Los clásicos, en la historieta, tienden a ser fosilizados. Es el caso de Little Nemo in Slumberland, en el que se repite con pocas variantes la apreciación estética, y escasea la alusión a contenidos. Sin embargo, se puede advertir que ambos aspectos van de la mano, inclusive antes de entrar en lo argumental. Ya generan sentido las sofocantes arquitecturas del País de los Sueños, si se las contrasta con el último cuadro de cada episodio. Allí, en la habitación de Nemo, reina la sencillez, pero el peso de las edificaciones y del diseño de página, presiona sobre ella, al tiempo que los efectos del sueño se hacen sentir en el protagonista, provocando que a menudo caiga de la cama. Puede leerse perfectamente como la invasión de la sociedad en la intimidad del individuo, ínfimo ante aquella. No obstante, la prueba de que la inspiración de McCay en el art nouveau no agota el análisis, se halla en episodios como el de la visita a Marte. En la plancha del 24 de abril de 1910, los viajeros llegan al planeta y se encuentran conque tiene un único dueño. Pero no sólo de tierras y construcciones, sino de todo lo existente, incluido el aire, por el que se debe pagar. Nemo despierta asfixiado. Una semana más tarde, nos enteramos de que también las palabras están privatizadas, de modo que pueden hablar sólo quienes tengan dinero para comprarlas. Así, “los ricos hacen discursos y los pobres tienen que callarse”. Más que metáfora del capitalismo, absoluta literalidad.
(...pensar que todavía hoy, cien años después, hay quienes sostienen que historieta y política resultan incongruentes, joder!)
(...pensar que todavía hoy, cien años después, hay quienes sostienen que historieta y política resultan incongruentes, joder!)
Ejemplo de agudeza y brillante concisión este ensayo, Miguel.
ResponderBorrarGracias, Quique. Estoy intentando el ejercicio de escribir menos y decir más.
ResponderBorrarFrente a los textos de Little Nemo (que frecuenté bien poco) siempre tuve dos únicos pensamientos o sentimientos: esto es una rotunda maravilla y esto no puede ser de esa época; pero sí: es una suerte de Blade Runner (y mucho más, claro) 70 años antes. Inquietantes cual mal sueño esos marcianos solidarios con cuatro manos (¿remedo de nuestros ancestros simios?) de aleatorios 6, 7, 8 ó 9 dedos. Inquietante esa city marciana de rascacielos y puentes entre ellos que aún suena medio futurista en 2010. Un detalle: las palabras ya estaban en venta según aviso publicitario en el cuadro 7 del día 24.
ResponderBorrarOtra cosa: ante el actual uso impreciso cuando no equivocado del término "monopolio", la vital pesadilla de un monopolio cabal; en Marte (o mejor, en Slumberland) absolutamente toda la oferta depende de "B. Gosh y Cía". Y una metáfora respecto de un planeta de atmósfera irrespirable... para quienes no puedan pagar a sus propietarios por buenos aires.
No sé quién sostiene "que historieta y política resultan incongruentes" pero le faltarían unos cuantos jugadores, incluido el arquero. Se ve que vos leés cosas que suenan tan inquietantes como las pesadillas de Little Nemo.
Excelente entrada.
Abrazo.
Tenés razón, Cinzcéu, la anteúltima viñeta anuncia la venta de palabras y en la plancha siguiente se desarrolla.
ResponderBorrarYo frecuento todo tipo de ambientes, y nunca encuentro uno para quedarme...
Abrazo