Album de Vacaciones 1968 hay algunas páginas que se superponen con el nro. 119 de El Conventillo. Sin embargo, se omitió la que completa el pasaje por una ciudad habitada por locos.
Aparte, en el cuadrito que antecede, se borró un globito y el dibujo de la barrera, para ocultar la discontinuidad.
Con las viñetas omitidas se justifica más lo que sigue (ver parlamento del profesor junto con la didascalia). Aunque sospecho -por la gráfica de ese "Horas después", que aparece como injertado- que en Aquí Está! el episodio de los locos era todavía más extenso.
A Torino le gustaba jugar con ese tipo de peripecias. En el Suplemento Nº 3 (ver) se reproduce otra aventura de Aquí Está!, donde Don Nicola y el Maestro recorren tres distritos muy particulares: “Villa Paciencia” "Villa Confianza", "Villa Cachada" y "Villa Bélica".
Todas maravillas de rescate tan imprescindible como improbable.

martes, agosto 03, 2010

CONVENTILLO

Esta tira está tomada de "El Conventillo de Don Nicola" Nº 40 (4/64), pero seguramente proviene de "Aquí Está!" y tuvo muchas reediciones posteriores. Cada vez que la encuentro en distintos ejemplares, la disfruto como la primera vez.

lunes, agosto 02, 2010

LA ETAPA OLIGOFRENICA DE ED. UNIVERSO

La reiterada comprobación de ausencia de revistas de historietas en los kioscos, me produce una suerte de angustia. La solía disimular con un ejercicio: mediante portadas y/o títulos, trataba de ubicar a qué Andanzas, Correrías o Locuras originales correspondían los últimos números publicados. Desde hace un tiempo, hasta ese jueguito me es negado, ya que los de Editorial Universo ni siquiera se ocupan de cambiar las tapas de las mutiladas reediciones.
Pero la cumbre de la estupidez la alcanzaron con el número 874 que todavía se halla en venta, y al que titulan "¡El malo era el bueno!". Cualquier coleccionista que le pegue un distraído vistazo, lo remitirá de inmediato a "Vacas y Balazos" (Nº 131, 27/06/67), a pesar de la aberrante alteración de colores.
Curiosamente tengo un recuerdo de cuando compré esta historieta en el kiosco, cuarenta y tres años atrás. Me arrepentí de haberla ojeado antes de leerla, porque dicha acción me reveló un detalle que la trama ocultaba hábilmente hasta el final: que el verdadero villano -como en las intrigas detectivescas clásicas- no era quien parecía serlo.
A los que la adquieren en la actualidad, el título mismo se los anticipa.
Es posible que en la próxima aparición de la aventura en las cíclicas reediciones, Ed. Universo vaya un poco más allá y la titule: "¡El malo era el bueno, y el bueno resultó ser el malo!".
(...la tapa del Nº 874 la saqué de la web, no piensen que voy a tirar la guita)

sábado, julio 31, 2010

RECURRENCIAS

Otro de los autores recurrentemente tratados en este blog es Cézard. Particularmente, su obra maestra, Arthur le fantôme Justicier. En una nota de los inicios, rescaté una página del episodio de la prehistoria, que conocí de pibe en Billiken (ver). Recientemente descubrí que la idea de las jerarquías sociales en sociedades primitivas, traducidas por el largo de la barba, viene de un trabajo anterior suyo, Les Mirobolantes Aventures du Professeur Pipe (ver).
Lo que demuestra -si es que hay que demostrar algo- que todos tenemos nuestras recurrencias.

viernes, julio 30, 2010

REGALOS DE CUMPLEAÑOS

En coincidencia con haber cumplido cuatro años de permanencia en la web con este blog, recibí dos mails que me dieron la pauta que no he hecho tan mal las cosas. Los dos están relacionados con Torino. No casualmente, dado que es el historietista argentino que más admiro y al que he dedicado gran parte de este espacio.
Me escribe una muchacha desde Tinogasta, haciéndome una consulta que me guardo, para no cometer una infidencia. Pero sí puedo rescatar el fragmento donde relata que encontró aquí imágenes de Don Nicola y las compartió con su padre, a quien le gustaba mucho. "También recuerda a Barrabás, el insecto galerudo. Anoche se puso a recordar, a reírse y a contarme", me dice. La imagen de un padre y una hija remontando décadas juntos, a través de una historieta, me parece bellísima, al tiempo que me gratifica el haber contribuido a generar ese encuentro.
El otro mail es de un familiar de Torino, que llegó hasta aquí buscando información sobre él en la web. Aparte de elogiar mi trabajo, me propone reunirnos con el objeto de continuar la tarea de revalorización de su obra.
Mi búsqueda de información sobre los herederos de don Héctor data de bastante tiempo, con resultados infructuosos hasta el momento. Se concreta de la mejor manera, a través de mi trabajo.
Corrijo: peco de modestia con lo de "no he hecho tan mal las cosas". En realidad, me siento muy orgulloso de este blog, que quieren que les diga...

miércoles, julio 28, 2010

Novela gráfica "Dear Patagonia"

En las dos viñetas de arriba, un personaje lee en una pizzería, el primer número de Patoruzú, contemporáneamente a su salida.



Autor: Jorge González
Fuente: http://jfgv.blogspot.com/

martes, julio 27, 2010

HISTORIETA-PINTURA-TEATRO, por DAO

Carnaval en Ostende (Flandes), sobre el Mar del Norte. Noche del “Baile de la rata muerta”. Baile de máscaras en el casino. En un antiguo edificio de departamentos, se perpetra un crimen pasional. En el piso de abajo, un anciano, inválido durante más de veinte años, camina de pronto. Un cachalote encalla en la playa. De él sale un ejército de ratas. Apagón de luz sobre toda la ciudad. Cuando vuelve la electricidad, sobre la pista del casino yacen, rodeadas de ratas muertas, tres muchachas degolladas. La pareja que bailaba con una de ellas, estaba disfrazada de rata. Un joven inspector de policía es enviado desde Bruselas para investigar el caso...
Así comienza, cargada de sucesos extraños, Le Bal du rat mort, bande dessinée de origen belga (1980), con guión de Jan Bucquoy y dibujos de Jean-François Charles, que tardía y gozosamente acabo de descubrir.
Tendría unos catorce años, cuando leí por primera vez a Michel de Ghelderode. Quedé fascinado para toda la vida con este genial dramaturgo belga, cuyas obras sombrías, expresionistas, surreales, trancurren en su mayoría en el medioevo, al igual que Arthur, le Fantôme Justicier, de su coterráneo Cézard, quien había volado mi imaginación infantil desde las páginas de Billiken. A través de Ghelderode, conocí -además de Breughel y El Bosco- a James Ensor, pintor y grabador de la misma nacionalidad, que solía plasmar el carnaval ostendense y sus grotescas máscaras. Ghelderode le dedica una de sus piezas, Masques Ostendais.
El “Baile de la rata muerta” es un acontecimiento real, se celebra desde 1898, en conmemoración de la visita de Ensor y sus amigos al cabaret La Rata Muerta, durante un viaje en París que habían realizado dos años antes.
O sea que la historieta también homenajea al pintor.
Pero además Bucquoy, su autor, es régisseur. Una de las piezas que puso en escena poco antes de comenzar este guión, fue precisamente Masques Ostendais, de Michel de Ghelderode.

lunes, julio 26, 2010

EL PATORUZU Y LA PATORUZA

(Extractado del sitio La_Vida_de_Leonardo_Favio; en medio de los recuerdos del genial cineasta sobre el Parque Japonés, aparece esta curiosa mención:)
"En Luján había un lugar maravilloso que se llamaba La Gruta Azul. Era una pizzería donde se jugaba al villar y al metegol. Había muchas mesas, de vez en cuando servían comida, y ahí solía presentarse algún guitarrero de Buenos Aires que cantaba tangos. Los dueños eran un matrimonio italiano que había venido de Rosario. A nosotros nos quedó muy grabada una pareja que solía venir de Buenos Aires. Se llamaban el Patoruzú y la Patoruza, y hacían su show en La Gruta Azul. El se ponía una nariz, una peluca y un poncho como Patoruzú y tocaba una especie de violín armado con una lata de aceite, un palo y una sola cuerda. La mujer -que para nosotros era una anciana pero que debería tener cuarenta y pico de años- lo acompañaba tocando la guitarra. El Patoruzú se emborrachaba mucho, y ella, que lo adoraba, muchas veces, cuando terminaba la función, lo dejaba dormir sobre la mesa. Una noche, mientras él dormía, ella se quedó charlando con mi hermano, conmigo y con Cacho Tamis. Advertí que ella no era una mujer común, sino que tenía una gran cultura. Tomó la guitarra y empezó a tocar cosas maravillosas. Resultó que era concertista. Mi hermano y yo quedamos pasmados. Si analizás, ella debe haber estudiado guitarra en los años veinte, lo cual te indica que vendría de una familia muy especial para que en esa época mandaran una chica a estudiar guitarra. De su boca, por primera vez escuché la palabra Tárrega. Ella acompañaba al Patoruzú porque lo amaba. Los dos eran borrachitos, aunque ella más suavemente que él. Pasan los años, yo vengo a Buenos Aires, me instalo en la pensión de Retiro y, para mi sorpresa, me encuentro con que en la pieza de al lado vivían el Patoruzú y la Patoruza. Eso arremetía con todas mi nostalgia. Para ellos yo era una figura difusa que no alcanzaban a recordar. Cada dos por tres les llevaba paquetitos de yerba. Me preguntaron si no tenía algún amigo que pudiera hacerlos entrar a trabajar en el Parque Japonés, dado que yo pasaba tantas horas ahí. Finalmente los hice entrar en ese lugar que se llamaba Babilonia que estaba al lado del Parque Japonés y que yo recreo en Gatica , en la secuencia en que Gatiquita denuncia a su amigo que se coló a ver el espectáculo. El Patoruzú y la Patoruza durante un tiempo tocaron ahí, pero luego empezaron a salir en gira por las distintas provincias, según donde hubiera cosecha, como los gitanos. No los vi nunca más."

PI-PIO, EL POLLITO QUE IMPONIA EL ORDEN (3c)

3-MADUREZ: “JUSTICIA EN EL FART-WEST”
c) INUNDACION DE VILLA LEONCIA

La unidad anterior culmina con una nueva huída de Paco-Pum, que lleva al encuentro con la tribu del cacique Rompe-Huesos y la alianza con éste para apoderarse de Villa Leoncia, eje temático de lo que prosigue. Capturan a Pi-Pío y lo someten a una tortura más cruenta que las que fue víctima el bandido: freírlo en una enorme sartén (o en cocción mixta con spiedo, de acuerdo a lo que sugiere la imagen).
Hay un matiz paradójico, sin embargo. La índole del bárbaro sacrificio, dispuesto por bárbaros, respeta la condición de pollo, recuperada ahora –aún en circunstancias extremas- por el sheriff, mientras que a Paco-Pum se le negaba status humano. Dicha carencia se vuelve a poner de manifiesto en esta instancia, ya que el regocijo y la falta de culpa del villano son contrastados con la sorpresiva compasión que presenta uno de sus secuaces. Se trata de Toto, el tardío integrante de la banda, y por eso –posiblemente- menos contaminado por la maldad extrema del jefe. En cambio, Pepe el Largo colabora avivando el fuego y condimentando al pollito. Y los demás, son indios. O sea seres a los que la conquista negaba la posesión de un alma. Así, la alianza resulta por demás congruente.
Una vez más Ovidio acude en socorro de su jinete-pollo. Vuelto a Villa Leoncia, Pi-Pío informa al pueblo sobre el inminente ataque del malón. Los vecinos distinguidos aportan opiniones sobre las medidas a adoptar, según sus respectivas ocupaciones e intereses, pero es la propuesta de Calculín la que una vez más resulta aclamada: el “generoso” ofrecimiento de un empréstito de guerra. Acto seguido, el sheriff (ya explícitamente mencionado como “máxima autoridad” del pueblo) declara el estado de guerra. Insólito: la iniciativa privada precede la decisión del estado, y financia a los ciudadanos la compra de los armamentos que aquél debería proveer. Los lectores de las Aventuras de Pi-Pío de aquella época, poco se habrán asombrado de las atrocidades que sobrevinieron a la década peronista.
Consonante con los desaguisados ideológicos, la imaginería gráfica de Ferré se torna desbocada. Son incontables los detalles delirantes que aparecen aquí y allá. Baste decir que en el exacto centro de un nuevo cuadro gigante, el de la preparación del malón, planta a Don Quijote de la Mancha con taparrabos, junto a un indio que representa a Sancho Panza.
La primera embestida de la indiada es resistida con heroicidad por los habitantes de Villa Leoncia. La conducta ejemplar de Ovidio en el combate, es premiada por Calculín y Pi-Pío –en renovada muestra de poder omnímodo- ascendiéndolo a Sargento Mayor.
Pero aquí se presenta una vuelta de tuerca magistral: Paco-Pum vuela el dique del pueblo, inundándolo.
Llegados a este punto, nos hallamos en condiciones tanto de repasar sus fechorías, como de justificar, más allá de lo temático, la división que se ha planteado. En la primera sub-unidad los delitos son: intento de forzar la renuncia del sheriff, rapto y consecuente extorsión, hurto de ganado. Actos repudiables, sin duda, pero que no escapan a los que podría ejercer cualquier malhechor. En la segunda, Paco-Pum y sus secuaces no sólo asaltan un banco, sino que con dicha acción atacan un símbolo de orden y progreso, como hemos visto. En la tercera, la alianza con los indios ya implica una oposición abierta entre civilización y barbarie. Pero es con la inundación de Villa Leoncia que el bandido trasciende definitivamente esa categoría para convertirse en amenaza pública. Es decir, en subversivo. Lo que amerita, una vez vencido, un castigo mayor: el destierro.

Quien lo impone –en un “juicio de guerra” y descartando de antemano cualquier otra opinión de los integrantes del jurado- es, por supuesto, Pi-Pío. Quizá hubiera cuadrado mejor que lo aplicara el recientemente ascendido equino. Su nombre, al menos, generaría algún nexo como para traer a colación una pena proveniente del antiquísimo Derecho Romano, y que el mismo poeta sufrió por orden del emperador Octavio Augusto.
Demás está decir que la estatura alcanzada por el enemigo –estricta metáfora, en este caso-, engrandece la figura del héroe y “justifica” sus métodos.
Uno sospecha que si Ferré no mandó a Paco-Pum al garrote vil, es porque pensaba seguir utilizándolo como personaje.
Todo lo cual no quita que este último tramo argumental se convierta en el momento más interesante y singular alcanzado por la serie desde su inicio. Por el contrario, como he apuntado, los elementos fascistoides implícitos en Aventuras de Pi-Pío, hacen que la acción se interne en terrenos épicos.
Para evaluar la magnitud de este giro, debe considerarse que la historieta cómica, por su misma índole, pocas veces ha intentado –y logrado- una épica, aún dentro de lo paródico. Podrían mencionarse –siempre remitiéndonos a lo nacional- algún episodio de Patoruzú, por Quinterno (pienso en “El Gran Duque de la Mancha”, por ejemplo), los proyectos delirantes de dominar el mundo de Agustín, en el Don Pascual, de Battagia, los viajes a países exóticos del Langostino, de Ferro. Pero ninguno de los autores citados puso de héroe a un pollito, lo que ubica a la creación de Ferré en un lugar privilegiado, en este aspecto. Lograr verosimilitud interna, después de instalar y naturalizar un código, en el hecho que un sheriff-pollo lidere la resistencia de un pueblo ante las hordas invasoras, roza la genialidad.
Otra particularidad es que, en las vicisitudes de la gesta, no se observa el menor rasgo de solemnidad, lo que de ningún modo resta grandeza a la misma. Es que si Ferré hubiese suspendido por un momento el delirio que venía imponiendo para ponerse serio –tentación frecuente en otros, y en el mismo Ferré posterior a Pi-Pío-, los resultados no habrían sido los mismos. La sabiduría narrativa del autor, la absoluta confianza en el lenguaje creado, hacen que redoble la apuesta, multiplicando extravagancias y disloques cómicos.
Todo vale: el rescate de la vaca “Pipiovidia” en tareas de inteligencia, un ejército de perros y gatos al que cuesta dominar, Paco-Pum encabezando la invasión desde un carrito de bebé, el sheriff-pollo donando sangre a un humano.
Después de la inundación, cuando las aguas bajan y el malón entra en Villa Leoncia, los vecinos se refugian en su máximo baluarte, el banco. Los indios se disponen a sitiarlo, pero a consecuencia de haber destruido el dique, paradójicamente comienzan a sufrir de sed. Los sitiados, en cambio, gracias a las previsiones arquitectónicas de Calculín, tienen reservas para meses. Paco-Pum va a mendigarles un vaso de agua, pero el sheriff exige como paso previo la rendición. Al dar cuenta de la situación a sus huestes, el bandido rompe en llanto. Los indios aprovechan para beber sus lágrimas. Antológico.
El agua vuelve a jugar sobre el final, pero congelada. Paco-Pum, Pepe el Largo y Toto marchan al destierro en Groenlandia por vía marítima en un enorme témpano. Fueron encerrados allí mediante un procedimiento ideado por Calculín, en base a hielo seco y ventiladores. O sea, una última tortura adicional para los desterrados.

Para suavizar tanta crueldad, desde el puerto, los despide la banda de música de Villa Leoncia con un tango de Gardel.
Definitivamente, Ferré no se privaba de nada.

domingo, julio 25, 2010

PI-PIO, EL POLLITO QUE IMPONIA EL ORDEN (3b)

3-MADUREZ: “JUSTICIA EN EL FART-WEST”
b) ASALTO AL BANCO
Calculín no sólo buscaba a su antiguo amigo, sino también el permiso de éste para establecer el primer banco de Villa Leoncia. Pi-Pío se lo concede, con lo que su rol de autoridad abarca un nuevo atributo: el de otorgar con libre arbitrio espacios públicos para uso privado. Es el primer paso hacia la "institucionalización” del pueblo. Así lo expresa Calculín en el discurso de inauguración de su entidad (el "City Bank"). Desde el palco oficial, donde sólo el sheriff ostenta cargo (al igual que el banquero, los otros ocupantes son personajes destacados de esa sociedad), el niño sabio proclama: “…Y espero que este día sea un escalón más del engrandecimiento de Villa Leoncia, que desde la llegada de Pi-Pío avanza por la senda del orden, de la seguridad y del trabajo…”. A lo que los vecinos responden, exaltados, vivando al pueblo, a Pi-Pío y al progreso. Entre los “vivas!” y “bravos!”, se cuela un “olé!”.
En "Secuestro de Maida", Ferré solo había quebrado la métrica de cuatro tiras por página, de dos o tres cuadritos cada una, planteando tiras con un único cuadro. Llegados a este tramo, se vienen observando viñetas gigantes, que ocupan el espacio de dos tiras y cuatro cuadros (en adelante, esta transgresión se hará frecuente y será utilizada, sobre todo, para momentos épicos).

El nuevo formato aparece en la construcción del banco y en la celebración de su apertura, con la banda de música entonando el himno a Villa Leoncia, donde nuevamente se exalta el progreso. Por si quedaran dudas de quienes son sus artífices, Ovidio remata al son de platillos: “Tara-Tachín…Tachín… Tachín… Vivan Pi-Pío y Calculín”.
Mientras Paco-Pum y sus secuaces traman desde la cárcel el asalto a la recién estrenada entidad, el sheriff, Ovidio y Maida, "regresan a su casa”, según reza la didascalia. Hasta donde sabíamos, por el episodio del secuestro, la niña tenía casa propia, donde vivía junto a sus padres.
Acto seguido vemos a Maida cebando mate a Pi-Pío (flagrante transgresión al ambiente del far-west).
Daría la impresión por estos datos que –sin que sepamos cuándo, cómo ni dónde- se ha formalizado algún tipo de vínculo supra-amistoso entre ambos. Sus propias características -niña y pollito- hacen descartar la hipótesis que la corriente institucionalizadora los haya alcanzado, uniéndolos en matrimonio (aunque en el mundo de Ferré todo es posible). Pero la sospecha del concubinato es fuerte. Se refuerza poco más adelante, cuando se los ve en plena noche, en ropa de cama, en el mismo dormitorio. Claro que también está Ovidio, con gorro de dormir...
Descartando el extremo del trío amoroso, y aún cuando se rechace la existencia del vínculo antedicho, es innegable su sugerencia. La que ya en sí misma constituye un grado de audacia realmente inusitado y loco (por la índole de los personajes) para los parámetros de la historieta cómica infanto-juvenil de la época. No registro precedentes de semejante osadía; al menos en Argentina, donde para ver hogares –normalmente- constituidos hubo que esperar a Mafalda.
Por lo demás, la narrativa transita por carriles más, menos lógicos, siempre dentro del esquema delirante de la serie. Paco-Pum simula regenerarse e instala una panadería desde la que cava un túnel hacia la caja fuerte del banco, guiándose primero por el viento y después por un imán. Perpetra el atraco. Es perseguido –he aquí un tercer cuadro gigante, que abarca dos columnas completas- y capturado por Pi-Pío.

Detengámonos ahora en el juicio público que se le efectúa al malhechor.
El bando que lo anuncia –de forma remisible a la España medieval, dicho sea de paso- formula en sus considerandos: “¡¡Atención!! El sheriff, usando de las atribuciones de su alto cargo, dispone: 1º) Que mañana a las 9 horas, y si el tiempo no lo impide, Paco-Pum será juzgado públicamente en la plaza principal. 2º) Queda invitado el vecindario de Villa Leoncia a este acto de justicia. 3º) Mañana cerrará sus puertas el comercio. 4º) Divúlguese, coméntese y archiveseee…”.

El juez, ubicado en el centro del estrado tribunalicio, con toga, birrete y martillo incluido, es por supuesto Pi-Pío, quien a esta altura se ha irrogado indubitablemente la suma de los poderes públicos. En cualquier película, novelita o historieta que transcurra aún en el pueblo más perdido del far-west, son infaltables, a más del sheriff, el alcalde y el juez de paz. Ferré no los creyó necesarios, le bastaba con el pollito bueno y valiente. Y con la sabiduría del niño prodigio, de yapa. Para qué más?

Ante el supuesto arrepentimiento de Paco-Pum, Calculín propone “usar la balanza de la justicia para pesar la conciencia de nuestro reo”. El procedimiento, descripto en dos grandes cuadros contiguos, se parece demasiado a la tortura del submarino. La conclusión que se extrae de allí, es que el bandido "apenas tiene conciencia", lo que podría traducirse en que a gatas alcanza la categoría de ser humano.
Resta revisar la lógica subyacente en el uso de las grandes viñetas.
a) Construcción del banco: cimientos de un “orden y progreso” basado en lo económico;
b) Inauguración del banco: institucionalización del “orden y progreso”;
c) Persecución de la banda de Paco-Pum, luego del asalto: transgresión del “orden y progreso”;
d y e) Balanza de la justicia: reinstauración del “orden y progreso”.
Y todo este andamiaje conceptual es determinado en exclusividad por el sheriff (recibido por correspondencia) y su amigo financista. La población se halla ubicada en un rol meramente secundario: el de coro aprobatorio.
A esta altura, resulta evidente que al análisis argumental y gráfico de la serie se ha sumado el aspecto ideológico de la misma, andarivel que seguiré recorriendo, aunque con una aclaración (que supongo no alcanzará, de todos modos, para calmar los ánimos de los fanáticos ferretianos). Creo firmemente que sin este matiz de incorrección política verificable en García Ferré, y con origen posible en una no revelada –hasta donde se- simpatía por el franquismo, Aventuras de Pi-Pío no hubiera sido la cumbre historietística que hoy es.

sábado, julio 24, 2010

PI-PIO, EL POLLITO QUE IMPONIA EL ORDEN (3a)

3-MADUREZ: “JUSTICIA EN EL FART-WEST”
A partir del tercer episodio de Aventuras de Pi-Pío (Billiken Nº 1741), la palabra fin, como se ha adelantado, desaparece, dando paso al (continuará) que la serie exhibe de forma permanente (alternando algunas didascalias con interrogantes) hasta el momento mismo en que se deja de publicar. Sin embargo, García Ferré sigue dividiendo los distintos capítulos mediante la renovación de logos alusivos, aunque no siempre incluyendo títulos en ellos, ni correspondiéndose inmediatamente dichos cambios a las unidades temáticas, como se verá más adelante.
En rigor, a este tercer episodio, unificado bajo una misma franja de presentación, cabría dividirlo en tres sub-unidades temáticas. La primera, de 15 páginas, a la que denominaré “Secuestro de Maida”, se extiende hasta el nro. 1755, la segunda (“Robo al banco”, 17 páginas) transcurre entre el 1756 y 1773, y la tercera ( “Inundación de Villa Leoncia”, la más extensa, 24 páginas) desde el 1774 al 1798. Así, durante un año y un mes (27.4.53 al 31.5.54), los lectores de Billiken siguieron las distintas vicisitudes del pollito en Villa Leoncia, su lugar de asentamiento luego de la etapa errante.
Es dicha continuidad de espacio, junto a la de tiempo, la que permite englobar este extenso episodio de 56 páginas en total, más allá de los giros argumentales que en él se verifican, bajo el título otorgado por Ferré: “Justicia en el Fart-West”.

Es menester acotar que, con respecto a la palabra “Fart” (“pedo”, en inglés), cabe la duda si el autor la utiliza por error, en vez de “Far” (“lejano”), o si se trata de un guiño transgresor destinado a entendidos.
Lo que resulta certero es que a partir de este episodio, y después de apenas dos ensayos de aventuras continuadas, la serie alcanza prontamente un alto punto de madurez creativa, asentando y expandiendo todos los elementos expresivos que hasta aquí se perfilaban.
Esta opinión parece ser también la del propio creador, en tanto, varios años después, elije “Justicia en el Fart-West” como punto de partida para la republicación de Aventuras de Pi-Pío en Anteojito.
Así, Ferré dejó afuera aproximadamente un año de tiras en Billiken, con la consecuencia de borrar el pasado de lustrabotas y de linyera del pollito. De modo que los lectores de Anteojito lo conocieron de arranque con un status superior, aunque más tarde, avanzada la serie, los dos episodios omitidos fueron también reeditados.
a) SECUESTRO DE MAIDA

Nada más que con la didascalia de inicio se derrumba cualquier expectativa de asimilación de esta historia a parámetros clásicos de aventuras del oeste. El protagonista, que "al servicio de la ley y el orden", llega a Villa Leoncia para hacerse cargo de "mantener la justicia", no es un cow-boy, curtido en cientos de duelos y acostumbrado a tratar con forajidos, sino un pollito “recién recibido de sheriff, en unos cursos rápidos por correspondencia”. Además, el nombre del lugar donde va a ejercer dicho rol suena a aldea española, como también tienen esa resonancia los apodos de los bandidos (Paco, Pepe). Claro que el apelativo del caballo, Ovidio, remite a los clásicos latinos. Con lo cual, lo apuntado respecto al vocablo “Fart”, parecería no solo intencional, sino además corresponderse con la confusión mental que genera al lector semejante mescolanza. Eso sí… en la viñeta final de la entrega recuperamos la coherencia: Ovidio habla en inglés. Lo que nos hace olvidar el hecho que sea cabalgado por un pollo.
Con Pi-Pío en el rol de sheriff, instalado en Villa Leoncia, acompañado por su caballo parlante, y enfrentado a Paco-Pum y Pepe el Largo, en apenas una página, se han presentado los principales elementos que sostendrán la serie durante largo tiempo.
Si bien en este tramo aparecen otros bandidos, sólo se destacan los mencionados, con una distinción jerárquica: Pepe el Largo monta un caballo de madera y porta una bocina. Paco-Pum, en cambio, que remata sus frases con la onomatopeya “Pum!”, cabalga de verdad y dispara un trabuco.
Sobre el final, aparece un comprador de ganado robado. Aunque aún no se lo identifica por nombre, se trata de Toto, quien terminará integrando la banda en forma permanente.
Una emboscada al flamante sheriff y el consecuente intento de forzarlo a la renuncia, inaugura la larga cadena de tropelías, engaños, secuestros, extorsiones, seudo arrepentimientos, encarcelamientos, huidas, etc. que caracterizarán el historial delictivo de Paco-Pum y sus secuaces.
Precediendo en pocos años al Joe Dalton de Lucky Luke, con el que se emparenta en fisonomía y carácter, Paco-Pum por momentos se conduce tan elemental e infantilmente como Averell. Sus ardides se ven favorecidos por la ingenuidad casi pueril de los “buenos”. Como cuando se presenta ante Pi-Pío con un disfraz de mendigo limitado a una camisola raída y un bastón, manteniendo la característica de su rostro embozado, y el pollito no lo reconoce. Eso sí: se priva de decir “Pum!”, sólo lo piensa. Es Ovidio quien, mediante un olfato más propio de perro que de caballo, advierte el engaño.
También Maida, una vecinita del pueblo, es burlada en su buena fe: al llevarles comida a los forajidos encerrados, cede a sus pedidos y les entrega la llave de la celda. Termina siendo secuestrada, lo que constituye el eje central de esta sub-unidad argumental. Para que Paco-Pum revele el paradero de la niña, Pi-Pío recurre al “método básico-chino”, que consiste en la tortura de cosquillas en los pies (con el correr de la serie, se constatan procedimientos menos inocentes). Maida es finalmente rescatada, y el agradecimiento para con su salvador tendrá consecuencias, como se comprobará en la próxima sub-unidad.
No obstante el fracaso, Paco-Pum continúa su raid con el abigeato antes mencionado. Para desbaratarlo, será Pi-Pío quien esta vez se camufle -junto a su caballo- como vaca “Pipiovidia”.
En el medio, innumerables gags textuales y visuales pueblan los cuadros. Vaya uno de cada uno, a modo de ejemplo:
- Ovidio: “¡Hola, Paco! ¿Cómo estás? ¿Me remember o no te acuerdas de mí?”
- Paco-Pum se tirotea con los colonos que vienen a liberar a Pi-Pío, alertados por Ovidio (rol salvador que el caballo cumplirá a menudo). En tanto lo hace, el bandido se sirve soda de un sifón.


Ya impuesto el orden, Pi-Pío extiende su autoridad de sheriff a la de policía de tránsito. Desde una gaveta de madera sostenida por un botellón y coronada por una tapa de olla, dirige la circulación de carros de verduleros y maniceros, cuando advierte la llegada de un único automóvil. Trae un trailer repleto de dinero, y lo conduce Calculín, quien andaba a la búsqueda del pollito. Cartón lleno.